Camille Montpellier
El Bastión de Rostock
18-10-2024, 02:39 PM
Ambos guardaron absoluto silencio mientras los dos oficiales terminaban de explicarles de qué iba en realidad toda esa situación. La atención y mirada de Camille se iban posando de manera alterna en ambos, cambiando en función de quién estuviera hablando. Era cierto que, durante los últimos días, había escuchado a algún que otro sargento y a varios soldados comentar sobre la llegada de una nueva promoción. Por supuesto, no tenía ni idea de lo especial que iba a ser en esta ocasión. No podía decir que aquello fuera algo extraño. Después de todo, en el G-31 se encontraban muchas rarezas que debían desentonar bastante en otros cuarteles de la Marina. Tanto ella como su compañero eran pruebas fehacientes de esto. De alguna forma, Loguetown parecía atraer a las ovejas negras y los chiquillos descarriados del ejército gubernamental. Aun así, aquella congregación de alborotadores sería algo inusual hasta en esa base.
Tras la explicación de cómo habían llegado a aquella decisión, no tardó en recibir la pregunta que llevaba unos minutos viendo venir. Siempre se había mantenido alejada del Torneo del Calabozo, limitándose a un rol de observadora y evitando convertirse en una de sus participantes. No es que le tuviera temor a los combates; la exhibición que habían hecho aquel día daba cuenta de ello. Quizá una parte de ella, la más cauta, trataba de evitarse problemas. Hasta ese momento no sabía que Beatrice era consciente de la situación, y mantener un expediente intachable —en la medida de lo posible— siempre había sido una de sus prioridades. No quería decepcionarla, de modo que una actividad así podría llevarla por un camino que su madre adoptiva no hubiera predicho. A la luz de los hechos, estaba claro que se había equivocado por completo. Sin embargo, había un segundo motivo por el que no se había atrevido nunca a ofrecerse. Estaba claro que su presencia no había pasado desapercibida. El sigilo no era su fuerte, y más de una vez se había cruzado con la mirada de Garnett. Para ella, de alguna forma, los individuos que participaban en aquellos eventos eran... como ella. Inadaptados. Gente que se salía de la norma. Sentía que tenía más posibilidades de estrechar lazos con ellos que con cualquier otro marine de la base. Eso había pensado hasta conocer a su nueva brigada, aunque... ¿No eran un montón de inadaptados también? En cualquier caso, quizá el miedo de ganarse su rencor fuera lo que había frenado su interés. Si ni los inadaptados la aceptaban, ¿qué le habría quedado entonces?
Todo era distinto ahora. Miró de reojo a su compañero que, expectante, aguardaba su respuesta. Pudo notar la decisión en los ojos de Atlas, quizá hasta la emoción y predisposición por ser partícipe de eso. Serían, después de todo, útiles para sus superiores. Camille sonrió levemente antes de borrar aquella expresión y dirigir su mirada hacia la capitana y el sargento.
—Cuenten conmigo —afirmó con decisión.
—¡Estupendo! —La exaltación de Garnett fue un tanto exagerada, como si llevara esperando porque llegase ese momento mucho tiempo—. En ese caso, iré poniendo en marcha todos los preparativos. Aún hay unos pocos detalles que quiero atajar antes de mañana. —En ese momento, el sargento le lanzó una mirada a la capitana que Camille interpretó como de complicidad, aunque no estaba muy segura del motivo ni de si quería saberlo.
—Genial —se limitó a responder Beatrice, con una sonrisa que transmitía esa misma sensación pero de una forma mucho menos sutil—. Podéis retiraros, entonces. Os sugiero que no os canséis demasiado lo que queda de día ni mañana. No son... el tipo de oponentes a los que estáis acostumbrados.
Camille asintió ante aquellas palabras y se dispuso a marcharse del despacho junto a Atlas. Una vez fuera, cuando se hubiesen alejado lo suficiente por los pasillos del G-31, le echaría una mirada de reojo a su compañero.
—Tú también te has dado cuenta, ¿no? —quiso confirmar, para no sentir que era una locura suya—. Creo que no nos han contado todo. Y esa expresión... —Dejó pasar unos pocos segundos, dubitativa—. Algo traman. Quizá algo que tenga que ver con los nuevos reclutas. ¿Tú qué opinas?
