Alistair
Mochuelo
20-10-2024, 08:39 AM
Orientar la conversación hacia el amigo que le había regalado esas katanas le hizo un deje de gracia, por supuesto de la mejor forma posible. La luz con la que Sowon adornaba era muchísimo mas santa y tradicional que cualquiera conociéndolo se atrevería a mencionar. Y es que Lemon era todo un personaje que el mundo merecía conocer: Un firme creyente de la causa revolucionaria y un acólito devoto a muerte si la Armada Revolucionaria fuera vista desde la luz de una religión. Era un ser caótico que siempre sorprendía con algo nuevo, y la misma persona que seguramente podría cargarse en medio de un evento de sonambulismo todo un edificio con las farolas que blandía como si fueran abrecartas a pesar de su tamaño y peso. Y probablemente le ponía menos peso al estado de las katanas que usaba Alistair comparado con cómo las usara en sus enfrentamientos de práctica regulares; no solían contenerse en lo absoluto, y esa era una de las partes mas importantemente entretenidas de ese ejercicio bélico.
— ¡Te he entendido, descuida! No pareces la clase de persona que diría cosas así malintencionadamente, solo... ¡Quizá un poco directas y con demasiada honestidad! — Comentó, risueño. Así como ella, lo que decía iba de la mejor forma posible. ¡Además! Ya antes había lidiado con personas que tendían a ser brutalmente honestas; la armada estaba compuesta de todo un manojo de personas que ciertamente, como ellos decían, "no hay uno solo normal en todo el grupo".
La persona con la que entablaba conversación sonaba a una persona pragmática, con un acercamiento bastante simple a las cosas: "Si me funciona, perfecto. Y si me funciona mejor, pues mejor que perfecto", por resumirlo en una frase. Poco esotérica en el sentido mas literal de la palabra, pero aun así guardaba cierto respeto poco traducible a palabras en las armas propias como de otros, al menos en torno a las de Filo. Ya tendría que preguntarle después si esta filosofía era universal, o se limitaba a los espadachines. Por lo pronto, su primer interés residió en su mención de la voz sedienta de su espada. — Mmm. Suena como una espada difícil de domar. He escuchado historias de espadas bastante únicas que me encantaría conocer, incluso blandir, pero una espada que pide sangre y carne es una experiencia completamente nueva para mí. Aunque no veo problema siempre que la sangre nunca sea inocente, y no pareces la clase de persona que vaya cortando civiles por ahí a diestra y siniestra. — Respondió, abordando un tono mas ligeramente serio pero que jamás borró la sonrisa en su rostro. No es que no la tomara en serio, tan solo sentía que era un tema en el cual no le incumbía intervenir. Fuese una exageración de parte de la Oni, o una verdad controlada por la chica, la falta de rumores asociados a ella le permitía depositar su confianza en la reciente conocida.
El cambio de expresión en la chica cuando hablaba del lustre de sus armas era uno que conocía muy bien, visto desde los ojos de otros. Aunque los gustos de Alistair podían no alinearse con los de la Oni totalmente -pues él se inclinaba mucho más hacia las ciencias de lo que lo hacía la herrería-, entendía la pasión que podía sentir cuando hablaba de ese tema que tanto llamaba su atención, despertaba su fuego interno y le inducía en un estado en el que se podía pasar hablando horas y horas sin parar por aire en ningún momento. Era una sensación tan mágica como intoxicante, y una por la cual vivía tanto en sus prácticas de oficio como en los combates, aunque fuesen ejemplos diametralmente opuestos.
La aproximación al combate de la Oni también era una novedad para él. Una espadachina que sacrificaba la movilidad que sus congéneres usualmente mostraban, un estilo paciente y bien anclado a la tierra que no se precipitaba, sino que sentía el momento correcto para contraatacar y lo hacía. Era una experiencia remarcadamente diferente a lo que conocía, y admitía que sería una experiencia interesante de vivir en un combate en el que sus aceros se comunicaran más de lo que harían ellos. Quizá... No descartaba la idea.
