Asradi
Völva
21-10-2024, 11:07 AM
Era verdad que, ahora mismo, se sentía tranquila y relajada. O, al menos, en parte. En realidad nunca bajaba la guardia en su totalidad. Sobre todo cuando estaba cerca de asentamientos humanos. Y, a pesar de todo, a veces en el mismo mar. Solo se sentía medianamente segura a grandes profundidades, donde sabía que su mano no podría llegar hasta dicho lugar. O eso esperaba. Ahora, aunque confiaba en Galhard, siempre tenía esa espinita de preocupación en el fondo de su cabeza. Como un incesante y amargo recordatorio. Ahora, Galhard y Octojin eran de la Marina. Si ya se le hacía complicado abrirse a la gente, esto dilapidaba muchas cosas para ella. No sabía cómo sacar ese tema a la luz o, más bien, si debía hacerlo. El recordatorio en su espalda anulaba cualquier posibilidad al respecto. Y más al pensar en las posibles consecuencias. Tanto para ella, como para los demás. Fue consciente, solo a medias, de la mirada que Galhard le dedicaba, así como del repentino silencio que se instauró durante unos minutos que, a Asradi, le parecieron demasiado largos. Desvió la mirada hacia el horizonte, sintiendo esa culpabilidad que se arraigaba todavía más al respecto. Galhard tampoco la miraba ya, pero aún así podía sentir como si todavía lo hiciese. ¿La juzgaría? No le podría culpar si lo hiciese. Al fin y al cabo, no la conocía demasiado, y ella no sentía que estuviese siendo demasiado honesta, aunque nunca ese tema de conversación hubiese salido a la luz entre ellos.
A veces, en realidad, le gustaría contar con alguien con quien hablar de eso. Pero era una locura y no deseaba arrastrar a nadie más con ella. Sin mencionar que era también un riesgo para sí misma. Primaba, ahí, una mezcla de egoísmo con el terror más absoluto.
Finalmente, fue Galhard quien rompió el incómodo silencio que se había puesto sobre ellos. Y con un cambio de tema que, aunque no lo dijo, Asradi agradeció con una pequeña sonrisa que se dibujó en sus sonrosados labios.
— El mar siempre es un buen lugar para evadirse en ocasiones. — A ella le ayudaba en ocasiones. No tanto como le gustaría, pero era su lugar seguro en cierto sentido. Lo que no se esperó fue que, de repente, Galhard retomase aquel tema del que, hacía unos minutos, no había salido ni una sola palabra.
Asradi sintió como si se quedase sin aire durante unos momentos, y por inercia se mordió el labio inferior. Acto seguido, negó ligeramente con la cabeza. ¿Qué decirle? No quería mentirle, pero tampoco estaba preparada para abrirse en canal. No con ese tema.
El movimiento de su cola, que hasta ahora era fluido y tranquilo, se agitó de manera breve como un acto reflejo, aunque no era nada exagerado, sí había habido un pequeño cambio. Los ojos de Asradi se habían apartado del rostro de Galhard. No era capaz de mirarle ahora mismo.
¿Qué era lo que le mantenía en guardia? ¿El Gobierno? ¿Los Dragones Celestiales? Era un poco de todo, porque todo se enlazaba de alguna forma que no comprendía.
— El mundo. O yo misma, quizás. — Murmuró al final. Era, quizás, algo demasiado grande y generalizado.
Y no pretendía tampoco mentir o confundir a Galhard. Ella sabía la presencia física, aunque no estuviese ahí, que le mantenía en guardia. Pero también el resto de las personas. No sabía si había más como él, o si eran todos buena gente. O los que creía que eran sus amigos la terminarían traicionando si descubrían lo que realmente era. Y no se refería, ahora, a la raza a la que pertenecía.
Que también. El sacar tajada de una sirena joven no era mal visto en muchos lugares.
Al final, esbozó una sonrisa un poco más desangelada.
— Todos tenemos algo que no queremos contar, Galhard. Nadie es transparente del todo, al fin y al cabo. — Fue ella la que, ahora, se alejó levemente. Como si retrocediese un par de pasos, o ese sería el símil de haber estado en tierra.
Entendería que, después de eso, el pelicastaño no confiase en ella o tuviese más dudas. No podía culparle.
A veces, en realidad, le gustaría contar con alguien con quien hablar de eso. Pero era una locura y no deseaba arrastrar a nadie más con ella. Sin mencionar que era también un riesgo para sí misma. Primaba, ahí, una mezcla de egoísmo con el terror más absoluto.
Finalmente, fue Galhard quien rompió el incómodo silencio que se había puesto sobre ellos. Y con un cambio de tema que, aunque no lo dijo, Asradi agradeció con una pequeña sonrisa que se dibujó en sus sonrosados labios.
— El mar siempre es un buen lugar para evadirse en ocasiones. — A ella le ayudaba en ocasiones. No tanto como le gustaría, pero era su lugar seguro en cierto sentido. Lo que no se esperó fue que, de repente, Galhard retomase aquel tema del que, hacía unos minutos, no había salido ni una sola palabra.
Asradi sintió como si se quedase sin aire durante unos momentos, y por inercia se mordió el labio inferior. Acto seguido, negó ligeramente con la cabeza. ¿Qué decirle? No quería mentirle, pero tampoco estaba preparada para abrirse en canal. No con ese tema.
El movimiento de su cola, que hasta ahora era fluido y tranquilo, se agitó de manera breve como un acto reflejo, aunque no era nada exagerado, sí había habido un pequeño cambio. Los ojos de Asradi se habían apartado del rostro de Galhard. No era capaz de mirarle ahora mismo.
¿Qué era lo que le mantenía en guardia? ¿El Gobierno? ¿Los Dragones Celestiales? Era un poco de todo, porque todo se enlazaba de alguna forma que no comprendía.
— El mundo. O yo misma, quizás. — Murmuró al final. Era, quizás, algo demasiado grande y generalizado.
Y no pretendía tampoco mentir o confundir a Galhard. Ella sabía la presencia física, aunque no estuviese ahí, que le mantenía en guardia. Pero también el resto de las personas. No sabía si había más como él, o si eran todos buena gente. O los que creía que eran sus amigos la terminarían traicionando si descubrían lo que realmente era. Y no se refería, ahora, a la raza a la que pertenecía.
Que también. El sacar tajada de una sirena joven no era mal visto en muchos lugares.
Al final, esbozó una sonrisa un poco más desangelada.
— Todos tenemos algo que no queremos contar, Galhard. Nadie es transparente del todo, al fin y al cabo. — Fue ella la que, ahora, se alejó levemente. Como si retrocediese un par de pasos, o ese sería el símil de haber estado en tierra.
Entendería que, después de eso, el pelicastaño no confiase en ella o tuviese más dudas. No podía culparle.