Lance Turner
Shirogami
22-10-2024, 08:33 PM
El joven marine, lejos de reaccionar con agresividad o un mal gesto ante el chapuzón de agua fría, supo mantener con firmeza su actitud disciplinada. No era de extrañar en un marine bien formado, ni tampoco en lo que ya me había demostrado, sin embargo, sí era algo que me alegraba de comprobar de primera mano.
Una vez que comenzamos con la conversación, esta fluyó como si fuese una presa de agua abierta, liberando todo aquello que ha contenido durante años. Galhard me había mostrado un lado sentimental en varias ocasiones, compensándolo a la hora de actuar con buen juicio. Todavía debía aprender mucho, sin duda su carrera no había hecho más que empezar a despegar, pero iba por el camino correcto.
Permanecí en silencio mientras le escuchaba, ignorando a partir de ese momento la diferencia de rangos entre nosotros. No los mantenía conscientemente, ni por cuestión de ego. Cuando uno se pasa tantos años dentro del cuerpo marine, terminaba normalizando las jerarquías y el trato entre estas, hasta poder estar en plena confianza y soltarse. El chico era hábil a la hora de escoger las palabras correctas, y sin dudas, fueron cogiendo sitio dentro de mi mente. Al comienzo era reacio, debo admitirlo, pero poco a poco, sentí un alivio al tener alguien con quien hablar por fin de esto. Había tocado una fibra muy profunda en mí. Sentía como algo dentro de mí, que había estado enterrado durante mucho tiempo, empezaba a liberarse. No había sido fácil para mí abrirme, pero tal vez ahora era el momento. Quizá lo necesitaba más de lo que estaba dispuesto a admitir.
Tomé aire, cerrando los ojos un momento antes de hablar. Comencé a mover la pierna, nervioso, tratando de desfogar ese miedo antes de articular palabra.
- Galhard... - Dije con un tono de voz más suave, casi quebrada, pero rápidamente retomé firmeza. - No es sencillo para mí hablar de esto. - Continué soltando un suspiro tras ello, dejando que las palabras fluyeran, aunque sabía que dolerían. - Has dicho muchas cosas… y en otras circunstancias, esto te habría llevado una sanción. - Le dije riéndome un poco para relajar el ambiente antes de dar una nueva calada. - Pero me veo obligado a admitir que me has hecho pensar… Y creo que es hora de soltar parte del peso que llevo cargando tanto tiempo, tengan las consecuencias que deban tener.
Mi mirada se fijó en un punto lejano, casi como si reviviera cada rincón de mi pasado en mi mente antes de elegir qué decir. Había vivido tantos años con esta carga que ni siquiera sabía por dónde empezar.
- Hace muchos años, fui como tú. - Comencé a relatar, sintiendo el peso de cada palabra mientras las pronunciaba, como si estuviese liberando fragmentos de una gran armadura que rodeaba mi alma. - Tenía grandes sueños, creía que podía cambiar el mundo... que podía ser un símbolo de justicia en los mares del East Blue. - Una pequeña risa amarga escapó de mis labios. - Pero la vida es cruel… y tiene una manera extraña de mostrarnos lo que somos en realidad. ¿Quién sabe si en otra vida hubiese podido ser alguien más importante? O al contrario, un villano con un hacha por mano. - Dije riéndome imaginándome así, y un trozo de metal por mandíbula inferior.
Hice una pausa, incapaz de continuar por un momento. Los recuerdos volvían, más nítidos de lo que me gustaría. Tomé otro suspiro y continué.
- Mi nombre es Oliver Chop. - Le contesté mirándole fijamente a los ojos, confirmándole así que había acertado en mi identidad. - Capitán de la Base G-48 en su máximo esplendor, y también ahora, que ha sido reducida a ruinas. Fui dado por muerto hace 10 años en una intensa batalla que aquí tuvo lugar. Todos mis compañeros, absolutamente todos, perdieron la vida en este suelo que estamos pisando, y yo mismo, su hombre de máxima confianza, hui como una rata a esconderme por el pánico que sentí. - Me detuve en ese momento para observar a los perros que nos rodeaban y no pude contener las lágrimas que caían por mi rostro, aún con semblante firme. - Y de no ser por estos chicos, ya haría mucho que yo tampoco estaría aquí.
