Airgid Vanaidiam
Metalhead
19-10-2024, 09:38 PM
Airgid no había sido la única en devorarse tremendo manjar con rapidez, Octojin seguía su ritmo a muy buen paso. Aunque se notaba que era más maduro, pues iba con más calma, disfrutando más del momento mientras le iba dando traguitos a su cervecita. La muchacha se quedó brevemente enclipsada viendo aquellas enormes fauces del gyojin en plena acción, destrozando la carne de las albóndigas con una pasmosa facilidad. Tenía unos dientes gigantescos, afiladísimos, colocados en una peligrosa hilera, propios de un tiburón. Por un momento Airgid se imaginó cómo sería la mordedura de una dentadura así contra la carne humana, seguro que sería capaz de arrancarle a uno una extremidad de un solo bocado. De hecho, seguro que ya lo había hecho alguna vez. O al menos, eso imaginaba ella, dejándose llevar un momento por aquel pensamiento intrusivo.
Sus miradas se cruzaron cuando Airgid le pidió probar un poco de la cerveza. Sonrió un pelín, incapaz de ocultar aquella sensación de picardía que recorría su cuerpo, propia de quién está a punto de hacer algo que sabe que no debería hacer. Solo hacía falta verla para darse cuenta de que era una diablilla caprichosa. Su sonrisa se ensanchó enormemente cuando el gyojin accedió finalmente, acercándole la jarra y guiñándole un ojo, gesto que ella también correspondió. Aquel sería su pequeño secreto. — Tranqui, tengo aguante, ¿sabe? — Mentira cochina, pero igual colaba. Tomó la gran jarra de cristal entre sus manos que goteaba gracias a lo fresquita que se encontraba su contenido, entonces la alzó y la chocó con la de Octojin, como en un brindis. — ¡Salú! — Exclamó antes de darle un buen trago al jugo de cebada. Un par de grandes sorbos que bajaron por su garganta, ignorando un poco lo que Octojin le había dicho sobre "solo un poco". ¿Que puede que el tiburón se enfadara con ella por no haberle hecho caso? Pues la posibilidad estaba ahí, pero en ese momento simplemente se dejó llevar por su vena pilla, la que le decía que siempre tenía que aprovechar la ocasión que se le presentaba. Dejó la jarra sobre la mesa con un golpe, como hacían los hombretones, a la vez que un generoso "aaaah..." escapaba de entre sus labios. Puede que diera la impresión de estar acostumbrada a la bebida, en mayor o menos medida, era la imagen que ella misma se empeñaba en dar. Sin embargo, fue incapaz de reprimir una leve expresión de desagrado en su rostro, arrugando la nariz y frunciendo las cejas. La cerveza estaba asquerosa. Bueno, realmente no lo estaba, pero Airgid no le había pillado el gusto a aquella bebida aún, ni de lejos, por mucho que quisiera aparentar que sí.
Se rió a la vez que él cuando escuchó su pregunta sobre el amor. Estaba claro que un tipo duro como él no hablaba de ese tema a menudo, puede que ni siquiera pensara en eso con mucha frecuencia, pero por eso mismo a ella le interesaba, prestando toda su atención a las palabras del tiburón. Negaba haberse enamorado nunca, refugiado en una vida más solitaria. También mencionó que no ligaba demasiado, y Airgid soltó una risilla prácticamente inevitable. La verdad es que había que tener los ovarios bien puestos para intentar tirarle los trastos a un tipo como él, que en un principio daba más miedo que otra cosa, una conclusión que él mismo compartió con ella. — Pos yo no creo eso. Creo que tor mundo tiene a alguien, o acaba teniendo a alguien, tarde o temprano. Solo hay que esperá a que aparesca. — Mencionó ella, completamente convencida, hablando con una sabiduría impropia de una chavala de su edad, como si lo supiera a ciencia cierta. — Pero no entiendo que no ligues. Creo que a musha chicas les mola ese rollito de llanero solitario que lleva, así como misterioso y tal, tú me entiende. — Puede que Octojin se pasara un poco de "misterioso", dando algo de mal rollo. Entonces fue cuando, aprovechando el tema de conversación, el gyojin desvió la atención hacia ella, dando por seguro que en cinco años sería toda una rompecorazones que se acabaría enamorando del peor de todos. El comentario le hizo gracia, desatando en ella una buena carcajada, aunque no sabía muy bien cómo tomárselo. — ¡Hey! ¿¡El peor en qué sentío!? Con lo maja que soy yo, tsk... — Le bufó, aunque claramente en un tono de coña. — Mis únicos requisito son que sea gracioso, divertido, atento, alto, fuerte, mmm... que tenga el pelo largo... ¡Bah! Yo que sé, paso de tíos. — Cambió de repente. Ni si quiera se visualizaba a ella misma con... novio. Madre mía, que raro se le hacía. Igual en cinco años sí, pero ahora... prefería centrarse en ella misma.
