Octojin
El terror blanco
20-10-2024, 03:39 PM
Al llegar al mercado, Octojin sintió cómo el bullicio de la gente y el movimiento constante lo rodeaban, una sensación que desearía no volver a sentir más, pero que desgraciadamente, tenía que hacerse a la idea de seguir percibiendo. A pesar de las miradas incómodas que recibían por ser un gyojin de una altura considerable y una sirena que intentaba camuflar sus rasgos más característicos, ambos se mantenían tranquilos, disfrutando de la compañía mutua. Octojin le dijo a Asradi que no necesitaba nada en ese momento y que ella podría ir sola a por las especias que buscaba. Mientras la veía alejarse, Octojin decidió dar un paseo entre los puestos, siempre manteniendo un ojo sobre la sirena, asegurándose de que todo estuviera bien. Se paró en algunos lugares que llamaron su atención, observando herramientas de carpintería y otros productos curiosos que, de normal, no hubieran atraído su mirada particularmente. Pero lo cierto es que tenía que hacer tiempo, y eso llevaba implícito mirar puestos para disimular que sus ojos estaban más pendientes de la sirena que de la mercadería en sí.
Los diversos puestos repletos de mercancías fueron llamando su atención poco a poco. Cada uno con su propio carácter y estilo, intentando crear un escaparate que llamase la atención de la gente que transitaba la zona. Había tenderos que gritaban ofreciendo fruta fresca y exótica, pescados brillantes recién capturados y colgados en redes, y especias cuyos aromas llenaban el aire con una mezcla de olores penetrantes, dulces y picantes. Sin embargo, los productos que más capturaban la atención del gyojin eran aquellos que apelaban a su naturaleza práctica. Un puesto de herramientas robustas y artesanales lo intrigó. Allí, entre martillos, clavos y serruchos, notó algunas herramientas de carpintería especialmente finas, hechas con madera de calidad y acero pulido. Sus dedos, aún acostumbrados al trabajo duro, recorrieron los bordes de una cuchilla afilada que le recordaba las que usaba en los astilleros. Sabía que podría serle útil para algún proyecto en el futuro. Así que le preguntó al tendero y, tras una ardua batalla de ofertas a la baja, consiguió un precio que creyó bueno por la herramienta y la compró. La sierra estaba afilada y se notaba que no había tenido ningún uso, algo perfecto para sus trabajos.
Además, el tiburón también se fijó en una serie de cueros y telas en otro puesto, donde se ofrecían prendas diseñadas para soportar el uso rudo y el trabajo manual. Las camisas anchas y pantalones de tela gruesa captaron su atención, ideales para moverse con libertad durante sus entrenamientos o tareas. No muy lejos, encontró un rincón dedicado a trajes más elegantes, camisas de lino y chaquetas que resaltaban en su diseño y detalle. Sus ojos recorrieron las prendas, imaginándose con una de esas camisas cuando tuviera que asistir al cuartel de la Marina. La idea de vestirse bien para un día importante en su vida lo hacía sonreír ligeramente, pero rápidamente volvió su atención a los materiales más prácticos.
Cuando Asradi regresó con su botín de hierbas y especias, Octojin notó la satisfacción en su rostro, lo que le provocó una sonrisa genuina que compartió con ella. Le enseñó la sierra con la sonrisa que un niño compartiría su juguete recién recibido.
—Yo he comprado esto de momento. Es una sierra que me ha llamado la atención. Con esta podré realizar trabajos más duros y me llevará menos esfuerzo — el gyojin se dio cuenta que quizá era un tema que no le interesaba demasiado a la sirena, así que se limitó a dar su próximo paso al recibir su pregunta—. Ah, pues sí. He visto un par de puestos de ropa que me interesan, la verdad. Podríamos ir ahí y me asesoras un poco... Quiero ropa cómoda para entrenar, y una un poco más elegante para el día que vaya al cuartel de la marina. No sé con qué ropa debería ir, la verdad, pero creo que tendría que ir un poco elegante.
Caminaron poco, haciéndose hueco entre la gente, hasta llegar a los dos puestos, que eran colindantes. Primero se acercó al que tenía prendas algo más elegantes. Octojin, mientras sostenía una camisa con detalles finos, le hizo una mueca a Asradi para que le mirase. Lo cierto es que le gustaba esa camisa, pero no sabía si era muy cómoda para el día a día. No le gustaba sentirse demasiado apretado. Era una sensación que ciertamente detestaba.
Tras hablar con el tendero y que le sacara una de su talla, se la probó. Le sorprendió lo cómodo que iba con ella. Aunque no sabía si se vería elegante o no. Miró a la sirena y le preguntó, esperando sinceridad de ella.
— Qué, ¿cómo me la ves? Creo que me podría valer.
Si a la sirena le gustaba, se la compraría sin duda. O quizá le recomendase otra que viera. En cualquier caso, le haría caso con los ojos cerrados. Ella seguro que tenía una mejor vista de él que él mismo.
Finalmente, y una vez comprase una camisa en el puesto, se iría al otro, el de la ropa de deporte, y le señalaría un chándal con motivos hippies bastante hortera, por otro lado, pero que por alguna razón le gustaba.
—No te sé decir qué me gusta de él, la verdad. Pero es que me gusta. Encima está de oferta, seguramente porque no le guste a nadie más, pero... ¿Qué te parece? Si quieres me lo puedo hasta probar, pero si lo hago creo que me lo voy a tener que llevar.
La verdad es que no sabía realmente por qué le atraía ese chándal, porque jamás había llevado algo tan hortera. Pero le gustaba.
