Juuken
Juuken
20-10-2024, 09:29 PM
Tus primeras palabras desatan el desconcierto. Parecía que esos hombres que estaban hablando no se habían percatado de tu presencia todavía, y nada más hablarles se quedaron sorprendidos cuando finalmente se dieron cuenta de que estabas ahí, pero tal vez la actitud no fue la que esperabas. El que tanto estaba protestando simplemente puso cara de pánico, te señaló y...
-¡Ahora han venido hasta aquí!
Entró en pánico y trató de correr hacia tí para, presuntamente darte un golpe, pero tropezó y cayó al suelo. El hombre mayor les hizo calmarse de nuevo, momento en el cual aprovechaste para seguir con tu discurso de iniciación. En cuanto ofreces tu ayuda la gente se queda pasmada, el tipo en el suelo se levanta rápidamente y te mira con mala cara. No parece que vayais a poder ser amigos. Igual es que es más de perros.
-A mí no me engañas, no eres más que otra de esas bestias. Diles a tus amigos que les vamos a meter las lanzas por el...
-¡Calmaos de una vez! -Bramió el señor Kato con aparente furia, furia que volvió a calmarse en un instante en cuanto terminó esa frase.
Todo el mundo se quedó paralizado, mirando al señor Kato incrédulos, el cual avanzaba lentamente hacia tí. Volvió a poner esa sonrisa mientras te examinaba.
-Curioso. Hacía tiempo que no veíamos un Mink por aquí -se giró hacia el bravucón de antes-. ¿Así es como tratamos a los forasteros, Bill? Por favor, no te pongas en evidencia. Es obvio que no se trata de una de esas bestias que pueden estar atacándonos.
-Pe... pero señor Kato.
-No sigas, por favor. No es forma de tratar a los forasteros.
El hombre agachó la cabeza y, resignado, se marchó de allí. El tumulto se esfumó rápidamente, parece ser que sin los que discuten, el coro se vuelve aburrido y ya no interesa estar ahí descuidando las labores personales de cada uno. El señor Kato se acerca a tí y te invita a acompañarle mientras da un paseo.
-Perdona al señor Bill. Ha sufrido varios ataques de animales salvajes por los bosques y ha perdido muchos recursos que pretendían ser destinados a los grandes dojos. No se si lo sabrás, pero en gran medida dependemos de la aportación de los dojos para la protección, no obstante las criaturas del bosque nunca suelen suponer grandes problemas, y los maestros no quieren creer que esté resultando en un verdadero problema, por lo que parece que no mandan a sus hombres para ayudarnos. No lo consideran una verdadera amenaza.
Mientras hablaba íbais caminando, él se sacó una pipa y comenzó a fumar relajadamente, te ofreció un poco a tí, simplemente tendiendote la pipa, no sabía si fumabas pero no quiso guardarla solamente para él. Llegó el momento que os detuvisteis en un banco en la calle, él se sentó y prosiguió.
-Hay algunos vecinos, que afirman que todo es culpa de los chicos del circo, pero son todos muy agradables. Aunque sean piratas, no los considero como tales malhechores. Llevan ya un tiempo aquí asentados y no dan problemas. Pero el término “pirata” siempre provoca desconfianza en las personas con temor. Dime... chico -dudó un poco al no saber cómo llamarte o referirse a tí-. ¿Tu piensas que alguien que se haga llamar pirata puede ser una persona decente?
Aguardó tu respuesta mientras continuaba fumando de su pipa. El humo ascendía junto a tus palabras en ese momento. A vuestro alrededor, algunas de las gentes que transitaban por ahí se te quedaban mirando, muchos de ellos con claros signos de desconfianza. Entonces cuando hiciste una pausa en tu diálogo, él volvió a tomar la iniciativa, tal vez por última vez.
-Dices querer ayudar. Aunque no estoy de acuerdo en que un forastero debiera inmiscuirse en nuestros asuntos personales, y no quisiera ser el responsable de que sufrieses daños innecesarios. Hay dos cosas que podrías hacer. Los habitantes sienten desconfianza de los chicos del circo, piensan que son ellos los que han liberado a las bestias que atacan los suministros de Bill. Yo en cambio no pienso que estén relacionados. Hay muchas criaturas peligrosas por la zona.
El señor Kato se fijó en dos personas que pasaban por delante, uno era otro anciano como él, portando una katana en su cintura, el otro era un gran gyojin negro, de una altura considerable. Los dos ancianos se saludaron desde lejos con un gesto de cabeza y ambos caminantes continuaron su trayecto. Parecía que los dos ancianos se conocían, pero es lo normal, tal vez fueran vecinos.
