Teruyoshi
Teru
20-10-2024, 05:21 PM
Tras varios días de viaje a bordo del famoso navío de Stan, el cual era tan peculiar como el diseño de su barco, Teruyoshi al fin había llegado a su destino. Durante el viaje el pelopincho no paró de hablar, contándole al mink todo tipo de anécdotas sobre la gente que había tenido que llevar a lo largo de todo East Blue, pero por suerte para el mink gato, dentro de toda esa verborrea plagada de chismes, también había información importante. Stan le había confirmado a Teruyoshi que su destino era el ideal para él, ya que al parecer todo lo que había escuchado sobre que era la cuna de las Artes Marciales era cierto… y además, al parecer también tenían una contínua disputa entre ellos por saber quién era el más fuerte. Todo una delicia.
Así había sido como el mink gato había terminado vagando por las calles de Villa Shimotsuki, paseando con esa actitud orgullosa digna de los reyes del reino animal, como si fuese dueño y señor de cada centímetro de suelo por el que caminaba, por lo que no era de extrañar que todos se quedaran perplejos al verlo. Teruyoshi si estuviera en su lugar haría lo mismo.
- ¿Acaso pensáis que este brillo se mantiene solo? - pensó orgulloso mientras se lamía el dorso de la zarpa derecha antes de pasársela por la oreja. El mink pasaba gran parte del día acicalando su oscuro pelaje como para que no se fijasen en él, por lo que se limitó a encogerse de hombros mientras lucía una sonrisa de suficiencia.
- ¿Qué tenemos aquí? - se preguntó cuando una pequeña gatita blanca se atrevió a acercarse a él. Sus miradas rasgadas se cruzaron durante un instante, sintiendo una especie de conexión que se alejaba más allá de lo terrenal.
La primera vez que Teruyoshi se había encontrado con un gato doméstico se sorprendió por su morfología. No entendía cómo podía existir una versión de su familia en miniatura y sin capacidad de habla, pero tras ver como los veneraban los humanos la gran mayoría de las veces, supo reconocerlos como una especie de primos lejanos. Estos habían conseguido colocarse en la cúspide de la pirámide social a pesar de su tamaño y el mink solo podía sentir satisfacción por ello.
- Eres todo una zalamera - dijo Teruyoshi cuando la gata comenzó a ronronear mientras se restregaba en una de sus piernas. - Toma, te lo has ganado - prosiguió tras buscar entre sus pertenencias algo que darle de comer. Por suerte el mink era ducho en la cocina y le gustaba prepararse sus propios platos, por lo que tenía envuelto un poco del pescado asado que había comido el día anterior. El animal no tardó en aceptarlo tras soltar un pequeño maullido de agradecimiento y salió corriendo con su nueva presa en la boca mientras meneaba la cola contenta de lado a lado.
Tras su encuentro con el pequeño felino, Teruyoshi prosiguió su camino hasta toparse con un grupo de personas que se encontraban hablando con un anciano. Su olfato felino detectaba chisme, así que no dudó en acercarse para enterarse qué pasaba. El mink se mantuvo en silencio mientras todos presentaban sus quejas, observando la situación con curiosidad. Al parecer estaban sucediendo distintos ataques y robos por la zona, ante lo que el mink solo pudo sonreír con satisfacción. Tenía pinta que allí no iba a aburrirse, así que aprovechando su gran envergadura se abrió paso entre el grupo tranquilamente hasta ponerse en primera fila para ver más de cerca al que claramente manejaba el cotarro. Antes de volver todos a hablar como gallinas había bastado un solo gesto suyo para que todos aguardaran en silencio, demostrando que su palabra pesaba sobre el resto, por lo que si Teruyoshi quería inmiscuirse en aquel asunto tendría que tratar con él.
- Perdone, buen señor - se hizo oír el mink usando su peculiar tono de voz mientras clavaba su mirada esmeralda en el anciano antes de realizar un leve inclinamiento de cabeza en señal de respeto. Como bien había demostrado la gatita antes con él, los felinos eran sumamente encantadores cuando querían algo… y Teruyoshi no era una excepción. Si ayudaba a esta gente, se ganaría su gratitud para luego sacarles lo que más le interese. En un principio el mink había venido a este lugar con intención de pelear con los maestros de la zona para probar sus habilidades de combate, pero quizás podía conseguir algo más de ellos. Con lo voluble que era su carácter, nunca se sabía.
- No he podido evitar escuchar que tenéis problemas, por lo que si necesitan una pata amiga, puedo prestaros la mía - continuó adelantándose un paso hasta quedar por delante del gentío, colocándose frente al tal Kato para que este pudiese observarlo. - Había viajado hasta aquí en busca del gran saber de esta maravillosa isla… y no quisiera que nada ni nadie perturbe a esta buena gente - acabó mientras clavaba su mirada felina con seguridad en el anciano.
