Asradi
Völva
20-10-2024, 07:04 PM
Sí, solía ser buena escuchando. Tanto que, en más de una ocasión, eso mismo le servía para evadirse de sus propios problemas. Se sentía bien cuando era el hombro de los demás, aunque en ocasiones fuese un poco apabullante y le diese en los sentimientos. Pero, por desgracia, había aprendido demasiado bien a esconder lo que realmente sentía. Muy, muy pocas veces había dejado salir esa congoja, esas dudas, o los miedos que le atenazaban a veces. Intentaba resguardar eso bajo una capa de empatía hacia la otra persona, sin preocuparse tan siquiera lo mucho que a ella le pudiese doler. Eso era algo que, por desgracia, no compartiría fácilmente. No todavía, al menos. No lo hacía a propósito, en realidad. Era algo que se había ido forjando a lo largo de los años como una especie de armadura, como una defensa interna.
Así pues, decidió dejar eso de lado por ahora, sobre todo al contemplar y disfrutar de la esplendorosa sonrisa de Alistair después de haberle halagado. Lo había hecho de manera sincera, pero ver ese gesto en el lunarian le llenaba de calidez el pecho. Se sentía bien. Y el que el chico le dijese, también, que era una buena maestra, terminó por arrancar una suave risa en la sirena. Siempre sentaban bien ese tipo de cosas. En realidad, ella todavía estaba aprendiendo y nunca había enseñado a nadie. Podría decirse que era la primera vez, por lo que era igual de novedoso para Asradi.
— Si sigues con ese interés, pronto estarás dominando el 100% del truco. — Le guiñó un ojo en confianza y con una sonrisa de la misma índole. Pero ahora tenía ganas de escuchar a la otra parte. Quería aprender de Alistair o, simplemente disfrutar escuchándole. Era lo que mejor se le daba, al fin y al cabo. Tanto en lo bueno como en lo malo. Mientras, recogió los utensilios que habían utilizado. No los guardó del todo, pero sí que los limpió con tranquilidad y parsimonia, como esperando disfrutar de lo que el lunarian tuviese a bien contarle o enseñarle. El tema de las hierbas en lugares extremadamente altos, llamó su atención.
— Quizás puedas describirme alguna. ¿Qué tal se te da dibujar? — Fue Asradi quien, muy tranquilamente, le pasó el cuaderno que antes le había enseñado a Alistair, invitándole a dibujar la planta o lo que se acordase de ella. — Si algún día las encuentro en algún mercado, o me encuentro de nuevo con cierto lunarian risueño... — Le miró de reojo, muy divertida. — … Podré identificarlas mejor.
Asradi esperaría a si Alistair quería hacerle un boceto rápido o incluso con alguna descripción en concreto, y luego procedería a escucharle. Claro que le gustaba la idea de invertir los papeles de vez en cuando, pues así ella también podría aprender algo nuevo proveniente de él. Alistair hablaba, ahora, de la ingenieria o la robótica. Conocía eses campos pero solo de oídas, por lo que la mueca de la sirena era, ahora, una amalgama preciosa de curiosidad, expectación y desconocimiento al mismo tiempo.
— Es verdad que soy buena con las manos, sobre todo en cuanto a heridas y esas cosas. Pero nunca se me ha dado por... inventar objetos como tal. — Su experticia, como bien había visto Alistair, iba en otros asuntos. — Pero si me enseñas algo, te prometo que lo intentaré. — Al fin y al cabo, aunque fuese solo la teoría, el saber nunca ocupaba lugar. Y siempre era bueno tener algún conocimiento de otras cosas. Nunca se sabía cuándo podrían hacer falta, aunque fuese en la situación más nimia. — Y también quiero escuchar lo que tienes en mente. Te daré mi opinión, pero solo basado en mi conocimiento personal. — Sonrió. Es decir, si le gustaba o no, o si le parecía útil o no.
Por supuesto, no era ninguna experta.
Así pues, decidió dejar eso de lado por ahora, sobre todo al contemplar y disfrutar de la esplendorosa sonrisa de Alistair después de haberle halagado. Lo había hecho de manera sincera, pero ver ese gesto en el lunarian le llenaba de calidez el pecho. Se sentía bien. Y el que el chico le dijese, también, que era una buena maestra, terminó por arrancar una suave risa en la sirena. Siempre sentaban bien ese tipo de cosas. En realidad, ella todavía estaba aprendiendo y nunca había enseñado a nadie. Podría decirse que era la primera vez, por lo que era igual de novedoso para Asradi.
— Si sigues con ese interés, pronto estarás dominando el 100% del truco. — Le guiñó un ojo en confianza y con una sonrisa de la misma índole. Pero ahora tenía ganas de escuchar a la otra parte. Quería aprender de Alistair o, simplemente disfrutar escuchándole. Era lo que mejor se le daba, al fin y al cabo. Tanto en lo bueno como en lo malo. Mientras, recogió los utensilios que habían utilizado. No los guardó del todo, pero sí que los limpió con tranquilidad y parsimonia, como esperando disfrutar de lo que el lunarian tuviese a bien contarle o enseñarle. El tema de las hierbas en lugares extremadamente altos, llamó su atención.
— Quizás puedas describirme alguna. ¿Qué tal se te da dibujar? — Fue Asradi quien, muy tranquilamente, le pasó el cuaderno que antes le había enseñado a Alistair, invitándole a dibujar la planta o lo que se acordase de ella. — Si algún día las encuentro en algún mercado, o me encuentro de nuevo con cierto lunarian risueño... — Le miró de reojo, muy divertida. — … Podré identificarlas mejor.
Asradi esperaría a si Alistair quería hacerle un boceto rápido o incluso con alguna descripción en concreto, y luego procedería a escucharle. Claro que le gustaba la idea de invertir los papeles de vez en cuando, pues así ella también podría aprender algo nuevo proveniente de él. Alistair hablaba, ahora, de la ingenieria o la robótica. Conocía eses campos pero solo de oídas, por lo que la mueca de la sirena era, ahora, una amalgama preciosa de curiosidad, expectación y desconocimiento al mismo tiempo.
— Es verdad que soy buena con las manos, sobre todo en cuanto a heridas y esas cosas. Pero nunca se me ha dado por... inventar objetos como tal. — Su experticia, como bien había visto Alistair, iba en otros asuntos. — Pero si me enseñas algo, te prometo que lo intentaré. — Al fin y al cabo, aunque fuese solo la teoría, el saber nunca ocupaba lugar. Y siempre era bueno tener algún conocimiento de otras cosas. Nunca se sabía cuándo podrían hacer falta, aunque fuese en la situación más nimia. — Y también quiero escuchar lo que tienes en mente. Te daré mi opinión, pero solo basado en mi conocimiento personal. — Sonrió. Es decir, si le gustaba o no, o si le parecía útil o no.
Por supuesto, no era ninguna experta.