Kensington Edaddepiedra
Kenz Edaddepiedra
19-10-2024, 01:44 PM
Kenz andaba un poco mosca por aquello de que iba a tener que abandonar su adorado y cómodo segundo empleo para ir a arriesgar su vida otra vez por una dichosa foto, así que le estaba costando incluso más de lo normal que la foto de aquel tipo le importase un huevo.
Mientras él le sacaba al enorme caracol los avioncitos de la boca, al menos los que no se había puesto a masticar perezosamente, a Kenz se le ocurrían un montón de formas poco ingeniosas pero muy efectivas de mandarlo a la mierda. Pero con alguien tenía que desahogar esa espiral de enfado que crecía alrededor de la angustia fría e indignada cociéndose en sus tripas.
-¡¿Que quién es Bym El Hijoputa Bardo?! ¡Solo es el tipo más peligroso que hay por aquí! -En realidad seguro que los había peores, pero tampoco iba a ponerse a hacer un ránking-. Al tipo le subieron la recompensa por matar a no sé cuánta gente sin razón y ahora me toca hacerle una foto nueva para un cartel nuevo!!
Había ido subiendo la voz hasta convertirla en un grito, pero era inevitable. A alguien había que gritarle, y no iba a ser a su superior, ¿no? Hasta unas lagrimitas de las que se habría reído en cualquier otra persona asomaban a sus ojos.
-¿Y sabes por qué necesita un cartel nuevo? -preguntó sin esperar una respuesta- Porque el muy cabrón ¡¡se ha afeitado!! -exclamó al tiempo que volcaba la mesa.
Más bien lo intentó, porque era un escritorio de los gordos y solo lo levantó un poco antes de que volviera a su sitio con estrépito. Tuvo que conformarse con tirar de un manotazo todo lo que había encima.
Iba a seguir despotricando, pero entonces pasó algo que hizo surgir entre Kenz y aquel desconocido al que gritaba a la cara la candorosa llama de la camaradería: insultó a su jefe.
-¿Verdad? Tú sí que me entiendes -dijo Kenz cogiéndole las manos con los ojos llorosos como si hubiese dado con un alma gemela-. Los jefes son lo peor. Intentaré hacer la foto lo más lejos que pueda, pero ese tipo tiene como un sexto sentido o algo. Siempre sabe dónde estoy. La última vez casi me mete en un bidón.
No le apetecía mucho repetir aquello, así que esta vez, mientras recogía sus cosas, un caracol más pequeño, el maletín de accesorios y el cuchillito que no le gustaba usar, pensó que no le vendría mal tener de su parte a un montón de marines feos que...
¿Sus ojos acababan de convertirse en bombillitas? Probablemente, no, pero la idea que acababa de tener era tan buena que podría haber pasado.
-Es una pena que no vaya a poder hacerte una foto mejor para tu carnet -dejó caer-. Seguramente me maten, y aquí no tienen a nadie más de servicio. -Puso una mano en el hombro al rubio con ánimo fraternal y le miró con lástima bastante mal fingida-. No querría ser quien llevase esa foto con los ojos cerrados durante toda mi carrera... En fin, será mejor que me vaya yendo... A mi tumba... Solo...
Kenz abrió la puerta y se permitió un último y exagerado suspiro. Confiaba en que las piernas le temblasen menos de lo que a él le parecía.
Mientras él le sacaba al enorme caracol los avioncitos de la boca, al menos los que no se había puesto a masticar perezosamente, a Kenz se le ocurrían un montón de formas poco ingeniosas pero muy efectivas de mandarlo a la mierda. Pero con alguien tenía que desahogar esa espiral de enfado que crecía alrededor de la angustia fría e indignada cociéndose en sus tripas.
-¡¿Que quién es Bym El Hijoputa Bardo?! ¡Solo es el tipo más peligroso que hay por aquí! -En realidad seguro que los había peores, pero tampoco iba a ponerse a hacer un ránking-. Al tipo le subieron la recompensa por matar a no sé cuánta gente sin razón y ahora me toca hacerle una foto nueva para un cartel nuevo!!
Había ido subiendo la voz hasta convertirla en un grito, pero era inevitable. A alguien había que gritarle, y no iba a ser a su superior, ¿no? Hasta unas lagrimitas de las que se habría reído en cualquier otra persona asomaban a sus ojos.
-¿Y sabes por qué necesita un cartel nuevo? -preguntó sin esperar una respuesta- Porque el muy cabrón ¡¡se ha afeitado!! -exclamó al tiempo que volcaba la mesa.
Más bien lo intentó, porque era un escritorio de los gordos y solo lo levantó un poco antes de que volviera a su sitio con estrépito. Tuvo que conformarse con tirar de un manotazo todo lo que había encima.
Iba a seguir despotricando, pero entonces pasó algo que hizo surgir entre Kenz y aquel desconocido al que gritaba a la cara la candorosa llama de la camaradería: insultó a su jefe.
-¿Verdad? Tú sí que me entiendes -dijo Kenz cogiéndole las manos con los ojos llorosos como si hubiese dado con un alma gemela-. Los jefes son lo peor. Intentaré hacer la foto lo más lejos que pueda, pero ese tipo tiene como un sexto sentido o algo. Siempre sabe dónde estoy. La última vez casi me mete en un bidón.
No le apetecía mucho repetir aquello, así que esta vez, mientras recogía sus cosas, un caracol más pequeño, el maletín de accesorios y el cuchillito que no le gustaba usar, pensó que no le vendría mal tener de su parte a un montón de marines feos que...
¿Sus ojos acababan de convertirse en bombillitas? Probablemente, no, pero la idea que acababa de tener era tan buena que podría haber pasado.
-Es una pena que no vaya a poder hacerte una foto mejor para tu carnet -dejó caer-. Seguramente me maten, y aquí no tienen a nadie más de servicio. -Puso una mano en el hombro al rubio con ánimo fraternal y le miró con lástima bastante mal fingida-. No querría ser quien llevase esa foto con los ojos cerrados durante toda mi carrera... En fin, será mejor que me vaya yendo... A mi tumba... Solo...
Kenz abrió la puerta y se permitió un último y exagerado suspiro. Confiaba en que las piernas le temblasen menos de lo que a él le parecía.