Sparrow D. Cynthia
Spirit Blossom
18-10-2024, 06:04 PM
La Red Line se alzaba imponente frente a Lovecraft. Una inmensa pared de roca carmesí que se perdía en las nubes, desde el pie de la misma resultaba aun más abrumadora, el peso de la tierra misma, era imposible calcular a ojo cuantas islas podríamos colocar a lo largo de la gran estructura rocosa, pero fácilmente todo el East Blue encajaría en ella. Era fácil que uno se sintiera impotente a su lado, pero el pequeño altar al lado del monje indicaba que estaba en el lugar y punto correcto. Un pequeño altar a la oración y meditación que indicaba que algunos monjes en peregrinaje habían trazado esta escalada antes hasta el santuario que aguardaba en la cima del mismo.
El monje Lovecraft se preparo y mentalizo a conciencia para este momento, ya desde el barco hizo más que simplemente aguardar a su destino, allí metido, se preparo, su cuerpo estaba listo para dar el 100% de esto en todo momento para alcanzar la cima con presteza. También habiendo saciado su estomago para tener un poco de alimento durante unos primeros momentos en aquella odisea vertical.
Y así fue como dio comienzo la ascensión del monje. Este reto ya era difícil y duro para alguien más joven en su plenitud, hace falta una temple y fortaleza, ya no solo física, sino mental, sin igual. Pero Lovecraft estaba hecho de otra pasta, a pesar de su muy avanzada edad y cabello completamente canoso, ese anciano podía dar una terrible batalla a casi cualquiera de los jóvenes promesas de su base, era una mezcla explosiva de sabiduría que solo la edad y el paso del tiempo podían entregar; junto a un físico cultivado que a pesar de su apariencia externa oxidada, contaba con una forma física ejemplar la cual daba pie a subestimarlo.
La ascensión comenzó bien, muy ágil y sencilla. Lovecraft avanzaba trepando por la roca con más agilidad y soltura que la de un simio trepando un árbol. Sus manos secas dejaban las marcas del polvo y la tierra que se puso en las palmas para afianzar su agarre. sus brincos eran agiles y le impulsaban algunos metros hacia arriba. Más la montaña no perdona e era implacable. Poco a poco con la altura Lovecraft fue notando como el viento se incrementaba, unas corrientes de intenso aire que cantaban y gritaban al soplar entre las rendijas de la Red Line. Eso causaba que tuviera que mermar un poco sus brincos, una mala ráfaga de viento en un impulso imprudente podrían causar un resbalón. Y ya la zona baja de la montaña quedaba lejos de la vista, la caída mortal era una certeza.
La altura se incrementaba conforme el sol estaba en la cúspide, ya era mediodía pasado, pero cuanto habria sido ya el ascenso cuatro mil, cinco mil metros quizá. Era difícil estimarlo, el suelo quedaba muy lejos solo viéndose la inmensidad azul del mar, mientras que la cima aun estaba cubierta por las nubes. Pero la altura se hacia presente, el aire era cada vez más escaso, lo cual causaba que los grandes esfuerzos consecutivos fuera un poco más problemáticos, pero eso no era un gran problema para un hombre que dedico tantos años a la meditación y conocerse a si mismo, así como ha su cuerpo. El esfuerzo era inconmensurable, pero los frutos del mismo igual aguardaban tras un banco de nubes en el cual el monje estaba a punto de adentrarse, que desde su actual perspectiva parecía más bien que estaba a punto de adentrarse en una densa niebla.
El monje Lovecraft se preparo y mentalizo a conciencia para este momento, ya desde el barco hizo más que simplemente aguardar a su destino, allí metido, se preparo, su cuerpo estaba listo para dar el 100% de esto en todo momento para alcanzar la cima con presteza. También habiendo saciado su estomago para tener un poco de alimento durante unos primeros momentos en aquella odisea vertical.
Y así fue como dio comienzo la ascensión del monje. Este reto ya era difícil y duro para alguien más joven en su plenitud, hace falta una temple y fortaleza, ya no solo física, sino mental, sin igual. Pero Lovecraft estaba hecho de otra pasta, a pesar de su muy avanzada edad y cabello completamente canoso, ese anciano podía dar una terrible batalla a casi cualquiera de los jóvenes promesas de su base, era una mezcla explosiva de sabiduría que solo la edad y el paso del tiempo podían entregar; junto a un físico cultivado que a pesar de su apariencia externa oxidada, contaba con una forma física ejemplar la cual daba pie a subestimarlo.
La ascensión comenzó bien, muy ágil y sencilla. Lovecraft avanzaba trepando por la roca con más agilidad y soltura que la de un simio trepando un árbol. Sus manos secas dejaban las marcas del polvo y la tierra que se puso en las palmas para afianzar su agarre. sus brincos eran agiles y le impulsaban algunos metros hacia arriba. Más la montaña no perdona e era implacable. Poco a poco con la altura Lovecraft fue notando como el viento se incrementaba, unas corrientes de intenso aire que cantaban y gritaban al soplar entre las rendijas de la Red Line. Eso causaba que tuviera que mermar un poco sus brincos, una mala ráfaga de viento en un impulso imprudente podrían causar un resbalón. Y ya la zona baja de la montaña quedaba lejos de la vista, la caída mortal era una certeza.
La altura se incrementaba conforme el sol estaba en la cúspide, ya era mediodía pasado, pero cuanto habria sido ya el ascenso cuatro mil, cinco mil metros quizá. Era difícil estimarlo, el suelo quedaba muy lejos solo viéndose la inmensidad azul del mar, mientras que la cima aun estaba cubierta por las nubes. Pero la altura se hacia presente, el aire era cada vez más escaso, lo cual causaba que los grandes esfuerzos consecutivos fuera un poco más problemáticos, pero eso no era un gran problema para un hombre que dedico tantos años a la meditación y conocerse a si mismo, así como ha su cuerpo. El esfuerzo era inconmensurable, pero los frutos del mismo igual aguardaban tras un banco de nubes en el cual el monje estaba a punto de adentrarse, que desde su actual perspectiva parecía más bien que estaba a punto de adentrarse en una densa niebla.