Masao Toduro
El niño de los lloros
21-10-2024, 12:13 AM
(Última modificación: 22-10-2024, 11:41 PM por Masao Toduro.)
Aquello era de traca, no estaban pudiendo darle una respuesta clara a los marines que venían en su auxilio. Traté de inspirar antes de mirar a un par de civiles que había estado viendo antes con la mesa de cartografía, hablando con el hippie de Gallardo.
—Vosotroh dos, venih pa aquí y explicarle lo que necesite a este buen señor, no se quede coordenadas y esas cosah de numérico que son mu complicas, pero vamoh, que vosotros que sois muh listos fijo que le sabeih responder—dijo mientras acompañaba con gestos y palmas toda la organización, si ser capitán era semejante dolor de huevos, se aseguraría de tener un segundo que le gestionará todo, así solo me tendría que limitarme a lo que se me daba bien, dar hostias como panes y rezar a nuestra señora del Rocio.
Cuando eran pocos los problemas, “parió la abuela” como se solía decir en mi barrio, y es que comenzó a escucharse un ruido metálico, en una primera instancia mire el contendor de metal que andaba vigilando, pero no, el ruido no venía de ahí, ni de la bodega, sino de fuera del barco, joder sonaba peor que la puerta de su viejo apartamento, y eso que esta se caía a cachos. En fin, sonaba changado, fijo que su rubia favorita, Atlas, era capaz de reconocer el ruido por el simple tintineo, pero joder, él no tenía ni zorra. Buah, iba a tener que salir a la cubierta y mínimo asomarse, dio una palmada y siguió recitando el Ave Maria para sus adentros.
—Vosotros— señalaría al resto de civiles, salvo a los tres que viera más corpulentos, o que recordará más duros de las cargas de la mercancía, excluyendo también a los pocos marines que finalmente se hubieran quedado en cubierta —Os delego la vigilancia de esto y de esos dos, si se ponen gilipollas les dais una hostia, y si se pone feo salís un par a cubierta y gritáis auxilio—comentó antes de continuar —Y esto por si lo necesitáis, dios no lo quiera— dijo dejando sus nudilleras sobre la mesa, mientras pasaba a mirar con rostro serio al resto del grupo —Vosotros subís conmigo, tranquilos porque os voy a defender con mi vida, azín que no perdáis la calma— les tranquilizo mientras sus músculos se tensaban producto su epifanía y fevor religioso —Quiero que veáis el percal conmigo, si hay heridos los recogéis y los metéis pah dentro— les recordó, tratando de seguir al pie de la letra lo que había aprendido en su intenso entrenamiento con Colón.
Cuando todo el grupo tenía claro lo que tenían que hacer, subió a cubierta él con el grupo detrás, ciertamente aquello era una liada de tres pares de cojones. Al menos dos heridos, y dos espaldas gigantescas de dos monstruos marinos similares a Octo, a estas alturas casi conocía más hombres, peces que humanos, por lo que cada vez le sorprendían menos.
—Aquí y allí— dijo mientras levantaba al primero de los marines heridos de mayor gravedad y al otro que estaba al lado —Los lleváis pah dentro, y que lo apañen los médicos civiles de abajo, pero taparles las heridas con esto— les dijo mientras se rasgaba la camisa de marine y se quedaba a pecho descubierto, aprovechando la ventana que les estaba proporcionando el hippie, que debía ir tan colocado, que andaba peleando con tres espadas en la otra punta del navío.
Mientras, depositaba al herido en los hombros de unos de sus acompañantes, les trato de cubrir la retirada en el caso de que la ventana de Gallardo fuera insuficiente, y una vez que todos estuviera a dentro tomaría aire.
—¡GALLARDO NOS ESTÁN JODIENDO EL CHIRINGO!—le gritó mientras se asomaba por el origen del ruido —¡VOY A VER QUÉ COÑO ESTÁ PASANDO Y TE LO GESTIONO! ¡TE LO JURO POR MI MADRE!— terminó de decir, antes de tomar un flotador, atarlo a una cuerda que andaba amarrado a una de las postas del navío y lanzarse con ellas al agua por el lateral más cercano —¡SI ME DA UN CHUNGO QUE VENGA LA CRÍA!— agregó antes de sumergirse.
El agua estaba helada, joder en el sur la recordaba más caliente, pero tampoco era algo que su cuerpo acostumbrado a la peligrosa noche de tres hermanas, no pudiera soportar. Tomaría acopio de todo el aire que pudiera, y comenzó a bucear, y en cuanto viera el que o quién o quienes estaba organizando aquel estropicio le daría una buena somanta de hostias, luego si eso ya preguntaría después.
Por lo que en el caso de que se encontrará con alguna de esas criaturas como las de en cubierta, se imbuiría sus manos en lo que él entendía como "fervor" y con esos "guantes negros" le propinaría dos puñetazos a la criatura del señor que más pareciera que estuviera jodiendo el tema, no sabía por qué le daba la sensación de que esa noche iba a preparar un buen arroz caldoso con marisco recién sacado del mar. Joder, además, que para prevenir el catarrazo le iba a venir como perlas.