Tras esto, froté mi cara con ambas manos para limpiármela de aquellos rastros de dolor, sintiendo que eran una muestra más de la debilidad que una vez mostré años atrás. Posteriormente, mantuve la vista en la mesa, sintiendo que los recuerdos pesaban más que las palabras
- Eran buenos hombres, valientes... y yo los traicioné. - La tristeza inundó mi voz en ese momento. - Tuve que tomar, y elegí salvar mi vida. Mi presencia allí no hubiese cambiado nada, pero al menos no habría sido una rata cobarde y traicionera.
Nunca había dicho eso en voz alta, y el dolor se hizo aún más tangible al admitirlo frente a alguien más. Me sentí expuesto, pero también era liberador, como arrancar un vendaje de una herida que jamás sanó. Las lágrimas volvían a caer por mi rostro, el cual ya se rindió de disimular, rompiendo en llanto en ese momento.
- Los vi caer… uno a uno. - Mi tono era tan frágil y agudo que seguramente costaría entender cada palabra que dijera. - Y no hice nada… ¡Nada!... ¡Por eso me llamo a mí mismo el marine más cobarde del East Blue! ¡¡Porque en el momento más importante de mi vida, elegí mi vida sobre la de los hombres que confiaban en mí!! - El grito iba cada vez más en aumento, emitiendo ahora un grito casi ensordecedor. - ¡¡¡Elegí morir en esta vida llena de desgracia, por encima de morir junto a mis hombres con honor!!!
El silencio se apoderó de nosotros de nuevo, durante aproximadamente un minuto. Mis manos temblaban ligeramente sobre la mesa, pero me obligué a seguir. Llegados a este punto, no había marcha atrás posible.
- Después de aquello... me retiré. - Mi tono ahora era ahora más tranquilo, como si hubiera aceptado la inevitabilidad de mi confesión. - Pasé años bebiendo para olvidar, para evitar pensar en lo que había hecho. El alcohol me mantuvo funcionando, me dio una excusa para no enfrentarme a la realidad.
Observé el sol que se desvanecía detrás de las paredes del laberinto, dejando caer una penumbra sobre nosotros. Los perros se habían tranquilizado, acurrucados junto a nuestras piernas, aportando una pequeña paz en medio de tanta oscuridad.
- Pero tú... - Dije mirándolo directamente, buscando sus ojos. - Tú no eres como yo, y vas a poder llegar más lejos. Tienes algo que yo perdí hace mucho tiempo. Una claridad, una fuerza... Y si sigues así, puedes ser el marine que yo jamás logré ser. - Contesté con una pequeña, pero sincera, sonrisa amarga. - Me recuerdas a mí, pero mejor. Mucho mejor…
Dejé que esas palabras calaran en el ambiente. Me sentía más ligero, como si finalmente hubiera liberado parte de esa carga que había estado arrastrando durante tantos años. Sabía que había más que decir, pero lo más importante ya estaba sobre la mesa.
- Galhard... - Volví a hablar tras una pausa. - Lo que quiero que entiendas, es que el mar, la vida, no se preocupan por nuestros sueños. Siempre te pondrán en situaciones donde fallarás, donde te cuestionarás a ti mismo y a lo que has hecho. Pero mientras sigas luchando... mientras sigas caminando, no habrás perdido.
Sentí una especie de liberación interna al decirlo. Miré a Galhard, esperando ver cómo recibía mi historia. Sabía que no era fácil, pero también sabía que, de alguna manera, había encontrado en él la esperanza que necesitaba para seguir adelante. Reflexioné entonces observando los cielos sobre la hora que era, y lo que había pendiente de hacer. También quería darle al chico una serie de premios por haber completado el laberinto, tal y como le prometí en la pasada ocasión.
- Antes de que me digas nada… ¿Qué te parece si pasas la noche aquí? Ya es tarde para salir a la mar… y así podré responder todas tus dudas, es lo mínimo que te mereces. - Me sentí mucho más liberado tras soltarlo, a pesar de que sabía que mi destino estaba ahora en manos de Galhard. Podría denunciar mis acciones, enviando hacia aquí a una división para arrestarme. Sin embargo, no había nada que temer, ya había pagado con creces mi condena en vida, y una prisión era un castigo mucho menor que aquel del que me acababa de liberar.
- Por cierto, me gustaría darte también la recompensa por haber completado el laberinto, joven. - Le dije con una sonrisa de oreja a oreja. - Pero antes me vas a permitir que te riña. ¡Había trampas que lograse evadir! ¡Desde la primera ocasión! ¡Tenías que haberte dado la vuelta para inspeccionarla, y te hubieses dado cuenta de cómo funcionaban jajajaja. - Le dije con una gran risa detrás, la primera risa sincera en mucho tiempo. - Aunque bueno. Lo importante es lo importante, vamos a preparar algo de cenar, y te daré mi regalo de despedida, Galhard.
