Ray
Kuroi Ya
23-10-2024, 12:37 AM
Envuelto en el frenesí que le había invadido al conocer lo ocurrido, el joven marine recorrió la planta baja del casino en pos de la presencia que estaba seguro era la de McNeil. A su paso iba abriendo puertas con la esperanza de encontrarle tras una de ellas, no consiguiendo más que hallar una estancia tras otra sin salida alguna. En más de una de ellas se encontró frente a frente por un instante con clientes o empleados del casino, algunos de ellos en situaciones ligeramente comprometidas, pero no tuvo tiempo prácticamente ni de asimilar lo que veía, tan enfrascado estaba en la tarea que tenía entre ceja y ceja. No había tiempo para explicaciones ni para entretenerse a pedir disculpas, pues no podía perder un segundo si quería tener éxito en su cometido.
El lujoso pasillo que hacía de eje central se había convertido en su pista de carreras, en un ejercicio a contrarreloj en el que el peliblanco debía registrar hasta el último recoveco de aquel edificio a fin de dar con el conspirador antes de que lo hicieran los hombres de Sorvolo o de que este huyese.
Y en todo momento, siempre frente a él, la presencia a la que perseguía continuaba en movimiento. Llegado un punto su aura se encontró de bruces con varias más, y Ray pudo volver a percibir aquel feroz instinto asesino que había sentido en él apenas unos minutos antes. Aunque no solo procedía de McNeil, sino también de los individuos que se había cruzado. Pronto varias de esas voces se apagaron, y si objetivo reanudó su huida en una dirección diferente a la que llevaba hasta entonces.
El marine atravesó varias estancias en las que los clientes jugaban despreocupadamente con máquinas tragaperras antes de llegar a un cruce. Y en ese instante, justo cuando la existencia de múltiples opciones para continuar su camino le desconcertó ligeramente, se dio cuenta de un detalle de extrema importancia. Podía sentir la presencia de McNeil tremendamente cerca de su posición. Fue entonces cuando una puerta se abrió de golpe, dejando ver al otro lado a un hombre vestido de traje con un símbolo de un misil que lo identificaba como empleado del casino. Tenía los cabellos de un color claro, tendente a pajizo, y unos ojos verdes que expresaban claramente desesperación. Llevaba un puñal en su mano izquierda, y estaba herido. Su presencia coincidía con la que había estado siguiendo, por lo que el joven marine se dispuso a abalanzarse sobre él.
El tipo se quedó paralizado al verle, pero antes de que el peliblanco pudiera hacer nada dos miembros del equipo de seguridad del casino le embistieron, lanzándole al suelo. Uno de ellos le apuntó con una pistola mientras le indicaba que debía acompañarles a ver a su jefe, llamándole por su nombre y confirmando lo que Ray suponía. Aquel tipo era ni más ni menos que McNeil.
Si algo tenía claro era que no podía dejar que esos sicarios se lo llevaran, ya que si lo hacían lo más seguro era que McNeil no volviese a ver la luz del sol, y nadie volviera nunca a saber nada de él. Así que miró a los dos miembros del equipo de seguridad y al hombre que había organizado todo aquel incidente directamente a los ojos, buscando meterles el miedo en el cuerpo, y habló con voz clara y firme:
- Jerry McNeil, por orden directa del Vicealmirante Bâtard Morelli estás detenido por el intento de asesinato de Patrick Sorvolo y el asesinato de varios de los trabajadores del casino. En cuanto a vosotros, decid a vuestro jefe que la Justicia se encargará de que este criminal reciba su merecido según dicta la ley. A partir de este momento queda bajo custodia de la Marina.
Tenía su Haki listo por si cualquiera de los tres hombres intentaba alguna tontería, de forma que fuese capaz de preverla. Esperaba que su capacidad para influir en las personas, sumada al miedo que lógicamente inspiraba el hecho de oponerse abiertamente a la Marina, más aún estando implicado en el asunto un famoso Vicealmirante, fuera suficiente para impedir que los dos sicarios trataran de cometer alguna locura. En cuanto a McNeil, seguro que prefería ser llevado al calabozo que quedar en manos de Sorvolo y sus secuaces, con quienes le esperaba seguramente una muerte lenta y dolorosa.
El lujoso pasillo que hacía de eje central se había convertido en su pista de carreras, en un ejercicio a contrarreloj en el que el peliblanco debía registrar hasta el último recoveco de aquel edificio a fin de dar con el conspirador antes de que lo hicieran los hombres de Sorvolo o de que este huyese.
Y en todo momento, siempre frente a él, la presencia a la que perseguía continuaba en movimiento. Llegado un punto su aura se encontró de bruces con varias más, y Ray pudo volver a percibir aquel feroz instinto asesino que había sentido en él apenas unos minutos antes. Aunque no solo procedía de McNeil, sino también de los individuos que se había cruzado. Pronto varias de esas voces se apagaron, y si objetivo reanudó su huida en una dirección diferente a la que llevaba hasta entonces.
El marine atravesó varias estancias en las que los clientes jugaban despreocupadamente con máquinas tragaperras antes de llegar a un cruce. Y en ese instante, justo cuando la existencia de múltiples opciones para continuar su camino le desconcertó ligeramente, se dio cuenta de un detalle de extrema importancia. Podía sentir la presencia de McNeil tremendamente cerca de su posición. Fue entonces cuando una puerta se abrió de golpe, dejando ver al otro lado a un hombre vestido de traje con un símbolo de un misil que lo identificaba como empleado del casino. Tenía los cabellos de un color claro, tendente a pajizo, y unos ojos verdes que expresaban claramente desesperación. Llevaba un puñal en su mano izquierda, y estaba herido. Su presencia coincidía con la que había estado siguiendo, por lo que el joven marine se dispuso a abalanzarse sobre él.
El tipo se quedó paralizado al verle, pero antes de que el peliblanco pudiera hacer nada dos miembros del equipo de seguridad del casino le embistieron, lanzándole al suelo. Uno de ellos le apuntó con una pistola mientras le indicaba que debía acompañarles a ver a su jefe, llamándole por su nombre y confirmando lo que Ray suponía. Aquel tipo era ni más ni menos que McNeil.
Si algo tenía claro era que no podía dejar que esos sicarios se lo llevaran, ya que si lo hacían lo más seguro era que McNeil no volviese a ver la luz del sol, y nadie volviera nunca a saber nada de él. Así que miró a los dos miembros del equipo de seguridad y al hombre que había organizado todo aquel incidente directamente a los ojos, buscando meterles el miedo en el cuerpo, y habló con voz clara y firme:
- Jerry McNeil, por orden directa del Vicealmirante Bâtard Morelli estás detenido por el intento de asesinato de Patrick Sorvolo y el asesinato de varios de los trabajadores del casino. En cuanto a vosotros, decid a vuestro jefe que la Justicia se encargará de que este criminal reciba su merecido según dicta la ley. A partir de este momento queda bajo custodia de la Marina.
Tenía su Haki listo por si cualquiera de los tres hombres intentaba alguna tontería, de forma que fuese capaz de preverla. Esperaba que su capacidad para influir en las personas, sumada al miedo que lógicamente inspiraba el hecho de oponerse abiertamente a la Marina, más aún estando implicado en el asunto un famoso Vicealmirante, fuera suficiente para impedir que los dos sicarios trataran de cometer alguna locura. En cuanto a McNeil, seguro que prefería ser llevado al calabozo que quedar en manos de Sorvolo y sus secuaces, con quienes le esperaba seguramente una muerte lenta y dolorosa.