Lance Turner
Shirogami
18-10-2024, 11:47 PM
No había duda, que esta estaba siendo una tarde realmente emocionante, ya que aquel chico había logrado abrirse hueco entre el profundo bosque de sentimientos que era mi corazón. Había algo en él que lo hacía bastante más especial que un marine cualquiera. Galhard, realmente, podría llegar a ser un gran marine que llegase tan lejos como Oliver quiso llegar alguna vez, e incluso más allá. Era posible que aquel chico, que pecaba de confiado e inocente cuando empezó el día, ahora mismo estuviese realmente concentrado en las consecuencias que tienen nuestras acciones, así como tener realmente en cuenta cada cosa. Todavía conservaría algo de inocencia por su juventud, pero desde luego, tenía las condiciones de ser un símbolo de la justicia en los grandes mares del mundo.
Me acerqué al borde del tejado, saltando desde el mismo hasta la parte superior de una de las paredes del laberinto. Caminé por el borde hacia donde se encontraba Galhard, saltando de vez en cuando entre paredes para acortar el camino. En mi rostro, curtido tras tantos años, mantenía un gesto cargado de seriedad, pero era evidente que mis ojos se encontraban ya algo cansados, habiendo sido antes un lago enorme de lágrimas frustradas y ahogadas por el alcohol, por tantas historias no contadas que me traicionarían hasta el último de mis días. Frente a mi, la juventud de Galhard parecía casi brillante, una chispa de voluntad que parecían iluminar el lugar donde una vez se encontraban mis mismos ideales que ya había perdido hace tanto tiempo.
- Cuando todo esto termine... - murmuré, con una voz que apenas rasgaba el aire - Te llevaré a las tumbas. Debemos honrar a quienes ya no están entre nosotros. - Tras esa frase, dejé que el silencio se apoderase del ambiente mientras apretaba mis manos en un claro gesto de contención, sintiendo aquel dolor que me llevaba persiguiendo desde hace tantos años. En el fondo, sabía que también debía rendirles honor para poder seguir adelante, para finalmente encontrar la paz que se le escapaba desde aquel fatídico día.
Por defecto profesional seguramente, me aseguré de no mostrar debilidad alguna en mi semblante, manteniéndolo serio, pero quizá estaba muy desentrenado, pues aun sabiendo que no cambiaba el gesto, pude sentir cómo una lágrima traicionera se deslizó por mi mejilla.
- Vivimos no solo por nosotros mismos. - Pensé cuando notaba el recorrido de la lágrima sobre mi rostro. - Sino también, por aquellos que ya no lo pueden hacer.
Este era un pensamiento que me había perseguido en incontables noches solitarias, siendo incapaz de llevarlo plenamente a la práctica, no obstante, ahora parecía adquirir un nuevo significado frente al joven marine que tenía delante. ¿Acaso este muchacho, con su deseo ferviente de rendir homenaje a los caídos, le estaba mostrando el camino que debería seguir en adelante? Fuese como fuese, debíamos continuar, no había tiempo que perder.
- Pero eso vendrá luego. Primero, tienes que superar la última prueba. - Dije retomando un tono más firme, en un intento de recuperar algo del control que sentía haber perdido por la intensidad del momento. - Lo que te espera no será fácil, pero es necesario. Sigue adelante y elige sabiamente, Galhard. No subestimes lo que una decisión puede desencadenar.
Tras decir esto, decidí actuar para acortar la prueba, ya que el joven marine había conseguido antes de tiempo alcanzar una de las grandes lecciones que habían en este laberinto. Salté hacia el frente, apoyándome en una de las paredes que se encontraban frente al muchacho. De una sola pisada sobre dicha pared, esta cayó revelando el camino que había atrás de este. Mientras el humo se disipaba, señalé al marine con una sonrisa.
- Tú esto no puedes hacerlo ¿Estamos? Sería trampa. - Le dije con un tono burlón al sentirme algo más animado tras la conversación que habíamos tenido.
Tras ello, retrocedí unos pasos, para dejar que siguiese su camino sin mi presencia allí. El camino que había frente a Galhard conducía hasta una encrucijada que podía verse . Dos puertas idénticas se levantaban ante él, ambas sin señales claras de qué podría haber detrás. Sobre cada puerta, una inscripción grabada en piedra.
La primera puerta tenía escrito: "El camino de la verdad está lleno de sacrificios."
La segunda, en cambio, decía: "El deber a veces demanda el sacrificio de la verdad."
