Lance Turner
Shirogami
20-10-2024, 10:24 PM
Permanecía en silencio mientras veía a Galhard empujar la puerta. El sonido pesado de la madera moviéndose resonó en el aire, y en un instante, un chorro de agua helada salió disparado desde un dial oculto, empapando al joven marine. El impacto no fue del todo brusco, pero sin duda, debía haber sido inesperado. Después de todo, las lecciones más duras de la vida eran como un jarro de agua fría.
Aproveché la confusión para dirigirme a la parte frontal de la puerta que acababa de abrir el joven marine, cogiendo antes una toalla ya preparada. De esta forma, cuando Galhard saliese de la confusión, me encontraría de frente ofreciéndole una toalla. Mantuve el rostro serio, pero sabía que mis ojos estaban cargados de lágrimas contenidas, emitiendo un destello de ellos. Cuando Galhard finalmente emergió, empapado y confundido, extendí la toalla, dejando que el joven marine se secara mientras observaba su reacción.
- Bienvenido al otro lado, Galhard - Dije con voz tranquila. - No te preocupes, no fallaste. De hecho, no había una decisión correcta que tomar. - Dejé que mis palabras fuesen procesadas por el marine, antes de retomar la palabra. - Da igual cuál puerta hubieras elegido, siempre habrías recibido ese jarro de agua fría. Y lo mismo pasa en la vida de un marine como nosotros. A veces, no importa lo que hagas. Pase lo que pase, recibirás el golpe, y tendrás que lidiar con las consecuencias. Es ahí donde uno debe mostrar de qué está hecho.
Me giré lentamente, haciendo un gesto con la mano para que Galhard me siguiera. Caminando con pasos medidos, caminé hasta una pequeña mesa de madera que había en una esquina de la calle, acompañadas de dos sillas. Sentándome en una de ellas, señalé la otra para que Galhard se sentara.
- ¿Sabes? Siento que soy un fracaso haciendo laberintos... - Dije en tono calmado, para luego reírme un poco. - Había preparado algunas trampas que iban a desencajarte una pierna, un brazo, e incluso algunas que te quemarían vivo...
Encendí entonces un puro que saqué del interior de mi chaqueta y comencé a fumarlo, dejando otro junto al mechero en la mesa por si el joven marine quería fumar. Me recliné un poco hacia atrás acto seguido, sopesara las palabras que estaban a punto de salir de mi boca. Durante unos segundos, el silencio fue nuestra única compañía, un momento que parecía estirarse mientras la luz del sol se desvanecía entre las paredes del laberinto.
- Antes de que te vayas - empecé retomando la palabra, manteniendo el contacto visual con Galhard. - Hay una última historia que necesito contarte. Es la historia de un hombre que, en su juventud, soñaba con cambiar el mundo, con imponer justicia en los mares del East Blue... y fracasó de la peor manera posible. - No pude evitar desviar la mirada tras esto, pues a pesar de todo, era la primera vez que iba a decirle a alguien la mayor vergüenza de mi vida. Me costaban las palabras, que tantos años se hicieron bola en mi interior, pero era, sin duda, el momento de liberarme de una vez. - Esta es la historia de Oliver Chop, el marine más cobarde que ha habido en estas aguas. - Reí un poco tras esa frase, riéndome de mi mismo al escucharlo en voz alta. - Quizá algún día tengas la desdicha de conocerle... no te lo recomiendo para nada. - Era gracioso presentar la historia así, sabiendo que el marine todavía no había conocido su nombre, no obstante, más temprano que tarde, acabaría deduciendo la vergonzosa verdad.
Hubo una pausa, larga y pesada, mientras concentraba todas mis fuerzas en mantener la compostura. Para distraerme, realicé un fuerte silbido, provocando que los perros de aquel lugar acudiesen en manada hasta nuestra posición. Los pequeños corrieron como alma que lleva el diablo, y se pusieron saltando y corriendo de un lado a otro a nuestro alrededor. Aquello ayudaba a que pudiese continuar, pues eran precisamente ellos, quienes más habían soportado los lamentos de este viejo marine. Debía continuar la historia, no había vuelta atrás, y lo sabía.
- Quizá te preguntes por qué te lo cuento ahora, después de todo lo que hemos pasado hoy. - Redirigí mi mirada al laberinto, reflexionando en lo que allí dentro había pasado, y las lecciones que había dado al joven marine con el dichoso fracaso de laberinto. - Pero es importante que lo escuches, porque esta historia es una lección que necesitas antes de seguir tu camino. Una que me costó demasiado aprender, y que espero que no tengas que aprender de la misma forma que yo.