Octojin llamó al camarero de nuevo mientras ella volvía a su refresquito de cola, quitándose ese asqueroso sabor a cerveza de la boca. Aún no le afectaba el alcohol, no tan pronto, quizás si le diera un segundo trago... El camarero se acercó y el tiburón aprovechó para felicitar al chef, además de pedir el postre, por supuesto. Los enormes ojos avellana de Airgid se iluminaron y se abrieron de par en par, como dos farolas que apuntaban directamente al hombre de la taberna. — ¡Quiero el mismo helado que él pero con el triple de bolas y chocolate por encima, por favor! — Le flipaba el helado, bueno, el dulce en general, se le notaba en su entusiasmado tono de voz. ¿Había pedido chupitos? Esperaba que uno de esos fuera también para ella, quizás colaba de nuevo. La cerveza sí que la había probado alguna que otra vez, pero los chupitos nunca. Quizás era el momento, si Octojin se lo permitía.
Una vez el camarero se fue a por el pedido, cuando pensó que el jueguito de las preguntas igual había terminado, el gyojin la sorprendió con una oleada de preguntas extrañísimas, ese tipo de preguntas que eran imposibles de responder porque cualquier respuesta era una puta mierda. — ¡¿Pero qué pregunta son esa?! Uf... déjame pensá. — Le dio otro trago a su cola, era tan grande que si iba de a poquito podría durarle casi toda la noche. — Va, va, de una en una. Yo o cinco bebés... — Apoyó los codos sobre la mesa, la cabeza sobre ambas manos, adoptando una postura más cómoda para divagar. — A vé, va a soná feo. Pero a los bebés no los conozco de ná. — Toma ya respuesta políticamente incorrecta. — Quiero decir, si fuera elegí entre mi vida o la de cinco colegas míos, pues yo daría mi vía por ellos toas las veces que hicieran falta, pero unos bebés... — Se le escapó una risilla, joder, es que sonaba fatal lo que estaba diciendo. — ¡Mira, yo solo respondo lo que me dices tú, que conste que esto no es real! — Se apresuró a excusarse, divertida, riéndose. — Prefiero quedarme manca, creo. Iría más lenta fabricando mis mierda y tal, pero joder, es que no poder caminar es un putadón como una catedral, creo que es de lo más putada que te puede pasar. Me agobiaría pechá, creo. Así que manca, sí. — Esta la tenía más clara, pero la última sí que era un horror. — Coño, calva o sin dientes, ambas cosas son una mierda. — Volvió a reír, imaginándose a sí misma sin pelo o sin dientes, completamente mellada. — Creo quee... prefiero ir calva. Si no tengo dientes no podría comé, pero sin pelo igual no es taaaan malo, conozco a una tía que va rapá y está guapísima. O podría ponerme una peluca, yo que sé. — Aunque le flipaba su melena rubia de león, era salvaje como ella, ¿igual se había equivocado? Mira, qué mas da, si total nada de eso iba a ocurrir jamás.
