Derian Markov
Lord Markov
22-10-2024, 12:24 AM
El conde acorraló al pescador y apuntó con la punta de su espada a su garganta, silenciando con aquel simple gesto el grito de socorro de su presa. No hacía falta decir nada más, su fría mirada lo decía todo: agota mi paciencia y morirás. Los ojos de Derian se desviaron por un momento al cuello del hombre, donde se le estaba marcando una vena. El hambre azotó su mente como un latigazo, pero haciendo uso de su disciplina, ignoró la imperiosa necesidad de abrir su cuello y beber de él - Los contrabandistas. Habla - el hombre murmuró excusas y palabras vacías, pero Derian no tenía paciencia para él. Podía sentir al Otro revolviéndose en su interior. Aquella presa cumpliría su función o sería su cena. Agarró con la mano izquierda al hombre por el cuello y lo alzó en el aire. Observó impasiblemente cómo se revolvía de manera patética en su férreo agarre, boqueando para intentar respirar y aferrándose a su antebrazo. Tras unos segundos más, dejó caer al hombre al suelo. Aún lo necesitaba vivo.
Su voluntad se quebró, por supuesto. Tal era la naturaleza de las presas. Le contó todo lo que sabía, que no era mucho, pero suficiente para iniciar la caza. Los acantilados... si había una cala, habría un punto de bajada, ¿verdad? Odiaría tener que tomar un bote y dar toda la vuelta a la isla. Eso sería inconveniente, molesto y peligroso. Por otro lado, ir a pie para tener que volver sería incluso más molesto. ¿Tal vez merecía la pena intentarlo? Había botes en la Vela de Plata que podía usar. No llevaría el barco, claro, nada le decía que hubiese el calado suficiente como para desembarcar y además sería demasiado llamativo. La caza requería sutileza.
- Eso... eso es todo lo que sé. Por favor... déjame ir...
La súplica del hombre arrancó al conde de sus pensamientos. ¿Dejarle ir? Haciendo eso perdía una cena fácil. Una oportunidad para acallar la voz del Otro. Sin embargo, odiaba rebajarse a actuar de acuerdo a los deseos de la carne. Con Otro o sin él, seguía teniendo el orgullo de un auténtico cazador. Así que, la pregunta era, ¿quería realmente matar a aquel hombre, o le resultaba más útil vivo? Se recordó cuál era su objetivo, dejar su huella en aquella ciudad. Tal vez incluso aprovechar para imponer su dominio sobre el inframundo local y empezar a hacerse un nombre. Para sus futuro planes necesitaría influencia, dinero y contactos.
La respuesta era clara. Si mataba a todo al que se encontraba, nadie sabría de él. Los muertos no cuentan historias - Te dejaré vivir, pescador. Pero quiero que recuerdes esta noche y prevengas a tus conocidos. Estas calles tienen un nuevo amo. Nadie volverá a hacer negocios en Rostock sin permiso de Derian Markov. Esos contrabandistas serán el ejemplo para el resto de criminales y rateros de esta ciudad: mañana, sus cadáveres adornarán el faro de la isla.
Con aquella ominosa advertencia, el conde se dio media vuelta y se retiró, envainando a Măcelar. ¿Su siguiente destino? El puerto. Caminando con paso decidido y una mirada que no auguraba nada bueno, se dirigió a la Vela de Plata. Velizar, uno de sus marineros, estaba haciendo guardia en cubierta. Cuando Derian apareció a su lado, con el hambre en el rostro y un destello enfermizo en la mirada, se apartó un paso con un escalofrío de terror. Sin embargo, el conde nunca tocaba a sus subordinados. Conseguir marineros hábiles y leales podía ser complicado, especialmente para alguien con sus inclinaciones. No estaban para malgastarlos tontamente, no habiendo presas fáciles en la isla - Despierta a otro de los hombres y que te sustituya en la guardia. Esta noche me llevarás en bote, tengo un viaje que hacer.