Realicé una pausa de nuevo, esperando pacientemente la reacción de Galhard. Sabía que lo que venía era duro, tanto para el joven marine, como para mi mismo, pero era necesario pasar por esto, en especial, para mi.
Aproveché la confusión para dirigirme a la parte frontal de la puerta que acababa de abrir el joven marine, cogiendo antes una toalla ya preparada. De esta forma, cuando Galhard saliese de la confusión, me encontraría de frente ofreciéndole una toalla. Mantuve el rostro serio, pero sabía que mis ojos estaban cargados de lágrimas contenidas, emitiendo un destello de ellos. Cuando Galhard finalmente emergió, empapado y confundido, extendí la toalla, dejando que el joven marine se secara mientras observaba su reacción.
- Bienvenido al otro lado, Galhard - Dije con voz tranquila. - No te preocupes, no fallaste. De hecho, no había una decisión correcta que tomar. - Dejé que mis palabras fuesen procesadas por el marine, antes de retomar la palabra. - Da igual cuál puerta hubieras elegido, siempre habrías recibido ese jarro de agua fría. Y lo mismo pasa en la vida de un marine como nosotros. A veces, no importa lo que hagas. Pase lo que pase, recibirás el golpe, y tendrás que lidiar con las consecuencias. Es ahí donde uno debe mostrar de qué está hecho.
Me giré lentamente, haciendo un gesto con la mano para que Galhard me siguiera. Caminando con pasos medidos, caminé hasta una pequeña mesa de madera que había en una esquina de la calle, acompañadas de dos sillas. Sentándome en una de ellas, señalé la otra para que Galhard se sentara.
- ¿Sabes? Siento que soy un fracaso haciendo laberintos... - Dije en tono calmado, para luego reírme un poco. - Había preparado algunas trampas que iban a desencajarte una pierna, un brazo, e incluso algunas que te quemarían vivo...
Encendí entonces un puro que saqué del interior de mi chaqueta y comencé a fumarlo, dejando otro junto al mechero en la mesa por si el joven marine quería fumar. Me recliné un poco hacia atrás acto seguido, sopesara las palabras que estaban a punto de salir de mi boca. Durante unos segundos, el silencio fue nuestra única compañía, un momento que parecía estirarse mientras la luz del sol se desvanecía entre las paredes del laberinto.
- Antes de que te vayas - empecé retomando la palabra, manteniendo el contacto visual con Galhard. - Hay una última historia que necesito contarte. Es la historia de un hombre que, en su juventud, soñaba con cambiar el mundo, con imponer justicia en los mares del East Blue... y fracasó de la peor manera posible. - No pude evitar desviar la mirada tras esto, pues a pesar de todo, era la primera vez que iba a decirle a alguien la mayor vergüenza de mi vida. Me costaban las palabras, que tantos años se hicieron bola en mi interior, pero era, sin duda, el momento de liberarme de una vez. - Esta es la historia de Oliver Chop, el marine más cobarde que ha habido en estas aguas. - Reí un poco tras esa frase, riéndome de mi mismo al escucharlo en voz alta. - Quizá algún día tengas la desdicha de conocerle... no te lo recomiendo para nada. - Era gracioso presentar la historia así, sabiendo que el marine todavía no había conocido su nombre, no obstante, más temprano que tarde, acabaría deduciendo la vergonzosa verdad.
Hubo una pausa, larga y pesada, mientras concentraba todas mis fuerzas en mantener la compostura. Para distraerme, realicé un fuerte silbido, provocando que los perros de aquel lugar acudiesen en manada hasta nuestra posición. Los pequeños corrieron como alma que lleva el diablo, y se pusieron saltando y corriendo de un lado a otro a nuestro alrededor. Aquello ayudaba a que pudiese continuar, pues eran precisamente ellos, quienes más habían soportado los lamentos de este viejo marine. Debía continuar la historia, no había vuelta atrás, y lo sabía.
- Quizá te preguntes por qué te lo cuento ahora, después de todo lo que hemos pasado hoy. - Redirigí mi mirada al laberinto, reflexionando en lo que allí dentro había pasado, y las lecciones que había dado al joven marine con el dichoso fracaso de laberinto. - Pero es importante que lo escuches, porque esta historia es una lección que necesitas antes de seguir tu camino. Una que me costó demasiado aprender, y que espero que no tengas que aprender de la misma forma que yo.
Realicé una pausa de nuevo, esperando pacientemente la reacción de Galhard. Sabía que lo que venía era duro, tanto para el joven marine, como para mi mismo, pero era necesario pasar por esto, en especial, para mi.