Sowon
Luna Sangrienta
18-10-2024, 09:38 PM
La mirada de la guerrera se mantuvo serena, escuchaba las palabras saboreando los datos que llegaban a ella, al parecer las espadas eran valiosas para el misterioso espadachín al menos un amigo se las había heredado. La mujer meditó por unos momentos, por lo general alguien que hereda espadas o es un herrero o es un guerrero que ya no puede blandirlas, fuese la razón real detrás de la llegada de las espadas a manos de una nueva generación era un acto noble continuar blandiendo las mismas espadas. Las herramientas solían oxidarse, romperse o incluso quedar lejos del nivel de filo que uno buscaría, no era extraño que los espadachines utilizaran varias a lo largo de su vida y mantenerse fiel a los mismos instrumentos era un acto irrisorio en el mundo. Muy pocos templos y disciplinas actuales inculcaban el valor emocional, en su familia la eficacia primaba ante cualquier otra cosa, no era de interés perdurar con una misma herramienta siempre estaban dispuestas al cambio y a utilizar el arma anterior para costear la fabricación de una obra mucho más eficiente. Un contraste muy divertido para la mujer, alguien que parecía mantenerse en un sendero de tradiciones o al menos de respeto de un legado frente a una Oni que prefería la eficiencia antes que encariñarse con un simple trozo de metal cuyo nombre sería bautizado mediante los rituales que su tribu había decidido.
―No lo decía con mala intención, hasta un cuchillo es un arma letal en manos adecuadas, un cocinero podría trocear a un rey marino solo con su cuchillo afilado. Tu amigo debe estar orgulloso de que las mantengas en tan buen estado, puedo notarlo ya que me dedico a la artesanía y podría saber si alguna necesitase un mantenimiento... ¿Yo? Ciertamente solo necesito una espada para mis deberes, el poder usar una mano o ambas pero poder mantener una guardia es una gran ventaja, aunque pocas cosas se resisten cuando este filo comienza a hundirse.―
Sus palabras fluían con honestidad, no necesitaba ocultar nada y la conversación le agradaba en demasía como para guardarse detalles, desde pequeña había sido instruida en el arte de luchar con un arma. No necesitaba otras cosas si podía aplastar a cientos con solo mover un poco su arma, ella era consciente del tamaño colosal de su filo y de lo mucho que podía cambiar el resultado de una batalla si simplemente se apegaba a lo que le era más familiar. Masculló su nombre, para recordarlo e intentar no ponerle un apodo muy extraño en caso de que se le perdiese, se le daba fatal recordar nombres y por ese motivo llamaba a todos enanos, hormigas o improvisaba algo en torno a su figura como podría ser "alitas" si es que alguien tenía alas o "cuernitos" si tenía cuernos, no era demasiado creativa en aquellos apodos.
―Alistair, suena a un nombre lejano a mi lugar de origen, pero de cierta manera se adapta a tu cara. ¿Una razón profunda? Hmm, supongo que la escogí porque era algo que se me daba bien, cuando te acostumbras el peso es lo de menos y la sensación de poder partir a alguien en dos con un simple corte es algo que no podía ignorar. Supongo que era lo que más me gustaba, no se atascaba en mis enemigos y podía seguir embistiendo incluso cuando me rodeasen... He escuchado historias de hombres que decían que su espada les había hablado, intenté hablar con mi espada pero un trozo de metal no suele responder... Sin embargo, si te soy sincera, muchas veces siento cuando está sedienta y cuando desea consumir la carne de una presa. Es una sensación complicada de explicar, simplemente lo siento al tomarla o al ver su filo, como que la noto apagada hasta que finalmente la sangre le devuelve su brillo...―
Era verdad que cuando la escogió no era capaz de notar esa necesidad de su arma, no fue hasta mucho después, hasta su adolescencia cuando el arma comenzó a comunicarse de esa manera peculiar. Estaba segura que no era una alucinación, era una conexión tras cruentas batallas libradas, podía presentir si un arma estaba sedienta y más puntualmente las espadas que habían pasado por sus manos. Una sonrisa se dibujó en su rostro cuando explicaba los cambios en el brillo y la opacidad del acero, se notaba que conocía sobre la forja y las artesanías pero que también había una conexión o al menos una sensación peculiar que le recorría quizás algo que para otros fuese simple locura o manía de guerra para justificar su inminente necesidad de combatir.