Teruyoshi confiaba que con solo verlo ya quisieran su ayuda. Había que estar loco si alguien no aceptaba un ofrecimiento de tal grado, pero si acaso había añadido una dosis extra de halagos para endulzar el ofrecimiento… aunque eso, ¿quién no va a querer ayuda de una raza bendecida por los dioses?
Así había sido como el mink gato había terminado vagando por las calles de Villa Shimotsuki, paseando con esa actitud orgullosa digna de los reyes del reino animal, como si fuese dueño y señor de cada centímetro de suelo por el que caminaba, por lo que no era de extrañar que todos se quedaran perplejos al verlo. Teruyoshi si estuviera en su lugar haría lo mismo.
- ¿Acaso pensáis que este brillo se mantiene solo? - pensó orgulloso mientras se lamía el dorso de la zarpa derecha antes de pasársela por la oreja. El mink pasaba gran parte del día acicalando su oscuro pelaje como para que no se fijasen en él, por lo que se limitó a encogerse de hombros mientras lucía una sonrisa de suficiencia.
- ¿Qué tenemos aquí? - se preguntó cuando una pequeña gatita blanca se atrevió a acercarse a él. Sus miradas rasgadas se cruzaron durante un instante, sintiendo una especie de conexión que se alejaba más allá de lo terrenal.
La primera vez que Teruyoshi se había encontrado con un gato doméstico se sorprendió por su morfología. No entendía cómo podía existir una versión de su familia en miniatura y sin capacidad de habla, pero tras ver como los veneraban los humanos la gran mayoría de las veces, supo reconocerlos como una especie de primos lejanos. Estos habían conseguido colocarse en la cúspide de la pirámide social a pesar de su tamaño y el mink solo podía sentir satisfacción por ello.
- Eres todo una zalamera - dijo Teruyoshi cuando la gata comenzó a ronronear mientras se restregaba en una de sus piernas. - Toma, te lo has ganado - prosiguió tras buscar entre sus pertenencias algo que darle de comer. Por suerte el mink era ducho en la cocina y le gustaba prepararse sus propios platos, por lo que tenía envuelto un poco del pescado asado que había comido el día anterior. El animal no tardó en aceptarlo tras soltar un pequeño maullido de agradecimiento y salió corriendo con su nueva presa en la boca mientras meneaba la cola contenta de lado a lado.
Tras su encuentro con el pequeño felino, Teruyoshi prosiguió su camino hasta toparse con un grupo de personas que se encontraban hablando con un anciano. Su olfato felino detectaba chisme, así que no dudó en acercarse para enterarse qué pasaba. El mink se mantuvo en silencio mientras todos presentaban sus quejas, observando la situación con curiosidad. Al parecer estaban sucediendo distintos ataques y robos por la zona, ante lo que el mink solo pudo sonreír con satisfacción. Tenía pinta que allí no iba a aburrirse, así que aprovechando su gran envergadura se abrió paso entre el grupo tranquilamente hasta ponerse en primera fila para ver más de cerca al que claramente manejaba el cotarro. Antes de volver todos a hablar como gallinas había bastado un solo gesto suyo para que todos aguardaran en silencio, demostrando que su palabra pesaba sobre el resto, por lo que si Teruyoshi quería inmiscuirse en aquel asunto tendría que tratar con él.
- Perdone, buen señor - se hizo oír el mink usando su peculiar tono de voz mientras clavaba su mirada esmeralda en el anciano antes de realizar un leve inclinamiento de cabeza en señal de respeto. Como bien había demostrado la gatita antes con él, los felinos eran sumamente encantadores cuando querían algo… y Teruyoshi no era una excepción. Si ayudaba a esta gente, se ganaría su gratitud para luego sacarles lo que más le interese. En un principio el mink había venido a este lugar con intención de pelear con los maestros de la zona para probar sus habilidades de combate, pero quizás podía conseguir algo más de ellos. Con lo voluble que era su carácter, nunca se sabía.
- No he podido evitar escuchar que tenéis problemas, por lo que si necesitan una pata amiga, puedo prestaros la mía - continuó adelantándose un paso hasta quedar por delante del gentío, colocándose frente al tal Kato para que este pudiese observarlo. - Había viajado hasta aquí en busca del gran saber de esta maravillosa isla… y no quisiera que nada ni nadie perturbe a esta buena gente - acabó mientras clavaba su mirada felina con seguridad en el anciano.
Teruyoshi confiaba que con solo verlo ya quisieran su ayuda. Había que estar loco si alguien no aceptaba un ofrecimiento de tal grado, pero si acaso había añadido una dosis extra de halagos para endulzar el ofrecimiento… aunque eso, ¿quién no va a querer ayuda de una raza bendecida por los dioses?