Con los brazos cruzados, me limité a observar la reacción de Galhard mientras asimilaba el dilema. La prueba era intencionadamente ambigua, diseñada para desafiar los principios mismos del marine joven. Cualquier decisión sería difícil, y en mi opinión, la prueba más difícil ya la había pasado, no obstante, era una decisión que debía pensar un poco antes de actuar.
- Ambas puertas te llevarán a un destino, pero... Lo que está en juego es mucho más que tu propio éxito o fracaso. Elige sabiamente, pues cada paso que des afectará más que solo tu vida, y no estoy hablando sólo de este laberinto que un viejo ha montado en sus ratos libres.
Había verdad en ambas inscripciones, y sin embargo, cada una arrastraba consigo un peso moral. Sabía que la guerra, la justicia, la vida misma, no se reducían a opciones tan simples como el bien y el mal. Sacrificar la verdad por el deber, o sacrificar el deber en nombre de la verdad, ambas podían tener consecuencias devastadoras, y ambas podían ser verdad. Pero intuía que Galhard, en su juventud, aún no había enfrentado el tipo de decisiones que podían quebrar el espíritu de un hombre.
- No te apresures, joven. - Dije con un tono de voz más suave casi como si estuviese hablando conmigo mismo. - Esta elección es más de lo que parece. Un día tendrás que tomarla, y eso determinará el tipo de hombre en el que te convertirás. Ninguno es malo, ni es bueno por sí mismo... - Dije antes de carraspear un poco para finalizar el discurso tras ello. - Cuando hayas hecho tu elección, y solo entonces, habrás superado la prueba.
Mientras observaba al joven debatirse en silencio, sentí un profundo respeto por la lucha interna que debía estar teniendo Galhard. Este era el tipo de decisión que ningún manual de la marina podía enseñar a tomar. Este era el peso que se llevaba en el alma de un marine verdadero. Aunque mis años en activo me habían endurecido, aún recordaba claramente las noches en que, siendo un joven e idealista, me había enfrentado a dilemas similares, decisiones que lo habían moldeado y, en última instancia, quebrado.
La realidad era que, sin importar qué puerta eligiera Galhard, habría una lección para aprender, una que lo marcaría profundamente. En el fondo, ya sabía que el joven caería en la respuesta incorrecta, pero no porque fuera incapaz de comprender la complejidad de la situación, sino porque los caminos de la verdad y el deber eran crueles y ambiguos, tal como lo era la vida misma.
Finalmente, mientras esperaba la decisión de Galhard, sentí una especie de liberación. Quizá, a través de la experiencia del chico, también podría encontrar algo de paz. Enfrentarse a la verdad de su pasado, rendir homenaje a quienes ya no estaban y, tal vez, encontrar la fuerza para vivir no solo por ellos, sino también por mí mismo.
Era una lección que no solo Galhard debía aprender, sino también yo.
Me acerqué al borde del tejado, saltando desde el mismo hasta la parte superior de una de las paredes del laberinto. Caminé por el borde hacia donde se encontraba Galhard, saltando de vez en cuando entre paredes para acortar el camino. En mi rostro, curtido tras tantos años, mantenía un gesto cargado de seriedad, pero era evidente que mis ojos se encontraban ya algo cansados, habiendo sido antes un lago enorme de lágrimas frustradas y ahogadas por el alcohol, por tantas historias no contadas que me traicionarían hasta el último de mis días. Frente a mi, la juventud de Galhard parecía casi brillante, una chispa de voluntad que parecían iluminar el lugar donde una vez se encontraban mis mismos ideales que ya había perdido hace tanto tiempo.
- Cuando todo esto termine... - murmuré, con una voz que apenas rasgaba el aire - Te llevaré a las tumbas. Debemos honrar a quienes ya no están entre nosotros. - Tras esa frase, dejé que el silencio se apoderase del ambiente mientras apretaba mis manos en un claro gesto de contención, sintiendo aquel dolor que me llevaba persiguiendo desde hace tantos años. En el fondo, sabía que también debía rendirles honor para poder seguir adelante, para finalmente encontrar la paz que se le escapaba desde aquel fatídico día.
Por defecto profesional seguramente, me aseguré de no mostrar debilidad alguna en mi semblante, manteniéndolo serio, pero quizá estaba muy desentrenado, pues aun sabiendo que no cambiaba el gesto, pude sentir cómo una lágrima traicionera se deslizó por mi mejilla.
- Vivimos no solo por nosotros mismos. - Pensé cuando notaba el recorrido de la lágrima sobre mi rostro. - Sino también, por aquellos que ya no lo pueden hacer.