Una vez que comenzamos con la conversación, esta fluyó como si fuese una presa de agua abierta, liberando todo aquello que ha contenido durante años. Galhard me había mostrado un lado sentimental en varias ocasiones, compensándolo a la hora de actuar con buen juicio. Todavía debía aprender mucho, sin duda su carrera no había hecho más que empezar a despegar, pero iba por el camino correcto.
Permanecí en silencio mientras le escuchaba, ignorando a partir de ese momento la diferencia de rangos entre nosotros. No los mantenía conscientemente, ni por cuestión de ego. Cuando uno se pasa tantos años dentro del cuerpo marine, terminaba normalizando las jerarquías y el trato entre estas, hasta poder estar en plena confianza y soltarse. El chico era hábil a la hora de escoger las palabras correctas, y sin dudas, fueron cogiendo sitio dentro de mi mente. Al comienzo era reacio, debo admitirlo, pero poco a poco, sentí un alivio al tener alguien con quien hablar por fin de esto. Había tocado una fibra muy profunda en mí. Sentía como algo dentro de mí, que había estado enterrado durante mucho tiempo, empezaba a liberarse. No había sido fácil para mí abrirme, pero tal vez ahora era el momento. Quizá lo necesitaba más de lo que estaba dispuesto a admitir.
Tomé aire, cerrando los ojos un momento antes de hablar. Comencé a mover la pierna, nervioso, tratando de desfogar ese miedo antes de articular palabra.
- Galhard... - Dije con un tono de voz más suave, casi quebrada, pero rápidamente retomé firmeza. - No es sencillo para mí hablar de esto. - Continué soltando un suspiro tras ello, dejando que las palabras fluyeran, aunque sabía que dolerían. - Has dicho muchas cosas… y en otras circunstancias, esto te habría llevado una sanción. - Le dije riéndome un poco para relajar el ambiente antes de dar una nueva calada. - Pero me veo obligado a admitir que me has hecho pensar… Y creo que es hora de soltar parte del peso que llevo cargando tanto tiempo, tengan las consecuencias que deban tener.
Mi mirada se fijó en un punto lejano, casi como si reviviera cada rincón de mi pasado en mi mente antes de elegir qué decir. Había vivido tantos años con esta carga que ni siquiera sabía por dónde empezar.
- Hace muchos años, fui como tú. - Comencé a relatar, sintiendo el peso de cada palabra mientras las pronunciaba, como si estuviese liberando fragmentos de una gran armadura que rodeaba mi alma. - Tenía grandes sueños, creía que podía cambiar el mundo... que podía ser un símbolo de justicia en los mares del East Blue. - Una pequeña risa amarga escapó de mis labios. - Pero la vida es cruel… y tiene una manera extraña de mostrarnos lo que somos en realidad. ¿Quién sabe si en otra vida hubiese podido ser alguien más importante? O al contrario, un villano con un hacha por mano. - Dije riéndome imaginándome así, y un trozo de metal por mandíbula inferior.
Hice una pausa, incapaz de continuar por un momento. Los recuerdos volvían, más nítidos de lo que me gustaría. Tomé otro suspiro y continué.
- Mi nombre es Oliver Chop. - Le contesté mirándole fijamente a los ojos, confirmándole así que había acertado en mi identidad. - Capitán de la Base G-48 en su máximo esplendor, y también ahora, que ha sido reducida a ruinas. Fui dado por muerto hace 10 años en una intensa batalla que aquí tuvo lugar. Todos mis compañeros, absolutamente todos, perdieron la vida en este suelo que estamos pisando, y yo mismo, su hombre de máxima confianza, hui como una rata a esconderme por el pánico que sentí. - Me detuve en ese momento para observar a los perros que nos rodeaban y no pude contener las lágrimas que caían por mi rostro, aún con semblante firme. - Y de no ser por estos chicos, ya haría mucho que yo tampoco estaría aquí.
Tras esto, froté mi cara con ambas manos para limpiármela de aquellos rastros de dolor, sintiendo que eran una muestra más de la debilidad que una vez mostré años atrás. Posteriormente, mantuve la vista en la mesa, sintiendo que los recuerdos pesaban más que las palabras
- Eran buenos hombres, valientes... y yo los traicioné. - La tristeza inundó mi voz en ese momento. - Tuve que tomar, y elegí salvar mi vida. Mi presencia allí no hubiese cambiado nada, pero al menos no habría sido una rata cobarde y traicionera.
