Octojin
El terror blanco
21-10-2024, 08:56 AM
Octojin observó a Airgid con una sonrisa en su rostro mientras ella tomaba un par de grandes sorbos de su cerveza. Sabía perfectamente que la rubia estaba tratando de hacerse la dura, aunque su cara, arrugada por el amargo sabor de la bebida, la delataba al instante. Era evidente que no estaba acostumbrada al alcohol, pero su energía y espíritu juguetón lo hacían todo más divertido. El gyojin no pudo evitar reírse ante su mueca de desagrado.
—Ya sabía yo que eso te iba a saber a rayos— bromeó mientras dejaba su propia jarra de cerveza sobre la mesa con un golpe seco.
A medida que Airgid hablaba de su futuro, de sus expectativas y de la idea de tener o no un novio, el tiburón se sumergió en sus palabras con gran interés, aquella era una historia que le interesaba. ¿Cómo veía una adolescente el futuro? Y no una cualquiera, sino la mismísima tía que le había hecho frente siendo un saco de huesos y teniendo una envergadura de risa comparada con la del gyojin. Su risa fue inevitable cuando ella empezó a describir su lista de cualidades para el hombre ideal: gracioso, fuerte, alto, con el pelo largo... Todo aquello le parecía fascinante, sobre todo viniendo de una muchacha tan joven como ella. Pero lo que más le divertía era su naturalidad al cambiar de opinión en cuestión de segundos. Al final de la lista, de repente decía que "pasaba de tíos", y se quedaba tan ancha. Aquello era la parte más divertida para él de su nueva amiga.
—Airgid la mataniños —comentó Octojin en tono burlón, siguiendo con las respuestas atrevidas de la chica cuando dijo que salvaría su vida antes que la de unos bebés que ni conocía, siendo ese su principal argumento. La soltura con la que Airgid trataba las preguntas le hacía reír, y por momentos se imaginaba la vida a su edad, tan despreocupada y llena de posibilidades que todo era un juego, de alguna manera. El habitante del mar apreciaba la franqueza de la rubia, y cada vez le caía mejor. La forma en que respondía a cada dilema imposible con total naturalidad era algo que le sacaba carcajadas constantes.
En ese momento, llegó el camarero con los helados y los chupitos, interrumpiendo su conversación. Octojin se inclinó ligeramente y colocó un chupito frente a Airgid, guiñándole un ojo con una sonrisa pícara.
—Esto es para brindar —le dijo mientras alzaba su propio chupito —. Por habernos conocido y por haber pasado un rato tan bueno. ¡Salú, como dijiste antes! —y, acto seguido, ambos brindarían y tomarían los chupitos. Octojin disfrutó del helado, con una expresión de deleite ante cada cucharada. Era un tipo grande, de pocas palabras cuando se trataba de disfrutar de algo, pero lo hacía evidente en sus gestos, que no podía por otra parte evitar. La sinceridad del rostro, le decían los suyos.
Mientras disfrutaba de cada cucharada de helado, el tiburón reflexionaba sobre las preguntas que Airgid le había lanzado. Le hizo una seña con la mano, haciéndole ver que podía esperar la respuesta, pero el helado no. Y, finalmente, tras meditar un poco y juguetear con uno de los postres, se decidió a responder.
—Prefiero estar en el agua y solo, sin duda. Esa ha sido la más fácil de responder —dijo, dándole vueltas a la cucharilla entre los dedos —. El mar es mi hogar, y aunque la soledad no siempre es agradable, la libertad que siento en el agua no se compara con nada más — tomó otra cucharada de helado, saboreándola antes de continuar. —. En cuanto a la comida, me quedo con la carne de atún. No hay nada como un buen filete de atún fresco. Podría comerlo todos los días, y encima lo puedo cazar yo, así que creo que es lo que elegiría. Aunque esta hamburguesa de albóndigas... No está nada mal.