—Vosotroh dos, venih pa aquí y explicarle lo que necesite a este buen señor, no se quede coordenadas y esas cosah de numérico que son mu complicas, pero vamoh, que vosotros que sois muh listos fijo que le sabeih responder—dijo mientras acompañaba con gestos y palmas toda la organización, si ser capitán era semejante dolor de huevos, se aseguraría de tener un segundo que le gestionará todo, así solo me tendría que limitarme a lo que se me daba bien, dar hostias como panes y rezar a nuestra señora del Rocio.
Cuando eran pocos los problemas, “parió la abuela” como se solía decir en mi barrio, y es que comenzó a escucharse un ruido metálico, en una primera instancia mire el contendor de metal que andaba vigilando, pero no, el ruido no venía de ahí, ni de la bodega, sino de fuera del barco, joder sonaba peor que la puerta de su viejo apartamento, y eso que esta se caía a cachos. En fin, sonaba changado, fijo que su rubia favorita, Atlas, era capaz de reconocer el ruido por el simple tintineo, pero joder, él no tenía ni zorra. Buah, iba a tener que salir a la cubierta y mínimo asomarse, dio una palmada y siguió recitando el Ave Maria para sus adentros.
—Vosotros— señalaría al resto de civiles, salvo a los tres que viera más corpulentos, o que recordará más duros de las cargas de la mercancía, excluyendo también a los pocos marines que finalmente se hubieran quedado en cubierta —Os delego la vigilancia de esto y de esos dos, si se ponen gilipollas les dais una hostia, y si se pone feo salís un par a cubierta y gritáis auxilio—comentó antes de continuar —Y esto por si lo necesitáis, dios no lo quiera— dijo dejando sus nudilleras sobre la mesa, mientras pasaba a mirar con rostro serio al resto del grupo —Vosotros subís conmigo, tranquilos porque os voy a defender con mi vida, azín que no perdáis la calma— les tranquilizo mientras sus músculos se tensaban producto su epifanía y fevor religioso —Quiero que veáis el percal conmigo, si hay heridos los recogéis y los metéis pah dentro— les recordó, tratando de seguir al pie de la letra lo que había aprendido en su intenso entrenamiento con Colón.
Cuando todo el grupo tenía claro lo que tenían que hacer, subió a cubierta él con el grupo detrás, ciertamente aquello era una liada de tres pares de cojones. Al menos dos heridos, y dos espaldas gigantescas de dos monstruos marinos similares a Octo, a estas alturas casi conocía más hombres, peces que humanos, por lo que cada vez le sorprendían menos.
—Aquí y allí— dijo mientras levantaba al primero de los marines heridos de mayor gravedad y al otro que estaba al lado —Los lleváis pah dentro, y que lo apañen los médicos civiles de abajo, pero taparles las heridas con esto— les dijo mientras se rasgaba la camisa de marine y se quedaba a pecho descubierto, aprovechando la ventana que les estaba proporcionando el hippie, que debía ir tan colocado, que andaba peleando con tres espadas en la otra punta del navío.
Mientras, depositaba al herido en los hombros de unos de sus acompañantes, les trato de cubrir la retirada en el caso de que la ventana de Gallardo fuera insuficiente, y una vez que todos estuviera a dentro tomaría aire.
—¡GALLARDO NOS ESTÁN JODIENDO EL CHIRINGO!—le gritó mientras se asomaba por el origen del ruido —¡VOY A VER QUÉ COÑO ESTÁ PASANDO Y TE LO GESTIONO! ¡TE LO JURO POR MI MADRE!— terminó de decir, antes de tomar un flotador, atarlo a una cuerda que andaba amarrado a una de las postas del navío y lanzarse con ellas al agua por el lateral más cercano —¡SI ME DA UN CHUNGO QUE VENGA LA CRÍA!— agregó antes de sumergirse.
El agua estaba helada, joder en el sur la recordaba más caliente, pero tampoco era algo que su cuerpo acostumbrado a la peligrosa noche de tres hermanas, no pudiera soportar. Tomaría acopio de todo el aire que pudiera, y comenzó a bucear, y en cuanto viera el que o quién o quienes estaba organizando aquel estropicio le daría una buena somanta de hostias, luego si eso ya preguntaría después.
Por lo que en el caso de que se encontrará con alguna de esas criaturas como las de en cubierta, se imbuiría sus manos en lo que él entendía como "fervor" y con esos "guantes negros" le propinaría dos puñetazos a la criatura del señor que más pareciera que estuviera jodiendo el tema, no sabía por qué le daba la sensación de que esa noche iba a preparar un buen arroz caldoso con marisco recién sacado del mar. Joder, además, que para prevenir el catarrazo le iba a venir como perlas.