Atlas
Nowhere | Fénix
22-10-2024, 11:03 AM
La rabia contenida de Octojin casi se podía ver flotando en el ambiente mientras intercambiaba palabras con el sujeto de la gabardina. Había conseguido ponerse en pie de nuevo, explicándome en el proceso que habían empleado un extraño sonido para inutilizarle y que no se pudiese mover. Con herramientas como ésa, desde luego, era difícil que un solo gyojin consiguiera escapar de las garras de aquel grupo de criminales.
Fuera como fuese, parecía que habíamos llegado a un punto muerto. Los captores tenían el barco en unas condiciones lamentables y no podrían irse de allí —al menos no con vida— a menos que se lo permitiésemos. Por otro lado, disponían de un arma capaz de dejar fuera de combate a todo nuestro bando menos a mí. Por si no fuese suficiente, desconocíamos la ubicación en la que mantenían retenidos a los congéneres del tiburón. En consecuencia, tal vez en aquel momento tuviésemos cierta ventaja, pero de cara a la situación global podíamos perder muchísimo. Sí, ellos también, pero la diferencia era que para nosotros debía prevalecer la seguridad y el bienestar de los capturados.
—Estoy seguro de que podemos encontrar un camino intermedio que nos convenza a todos —comencé a decir después del breve diálogo entre Octojin y el que parecía ser el líder de aquellos tipos. Había podido notar a la perfección la mirada del tiburón clavándose en mí, seguramente buscando una actitud menos beligerante que sabía debía imperar pero era incapaz de demostrar—. No tenemos ningún interés en capturaros. No estamos aquí para atraparos, sino para liberar a los gyojins capturados. Si nos decís dónde están, los liberamos y dejáis a esta gente en paz, incluso estoy dispuesto a traeros la madera que necesitéis para las reparaciones y no nos opondremos a que os marchéis.
El anciano comenzó a deambular por la cubierta, haciendo como quien revisa el estado de los nudos que habían realizado los marineros, la limpieza de la cubierta y la forma en que los barriles estaban fijados para que no se deslizasen con el bamboleo del barco. No obstante, todos allí sabíamos que su aparente desinterés escondía una necesidad de ganar tiempo para valorar mi propuesta.
—Vivimos de esto —respondió finalmente—. Si nos dejáis sin nada de mercancía no tendremos cómo subsistir los próximos meses. Liberaremos a la mitad de los peces y nos quedaremos a la otra mitad... Y no nos seguiréis bajo ninguna circunstancia —contrapuso.
—Eso es algo que tenemos prohibido —repliqué rápidamente—. No podemos dejar algunos en vuestras manos y hacer como que aquí no ha pasado nada. Nuestras órdenes son todos o ninguno. Si rechazáis la oferta, estamos obligados a deteneros o acabar con vosotros. Ya después se vería cómo buscar a vuestras presas, pero no tenemos autorización para cumplir la misión a medias —mentí—. Mira la situación. No quedan gyojin en la zona, sólo mi compañero. Podéis detenerle con ese sonido o lo que sea, pero a mí no. No tendría problema en llevármelo de aquí y ni siquiera tendría que pedir refuerzos. Sólo tendríamos que dejar que os murieseis de hambre aquí varados. Si intentaseis escapar por mar, no creo que un tiburón de cuatro metros de largo tuviese demasiados problemas en encontraros y acabar con vosotros uno a uno. Creedme, lo está deseando, pero le pesa más salvar a los suyos. Mi amigo es alguien de palabra. Si accedéis a nuestras condiciones y liberamos a los gyojins, insisto, yo mismo os traeré lo que necesitéis para reparar el barco y os podréis marchar sin que os persigamos, ¿qué me dices? —sentencié, clavando de nuevo mis ojos con insistencia en los de aquel señor mayor que, en el fondo, sabía que no tenía muchas más opciones.
Entretanto, dirigí un par de rápidos vistazos a Octojin para comprobar si mi idea le parecía bien. Detestaba la idea de dejar que se marchasen sin más, pero no se me ocurría nada más para conseguir que nos dijesen dónde mantenían cautivos a quienes habían apresado. Por mucho que tuviesen poco margen de maniobra, debíamos darles algo a lo que aferrarse para lograr lo que pretendíamos. Más adelante, si todo iba bien, podríamos plantear la posibilidad de intentar perseguirles, atraparles e impedir que continuasen desarrollando la nociva actividad de la que se nutrían. Lo más importante era, con diferencia, rescatarlos a todos.
