Silver D. Syxel
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21-10-2024, 03:21 PM
La atmósfera en la bodega inferior era aún más opresiva que en la sala anterior. El aire viciado, casi gélido, parecía apretar el pecho de todos con una sensación de asfixia. Cada paso sobre los tablones de madera hacía crujir las escaleras siniestramente, como si pudieran colapsar en cualquier momento. A medida que descendían, el capitán sentía cómo su cuerpo se iba recuperando lentamente de los efectos del veneno. La rigidez en sus músculos comenzaba a ceder, aunque el rostro seguía adormecido y el sabor amargo persistía. El último trago de su petaca no había disipado del todo la náusea, pero su mente ya estaba más clara, y con ello, su determinación.
Al llegar al último peldaño, algo cambió. La bodega no solo estaba cubierta por la misma oscuridad que antes, sino también impregnada de una energía extraña y casi palpable. El pirata se detuvo, percibiendo claramente con su haki cómo la presencia que antes había detectado mutaba. Solo quedaba una, y lo más perturbador era la ausencia total de emoción en ella: ni odio ni furia, solo un vacío aterrador.
El capitán observó las figuras deformes que se extendían por el pasillo. Los maniquíes, con cuerpos inacabados y grotescos, parecían estar colocados como guardianes silenciosos. Por un instante, se preguntó si el veneno seguía afectando sus percepciones. Cada maniquí parecía un cuerpo incompleto, con piernas deformadas y cuencas vacías donde deberían estar los ojos.
Una mezcla de desconcierto y repulsión recorrió el cuerpo de Syxel. Sin embargo, la verdadera amenaza que percibía no eran esos horribles maniquíes, sino lo que se escondía más adelante, en la profundidad de la bodega.
— Espera... —susurró, extendiendo una mano para detener a Dharkel, quien avanzaba en primer lugar, confiando en su papel de explorador. La oscuridad lo rodeaba todo, pero no iba a permitir que avanzaran a ciegas. — Déjame ir primero... —agregó, con un tono tan firme como sus pisadas al avanzar al frente.
Con un movimiento decidido, desenvainó ambas espadas, y en cuanto el metal salió de sus fundas, las hojas se envolvieron en llamas danzantes. La luz que emitían era cálida y reconfortante, pero también intensa, haciendo que las sombras retrocedieran a lo largo de las paredes de la bodega. A su alrededor, los detalles antes ocultos de los maniquíes ahora eran claramente visibles, revelando los grotescos detalles de sus cuerpos. Sin embargo, eso solo hacía que el lugar se sintiera aún más tétrico. Las llamas de sus espadas iluminaban las paredes cubiertas de cajas y barriles, donde probablemente se almacenaba más vino... quizás incluso más veneno.
A cada paso, sentía el crujir de la madera bajo sus pies, acompañado del eco de las botellas de cristal entrechocando a su alrededor. El aire era frío, pero el calor de sus espadas mantenía a raya esa sensación. Sus sentidos estaban en alerta, pues no podía relajarse ni por un segundo.
De repente, algo en el suelo captó su atención. La luz de las llamas reflejó un brillo casi imperceptible. A medio camino, justo entre las cajas y maniquíes, un fino hilo se tensaba de un lado a otro, cruzando el pasillo. Era una trampa.
— Quietos —advirtió en voz baja, levantando una mano mientras sus ojos seguían la línea con precisión. — Parece una trampa... —murmuró, señalando el hilo que parecía perfectamente colocado para activar algún mecanismo oculto si alguien lo tocaba.
Con cuidado, se giró ligeramente para asegurarse de que todos sus compañeros lo habían visto. No quería que nadie tropezara con aquello, pues cualquier error en ese momento podría costarles caro.
Una vez que se aseguraron de evitar la más que probable trampa, siguió avanzando, con sus ojos y sentidos fijos en el fondo de la bodega. A medida que se acercaban, el sonido de los golpes de madera se hacía más claro. Alguien... o algo... estaba allí, esperando. El capitán podía sentir la presencia en la distancia y, fuese lo que fuese, pronto se revelaría. La tensión en el aire era palpable.