— Ahora yo, ¿o qué? — Preguntó con cierta picardía. — ¿Qué prefieres? ¿No volver a tocar el mar en una estación entera o pasarla entera dentro del mar pero solo? Si solo pudieras comer una cosa por el resto de tu vía, ¿qué sería? Y por último... si pudieras, ¿viajarías al pasao pa intentar cambiar algo a lo mejor, o irías al futuro por curiosidá a vé como es y dónde te encuentras? — Ese juego le gustaba, le gustaba conocer poder conocer más y mejor a Octojin a través de él y también que le preguntasen cosas, por muy absurdas que fueran. Estaba empezando a hacerse tarde, bastante tarde, pero Airgid se lo estaba pasando tan bien que los minutos eran como segundos, aunque deseaba poder echarle el freno al reloj solo un rato.
Sus miradas se cruzaron cuando Airgid le pidió probar un poco de la cerveza. Sonrió un pelín, incapaz de ocultar aquella sensación de picardía que recorría su cuerpo, propia de quién está a punto de hacer algo que sabe que no debería hacer. Solo hacía falta verla para darse cuenta de que era una diablilla caprichosa. Su sonrisa se ensanchó enormemente cuando el gyojin accedió finalmente, acercándole la jarra y guiñándole un ojo, gesto que ella también correspondió. Aquel sería su pequeño secreto. — Tranqui, tengo aguante, ¿sabe? — Mentira cochina, pero igual colaba. Tomó la gran jarra de cristal entre sus manos que goteaba gracias a lo fresquita que se encontraba su contenido, entonces la alzó y la chocó con la de Octojin, como en un brindis. — ¡Salú! — Exclamó antes de darle un buen trago al jugo de cebada. Un par de grandes sorbos que bajaron por su garganta, ignorando un poco lo que Octojin le había dicho sobre "solo un poco". ¿Que puede que el tiburón se enfadara con ella por no haberle hecho caso? Pues la posibilidad estaba ahí, pero en ese momento simplemente se dejó llevar por su vena pilla, la que le decía que siempre tenía que aprovechar la ocasión que se le presentaba. Dejó la jarra sobre la mesa con un golpe, como hacían los hombretones, a la vez que un generoso "aaaah..." escapaba de entre sus labios. Puede que diera la impresión de estar acostumbrada a la bebida, en mayor o menos medida, era la imagen que ella misma se empeñaba en dar. Sin embargo, fue incapaz de reprimir una leve expresión de desagrado en su rostro, arrugando la nariz y frunciendo las cejas. La cerveza estaba asquerosa. Bueno, realmente no lo estaba, pero Airgid no le había pillado el gusto a aquella bebida aún, ni de lejos, por mucho que quisiera aparentar que sí.
Se rió a la vez que él cuando escuchó su pregunta sobre el amor. Estaba claro que un tipo duro como él no hablaba de ese tema a menudo, puede que ni siquiera pensara en eso con mucha frecuencia, pero por eso mismo a ella le interesaba, prestando toda su atención a las palabras del tiburón. Negaba haberse enamorado nunca, refugiado en una vida más solitaria. También mencionó que no ligaba demasiado, y Airgid soltó una risilla prácticamente inevitable. La verdad es que había que tener los ovarios bien puestos para intentar tirarle los trastos a un tipo como él, que en un principio daba más miedo que otra cosa, una conclusión que él mismo compartió con ella. — Pos yo no creo eso. Creo que tor mundo tiene a alguien, o acaba teniendo a alguien, tarde o temprano. Solo hay que esperá a que aparesca. — Mencionó ella, completamente convencida, hablando con una sabiduría impropia de una chavala de su edad, como si lo supiera a ciencia cierta. — Pero no entiendo que no ligues. Creo que a musha chicas les mola ese rollito de llanero solitario que lleva, así como misterioso y tal, tú me entiende. — Puede que Octojin se pasara un poco de "misterioso", dando algo de mal rollo. Entonces fue cuando, aprovechando el tema de conversación, el gyojin desvió la atención hacia ella, dando por seguro que en cinco años sería toda una rompecorazones que se acabaría enamorando del peor de todos. El comentario le hizo gracia, desatando en ella una buena carcajada, aunque no sabía muy bien cómo tomárselo. — ¡Hey! ¿¡El peor en qué sentío!? Con lo maja que soy yo, tsk... — Le bufó, aunque claramente en un tono de coña. — Mis únicos requisito son que sea gracioso, divertido, atento, alto, fuerte, mmm... que tenga el pelo largo... ¡Bah! Yo que sé, paso de tíos. — Cambió de repente. Ni si quiera se visualizaba a ella misma con... novio. Madre mía, que raro se le hacía. Igual en cinco años sí, pero ahora... prefería centrarse en ella misma.