―¿Cómo hago? Simplemente la levanto y la aplasto en lo que quiera matar, no necesita mucha ciencia... No me hace falta moverme, simplemente contra enemigos más rápidos o que les guste dar saltitos debo esperar, es lo que mis padres me enseñaron por mi tamaño, incluso entre los Onis soy de un tamaño algo mediano. He oído de Onis que han llegado casi al doble de mi tamaño y todavía estoy en crecimiento, quien sabe cuanto mida cuando llegue a mi madurez completa... Pero volviendo al tema, mis padres me inculcaron que hay muchas hormigas muy rápidas y molestas en el mundo, entonces simplemente debo esperar, agudizar mis sentidos y cuando quieran golpear responder con un ataque frontal. Puede fallar, puede haber rivales que sean demasiado veloces como para verlos llegar, pero si los puedo ver venir simplemente debo confiar en el poder de mi propio ser. Podemos decir que a diferencia de los estilos de espadas que buscan la movilidad o la técnica, lo mío es confiar plenamente en mi fuerza.―
Comentó riendo, explicando como podía sacar provecho de sus aparentes desventajas, como una montaña tosca podía volverse un arma letal sabiendo como aprovechar y explotar sus verdaderos puntos fuertes. Pero más sus puntos débiles, aquellos que reconocían sus debilidades eran los más propensos a mejorar, al llegar a un punto donde aprovechaban su supuesta falta de talento o habilidad para que sus oponentes corriesen directamente a sus garras. Era una técnica que muchas bestias utilizaban, dejando ser mordidos, incluso arriesgando su cuerpo para atacar con un golpe lo suficientemente fuerte que garantizara el almuerzo.
―¿Eres un peleador de este lugar? La última vez no permitía matar al oponente, por lo que decidí no participar ya que en una competencia por dinero me es complicado no utilizar todo lo que tengo. Es diferente a un entrenamiento, pero me han educado con el lema de que la paga es la razón para pelear y cuando peleo solo me interesa cobrar al final de un gran combate.―
Preguntó mientras recostaba un brazo en la barra, estaba interesada en saber que podría atraer a alguien con tres espadas a un club de peleadores, no había visto nada que le pudiese interesar en el lugar y a su humilde opinión alguien que manejase tres espadas a la vez era más que capaz a la hora de barrer a unos simples borrachos que quisieran duplicar sus ingresos o a unos veteranos peleadores que quizás nunca en su vida se habían enfrentado a alguien que se especializaba en el arte verdadero de la espada.
―No lo decía con mala intención, hasta un cuchillo es un arma letal en manos adecuadas, un cocinero podría trocear a un rey marino solo con su cuchillo afilado. Tu amigo debe estar orgulloso de que las mantengas en tan buen estado, puedo notarlo ya que me dedico a la artesanía y podría saber si alguna necesitase un mantenimiento... ¿Yo? Ciertamente solo necesito una espada para mis deberes, el poder usar una mano o ambas pero poder mantener una guardia es una gran ventaja, aunque pocas cosas se resisten cuando este filo comienza a hundirse.―
Sus palabras fluían con honestidad, no necesitaba ocultar nada y la conversación le agradaba en demasía como para guardarse detalles, desde pequeña había sido instruida en el arte de luchar con un arma. No necesitaba otras cosas si podía aplastar a cientos con solo mover un poco su arma, ella era consciente del tamaño colosal de su filo y de lo mucho que podía cambiar el resultado de una batalla si simplemente se apegaba a lo que le era más familiar. Masculló su nombre, para recordarlo e intentar no ponerle un apodo muy extraño en caso de que se le perdiese, se le daba fatal recordar nombres y por ese motivo llamaba a todos enanos, hormigas o improvisaba algo en torno a su figura como podría ser "alitas" si es que alguien tenía alas o "cuernitos" si tenía cuernos, no era demasiado creativa en aquellos apodos.