Un rato más tarde, tras haber despertado a Dimitri y bajar el bote a las oscuras aguas del puerto, Velizar comenzó a remar en dirección al faro. El conde estaba sentado en la popa, junto al timón, sumido en oscuros pensamientos. El Otro había intentado forzar su mano aquella noche. En denegar su deseo, había hecho que se revolviese en sus cadenas y aún sentía cómo intentaba liberarse, cada vez con un poco más de fuerza. Sin embargo, de haber faltado a su propio código y haberse abandonado a los deseos del Otro, lo habría contenido temporalmente al coste de fortalecerle. "Una Bestia soy para en una Bestia no convertirme" pensó, sintiendo desazón y amargura.
Su voluntad se quebró, por supuesto. Tal era la naturaleza de las presas. Le contó todo lo que sabía, que no era mucho, pero suficiente para iniciar la caza. Los acantilados... si había una cala, habría un punto de bajada, ¿verdad? Odiaría tener que tomar un bote y dar toda la vuelta a la isla. Eso sería inconveniente, molesto y peligroso. Por otro lado, ir a pie para tener que volver sería incluso más molesto. ¿Tal vez merecía la pena intentarlo? Había botes en la Vela de Plata que podía usar. No llevaría el barco, claro, nada le decía que hubiese el calado suficiente como para desembarcar y además sería demasiado llamativo. La caza requería sutileza.
- Eso... eso es todo lo que sé. Por favor... déjame ir...
La súplica del hombre arrancó al conde de sus pensamientos. ¿Dejarle ir? Haciendo eso perdía una cena fácil. Una oportunidad para acallar la voz del Otro. Sin embargo, odiaba rebajarse a actuar de acuerdo a los deseos de la carne. Con Otro o sin él, seguía teniendo el orgullo de un auténtico cazador. Así que, la pregunta era, ¿quería realmente matar a aquel hombre, o le resultaba más útil vivo? Se recordó cuál era su objetivo, dejar su huella en aquella ciudad. Tal vez incluso aprovechar para imponer su dominio sobre el inframundo local y empezar a hacerse un nombre. Para sus futuro planes necesitaría influencia, dinero y contactos.
La respuesta era clara. Si mataba a todo al que se encontraba, nadie sabría de él. Los muertos no cuentan historias - Te dejaré vivir, pescador. Pero quiero que recuerdes esta noche y prevengas a tus conocidos. Estas calles tienen un nuevo amo. Nadie volverá a hacer negocios en Rostock sin permiso de Derian Markov. Esos contrabandistas serán el ejemplo para el resto de criminales y rateros de esta ciudad: mañana, sus cadáveres adornarán el faro de la isla.
Con aquella ominosa advertencia, el conde se dio media vuelta y se retiró, envainando a Măcelar. ¿Su siguiente destino? El puerto. Caminando con paso decidido y una mirada que no auguraba nada bueno, se dirigió a la Vela de Plata. Velizar, uno de sus marineros, estaba haciendo guardia en cubierta. Cuando Derian apareció a su lado, con el hambre en el rostro y un destello enfermizo en la mirada, se apartó un paso con un escalofrío de terror. Sin embargo, el conde nunca tocaba a sus subordinados. Conseguir marineros hábiles y leales podía ser complicado, especialmente para alguien con sus inclinaciones. No estaban para malgastarlos tontamente, no habiendo presas fáciles en la isla - Despierta a otro de los hombres y que te sustituya en la guardia. Esta noche me llevarás en bote, tengo un viaje que hacer.
Un rato más tarde, tras haber despertado a Dimitri y bajar el bote a las oscuras aguas del puerto, Velizar comenzó a remar en dirección al faro. El conde estaba sentado en la popa, junto al timón, sumido en oscuros pensamientos. El Otro había intentado forzar su mano aquella noche. En denegar su deseo, había hecho que se revolviese en sus cadenas y aún sentía cómo intentaba liberarse, cada vez con un poco más de fuerza. Sin embargo, de haber faltado a su propio código y haberse abandonado a los deseos del Otro, lo habría contenido temporalmente al coste de fortalecerle. "Una Bestia soy para en una Bestia no convertirme" pensó, sintiendo desazón y amargura.