36 de Verano del año 724
Cubierta de la Alborada, Isla Momobami.
La mañana parecía tranquila en el barco revolucionario, La Alborada, un paraíso de paz con solo el suave balanceo de las olas y los sonoros ronquidos de Tofun como banda sonora. El enano, atrapado en un profundo sueño, soñaba con tesoros y tabernas, completamente inconsciente de la resaca monumental que lo mantenía pegado a su cama como un pulpo a una roca.
Mientras tanto, en un rincón del barco, Timsy hacía de las suyas. Llevaba días actuando como una pequeña tormenta marina, explorando cada rincón y sumergiéndose sin avisar o pedir permiso, siempre a un paso de meter la pata. Sin embargo, esa mañana, sus travesuras alcanzaron un nuevo nivel. De repente, apareció ante su hermano mayor, Umibozu, con una expresión que mezclaba emoción y picardía.
— ¡Hermano, tienes que venir conmigo! —exclamó, moviéndose de un lado a otro como si tuviera un pez globo dentro de su barriga. — ¡He encontrado algo increíble!
Sin dejar que Umibozu siquiera pusiera en marcha su mente, Timsy ya estaba tirando de su brazo, indicándole el camino a seguir con la energía de un delfín en celo. Lo que prometía ser un día de descanso pronto se convirtió en una carrera a lo desconocido.
La pareja se adentró en el mar, dejando atrás el barco y la inefable resaca de Tofun, con suerte Umibozu si recordaría la última petición del tontatta: "Vosotros que podeís investigar el fondo marino... ¿Podríais obtener información sobre el asentamiento pirata en la costa Oeste?" En realidad esa era la penultima, la última fue en la cena y era: "¿Puedes pasarme la sal marina? Hehehe " Mientras avanzaban por el fondo marino, el paisaje cambiaba rápidamente. La luz del sol se desvanecía a medida que se sumergían, y pronto se encontraron rodeados de altas algas que se movían con las corrientes como si estuvieran bailando.
Al llegar a una zona más profunda, encontraron a un pez bruja esperando, que era un espectáculo digno de un pesadilla submarina. Con su piel oscura y viscosa, una boca desproporcionadamente ancha y un aspecto que incluso podría hacer que incluso Umibozu frunciera el ceño, la criatura parecía ser el tipo de amigo que uno preferiría evitar en una fiesta de solteros.
Timsy, sin embargo, se acercó a la criatura con confianza. El pez bruja comenzó a emitir una serie de sonidos burbujeantes, de los que Umibozu solo pudo captar un...
— glu, glu — Era un idioma extraño, pero parecía que Timsy estaba en la misma sintonía que la criatura, compartiendo risas y secretos que solo ellos podían entender. Tras varias risotadas y muchos "Glu, Glu" todo parecía estar dispuesto. Sin previo aviso, el pez bruja se giró y comenzó a nadar, como si estuviera invitándolos a una aventura secreta. Timsy, siempre dispuesto a seguir su instinto, no perdió ni un segundo y se lanzó detrás del pez.
— ¡Vamos, hermano! — Gritó, la emoción chispeando en sus ojos. — ¿No has oído? ¡Llegaremos tarde!
Umibozu, sin apenas información sobre la situación, no tendría más remedio que seguir a su travieso hermano, preguntándose qué locura les esperaba en este misterioso viaje submarino. ¡Las aventuras nunca son aburridas con Timsy!