Este era un pensamiento que me había perseguido en incontables noches solitarias, siendo incapaz de llevarlo plenamente a la práctica, no obstante, ahora parecía adquirir un nuevo significado frente al joven marine que tenía delante. ¿Acaso este muchacho, con su deseo ferviente de rendir homenaje a los caídos, le estaba mostrando el camino que debería seguir en adelante? Fuese como fuese, debíamos continuar, no había tiempo que perder.
- Pero eso vendrá luego. Primero, tienes que superar la última prueba. - Dije retomando un tono más firme, en un intento de recuperar algo del control que sentía haber perdido por la intensidad del momento. - Lo que te espera no será fácil, pero es necesario. Sigue adelante y elige sabiamente, Galhard. No subestimes lo que una decisión puede desencadenar.
Tras decir esto, decidí actuar para acortar la prueba, ya que el joven marine había conseguido antes de tiempo alcanzar una de las grandes lecciones que habían en este laberinto. Salté hacia el frente, apoyándome en una de las paredes que se encontraban frente al muchacho. De una sola pisada sobre dicha pared, esta cayó revelando el camino que había atrás de este. Mientras el humo se disipaba, señalé al marine con una sonrisa.
- Tú esto no puedes hacerlo ¿Estamos? Sería trampa. - Le dije con un tono burlón al sentirme algo más animado tras la conversación que habíamos tenido.
Tras ello, retrocedí unos pasos, para dejar que siguiese su camino sin mi presencia allí. El camino que había frente a Galhard conducía hasta una encrucijada que podía verse . Dos puertas idénticas se levantaban ante él, ambas sin señales claras de qué podría haber detrás. Sobre cada puerta, una inscripción grabada en piedra.
La primera puerta tenía escrito: "El camino de la verdad está lleno de sacrificios."
La segunda, en cambio, decía: "El deber a veces demanda el sacrificio de la verdad."
Con los brazos cruzados, me limité a observar la reacción de Galhard mientras asimilaba el dilema. La prueba era intencionadamente ambigua, diseñada para desafiar los principios mismos del marine joven. Cualquier decisión sería difícil, y en mi opinión, la prueba más difícil ya la había pasado, no obstante, era una decisión que debía pensar un poco antes de actuar.
- Ambas puertas te llevarán a un destino, pero... Lo que está en juego es mucho más que tu propio éxito o fracaso. Elige sabiamente, pues cada paso que des afectará más que solo tu vida, y no estoy hablando sólo de este laberinto que un viejo ha montado en sus ratos libres.
Había verdad en ambas inscripciones, y sin embargo, cada una arrastraba consigo un peso moral. Sabía que la guerra, la justicia, la vida misma, no se reducían a opciones tan simples como el bien y el mal. Sacrificar la verdad por el deber, o sacrificar el deber en nombre de la verdad, ambas podían tener consecuencias devastadoras, y ambas podían ser verdad. Pero intuía que Galhard, en su juventud, aún no había enfrentado el tipo de decisiones que podían quebrar el espíritu de un hombre.
- No te apresures, joven. - Dije con un tono de voz más suave casi como si estuviese hablando conmigo mismo. - Esta elección es más de lo que parece. Un día tendrás que tomarla, y eso determinará el tipo de hombre en el que te convertirás. Ninguno es malo, ni es bueno por sí mismo... - Dije antes de carraspear un poco para finalizar el discurso tras ello. - Cuando hayas hecho tu elección, y solo entonces, habrás superado la prueba.
Mientras observaba al joven debatirse en silencio, sentí un profundo respeto por la lucha interna que debía estar teniendo Galhard. Este era el tipo de decisión que ningún manual de la marina podía enseñar a tomar. Este era el peso que se llevaba en el alma de un marine verdadero. Aunque mis años en activo me habían endurecido, aún recordaba claramente las noches en que, siendo un joven e idealista, me había enfrentado a dilemas similares, decisiones que lo habían moldeado y, en última instancia, quebrado.
La realidad era que, sin importar qué puerta eligiera Galhard, habría una lección para aprender, una que lo marcaría profundamente. En el fondo, ya sabía que el joven caería en la respuesta incorrecta, pero no porque fuera incapaz de comprender la complejidad de la situación, sino porque los caminos de la verdad y el deber eran crueles y ambiguos, tal como lo era la vida misma.
Finalmente, mientras esperaba la decisión de Galhard, sentí una especie de liberación. Quizá, a través de la experiencia del chico, también podría encontrar algo de paz. Enfrentarse a la verdad de su pasado, rendir homenaje a quienes ya no estaban y, tal vez, encontrar la fuerza para vivir no solo por ellos, sino también por mí mismo.
Era una lección que no solo Galhard debía aprender, sino también yo.