―Alistair, suena a un nombre lejano a mi lugar de origen, pero de cierta manera se adapta a tu cara. ¿Una razón profunda? Hmm, supongo que la escogí porque era algo que se me daba bien, cuando te acostumbras el peso es lo de menos y la sensación de poder partir a alguien en dos con un simple corte es algo que no podía ignorar. Supongo que era lo que más me gustaba, no se atascaba en mis enemigos y podía seguir embistiendo incluso cuando me rodeasen... He escuchado historias de hombres que decían que su espada les había hablado, intenté hablar con mi espada pero un trozo de metal no suele responder... Sin embargo, si te soy sincera, muchas veces siento cuando está sedienta y cuando desea consumir la carne de una presa. Es una sensación complicada de explicar, simplemente lo siento al tomarla o al ver su filo, como que la noto apagada hasta que finalmente la sangre le devuelve su brillo...―
Era verdad que cuando la escogió no era capaz de notar esa necesidad de su arma, no fue hasta mucho después, hasta su adolescencia cuando el arma comenzó a comunicarse de esa manera peculiar. Estaba segura que no era una alucinación, era una conexión tras cruentas batallas libradas, podía presentir si un arma estaba sedienta y más puntualmente las espadas que habían pasado por sus manos. Una sonrisa se dibujó en su rostro cuando explicaba los cambios en el brillo y la opacidad del acero, se notaba que conocía sobre la forja y las artesanías pero que también había una conexión o al menos una sensación peculiar que le recorría quizás algo que para otros fuese simple locura o manía de guerra para justificar su inminente necesidad de combatir.
―¿Cómo hago? Simplemente la levanto y la aplasto en lo que quiera matar, no necesita mucha ciencia... No me hace falta moverme, simplemente contra enemigos más rápidos o que les guste dar saltitos debo esperar, es lo que mis padres me enseñaron por mi tamaño, incluso entre los Onis soy de un tamaño algo mediano. He oído de Onis que han llegado casi al doble de mi tamaño y todavía estoy en crecimiento, quien sabe cuanto mida cuando llegue a mi madurez completa... Pero volviendo al tema, mis padres me inculcaron que hay muchas hormigas muy rápidas y molestas en el mundo, entonces simplemente debo esperar, agudizar mis sentidos y cuando quieran golpear responder con un ataque frontal. Puede fallar, puede haber rivales que sean demasiado veloces como para verlos llegar, pero si los puedo ver venir simplemente debo confiar en el poder de mi propio ser. Podemos decir que a diferencia de los estilos de espadas que buscan la movilidad o la técnica, lo mío es confiar plenamente en mi fuerza.―
Comentó riendo, explicando como podía sacar provecho de sus aparentes desventajas, como una montaña tosca podía volverse un arma letal sabiendo como aprovechar y explotar sus verdaderos puntos fuertes. Pero más sus puntos débiles, aquellos que reconocían sus debilidades eran los más propensos a mejorar, al llegar a un punto donde aprovechaban su supuesta falta de talento o habilidad para que sus oponentes corriesen directamente a sus garras. Era una técnica que muchas bestias utilizaban, dejando ser mordidos, incluso arriesgando su cuerpo para atacar con un golpe lo suficientemente fuerte que garantizara el almuerzo.
―¿Eres un peleador de este lugar? La última vez no permitía matar al oponente, por lo que decidí no participar ya que en una competencia por dinero me es complicado no utilizar todo lo que tengo. Es diferente a un entrenamiento, pero me han educado con el lema de que la paga es la razón para pelear y cuando peleo solo me interesa cobrar al final de un gran combate.―
Preguntó mientras recostaba un brazo en la barra, estaba interesada en saber que podría atraer a alguien con tres espadas a un club de peleadores, no había visto nada que le pudiese interesar en el lugar y a su humilde opinión alguien que manejase tres espadas a la vez era más que capaz a la hora de barrer a unos simples borrachos que quisieran duplicar sus ingresos o a unos veteranos peleadores que quizás nunca en su vida se habían enfrentado a alguien que se especializaba en el arte verdadero de la espada.