Airgid Vanaidiam
Metalhead
19-10-2024, 01:09 AM
Airgid notaba algo raro en los ojos de Lemon a través de la máscara, en la forma en la que la miraba. Era como si dudara de ella, parecían transmitir desconfianza o sospecha, y la verdad es que era incapaz de culparle del todo. Si alguien se atreviera a colarse por la ventana de su habitación, seguramente le habría arreado con su única pierna y le habría tirado de nuevo a la calle, sin preguntar siquiera. No, estaba claro que la primera impresión no había sido la mejor del mundo, pero la rubia esperaba poder solventar aquel problema más pronto que tarde. Y es que no podía evitar sentir cierta curiosidad hacia aquel hombre trajeado y su máscara. Era tan peculiar e increíble, una maravillosa obra de artesanía. La mujer se mordió ligeramente la lengua mientras observaba cada detallito que esta tenía, apreciando cada forma. Aquel era un extraño tic que tenía desde bien pequeña, aunque su manera de morderse era tan curiosa que parecía estar mascando chicle con las muelas.
Escuchó con muchísima atención las palabras del hombre, apoyándose en el alféizar de la ventana que se encontraba a su espalda, casi sentándose aunque sin llegar a hacerlo por lo estrecha que resultaba. Torció el rostro y elevó una ceja cuando éste mencionó el problema que tenía cuando se quitaba la máscara, al parecer decía ser todo un Don Juan. ¿Se estaría tirando el alpiste? ¿Quería impresionarla de alguna manera? — Entonces salimos ganando los dos, Romeo. — Bromeó con él, guiñándole el ojo derecho y relajando el rostro en una bonita sonrisa. Puede que Airgid fuera un poco bruta y con muy poco tacto, cosa que quizás espantaba a algunos hombres que buscaban mujeres más femeninas, pero tenía gestos definitivamente encantadores que le salían con gracia y belleza natural.
Sacó una lata de refresco del interior de unos de los bolsillos, haciendo aquel metálico "¡click!" al abrirla y sacar la chapita. Le dio un sorbito rápido mientras le escuchaba hablar sobre su mala memoria para los nombres, y casi se atragantó al escuchar la enorme cantidad de hermanos que tenía, aunque supo disimularlo, más o menos. — ¿¡Diez!? Tus padres deben de pasarlo de puta madre, ¿no? — Soltó una inevitable risilla, fue incapaz de contenerse el comentario más evidente del mundo, pero es que era la primera vez que conocía a nadie con tanta familia, madre mía. Pero un detallito que le llamó mucho la atención de Lemon fue ese repentino nerviosismo que demostró al hablar sobre los espíritus de nuevo. Dejó psar su comentario, aunque denotando un leve brillo de picardía en sus ojos.
Al fin, la cuestión importante quedó respondida. Efectivamente, Lemon se trataba de otro revolucionario. Airgid expresó una sonrisa aliviada, calmada por no haberse equivocado completamente ni de edificio ni de persona. — Creo que... sí, sí. Me uní hace poco sin saber mu bien qué esperar, pero me gusta. Creo que es donde debo estar. — Confesó en un pequeño arrebato de sinceridad. Airgid aún estaba tratando de averigüar su lugar en el mundo, por lo que no quería casarse del todo con nadie, pero lo que tenía claro es que estaba más que cómoda dentro de la Armada. Sentía que era dónde tenía que estar, quizás impulsada por aquel descubrimiento que hizo acerca del pasado de sus padres, o quizás por lo reconfortante y lo tremendamente bien que se sentía saber que estabas luchando por una causa superior a ti, una que podría cambiar el mundo. Le dio unos cuantos tragos más a su refresco, terminándoselo en el momento en el que escuchó el apodo que Lemon le había puesto: latas. No podía ser más apropiado, la verdad. La mujer estrujó la lata vacía entre sus dedos y volvió a guardársela, soltando una risa espontánea. — Latas. Tá bien, me gusta un poco incluso. — Puede que a él le diera igual si Airgid aceptaba el mote o no, pero la verdad es que le parecía divertido aquel pequeño juego. Le daba permiso a ella de ponerle otro también.
Pero entonces Lemon se levantó de la cama, dirigiéndose al cajón de una mesita de donde sacó un gran libro. Airgid se acercó un poco para observarle mejor, con genuina curiosidad. El enmascarado sacó una hoja de papel, aunque no le hizo falta leerla para ser informada acerca de la misión. Su propio compañero le contó el objetivo: ejercer todo tipo de violencia contra unos insurgentes a la causa. — Cojonudo. — Comentó ella, aprobando completamente la barbaridad que le acababa de soltar. Era tan directo en su manera de hablar, Airgid en seguida tuvo la sensación de que iba a llevarse bien con él, de que era una buena persona. A pesar de lo que acababa de decir. — Pero antes... déjame que ahora sea yo quién te ponga un nombre en clave. — Volvió a acercarse, recortando la distancia que les separaba a apenas unos centímetros. Quería observarle bien, escuadriñando atentamente cada surco de su máscara con aquellos enormes ojos miel. Se tomó un segundo, incluso acarició suavemente su carmesí tapadera con la diestra, centrándose en la zona superior del corazón humano que representaba, donde las enormes venas se cortaban. — Entrañas. — Finalizó, dibujando una sonrisilla en sus labios sonrojados, como satisfecha consigo misma. — Bien, ¿vamos? — Se alejó de él igual de rápido que se había aproximado, abriendo la puerta de la habitación y esta vez, saliendo de la forma correcta. Puede que se moviera a base de saltitos, pero estaba tan acostumbrada que resultaba tremendamente hábil. — Dime, Entrañas, ¿alguna vez has vivío alguna experiencia que hayas creído paranormal? — Le preguntó, sin medias tintas.