— Sigamos... —susurró, con ambas espadas encendidas en llamas, listo para lo que les aguardara en las profundidades de la bodega.
Al llegar al último peldaño, algo cambió. La bodega no solo estaba cubierta por la misma oscuridad que antes, sino también impregnada de una energía extraña y casi palpable. El pirata se detuvo, percibiendo claramente con su haki cómo la presencia que antes había detectado mutaba. Solo quedaba una, y lo más perturbador era la ausencia total de emoción en ella: ni odio ni furia, solo un vacío aterrador.
El capitán observó las figuras deformes que se extendían por el pasillo. Los maniquíes, con cuerpos inacabados y grotescos, parecían estar colocados como guardianes silenciosos. Por un instante, se preguntó si el veneno seguía afectando sus percepciones. Cada maniquí parecía un cuerpo incompleto, con piernas deformadas y cuencas vacías donde deberían estar los ojos.
Una mezcla de desconcierto y repulsión recorrió el cuerpo de Syxel. Sin embargo, la verdadera amenaza que percibía no eran esos horribles maniquíes, sino lo que se escondía más adelante, en la profundidad de la bodega.
— Espera... —susurró, extendiendo una mano para detener a Dharkel, quien avanzaba en primer lugar, confiando en su papel de explorador. La oscuridad lo rodeaba todo, pero no iba a permitir que avanzaran a ciegas. — Déjame ir primero... —agregó, con un tono tan firme como sus pisadas al avanzar al frente.
Con un movimiento decidido, desenvainó ambas espadas, y en cuanto el metal salió de sus fundas, las hojas se envolvieron en llamas danzantes. La luz que emitían era cálida y reconfortante, pero también intensa, haciendo que las sombras retrocedieran a lo largo de las paredes de la bodega. A su alrededor, los detalles antes ocultos de los maniquíes ahora eran claramente visibles, revelando los grotescos detalles de sus cuerpos. Sin embargo, eso solo hacía que el lugar se sintiera aún más tétrico. Las llamas de sus espadas iluminaban las paredes cubiertas de cajas y barriles, donde probablemente se almacenaba más vino... quizás incluso más veneno.
A cada paso, sentía el crujir de la madera bajo sus pies, acompañado del eco de las botellas de cristal entrechocando a su alrededor. El aire era frío, pero el calor de sus espadas mantenía a raya esa sensación. Sus sentidos estaban en alerta, pues no podía relajarse ni por un segundo.
De repente, algo en el suelo captó su atención. La luz de las llamas reflejó un brillo casi imperceptible. A medio camino, justo entre las cajas y maniquíes, un fino hilo se tensaba de un lado a otro, cruzando el pasillo. Era una trampa.
— Quietos —advirtió en voz baja, levantando una mano mientras sus ojos seguían la línea con precisión. — Parece una trampa... —murmuró, señalando el hilo que parecía perfectamente colocado para activar algún mecanismo oculto si alguien lo tocaba.
Con cuidado, se giró ligeramente para asegurarse de que todos sus compañeros lo habían visto. No quería que nadie tropezara con aquello, pues cualquier error en ese momento podría costarles caro.
Una vez que se aseguraron de evitar la más que probable trampa, siguió avanzando, con sus ojos y sentidos fijos en el fondo de la bodega. A medida que se acercaban, el sonido de los golpes de madera se hacía más claro. Alguien... o algo... estaba allí, esperando. El capitán podía sentir la presencia en la distancia y, fuese lo que fuese, pronto se revelaría. La tensión en el aire era palpable.
— Sigamos... —susurró, con ambas espadas encendidas en llamas, listo para lo que les aguardara en las profundidades de la bodega.
KENB401
KENBUNSHOKU
Haki básico
Tier 4
No Aprendida
7
2
Permite al usuario percibir con precisión la presencia de otros seres vivos en un área, siendo capaz de apreciar las emociones muy fuertes que exterioricen como un sufrimiento fuerte o un gran instinto asesino, etc. Si lo activa puede anticiparse a un ataque obteniendo para ello un bono de +5 [Reflejos].
Área: [VOLx12] metros. +5 [REF]