Qazan
Qazan
18-10-2024, 12:50 PM
Tras unos días revisando el estado de La Salerosa y habiendo montado el campamento base, era momento por fin de explorar este nuevo lugar. Desde aquella revelación durante el viaje hasta aquí no había dejado un solo día sin entrenar, sentía que poco a poco me acercaba a las respuestas que buscaba. Cada puñetazo que lanzaba al aire, cada gota de sudor que caía al suelo acotaban la búsqueda de lo que ahora mismo anhelaba, una nueva manera de combatir capaz de hacer frente y adaptarse a los enemigos que se especializaban en las distancias medias y cortas. Con aquella premisa y habiendo asegurado la posición del navío y de los compañeros, llegó la hora de explorar esta nueva isla de la cual solo había escuchado algún que otro rumor pero sin tener nada claro.
La isla de la eterna rivalidad, así la habían mencionado algunos pescadores y marineros de Kolima. Me gustaba mucho escuchar las historias y leyendas de las gentes que habitaban los muelles, esas personas que tenían que moverse tanto para poder ganarse la vida eran una fuente de conocimientos inagotable. En esta ocasión, los rumores sobre la isla decían que dos antiguos amigos y rivales habían llevado sus disputas por los cuatro mares hasta llegar a esta isla, lugar donde se enfrentaron por última vez. Cuentan también que esta rivalidad estaba empatada en el momento en que ambos llegaron a la isla y que nadie sabe cual fue el resultado de ese último combate entre ambos. Por ello, por la muestra de tanta entereza con el paso de los años y la leyenda de una rivalidad sin parangón ni resultado definitivo, surgió el mito de que cada montaña picuda representaba a cada combatiente, siempre desafiando al rival, sin quitarse la mirada de encima.
Me parecía una leyenda muy interesante de la cual me gustaría saber mucho más, pero para ello debía explorar un poco la isla y conocer a sus gentes. Durante los pocos días que llevábamos aquí, algunos lugareños se nos acercaban aunque mostrando un gran recelo y casi despreciándonos. - Supongo que una jabalí gigante y una orca llamamos demasiado la atención-. Dije para mi mismo percatándome de la situación en la que nos encontrábamos. Seguramente todo fuese mas sencillo y simplemente no les gusten los extranjeros, de cualquier modo estos días aquí tendremos que estar atentos por si acaso.
-Me voy un rato, ¡Nos vemos familia!-. Les dije a mis compañeros de piratería mientras cogía mi mochila junto a mis armas y algo de comida para pasar el día en la villa. No sabía porqué esta vez Lance había decidido montar el campamento directamente en el pueblo, normalmente nos solemos quedar más apartados sin llamar tanto la atención pero bueno, él sabrá los motivos para estar tan cerca de los lugareños. Ya con mis pertenencias preparadas salí del campamento con la premisa de conocer mejor tanto la isla de DemonTooth así como a los isleños de Villa Shimotsuki.
Paseando por la villa no podía evitar quedar maravillado con la arquitectura tradicional de los locales. Sin duda esta gente tenía muy buen gusto a la hora de realizar sus construcciones, casi parecían que querían resumir su cultura en estas pequeñas estructuras. Construido todo en madera, las viejas costumbres y la tradición se respiraban en el ambiente. La minuciosidad en el detalle, el purismo y sencillez de los elementos constructivos, la importancia de la proporción y la luz como elementos compositivos y configuradores del espacio. Sin duda Shimotsuki era un lugar maravilloso.
No podía evitar mirar a todos lados como un niño que va por primera vez al parque de atracciones. Me dejé llevar por la tradición y cultura de la villa hasta que casi sin quererlo, acabé llegando a la plaza centrar de Shimotsuki. Allí, tenían instalado un tatami bastante grande donde dos personas estaban combatiendo. -¿Y esto?-. Dije con toda la curiosidad del mundo, seguí acercándome casi hasta el borde del cuadrilátero pues quería ver la pelea. Para mi asombro parecían dos estudiantes cada uno de su respectivo arte marcial, uno combatía con unos mitones bastante desgastados mientras que el otro portaba una espada con el filo totalmente romo. Parecía un combate bastante parejo, normal por otro lado, ya que parecían dos minusválidos aprendiendo a caminar. -Interesante pero... Así nunca mejoraran-. Dije en voz baja para no desanimar a los jóvenes.
