Byron
Hizashi
19-10-2024, 12:18 AM
Todo seguía en calma o por lo menos eso era la apariencia que el casino quería dar a aquellos que jugaban sus bienes de forma despreocupada en aquel establecimiento, haciéndolos perder sutilmente la percepción del tiempo en aquella sala totalmente privada de luz natural por la ausencia de ventanas. El joven capitán pirata no tenía ni la más mínima idea de cuanto podrían llevar allí los hombres que se jugaban su patrimonio en altas apuestas, aunque el aura que había en el ambiente, otorgaba al establecimiento la sensación de encontrarse en una burbuja temporal, en el que el juego se sentía totalmente imperecedero. Para su fortuna, aquel muchacho no se veía seducido por ese tipo de prácticas, aunque era innegable, que la esencia del lugar, tentaba hasta al más consciente de la situación.
El joven, mientras esperaba la respuesta de aquel trío de sugerentes mujeres, aplacaba el deseo de forma eficaz evitando mirar los puntos más eróticos de aquellas féminas, mostrándose ante ellas de forma desinteresada en el deseo carnal, aunque por su mente no parase de imaginarse hincándole el diente a las sensuales chicas que tenía en su frente. Con un seguro gesto, agarró una de las copas que fueron ofrecidas por un camarero curioso al grupo, dándose un aire más misterioso al ocultar su mirada al llevarse la copa a la boca con delicadeza, como si se tratase de alguien importante intentando pasar desapercibido de las miradas más afiladas de la sala. Y aunque fingía una fachada con su forma de actuar, aquella pequeña inquietud y nerviosismo que para el ojo avispado podía percibirse, le daba veracidad a esta, aunque el motivo que provocaba esa sensación, fuese uno totalmente distinto al que los presentes podían imaginarse, dispuesto a llevarse aquel rojizo maletín, sin importar los medios, pero para eso, primero tendría que encontrarlo.
Aplacó aquel licor, y al levantar la vista, aquellas mujeres empezaron a moverse como si de una ensayada coreografía se tratase, incluso los gestos que le hacían al zagal de pelo violáceo parecían ser algo que habían realizado innumerables veces. Con dulzura posó su copa vacía sobre la mesa de cristal que tenía en frente, y se levantó atusándose el pelo, asintió con la cabeza a su llamado y comenzó a seguir a las damas que le había ofrecido la puerta al lugar donde quería llegar.
Con tranquilidad daba firmes pasos por el establecimiento mientras las frenéticas luces se posaban en él, así como varias de las miradas de los clientes que allí apostaban sus vidas. No era para menos, tres hermosas doncellas ataviadas de piratas sexis le indicaban el lugar a un joven desconocido, que imitando la seguridad de aquellas mujeres, caminaba como si ese recorrido lo hubiese realizado en múltiples ocasiones y aquel acto no fuese más que otro día en la oficina, como si de alguien a quien los mismos dueños del casino tuviesen especial mimo en contentar y fuese una especie de cliente VIP. En caso de que aquel capitán marine fuese el responsable de aquel trato, le tocaría agradecerle por las facilidades, y disculparse por maldecir su nombre repetidas veces mientras se encontraba de camino a lujoso local al no haberle dado mucha información cuando le encargó aquel trabajo.
A pesar de esa fachada tranquila, Byron de forma preventiva, y entendiendo la situación en la que se encontraba, llevaba su mirada de forma cordial a aquellos pendientes de él, acompañada esta de una dulce e inofensiva sonrisa para evitar conflictos. Y focalizaba su atención en que sus buenos oídos escuchasen cualquier murmuro o comentario, para conseguir sacar así todavía más información de los presentes, así como también entraban por sus orejas las toses por las fuertes caladas, o los berridos de indignación al perder con una buena mano.
Un hombre en una de mesas, corpulento y con un puro en la boca, miraba la carta recibida con interés, listo para realizar su jugada en caso de que esta fuese la que buscaba, por su apariencia cualquiera diría que era un pez gordo, más el no haber sido invitado a unos juegos más selectos, desechó la idea de inmediato.
Desvió su mirada hacia el personal de seguridad, el cual se encontraba firme en su posición, y para hacer entender que no buscaba problemas y no había nada de que preocuparse por su parte, realizó una pequeña reverencia como saludo a pesar de la distancia.