Escuchó con muchísima atención las palabras del hombre, apoyándose en el alféizar de la ventana que se encontraba a su espalda, casi sentándose aunque sin llegar a hacerlo por lo estrecha que resultaba. Torció el rostro y elevó una ceja cuando éste mencionó el problema que tenía cuando se quitaba la máscara, al parecer decía ser todo un Don Juan. ¿Se estaría tirando el alpiste? ¿Quería impresionarla de alguna manera? — Entonces salimos ganando los dos, Romeo. — Bromeó con él, guiñándole el ojo derecho y relajando el rostro en una bonita sonrisa. Puede que Airgid fuera un poco bruta y con muy poco tacto, cosa que quizás espantaba a algunos hombres que buscaban mujeres más femeninas, pero tenía gestos definitivamente encantadores que le salían con gracia y belleza natural.
Sacó una lata de refresco del interior de unos de los bolsillos, haciendo aquel metálico "¡click!" al abrirla y sacar la chapita. Le dio un sorbito rápido mientras le escuchaba hablar sobre su mala memoria para los nombres, y casi se atragantó al escuchar la enorme cantidad de hermanos que tenía, aunque supo disimularlo, más o menos. — ¿¡Diez!? Tus padres deben de pasarlo de puta madre, ¿no? — Soltó una inevitable risilla, fue incapaz de contenerse el comentario más evidente del mundo, pero es que era la primera vez que conocía a nadie con tanta familia, madre mía. Pero un detallito que le llamó mucho la atención de Lemon fue ese repentino nerviosismo que demostró al hablar sobre los espíritus de nuevo. Dejó psar su comentario, aunque denotando un leve brillo de picardía en sus ojos.
Al fin, la cuestión importante quedó respondida. Efectivamente, Lemon se trataba de otro revolucionario. Airgid expresó una sonrisa aliviada, calmada por no haberse equivocado completamente ni de edificio ni de persona. — Creo que... sí, sí. Me uní hace poco sin saber mu bien qué esperar, pero me gusta. Creo que es donde debo estar. — Confesó en un pequeño arrebato de sinceridad. Airgid aún estaba tratando de averigüar su lugar en el mundo, por lo que no quería casarse del todo con nadie, pero lo que tenía claro es que estaba más que cómoda dentro de la Armada. Sentía que era dónde tenía que estar, quizás impulsada por aquel descubrimiento que hizo acerca del pasado de sus padres, o quizás por lo reconfortante y lo tremendamente bien que se sentía saber que estabas luchando por una causa superior a ti, una que podría cambiar el mundo. Le dio unos cuantos tragos más a su refresco, terminándoselo en el momento en el que escuchó el apodo que Lemon le había puesto: latas. No podía ser más apropiado, la verdad. La mujer estrujó la lata vacía entre sus dedos y volvió a guardársela, soltando una risa espontánea. — Latas. Tá bien, me gusta un poco incluso. — Puede que a él le diera igual si Airgid aceptaba el mote o no, pero la verdad es que le parecía divertido aquel pequeño juego. Le daba permiso a ella de ponerle otro también.
Pero entonces Lemon se levantó de la cama, dirigiéndose al cajón de una mesita de donde sacó un gran libro. Airgid se acercó un poco para observarle mejor, con genuina curiosidad. El enmascarado sacó una hoja de papel, aunque no le hizo falta leerla para ser informada acerca de la misión. Su propio compañero le contó el objetivo: ejercer todo tipo de violencia contra unos insurgentes a la causa. — Cojonudo. — Comentó ella, aprobando completamente la barbaridad que le acababa de soltar. Era tan directo en su manera de hablar, Airgid en seguida tuvo la sensación de que iba a llevarse bien con él, de que era una buena persona. A pesar de lo que acababa de decir. — Pero antes... déjame que ahora sea yo quién te ponga un nombre en clave. — Volvió a acercarse, recortando la distancia que les separaba a apenas unos centímetros. Quería observarle bien, escuadriñando atentamente cada surco de su máscara con aquellos enormes ojos miel. Se tomó un segundo, incluso acarició suavemente su carmesí tapadera con la diestra, centrándose en la zona superior del corazón humano que representaba, donde las enormes venas se cortaban. — Entrañas. — Finalizó, dibujando una sonrisilla en sus labios sonrojados, como satisfecha consigo misma. — Bien, ¿vamos? — Se alejó de él igual de rápido que se había aproximado, abriendo la puerta de la habitación y esta vez, saliendo de la forma correcta. Puede que se moviera a base de saltitos, pero estaba tan acostumbrada que resultaba tremendamente hábil. — Dime, Entrañas, ¿alguna vez has vivío alguna experiencia que hayas creído paranormal? — Le preguntó, sin medias tintas.