— ¿Y nunca te has visto de cara con un oponente poco ortodoxo? — Era una duda complicada sin el contexto apropiado, asi que se lo daría tras solo unos segundos de silencio. — Bombas de humo, trampas, filos ocultos, esa clase de cosas. ¿Alguna vez has tenido que verte de cara con uno de ellos? — Y es que siendo un revolucionario, había estado en ambos lados de esa situación. Tanto el que intentaban arrojarle astillas a los ojos como el que usaba el sigilo para un primer ataque. En una pelea de vida o muerte, rara vez existía la oportunidad para un combate completamente lineal. Y aún mas raro era ver a una persona que siguiera de manera impecable su propio código de
El enfoque de la conversación nuevamente pasó a él, recibiendo la pregunta de si era un luchador en el lugar. — ¡Oh! No exactamente. Aquí, mi deber simplemente es reparar a la gente que salga de allá- — Señaló a la arena con el pulgar sin girarse, manteniéndose orientado hacia la chica. — -con menos partes corporales de las que tenían al entrar. No soy un médico milagroso, pero con el equipo adecuado puedo al menos asegurarme de que vivan otro día para regresar a pelear, o a retirarse de manera permanente sin una discapacidad mayor. Aunque... — Pausó unos segundos, en los que colocó su zurda en una de las katanas, y con el empujón de su pulgar liberó una pequeña porción de la hoja de su funda, tan solo lo que la extensión de su pulgar sin mover el resto de su mano permitiera. — El establecimiento no tiene ningún problema con que acepte retos que me propongan, siempre que esté de acuerdo. Sería anti-deportivo de mi parte solo quedarme mirando mientras todos se sacan los dientes a golpes. — Y removió el dedo de la tsuba, dejando que el peso de la propia katana -y el peso de su mano sobre la punta del mango- la volvieran a encajar dentro de la funda-. — Aunque suelo ser bastante estricto con los enfrentamientos que tomo. La violencia innecesaria no es mi fuerte; no me hace falta dinero como para apostarlo en una pelea, así que si mi oponente no tiene nada que aportarme para mejorar, suelo dar la espalda para ahorrarme tiempo. Cada minuto que no atiendo a los peleadores de salida, alguien puede perder un dedo o peor. — Comentó en tono ligero, asignándole poca importancia a sus propias palabras. No es que fuese desinteresado, solo había visto la situación las suficientes veces como para desnaturalizarla.
— ¡Te he entendido, descuida! No pareces la clase de persona que diría cosas así malintencionadamente, solo... ¡Quizá un poco directas y con demasiada honestidad! — Comentó, risueño. Así como ella, lo que decía iba de la mejor forma posible. ¡Además! Ya antes había lidiado con personas que tendían a ser brutalmente honestas; la armada estaba compuesta de todo un manojo de personas que ciertamente, como ellos decían, "no hay uno solo normal en todo el grupo".
La persona con la que entablaba conversación sonaba a una persona pragmática, con un acercamiento bastante simple a las cosas: "Si me funciona, perfecto. Y si me funciona mejor, pues mejor que perfecto", por resumirlo en una frase. Poco esotérica en el sentido mas literal de la palabra, pero aun así guardaba cierto respeto poco traducible a palabras en las armas propias como de otros, al menos en torno a las de Filo. Ya tendría que preguntarle después si esta filosofía era universal, o se limitaba a los espadachines. Por lo pronto, su primer interés residió en su mención de la voz sedienta de su espada. — Mmm. Suena como una espada difícil de domar. He escuchado historias de espadas bastante únicas que me encantaría conocer, incluso blandir, pero una espada que pide sangre y carne es una experiencia completamente nueva para mí. Aunque no veo problema siempre que la sangre nunca sea inocente, y no pareces la clase de persona que vaya cortando civiles por ahí a diestra y siniestra. — Respondió, abordando un tono mas ligeramente serio pero que jamás borró la sonrisa en su rostro. No es que no la tomara en serio, tan solo sentía que era un tema en el cual no le incumbía intervenir. Fuese una exageración de parte de la Oni, o una verdad controlada por la chica, la falta de rumores asociados a ella le permitía depositar su confianza en la reciente conocida.