La última pregunta fue la que le hizo reflexionar más profundamente. ¿Viajar al pasado o al futuro? Se quedó en silencio un momento, mirando hacia el techo mientras se planteaba la idea. Entonces se decidió a ser sincero, como había estado siendo en todo momento.
—El pasado tiene muchas cosas que cambiaría, pero si lo hiciera, dejaría de ser quien soy ahora. Así que creo que preferiría viajar al futuro. Ver hacia dónde me lleva la vida, en qué tipo de tiburón me convierto. Eso me resulta más interesante.
Con una sonrisa tranquila, concluyó sus respuestas, esperando que fueran del agrado de la humana. A la cual miró, intentando ver su reacción y si por alguna razón, le generaba más dudas sus respuestas.
Cuando terminaron de comer, el camarero llegó con la cuenta. Octojin suspiró al ver la cantidad y se quejó en broma.
—No sé qué hemos roto... Pero bueno, un día es un día— le dijo al camarero con una sonrisa, que se marchó a otra mesa con cara de pocos amigos.
El escualo entonces pensó que quizá era divertido enfocarlo de otra manera. Una que Airgid viese como una situación distinta en la que la adrenalina la asaltase.
—No tengo suficiente para pagar esto, así que tenemos que salir corriendo —dijo con el semblante totalmente serio y susurrando—. Primero sales tú con disimulo, como si se te hubiese olvidado algo ahí afuera, y luego me voy yo.
Lo cierto es que sí tenía dinero, pero aquél juego seguro que lo recordarían con una sonrisa. Si Airgid accedía a salir de allí, Octojin dejaría el dinero sobre la mesa, calculando lo que creía que costaba la comida, ya que no sabía leer y mucho menos hacer cuentas. Se despediría del camarero con una sonrisa y un agradecimiento.
—Todo estuvo perfecto, gracias — diría antes de salir en busca de Airgid, sabiendo que la pequeña broma sería su secreto compartido.
Una vez fuera, saldría corriendo como si realmente le fuese la vida en ello, y la buscaría con la mirada, intentando alcanzarla.
—Y así es como se juega a esto, pequeña mataniños —le diría con una sonora carcajada, intentando perderse entre los trastos de aquella zona, algo que no parecía muy difícil.
—Ya sabía yo que eso te iba a saber a rayos— bromeó mientras dejaba su propia jarra de cerveza sobre la mesa con un golpe seco.
A medida que Airgid hablaba de su futuro, de sus expectativas y de la idea de tener o no un novio, el tiburón se sumergió en sus palabras con gran interés, aquella era una historia que le interesaba. ¿Cómo veía una adolescente el futuro? Y no una cualquiera, sino la mismísima tía que le había hecho frente siendo un saco de huesos y teniendo una envergadura de risa comparada con la del gyojin. Su risa fue inevitable cuando ella empezó a describir su lista de cualidades para el hombre ideal: gracioso, fuerte, alto, con el pelo largo... Todo aquello le parecía fascinante, sobre todo viniendo de una muchacha tan joven como ella. Pero lo que más le divertía era su naturalidad al cambiar de opinión en cuestión de segundos. Al final de la lista, de repente decía que "pasaba de tíos", y se quedaba tan ancha. Aquello era la parte más divertida para él de su nueva amiga.
—Airgid la mataniños —comentó Octojin en tono burlón, siguiendo con las respuestas atrevidas de la chica cuando dijo que salvaría su vida antes que la de unos bebés que ni conocía, siendo ese su principal argumento. La soltura con la que Airgid trataba las preguntas le hacía reír, y por momentos se imaginaba la vida a su edad, tan despreocupada y llena de posibilidades que todo era un juego, de alguna manera. El habitante del mar apreciaba la franqueza de la rubia, y cada vez le caía mejor. La forma en que respondía a cada dilema imposible con total naturalidad era algo que le sacaba carcajadas constantes.