Fuera como fuese, parecía que habíamos llegado a un punto muerto. Los captores tenían el barco en unas condiciones lamentables y no podrían irse de allí —al menos no con vida— a menos que se lo permitiésemos. Por otro lado, disponían de un arma capaz de dejar fuera de combate a todo nuestro bando menos a mí. Por si no fuese suficiente, desconocíamos la ubicación en la que mantenían retenidos a los congéneres del tiburón. En consecuencia, tal vez en aquel momento tuviésemos cierta ventaja, pero de cara a la situación global podíamos perder muchísimo. Sí, ellos también, pero la diferencia era que para nosotros debía prevalecer la seguridad y el bienestar de los capturados.
—Estoy seguro de que podemos encontrar un camino intermedio que nos convenza a todos —comencé a decir después del breve diálogo entre Octojin y el que parecía ser el líder de aquellos tipos. Había podido notar a la perfección la mirada del tiburón clavándose en mí, seguramente buscando una actitud menos beligerante que sabía debía imperar pero era incapaz de demostrar—. No tenemos ningún interés en capturaros. No estamos aquí para atraparos, sino para liberar a los gyojins capturados. Si nos decís dónde están, los liberamos y dejáis a esta gente en paz, incluso estoy dispuesto a traeros la madera que necesitéis para las reparaciones y no nos opondremos a que os marchéis.
El anciano comenzó a deambular por la cubierta, haciendo como quien revisa el estado de los nudos que habían realizado los marineros, la limpieza de la cubierta y la forma en que los barriles estaban fijados para que no se deslizasen con el bamboleo del barco. No obstante, todos allí sabíamos que su aparente desinterés escondía una necesidad de ganar tiempo para valorar mi propuesta.
—Vivimos de esto —respondió finalmente—. Si nos dejáis sin nada de mercancía no tendremos cómo subsistir los próximos meses. Liberaremos a la mitad de los peces y nos quedaremos a la otra mitad... Y no nos seguiréis bajo ninguna circunstancia —contrapuso.
—Eso es algo que tenemos prohibido —repliqué rápidamente—. No podemos dejar algunos en vuestras manos y hacer como que aquí no ha pasado nada. Nuestras órdenes son todos o ninguno. Si rechazáis la oferta, estamos obligados a deteneros o acabar con vosotros. Ya después se vería cómo buscar a vuestras presas, pero no tenemos autorización para cumplir la misión a medias —mentí—. Mira la situación. No quedan gyojin en la zona, sólo mi compañero. Podéis detenerle con ese sonido o lo que sea, pero a mí no. No tendría problema en llevármelo de aquí y ni siquiera tendría que pedir refuerzos. Sólo tendríamos que dejar que os murieseis de hambre aquí varados. Si intentaseis escapar por mar, no creo que un tiburón de cuatro metros de largo tuviese demasiados problemas en encontraros y acabar con vosotros uno a uno. Creedme, lo está deseando, pero le pesa más salvar a los suyos. Mi amigo es alguien de palabra. Si accedéis a nuestras condiciones y liberamos a los gyojins, insisto, yo mismo os traeré lo que necesitéis para reparar el barco y os podréis marchar sin que os persigamos, ¿qué me dices? —sentencié, clavando de nuevo mis ojos con insistencia en los de aquel señor mayor que, en el fondo, sabía que no tenía muchas más opciones.
Entretanto, dirigí un par de rápidos vistazos a Octojin para comprobar si mi idea le parecía bien. Detestaba la idea de dejar que se marchasen sin más, pero no se me ocurría nada más para conseguir que nos dijesen dónde mantenían cautivos a quienes habían apresado. Por mucho que tuviesen poco margen de maniobra, debíamos darles algo a lo que aferrarse para lograr lo que pretendíamos. Más adelante, si todo iba bien, podríamos plantear la posibilidad de intentar perseguirles, atraparles e impedir que continuasen desarrollando la nociva actividad de la que se nutrían. Lo más importante era, con diferencia, rescatarlos a todos.