Si la sirena no tenía ningún impedimento, se lo llevaría. Y entonces le tocaría a ella ir de compras. ¿Habría visto algo o tendrían que pasear por el mercado hasta ver prendas que le llamasen la atención?
En cualquier caso, el tiburón le lanzó una mirada cómplice, sabiendo que juntos harían que ese día en el mercado fuera especial. Un día de compras que, sin duda, recordarían. Quizá le pudiese regalar un top, por ejemplo. Sí, lo intentaría. Si veía un top que le gustase, se lo intentaría regalar, así se podría acordar de él con más razón.
Los diversos puestos repletos de mercancías fueron llamando su atención poco a poco. Cada uno con su propio carácter y estilo, intentando crear un escaparate que llamase la atención de la gente que transitaba la zona. Había tenderos que gritaban ofreciendo fruta fresca y exótica, pescados brillantes recién capturados y colgados en redes, y especias cuyos aromas llenaban el aire con una mezcla de olores penetrantes, dulces y picantes. Sin embargo, los productos que más capturaban la atención del gyojin eran aquellos que apelaban a su naturaleza práctica. Un puesto de herramientas robustas y artesanales lo intrigó. Allí, entre martillos, clavos y serruchos, notó algunas herramientas de carpintería especialmente finas, hechas con madera de calidad y acero pulido. Sus dedos, aún acostumbrados al trabajo duro, recorrieron los bordes de una cuchilla afilada que le recordaba las que usaba en los astilleros. Sabía que podría serle útil para algún proyecto en el futuro. Así que le preguntó al tendero y, tras una ardua batalla de ofertas a la baja, consiguió un precio que creyó bueno por la herramienta y la compró. La sierra estaba afilada y se notaba que no había tenido ningún uso, algo perfecto para sus trabajos.
Además, el tiburón también se fijó en una serie de cueros y telas en otro puesto, donde se ofrecían prendas diseñadas para soportar el uso rudo y el trabajo manual. Las camisas anchas y pantalones de tela gruesa captaron su atención, ideales para moverse con libertad durante sus entrenamientos o tareas. No muy lejos, encontró un rincón dedicado a trajes más elegantes, camisas de lino y chaquetas que resaltaban en su diseño y detalle. Sus ojos recorrieron las prendas, imaginándose con una de esas camisas cuando tuviera que asistir al cuartel de la Marina. La idea de vestirse bien para un día importante en su vida lo hacía sonreír ligeramente, pero rápidamente volvió su atención a los materiales más prácticos.
Cuando Asradi regresó con su botín de hierbas y especias, Octojin notó la satisfacción en su rostro, lo que le provocó una sonrisa genuina que compartió con ella. Le enseñó la sierra con la sonrisa que un niño compartiría su juguete recién recibido.
—Yo he comprado esto de momento. Es una sierra que me ha llamado la atención. Con esta podré realizar trabajos más duros y me llevará menos esfuerzo — el gyojin se dio cuenta que quizá era un tema que no le interesaba demasiado a la sirena, así que se limitó a dar su próximo paso al recibir su pregunta—. Ah, pues sí. He visto un par de puestos de ropa que me interesan, la verdad. Podríamos ir ahí y me asesoras un poco... Quiero ropa cómoda para entrenar, y una un poco más elegante para el día que vaya al cuartel de la marina. No sé con qué ropa debería ir, la verdad, pero creo que tendría que ir un poco elegante.
Caminaron poco, haciéndose hueco entre la gente, hasta llegar a los dos puestos, que eran colindantes. Primero se acercó al que tenía prendas algo más elegantes. Octojin, mientras sostenía una camisa con detalles finos, le hizo una mueca a Asradi para que le mirase. Lo cierto es que le gustaba esa camisa, pero no sabía si era muy cómoda para el día a día. No le gustaba sentirse demasiado apretado. Era una sensación que ciertamente detestaba.
Tras hablar con el tendero y que le sacara una de su talla, se la probó. Le sorprendió lo cómodo que iba con ella. Aunque no sabía si se vería elegante o no. Miró a la sirena y le preguntó, esperando sinceridad de ella.
— Qué, ¿cómo me la ves? Creo que me podría valer.
Si a la sirena le gustaba, se la compraría sin duda. O quizá le recomendase otra que viera. En cualquier caso, le haría caso con los ojos cerrados. Ella seguro que tenía una mejor vista de él que él mismo.
Finalmente, y una vez comprase una camisa en el puesto, se iría al otro, el de la ropa de deporte, y le señalaría un chándal con motivos hippies bastante hortera, por otro lado, pero que por alguna razón le gustaba.
—No te sé decir qué me gusta de él, la verdad. Pero es que me gusta. Encima está de oferta, seguramente porque no le guste a nadie más, pero... ¿Qué te parece? Si quieres me lo puedo hasta probar, pero si lo hago creo que me lo voy a tener que llevar.
La verdad es que no sabía realmente por qué le atraía ese chándal, porque jamás había llevado algo tan hortera. Pero le gustaba.
Si la sirena no tenía ningún impedimento, se lo llevaría. Y entonces le tocaría a ella ir de compras. ¿Habría visto algo o tendrían que pasear por el mercado hasta ver prendas que le llamasen la atención?
En cualquier caso, el tiburón le lanzó una mirada cómplice, sabiendo que juntos harían que ese día en el mercado fuera especial. Un día de compras que, sin duda, recordarían. Quizá le pudiese regalar un top, por ejemplo. Sí, lo intentaría. Si veía un top que le gustase, se lo intentaría regalar, así se podría acordar de él con más razón.