Escucharía la respuesta de Atlas y, probablemente, el día transcurriese después sin demasiados incidentes. Como les habían indicado, tampoco les convenía agotarse y ya habían tenido bastante actividad física durante el entrenamiento. Probablemente lo mejor sería tomarse lo que restaba de tarde con calma y reservar energías para la noche siguiente.
Tras la explicación de cómo habían llegado a aquella decisión, no tardó en recibir la pregunta que llevaba unos minutos viendo venir. Siempre se había mantenido alejada del Torneo del Calabozo, limitándose a un rol de observadora y evitando convertirse en una de sus participantes. No es que le tuviera temor a los combates; la exhibición que habían hecho aquel día daba cuenta de ello. Quizá una parte de ella, la más cauta, trataba de evitarse problemas. Hasta ese momento no sabía que Beatrice era consciente de la situación, y mantener un expediente intachable —en la medida de lo posible— siempre había sido una de sus prioridades. No quería decepcionarla, de modo que una actividad así podría llevarla por un camino que su madre adoptiva no hubiera predicho. A la luz de los hechos, estaba claro que se había equivocado por completo. Sin embargo, había un segundo motivo por el que no se había atrevido nunca a ofrecerse. Estaba claro que su presencia no había pasado desapercibida. El sigilo no era su fuerte, y más de una vez se había cruzado con la mirada de Garnett. Para ella, de alguna forma, los individuos que participaban en aquellos eventos eran... como ella. Inadaptados. Gente que se salía de la norma. Sentía que tenía más posibilidades de estrechar lazos con ellos que con cualquier otro marine de la base. Eso había pensado hasta conocer a su nueva brigada, aunque... ¿No eran un montón de inadaptados también? En cualquier caso, quizá el miedo de ganarse su rencor fuera lo que había frenado su interés. Si ni los inadaptados la aceptaban, ¿qué le habría quedado entonces?
Todo era distinto ahora. Miró de reojo a su compañero que, expectante, aguardaba su respuesta. Pudo notar la decisión en los ojos de Atlas, quizá hasta la emoción y predisposición por ser partícipe de eso. Serían, después de todo, útiles para sus superiores. Camille sonrió levemente antes de borrar aquella expresión y dirigir su mirada hacia la capitana y el sargento.
—Cuenten conmigo —afirmó con decisión.
—¡Estupendo! —La exaltación de Garnett fue un tanto exagerada, como si llevara esperando porque llegase ese momento mucho tiempo—. En ese caso, iré poniendo en marcha todos los preparativos. Aún hay unos pocos detalles que quiero atajar antes de mañana. —En ese momento, el sargento le lanzó una mirada a la capitana que Camille interpretó como de complicidad, aunque no estaba muy segura del motivo ni de si quería saberlo.
—Genial —se limitó a responder Beatrice, con una sonrisa que transmitía esa misma sensación pero de una forma mucho menos sutil—. Podéis retiraros, entonces. Os sugiero que no os canséis demasiado lo que queda de día ni mañana. No son... el tipo de oponentes a los que estáis acostumbrados.
Camille asintió ante aquellas palabras y se dispuso a marcharse del despacho junto a Atlas. Una vez fuera, cuando se hubiesen alejado lo suficiente por los pasillos del G-31, le echaría una mirada de reojo a su compañero.
—Tú también te has dado cuenta, ¿no? —quiso confirmar, para no sentir que era una locura suya—. Creo que no nos han contado todo. Y esa expresión... —Dejó pasar unos pocos segundos, dubitativa—. Algo traman. Quizá algo que tenga que ver con los nuevos reclutas. ¿Tú qué opinas?
Escucharía la respuesta de Atlas y, probablemente, el día transcurriese después sin demasiados incidentes. Como les habían indicado, tampoco les convenía agotarse y ya habían tenido bastante actividad física durante el entrenamiento. Probablemente lo mejor sería tomarse lo que restaba de tarde con calma y reservar energías para la noche siguiente.