Lemon Stone
MVP
19-10-2024, 09:02 PM
Se sintió orgulloso de su familia, sobre todo de sus padres, cuando Latas reaccionó de esa manera. Sí, había muchísima gente que se sorprendía al saber el número de hermanos que tenía Lemon, y eso que no solía mencionar el número de primos. Solo los de primer grado ya sumaban alrededor de 100, ahora si decidiera contar los de segundo y tercer grado… Los Stone podían levantar una ciudad ellos solitos sin necesidad de otras familias, aunque luego los hijos saldrían tontos y raritos (más de lo que ya son).
-Creo que tenemos que ir al este.
-Venimos a la vida a pasarlo bien, ¿no? -respondió el revolucionario con una sonrisa rebosante de orgullo-. Yo también quiero tener hijos, muchos. Creo que treinta y tres estaría bien. Imagínate, treinta y tres rebeldes luchando en nombre de la Causa… Ah, como padre no podría estar más orgulloso. ¿Y tú? ¿Tienes hijos o algo? Mascotas también cuentan, ¿eh? Que estamos en tiempos modernos.
Latas era miembro del Ejército Revolucionario y, por lo tanto, merecía tener una copia del MANUAL, pero primero necesitaba ponerla a prueba. La norma dice que todo revolucionario recibe una copia el primer día, aunque Lemon prefería juzgar si los nuevos adeptos eran dignos o no de recibir el regalo de los dioses.
-En la Armada somos una gran familia, nos cuidamos entre todos. Yo le pongo el pecho a las balas y tú los acribillas, o al revés. Luchamos por la Causa, para que los pobres no sean tan pobres y los feos no sean tan feos, aunque esto último está difícil de lograr. Es difícil recurrir a la ingeniería biogenética en masa, ¿sabes? -le comentó a su camarada con el semblante serio, completamente convencido de lo que creía. Además, debía seguirle el juego al espíritu, no fuera a ser que recibiera otra maldición-. Más importante, en el Ejército Revolucionario no juzgamos al diferente, lo acogemos y lo respetamos por raro que sea.
Tras contarle los objetivos oficiales y no tan oficiales a Latas, la mujer se acercó a él con tal confianza que rozaba el atrevimiento, pero está bien: a Lemon le gustaban las chicas atrevidas, directas y fuertes. Nada de tener a una debilucha que no puede tomar un uslero para amasar el cráneo de un soldado. Sintió la mano de Latas en su rostro, ruborizándose detrás de la máscara, y entonces buscó su mirada. Tenía cierto… atractivo, diferente al de Aletas o al de Sonrisas, diferente al de todas las mujeres que había conocido. Sin embargo, no iba a enamorarse de un fantasma; estaba lo suficientemente cuerdo para saber que profanar cadáveres estaba mal, muy mal.
-Estás tan cerca que creo que puedo oler lo que comiste la semana pasada -le soltó así tan tranquilo, como si fuera la forma correcta de cortejar a una dama. Es más, ¿siquiera estaba coqueteando?-. Pero me gusta el sobrenombre que me has dado. Entrañas. Es intimidante y asqueroso a la vez. Entrañas… -repitió con cierto dejo de satisfacción-. Vamos a por esos malandrines -respondió al final.
Fue entonces que Latas soltó una pregunta que ocultaba su verdadero sentido, su verdadero significado. Si la chica pudiera ver detrás de la máscara de Lemon, notaría que estaba pálido como una blanca sábana recién sacada de la lavadora. Iba a responder con la verdad, pues había escuchado que los fantasmas eran capaces de detectar las mentiras, había escuchado que tenían un sensor en el ano que vibraba cada vez que alguien mentía cerca de un espíritu.
-S-Sí, muchas para mi gusto. Soy un hombre fuerte y valiente, pero con los muertos no se juega, ¿sabes? No le tengo miedo a los vivos porque los puedo mandar al más allá con un farolazo en la nuca, ¿pero a los muertos? ¿Cómo matas a algo que ya está muerto? ¡Es imposible! ¡La violencia no funciona contra ellos! Y el MANUAL tampoco tiene instrucciones detalladas para realizar un exorcismo -contestó, entre nervioso y relajado, entonando con notoriedad la palabra sagrada del MANUAL-. ¿Y tú? Imagino que sí, pues… Ya sabes, todo el mundo ha vivido una experiencia paranormal.
Mientras conversaba con Latas, bajaba con cuidado las escaleras para no caerse. Era un tanto torpe y no quería pasar vergüenza frente a su nueva camarada. Al final, salió del hostal y miró el mapa de la ciudad (su propio mapa, un montón de líneas mal trazadas y sin respeto alguno por la escala).