Y así, siguiendo a aquellas mujeres, llegó finalmente al lugar deseado, una puerta oculta por las sombras, en un rincón donde las estridentes luces de la sala no llegaban a alumbrar. Las miró ante el gesto de seguir adelante, abriendo la puerta envuelta en más sombras, con tenues luces encabezando el pasillo que se encontraba frente a sus ojos, que apenas iluminaban en el camino. Una reverencia cortés por su parte, más sentida, aquella gratitud era real y sincera, pues aquellos ángeles le habían brindado la capacidad de seguir, y sin palabras, solo aquel solemne gesto, atravesaron el umbral con el eco que sus pisadas dejaban a su espalda, ya no había marcha atrás, el destino guiaba su suerte, sin saber que tipo de peligros encontraría.
El joven, mientras esperaba la respuesta de aquel trío de sugerentes mujeres, aplacaba el deseo de forma eficaz evitando mirar los puntos más eróticos de aquellas féminas, mostrándose ante ellas de forma desinteresada en el deseo carnal, aunque por su mente no parase de imaginarse hincándole el diente a las sensuales chicas que tenía en su frente. Con un seguro gesto, agarró una de las copas que fueron ofrecidas por un camarero curioso al grupo, dándose un aire más misterioso al ocultar su mirada al llevarse la copa a la boca con delicadeza, como si se tratase de alguien importante intentando pasar desapercibido de las miradas más afiladas de la sala. Y aunque fingía una fachada con su forma de actuar, aquella pequeña inquietud y nerviosismo que para el ojo avispado podía percibirse, le daba veracidad a esta, aunque el motivo que provocaba esa sensación, fuese uno totalmente distinto al que los presentes podían imaginarse, dispuesto a llevarse aquel rojizo maletín, sin importar los medios, pero para eso, primero tendría que encontrarlo.
Aplacó aquel licor, y al levantar la vista, aquellas mujeres empezaron a moverse como si de una ensayada coreografía se tratase, incluso los gestos que le hacían al zagal de pelo violáceo parecían ser algo que habían realizado innumerables veces. Con dulzura posó su copa vacía sobre la mesa de cristal que tenía en frente, y se levantó atusándose el pelo, asintió con la cabeza a su llamado y comenzó a seguir a las damas que le había ofrecido la puerta al lugar donde quería llegar.
Con tranquilidad daba firmes pasos por el establecimiento mientras las frenéticas luces se posaban en él, así como varias de las miradas de los clientes que allí apostaban sus vidas. No era para menos, tres hermosas doncellas ataviadas de piratas sexis le indicaban el lugar a un joven desconocido, que imitando la seguridad de aquellas mujeres, caminaba como si ese recorrido lo hubiese realizado en múltiples ocasiones y aquel acto no fuese más que otro día en la oficina, como si de alguien a quien los mismos dueños del casino tuviesen especial mimo en contentar y fuese una especie de cliente VIP. En caso de que aquel capitán marine fuese el responsable de aquel trato, le tocaría agradecerle por las facilidades, y disculparse por maldecir su nombre repetidas veces mientras se encontraba de camino a lujoso local al no haberle dado mucha información cuando le encargó aquel trabajo.
A pesar de esa fachada tranquila, Byron de forma preventiva, y entendiendo la situación en la que se encontraba, llevaba su mirada de forma cordial a aquellos pendientes de él, acompañada esta de una dulce e inofensiva sonrisa para evitar conflictos. Y focalizaba su atención en que sus buenos oídos escuchasen cualquier murmuro o comentario, para conseguir sacar así todavía más información de los presentes, así como también entraban por sus orejas las toses por las fuertes caladas, o los berridos de indignación al perder con una buena mano.
Un hombre en una de mesas, corpulento y con un puro en la boca, miraba la carta recibida con interés, listo para realizar su jugada en caso de que esta fuese la que buscaba, por su apariencia cualquiera diría que era un pez gordo, más el no haber sido invitado a unos juegos más selectos, desechó la idea de inmediato.
Desvió su mirada hacia el personal de seguridad, el cual se encontraba firme en su posición, y para hacer entender que no buscaba problemas y no había nada de que preocuparse por su parte, realizó una pequeña reverencia como saludo a pesar de la distancia.
Y así, siguiendo a aquellas mujeres, llegó finalmente al lugar deseado, una puerta oculta por las sombras, en un rincón donde las estridentes luces de la sala no llegaban a alumbrar. Las miró ante el gesto de seguir adelante, abriendo la puerta envuelta en más sombras, con tenues luces encabezando el pasillo que se encontraba frente a sus ojos, que apenas iluminaban en el camino. Una reverencia cortés por su parte, más sentida, aquella gratitud era real y sincera, pues aquellos ángeles le habían brindado la capacidad de seguir, y sin palabras, solo aquel solemne gesto, atravesaron el umbral con el eco que sus pisadas dejaban a su espalda, ya no había marcha atrás, el destino guiaba su suerte, sin saber que tipo de peligros encontraría.