Octojin llamó al camarero de nuevo mientras ella volvía a su refresquito de cola, quitándose ese asqueroso sabor a cerveza de la boca. Aún no le afectaba el alcohol, no tan pronto, quizás si le diera un segundo trago... El camarero se acercó y el tiburón aprovechó para felicitar al chef, además de pedir el postre, por supuesto. Los enormes ojos avellana de Airgid se iluminaron y se abrieron de par en par, como dos farolas que apuntaban directamente al hombre de la taberna. — ¡Quiero el mismo helado que él pero con el triple de bolas y chocolate por encima, por favor! — Le flipaba el helado, bueno, el dulce en general, se le notaba en su entusiasmado tono de voz. ¿Había pedido chupitos? Esperaba que uno de esos fuera también para ella, quizás colaba de nuevo. La cerveza sí que la había probado alguna que otra vez, pero los chupitos nunca. Quizás era el momento, si Octojin se lo permitía.
Una vez el camarero se fue a por el pedido, cuando pensó que el jueguito de las preguntas igual había terminado, el gyojin la sorprendió con una oleada de preguntas extrañísimas, ese tipo de preguntas que eran imposibles de responder porque cualquier respuesta era una puta mierda. — ¡¿Pero qué pregunta son esa?! Uf... déjame pensá. — Le dio otro trago a su cola, era tan grande que si iba de a poquito podría durarle casi toda la noche. — Va, va, de una en una. Yo o cinco bebés... — Apoyó los codos sobre la mesa, la cabeza sobre ambas manos, adoptando una postura más cómoda para divagar. — A vé, va a soná feo. Pero a los bebés no los conozco de ná. — Toma ya respuesta políticamente incorrecta. — Quiero decir, si fuera elegí entre mi vida o la de cinco colegas míos, pues yo daría mi vía por ellos toas las veces que hicieran falta, pero unos bebés... — Se le escapó una risilla, joder, es que sonaba fatal lo que estaba diciendo. — ¡Mira, yo solo respondo lo que me dices tú, que conste que esto no es real! — Se apresuró a excusarse, divertida, riéndose. — Prefiero quedarme manca, creo. Iría más lenta fabricando mis mierda y tal, pero joder, es que no poder caminar es un putadón como una catedral, creo que es de lo más putada que te puede pasar. Me agobiaría pechá, creo. Así que manca, sí. — Esta la tenía más clara, pero la última sí que era un horror. — Coño, calva o sin dientes, ambas cosas son una mierda. — Volvió a reír, imaginándose a sí misma sin pelo o sin dientes, completamente mellada. — Creo quee... prefiero ir calva. Si no tengo dientes no podría comé, pero sin pelo igual no es taaaan malo, conozco a una tía que va rapá y está guapísima. O podría ponerme una peluca, yo que sé. — Aunque le flipaba su melena rubia de león, era salvaje como ella, ¿igual se había equivocado? Mira, qué mas da, si total nada de eso iba a ocurrir jamás.
— Ahora yo, ¿o qué? — Preguntó con cierta picardía. — ¿Qué prefieres? ¿No volver a tocar el mar en una estación entera o pasarla entera dentro del mar pero solo? Si solo pudieras comer una cosa por el resto de tu vía, ¿qué sería? Y por último... si pudieras, ¿viajarías al pasao pa intentar cambiar algo a lo mejor, o irías al futuro por curiosidá a vé como es y dónde te encuentras? — Ese juego le gustaba, le gustaba conocer poder conocer más y mejor a Octojin a través de él y también que le preguntasen cosas, por muy absurdas que fueran. Estaba empezando a hacerse tarde, bastante tarde, pero Airgid se lo estaba pasando tan bien que los minutos eran como segundos, aunque deseaba poder echarle el freno al reloj solo un rato.