De pronto a mi lado un viejito con cara de mala ostia comenzó a darles indicaciones a esos dos. Me sorprendió pues no me había percatado de su presencia y eso que destacaba bastante por el kimono tan engalanado que llevaba puesto. Luego de las palabras del viejete, los dos parecían esforzarse mucho más, o al menos, ahora si que se estaban dejando la piel en el combate. Antes de que me diese cuenta, el viejo se marchaba del lugar, parecía que ya había visto suficiente. -Parece que sabe lo que se hace... ¿Tal vez?-. El hombre me había llamado poderosamente la atención, si mi deducción estaba bien, seguramente fuese el maestro de estos dos, y en ese caso podría aprender algo de él antes de que partiésemos de la isla. -¡Espere!-. Dije tratando de seguir al viejo.
La isla de la eterna rivalidad, así la habían mencionado algunos pescadores y marineros de Kolima. Me gustaba mucho escuchar las historias y leyendas de las gentes que habitaban los muelles, esas personas que tenían que moverse tanto para poder ganarse la vida eran una fuente de conocimientos inagotable. En esta ocasión, los rumores sobre la isla decían que dos antiguos amigos y rivales habían llevado sus disputas por los cuatro mares hasta llegar a esta isla, lugar donde se enfrentaron por última vez. Cuentan también que esta rivalidad estaba empatada en el momento en que ambos llegaron a la isla y que nadie sabe cual fue el resultado de ese último combate entre ambos. Por ello, por la muestra de tanta entereza con el paso de los años y la leyenda de una rivalidad sin parangón ni resultado definitivo, surgió el mito de que cada montaña picuda representaba a cada combatiente, siempre desafiando al rival, sin quitarse la mirada de encima.
Me parecía una leyenda muy interesante de la cual me gustaría saber mucho más, pero para ello debía explorar un poco la isla y conocer a sus gentes. Durante los pocos días que llevábamos aquí, algunos lugareños se nos acercaban aunque mostrando un gran recelo y casi despreciándonos. - Supongo que una jabalí gigante y una orca llamamos demasiado la atención-. Dije para mi mismo percatándome de la situación en la que nos encontrábamos. Seguramente todo fuese mas sencillo y simplemente no les gusten los extranjeros, de cualquier modo estos días aquí tendremos que estar atentos por si acaso.
-Me voy un rato, ¡Nos vemos familia!-. Les dije a mis compañeros de piratería mientras cogía mi mochila junto a mis armas y algo de comida para pasar el día en la villa. No sabía porqué esta vez Lance había decidido montar el campamento directamente en el pueblo, normalmente nos solemos quedar más apartados sin llamar tanto la atención pero bueno, él sabrá los motivos para estar tan cerca de los lugareños. Ya con mis pertenencias preparadas salí del campamento con la premisa de conocer mejor tanto la isla de DemonTooth así como a los isleños de Villa Shimotsuki.
Paseando por la villa no podía evitar quedar maravillado con la arquitectura tradicional de los locales. Sin duda esta gente tenía muy buen gusto a la hora de realizar sus construcciones, casi parecían que querían resumir su cultura en estas pequeñas estructuras. Construido todo en madera, las viejas costumbres y la tradición se respiraban en el ambiente. La minuciosidad en el detalle, el purismo y sencillez de los elementos constructivos, la importancia de la proporción y la luz como elementos compositivos y configuradores del espacio. Sin duda Shimotsuki era un lugar maravilloso.
No podía evitar mirar a todos lados como un niño que va por primera vez al parque de atracciones. Me dejé llevar por la tradición y cultura de la villa hasta que casi sin quererlo, acabé llegando a la plaza centrar de Shimotsuki. Allí, tenían instalado un tatami bastante grande donde dos personas estaban combatiendo. -¿Y esto?-. Dije con toda la curiosidad del mundo, seguí acercándome casi hasta el borde del cuadrilátero pues quería ver la pelea. Para mi asombro parecían dos estudiantes cada uno de su respectivo arte marcial, uno combatía con unos mitones bastante desgastados mientras que el otro portaba una espada con el filo totalmente romo. Parecía un combate bastante parejo, normal por otro lado, ya que parecían dos minusválidos aprendiendo a caminar. -Interesante pero... Así nunca mejoraran-. Dije en voz baja para no desanimar a los jóvenes.
De pronto a mi lado un viejito con cara de mala ostia comenzó a darles indicaciones a esos dos. Me sorprendió pues no me había percatado de su presencia y eso que destacaba bastante por el kimono tan engalanado que llevaba puesto. Luego de las palabras del viejete, los dos parecían esforzarse mucho más, o al menos, ahora si que se estaban dejando la piel en el combate. Antes de que me diese cuenta, el viejo se marchaba del lugar, parecía que ya había visto suficiente. -Parece que sabe lo que se hace... ¿Tal vez?-. El hombre me había llamado poderosamente la atención, si mi deducción estaba bien, seguramente fuese el maestro de estos dos, y en ese caso podría aprender algo de él antes de que partiésemos de la isla. -¡Espere!-. Dije tratando de seguir al viejo.