Nunca había dicho eso en voz alta, y el dolor se hizo aún más tangible al admitirlo frente a alguien más. Me sentí expuesto, pero también era liberador, como arrancar un vendaje de una herida que jamás sanó. Las lágrimas volvían a caer por mi rostro, el cual ya se rindió de disimular, rompiendo en llanto en ese momento.
- Los vi caer… uno a uno. - Mi tono era tan frágil y agudo que seguramente costaría entender cada palabra que dijera. - Y no hice nada… ¡Nada!... ¡Por eso me llamo a mí mismo el marine más cobarde del East Blue! ¡¡Porque en el momento más importante de mi vida, elegí mi vida sobre la de los hombres que confiaban en mí!! - El grito iba cada vez más en aumento, emitiendo ahora un grito casi ensordecedor. - ¡¡¡Elegí morir en esta vida llena de desgracia, por encima de morir junto a mis hombres con honor!!!
El silencio se apoderó de nosotros de nuevo, durante aproximadamente un minuto. Mis manos temblaban ligeramente sobre la mesa, pero me obligué a seguir. Llegados a este punto, no había marcha atrás posible.
- Después de aquello... me retiré. - Mi tono ahora era ahora más tranquilo, como si hubiera aceptado la inevitabilidad de mi confesión. - Pasé años bebiendo para olvidar, para evitar pensar en lo que había hecho. El alcohol me mantuvo funcionando, me dio una excusa para no enfrentarme a la realidad.
Observé el sol que se desvanecía detrás de las paredes del laberinto, dejando caer una penumbra sobre nosotros. Los perros se habían tranquilizado, acurrucados junto a nuestras piernas, aportando una pequeña paz en medio de tanta oscuridad.
- Pero tú... - Dije mirándolo directamente, buscando sus ojos. - Tú no eres como yo, y vas a poder llegar más lejos. Tienes algo que yo perdí hace mucho tiempo. Una claridad, una fuerza... Y si sigues así, puedes ser el marine que yo jamás logré ser. - Contesté con una pequeña, pero sincera, sonrisa amarga. - Me recuerdas a mí, pero mejor. Mucho mejor…
Dejé que esas palabras calaran en el ambiente. Me sentía más ligero, como si finalmente hubiera liberado parte de esa carga que había estado arrastrando durante tantos años. Sabía que había más que decir, pero lo más importante ya estaba sobre la mesa.
- Galhard... - Volví a hablar tras una pausa. - Lo que quiero que entiendas, es que el mar, la vida, no se preocupan por nuestros sueños. Siempre te pondrán en situaciones donde fallarás, donde te cuestionarás a ti mismo y a lo que has hecho. Pero mientras sigas luchando... mientras sigas caminando, no habrás perdido.
Sentí una especie de liberación interna al decirlo. Miré a Galhard, esperando ver cómo recibía mi historia. Sabía que no era fácil, pero también sabía que, de alguna manera, había encontrado en él la esperanza que necesitaba para seguir adelante. Reflexioné entonces observando los cielos sobre la hora que era, y lo que había pendiente de hacer. También quería darle al chico una serie de premios por haber completado el laberinto, tal y como le prometí en la pasada ocasión.
- Antes de que me digas nada… ¿Qué te parece si pasas la noche aquí? Ya es tarde para salir a la mar… y así podré responder todas tus dudas, es lo mínimo que te mereces. - Me sentí mucho más liberado tras soltarlo, a pesar de que sabía que mi destino estaba ahora en manos de Galhard. Podría denunciar mis acciones, enviando hacia aquí a una división para arrestarme. Sin embargo, no había nada que temer, ya había pagado con creces mi condena en vida, y una prisión era un castigo mucho menor que aquel del que me acababa de liberar.
- Por cierto, me gustaría darte también la recompensa por haber completado el laberinto, joven. - Le dije con una sonrisa de oreja a oreja. - Pero antes me vas a permitir que te riña. ¡Había trampas que lograse evadir! ¡Desde la primera ocasión! ¡Tenías que haberte dado la vuelta para inspeccionarla, y te hubieses dado cuenta de cómo funcionaban jajajaja. - Le dije con una gran risa detrás, la primera risa sincera en mucho tiempo. - Aunque bueno. Lo importante es lo importante, vamos a preparar algo de cenar, y te daré mi regalo de despedida, Galhard.