-Si realmente quieres ayudar, chico mink, podrías intentar descubrir dónde se asentan esas criaturas, o si los circenses tienen algo que ver con esto.
-¡Ahora han venido hasta aquí!
Entró en pánico y trató de correr hacia tí para, presuntamente darte un golpe, pero tropezó y cayó al suelo. El hombre mayor les hizo calmarse de nuevo, momento en el cual aprovechaste para seguir con tu discurso de iniciación. En cuanto ofreces tu ayuda la gente se queda pasmada, el tipo en el suelo se levanta rápidamente y te mira con mala cara. No parece que vayais a poder ser amigos. Igual es que es más de perros.
-A mí no me engañas, no eres más que otra de esas bestias. Diles a tus amigos que les vamos a meter las lanzas por el...
-¡Calmaos de una vez! -Bramió el señor Kato con aparente furia, furia que volvió a calmarse en un instante en cuanto terminó esa frase.
Todo el mundo se quedó paralizado, mirando al señor Kato incrédulos, el cual avanzaba lentamente hacia tí. Volvió a poner esa sonrisa mientras te examinaba.
-Curioso. Hacía tiempo que no veíamos un Mink por aquí -se giró hacia el bravucón de antes-. ¿Así es como tratamos a los forasteros, Bill? Por favor, no te pongas en evidencia. Es obvio que no se trata de una de esas bestias que pueden estar atacándonos.
-Pe... pero señor Kato.
-No sigas, por favor. No es forma de tratar a los forasteros.
El hombre agachó la cabeza y, resignado, se marchó de allí. El tumulto se esfumó rápidamente, parece ser que sin los que discuten, el coro se vuelve aburrido y ya no interesa estar ahí descuidando las labores personales de cada uno. El señor Kato se acerca a tí y te invita a acompañarle mientras da un paseo.
-Perdona al señor Bill. Ha sufrido varios ataques de animales salvajes por los bosques y ha perdido muchos recursos que pretendían ser destinados a los grandes dojos. No se si lo sabrás, pero en gran medida dependemos de la aportación de los dojos para la protección, no obstante las criaturas del bosque nunca suelen suponer grandes problemas, y los maestros no quieren creer que esté resultando en un verdadero problema, por lo que parece que no mandan a sus hombres para ayudarnos. No lo consideran una verdadera amenaza.
Mientras hablaba íbais caminando, él se sacó una pipa y comenzó a fumar relajadamente, te ofreció un poco a tí, simplemente tendiendote la pipa, no sabía si fumabas pero no quiso guardarla solamente para él. Llegó el momento que os detuvisteis en un banco en la calle, él se sentó y prosiguió.
-Hay algunos vecinos, que afirman que todo es culpa de los chicos del circo, pero son todos muy agradables. Aunque sean piratas, no los considero como tales malhechores. Llevan ya un tiempo aquí asentados y no dan problemas. Pero el término “pirata” siempre provoca desconfianza en las personas con temor. Dime... chico -dudó un poco al no saber cómo llamarte o referirse a tí-. ¿Tu piensas que alguien que se haga llamar pirata puede ser una persona decente?
Aguardó tu respuesta mientras continuaba fumando de su pipa. El humo ascendía junto a tus palabras en ese momento. A vuestro alrededor, algunas de las gentes que transitaban por ahí se te quedaban mirando, muchos de ellos con claros signos de desconfianza. Entonces cuando hiciste una pausa en tu diálogo, él volvió a tomar la iniciativa, tal vez por última vez.
-Dices querer ayudar. Aunque no estoy de acuerdo en que un forastero debiera inmiscuirse en nuestros asuntos personales, y no quisiera ser el responsable de que sufrieses daños innecesarios. Hay dos cosas que podrías hacer. Los habitantes sienten desconfianza de los chicos del circo, piensan que son ellos los que han liberado a las bestias que atacan los suministros de Bill. Yo en cambio no pienso que estén relacionados. Hay muchas criaturas peligrosas por la zona.
El señor Kato se fijó en dos personas que pasaban por delante, uno era otro anciano como él, portando una katana en su cintura, el otro era un gran gyojin negro, de una altura considerable. Los dos ancianos se saludaron desde lejos con un gesto de cabeza y ambos caminantes continuaron su trayecto. Parecía que los dos ancianos se conocían, pero es lo normal, tal vez fueran vecinos.
-Si realmente quieres ayudar, chico mink, podrías intentar descubrir dónde se asentan esas criaturas, o si los circenses tienen algo que ver con esto.