Balagus
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19-10-2024, 05:58 AM
Balagus no esperaba que el ataque conjunto por sorpresa fuera a funcionar tan bien como lo hizo, quitando de en medio a los dos subordinados en un único movimiento y sin dejarles espacio para actuar a su capitán o a Dharkel.
Sin embargo, aquella no fue la única sorpresa que se llevó el oni: tan pronto como fue a retraer el hacha, notó que a su cuerpo le costaba horrores el reaccionar adecuadamente. Todo control sobre su cara se había esfumado como por arte de magia, y ya no podía hacer nada para contener la baba que desbordaba de su colgante labio inferior en mayores cantidades a cada segundo que pasaba.
Tratando de buscar una respuesta a aquel inoportuno imprevisto, miró directamente hacia el médico de la tripulación, que parecía estar empezar a entender lo que estaba pasando y se había provocado el vómito con los dedos.
“¡El vino! Grashneg…” Maldijo para sus adentros al darse cuenta. Recordaba a las mujeres y los chamanes de su gente hacer algo similar cuando las hierbas con las que se provocaban las náuseas escaseaban, y el guerrero no dudó en imitar a sus compañeros para expulsar todo el contenido posible de sus tripas. No fue sencillo, dado el entumecimiento en el que parecía nadar toda su garganta, pero consiguió su ruidoso y nada agradable objetivo, escupiendo los últimos trozos de carne seca masticados que había ingerido.
Balagus los miró con rabia. No le gustaba nada tener que tirar la comida.
El vientre ya había empezado a arderle, a pesar del vómito, cuando Marvolath le alcanzó un remedio. Aceptó de buena gana el ofrecimiento, más por la imposibilidad de poder quejarse con un par de mandíbulas que no respondían a sus órdenes que por confianza incondicional. Seguir las órdenes también le costó lo suyo, y, una vez más, no fue porque el kobito apenas pudiera expresarlas, sino porque necesitaba subir y bajar manualmente su quijada para masticar los pedazos de raíz y la ramita hasta deshacerlos en su boca. Una vez conseguido, sólo tuvo que levantar la cara hacia el boquete que habían abierto por el techo, pringándose desde las comisuras de la boca hasta el cuello mientras lo hacía, para que su saliva y la gravedad hicieran el resto del trabajo por él.
El alivio fue inmediato y, aunque no completo, sí positivo y reconfortante, devolviéndole algo de sensibilidad y de control, así como calmando momentáneamente sus dolores.
- Gh… Gggjjjjj… GHAJIAJ. – Logró articular, al fin, a modo de agradecimiento, antes de seguir a su capitán hacia las profundidades del barco.
- Matagg… Cabjonej… - Quiso comunicarle a Silver, sin dejar de limpiarse la boca y la barba con el dorso del guardabrazo izquierdo de combate de pieles y cuero. Sabía que debían avanzar, pero no le gustaba ni un pelo que les vieran así, ni que hubieran sido tan fáciles de envenenar, y las ansias por vengarse y humillar al cabecilla de aquella operación crecían exponencialmente con cada segundo que pasaba.
Sin embargo, aquella no fue la única sorpresa que se llevó el oni: tan pronto como fue a retraer el hacha, notó que a su cuerpo le costaba horrores el reaccionar adecuadamente. Todo control sobre su cara se había esfumado como por arte de magia, y ya no podía hacer nada para contener la baba que desbordaba de su colgante labio inferior en mayores cantidades a cada segundo que pasaba.
Tratando de buscar una respuesta a aquel inoportuno imprevisto, miró directamente hacia el médico de la tripulación, que parecía estar empezar a entender lo que estaba pasando y se había provocado el vómito con los dedos.
“¡El vino! Grashneg…” Maldijo para sus adentros al darse cuenta. Recordaba a las mujeres y los chamanes de su gente hacer algo similar cuando las hierbas con las que se provocaban las náuseas escaseaban, y el guerrero no dudó en imitar a sus compañeros para expulsar todo el contenido posible de sus tripas. No fue sencillo, dado el entumecimiento en el que parecía nadar toda su garganta, pero consiguió su ruidoso y nada agradable objetivo, escupiendo los últimos trozos de carne seca masticados que había ingerido.
Balagus los miró con rabia. No le gustaba nada tener que tirar la comida.
El vientre ya había empezado a arderle, a pesar del vómito, cuando Marvolath le alcanzó un remedio. Aceptó de buena gana el ofrecimiento, más por la imposibilidad de poder quejarse con un par de mandíbulas que no respondían a sus órdenes que por confianza incondicional. Seguir las órdenes también le costó lo suyo, y, una vez más, no fue porque el kobito apenas pudiera expresarlas, sino porque necesitaba subir y bajar manualmente su quijada para masticar los pedazos de raíz y la ramita hasta deshacerlos en su boca. Una vez conseguido, sólo tuvo que levantar la cara hacia el boquete que habían abierto por el techo, pringándose desde las comisuras de la boca hasta el cuello mientras lo hacía, para que su saliva y la gravedad hicieran el resto del trabajo por él.
El alivio fue inmediato y, aunque no completo, sí positivo y reconfortante, devolviéndole algo de sensibilidad y de control, así como calmando momentáneamente sus dolores.
- Gh… Gggjjjjj… GHAJIAJ. – Logró articular, al fin, a modo de agradecimiento, antes de seguir a su capitán hacia las profundidades del barco.
- Matagg… Cabjonej… - Quiso comunicarle a Silver, sin dejar de limpiarse la boca y la barba con el dorso del guardabrazo izquierdo de combate de pieles y cuero. Sabía que debían avanzar, pero no le gustaba ni un pelo que les vieran así, ni que hubieran sido tan fáciles de envenenar, y las ansias por vengarse y humillar al cabecilla de aquella operación crecían exponencialmente con cada segundo que pasaba.