En ese momento, llegó el camarero con los helados y los chupitos, interrumpiendo su conversación. Octojin se inclinó ligeramente y colocó un chupito frente a Airgid, guiñándole un ojo con una sonrisa pícara.
—Esto es para brindar —le dijo mientras alzaba su propio chupito —. Por habernos conocido y por haber pasado un rato tan bueno. ¡Salú, como dijiste antes! —y, acto seguido, ambos brindarían y tomarían los chupitos. Octojin disfrutó del helado, con una expresión de deleite ante cada cucharada. Era un tipo grande, de pocas palabras cuando se trataba de disfrutar de algo, pero lo hacía evidente en sus gestos, que no podía por otra parte evitar. La sinceridad del rostro, le decían los suyos.
Mientras disfrutaba de cada cucharada de helado, el tiburón reflexionaba sobre las preguntas que Airgid le había lanzado. Le hizo una seña con la mano, haciéndole ver que podía esperar la respuesta, pero el helado no. Y, finalmente, tras meditar un poco y juguetear con uno de los postres, se decidió a responder.
—Prefiero estar en el agua y solo, sin duda. Esa ha sido la más fácil de responder —dijo, dándole vueltas a la cucharilla entre los dedos —. El mar es mi hogar, y aunque la soledad no siempre es agradable, la libertad que siento en el agua no se compara con nada más — tomó otra cucharada de helado, saboreándola antes de continuar. —. En cuanto a la comida, me quedo con la carne de atún. No hay nada como un buen filete de atún fresco. Podría comerlo todos los días, y encima lo puedo cazar yo, así que creo que es lo que elegiría. Aunque esta hamburguesa de albóndigas... No está nada mal.
La última pregunta fue la que le hizo reflexionar más profundamente. ¿Viajar al pasado o al futuro? Se quedó en silencio un momento, mirando hacia el techo mientras se planteaba la idea. Entonces se decidió a ser sincero, como había estado siendo en todo momento.
—El pasado tiene muchas cosas que cambiaría, pero si lo hiciera, dejaría de ser quien soy ahora. Así que creo que preferiría viajar al futuro. Ver hacia dónde me lleva la vida, en qué tipo de tiburón me convierto. Eso me resulta más interesante.
Con una sonrisa tranquila, concluyó sus respuestas, esperando que fueran del agrado de la humana. A la cual miró, intentando ver su reacción y si por alguna razón, le generaba más dudas sus respuestas.
Cuando terminaron de comer, el camarero llegó con la cuenta. Octojin suspiró al ver la cantidad y se quejó en broma.
—No sé qué hemos roto... Pero bueno, un día es un día— le dijo al camarero con una sonrisa, que se marchó a otra mesa con cara de pocos amigos.
El escualo entonces pensó que quizá era divertido enfocarlo de otra manera. Una que Airgid viese como una situación distinta en la que la adrenalina la asaltase.
—No tengo suficiente para pagar esto, así que tenemos que salir corriendo —dijo con el semblante totalmente serio y susurrando—. Primero sales tú con disimulo, como si se te hubiese olvidado algo ahí afuera, y luego me voy yo.
Lo cierto es que sí tenía dinero, pero aquél juego seguro que lo recordarían con una sonrisa. Si Airgid accedía a salir de allí, Octojin dejaría el dinero sobre la mesa, calculando lo que creía que costaba la comida, ya que no sabía leer y mucho menos hacer cuentas. Se despediría del camarero con una sonrisa y un agradecimiento.
—Todo estuvo perfecto, gracias — diría antes de salir en busca de Airgid, sabiendo que la pequeña broma sería su secreto compartido.
Una vez fuera, saldría corriendo como si realmente le fuese la vida en ello, y la buscaría con la mirada, intentando alcanzarla.
—Y así es como se juega a esto, pequeña mataniños —le diría con una sonora carcajada, intentando perderse entre los trastos de aquella zona, algo que no parecía muy difícil.