El cambio de expresión en la chica cuando hablaba del lustre de sus armas era uno que conocía muy bien, visto desde los ojos de otros. Aunque los gustos de Alistair podían no alinearse con los de la Oni totalmente -pues él se inclinaba mucho más hacia las ciencias de lo que lo hacía la herrería-, entendía la pasión que podía sentir cuando hablaba de ese tema que tanto llamaba su atención, despertaba su fuego interno y le inducía en un estado en el que se podía pasar hablando horas y horas sin parar por aire en ningún momento. Era una sensación tan mágica como intoxicante, y una por la cual vivía tanto en sus prácticas de oficio como en los combates, aunque fuesen ejemplos diametralmente opuestos.
La aproximación al combate de la Oni también era una novedad para él. Una espadachina que sacrificaba la movilidad que sus congéneres usualmente mostraban, un estilo paciente y bien anclado a la tierra que no se precipitaba, sino que sentía el momento correcto para contraatacar y lo hacía. Era una experiencia remarcadamente diferente a lo que conocía, y admitía que sería una experiencia interesante de vivir en un combate en el que sus aceros se comunicaran más de lo que harían ellos. Quizá... No descartaba la idea.
— ¿Y nunca te has visto de cara con un oponente poco ortodoxo? — Era una duda complicada sin el contexto apropiado, asi que se lo daría tras solo unos segundos de silencio. — Bombas de humo, trampas, filos ocultos, esa clase de cosas. ¿Alguna vez has tenido que verte de cara con uno de ellos? — Y es que siendo un revolucionario, había estado en ambos lados de esa situación. Tanto el que intentaban arrojarle astillas a los ojos como el que usaba el sigilo para un primer ataque. En una pelea de vida o muerte, rara vez existía la oportunidad para un combate completamente lineal. Y aún mas raro era ver a una persona que siguiera de manera impecable su propio código de
El enfoque de la conversación nuevamente pasó a él, recibiendo la pregunta de si era un luchador en el lugar. — ¡Oh! No exactamente. Aquí, mi deber simplemente es reparar a la gente que salga de allá- — Señaló a la arena con el pulgar sin girarse, manteniéndose orientado hacia la chica. — -con menos partes corporales de las que tenían al entrar. No soy un médico milagroso, pero con el equipo adecuado puedo al menos asegurarme de que vivan otro día para regresar a pelear, o a retirarse de manera permanente sin una discapacidad mayor. Aunque... — Pausó unos segundos, en los que colocó su zurda en una de las katanas, y con el empujón de su pulgar liberó una pequeña porción de la hoja de su funda, tan solo lo que la extensión de su pulgar sin mover el resto de su mano permitiera. — El establecimiento no tiene ningún problema con que acepte retos que me propongan, siempre que esté de acuerdo. Sería anti-deportivo de mi parte solo quedarme mirando mientras todos se sacan los dientes a golpes. — Y removió el dedo de la tsuba, dejando que el peso de la propia katana -y el peso de su mano sobre la punta del mango- la volvieran a encajar dentro de la funda-. — Aunque suelo ser bastante estricto con los enfrentamientos que tomo. La violencia innecesaria no es mi fuerte; no me hace falta dinero como para apostarlo en una pelea, así que si mi oponente no tiene nada que aportarme para mejorar, suelo dar la espalda para ahorrarme tiempo. Cada minuto que no atiendo a los peleadores de salida, alguien puede perder un dedo o peor. — Comentó en tono ligero, asignándole poca importancia a sus propias palabras. No es que fuese desinteresado, solo había visto la situación las suficientes veces como para desnaturalizarla.