Sowon
Luna Sangrienta
21-10-2024, 11:42 PM
El calor del verano era evidente en aquella isla tropical, la imponente Oni había llegado a la Isla hacía unos días tras navegar en el barco de un conocido que le ofreció dejar atrás la Isla Kilombo. Eran duraderos los recuerdos de aventuras en aquella isla, los trabajos que había realizado casi sin parar con el fin de ganarse la confianza y el dinero suficiente, pero sobretodo en busca de un reto que le hiciera dejar atrás la mayor parte de aburrimiento rutinario. Ahora se encontraba en un lugar diferente, los humanos en ese lugar no parecían tan impresionados por su tamaño, algo en su cabeza parecía indicarle sobre un escenario mucho más emocionante que su anterior isla. Y era que si alguien no mostraba asombro, en su cultura simbolizaba que varios similares o todavía más peligrosos habían atravesado ese lugar. El sudor bajaba por su cuello, a veces llevar esa armadura era algo incómodo, en especial cuando el sol se empeñaba en convertirla en un licuado de Oni. Pero la rubia no parecía mostrar remordimientos, ya que el camino de los guerreros conllevaba sacrificios en varios niveles de la vida. Su cuerpo, curtido por el entrenamiento no pasaba desapercibido para ella, había transcurrido mucho tiempo desde que partió de su hogar en Onigashima, siendo ahora una guerrera que podía valerse lejos de la falda de su madre. Su rostro buscaba un lugar donde poder reponerse, el día se presentaba óptimo para un entrenamiento intenso, pero no podría realizarlo sin antes refrescar su garganta.
Ante los dos posibles caminos, la mujer pudo notar que la Posada vieja conllevaría mucho menos tiempo, perfecto para lo que buscaba ya que solo necesitaba un vaso de agua para ponerse manos a la obra. No le gustaba beber alcohol cuando entrenaba, reponerse con agua o jugos naturales le era mucho más productivo para mantenerse en la senda correcta. Entró al lugar, tuvo razón en que tardaría menos aunque tuvo que cuidar su cabeza de no llevarse más letras del cartel por delante, pidiendo un vaso de agua mientras se acomodaba como podía en la barra. El lugar parecía haber entrado en una crisis dado su competidor mucho más atrayente para las masas sociales de la isla, sin embargo, a la imponente demonio le gustaban los lugares de aire más tradicional. A lo mejor debido a que creció en un clan que era ferviente defensor de aquella manera tradicional de hacer las cosas, ahora lejos de casa, esos recuerdos llegaban a ella como la brisa de verano que no quería tocar su rostro pese al infernal calor del día.
―¿Qué se cuenta por aquí? Los rumores suelen pasar por los oídos de un buen posadero...―
Preguntó sin tapujos, había decidido reponerse de aquel golpe de calor, accediendo a una de las habitaciones del lugar y refrescar la garganta con la humilde agua que corría por ese lugar. Aprovechando para refrescar su rostro con un poco, era un día bastante pesado donde la idea de un combate solo pasaba por una mente tan alocada como la suya. Otros en su posición se hubieran rendido, bajado los brazos y simplemente entregarse en los brazos de un descanso merecido. Pero para la Oni, su combustible era la aventura, la lucha y los rumores eran el medio para conseguir no dejar que sus huesos se oxiden. Una vez sometido aquel golpe de calor, solo necesitaba un rumor o una indicación para volver a enfrentar al astro solar en busca de su siguiente objetivo.
―Asumo que por como me vieron afuera, es normal ver a personas con sus armas e incluso gigantescos demonios que salgan del infierno a pasear entre hormigas de su tamaño. Estoy segura que he llegado a un lugar ideal para poner en práctica lo mucho que me he entrenado en aquella lejana isla. Descuide hombre, no soy una bestia, simplemente no puedo resistirme ante un gran desafío por lo que si conoce algo, aunque solo sea un rumor puede contarme... Mientras no sea una mentira no deberíamos tener problemas...―
Recostada sobre la silla aguardaba las respuestas a sus interrogantes, era la previa ante lo inevitable, como un huracán que esperaba por la hora precisa para arrasar frente a sus oponentes. Sin embargo, su actitud era la de una chica relajada, sonriente con aquellos colmillos que decoraban una peligrosa mirada esmeralda. Solo buscaba un poco de diversión tras haber sentido que las cosas en Kilombo se habían vuelto una rutina, donde sentía que ya no podría avanzar, había llegado buscando nuevos retos y ansiaba que esa isla pudiera ofrecerle un poco de adrenalina a un cuerpo cada vez más preparado para las batallas.