Kairo
Cuervo | Scarecrow
23-10-2024, 01:04 AM
— Ese no sera un problema conmigo. — Respondio el pelinegro ante las advertencias de quien lo trajo en el bote, mientras miraba fijamente a la orilla de la isla y el entorno a su alrededor. Kairo no era de los que se confiaban, conocia bien sus capacidades y sus limites, aunque poco a poco iba superandolos.
Al llegar a la playa, Kairo dio un paso firme sobre el muelle, ignorando el chirrido de la madera vieja bajo sus botas. El viento salado despeinaba sus mechones oscuros, pero su mirada permanecía fija en el camino frente a él. La advertencia del remero resonó en su mente, aunque sólo como un eco distante. "Cuidado con lo que encuentres aquí..." A Kairo no le preocupaba realmente lo que pudiera encontrar, si algo lo sorprendía sería interesante, pero no tenia intenciones de inmiscuirse de mas, siempre y cuando nadie se entrometa en su camino.
Su capa ondeaba suavemente a su alrededor, una sombra más en la penumbra del lugar. Este tipo de ambiente le resultaba extrañamente comodo: la oscuridad, las figuras encapuchadas que se movían furtivas, el aire cargado de secretos y historias decadentes. Este sitio era el refugio de los que huían, los que preferían el olvido, los abandonados por dios, los que abandonaron la esperanza de un mundo mejor. Era increible para Kairo que jamas haya venido antes a este lugar, pues encajaba perfecto para alguien como él cuando necesitaba desaparecer de la vista del Gobierno Mundial. Aunque Kairo no venia de vacaciones ni para construirse una casita de playa. No, su objetivo era muy claro, encontrar ese brazalete robado a como de lugar. Una pequeña misión en apariencia, pero el encargo traía consigo una historia de dolor y pérdida que no le era ajena. Tal vez por eso lo aceptó. Sus pasos lo guiaron hacia la taberna mal iluminada. Mientras avanzaba, los murmullos disminuían, y las figuras lo observaban de reojo, rápidas en apartar la vista. La tensión era palpable, y el aire tan denso como la niebla que cubría la bahía. Pero Kairo no tenía tiempo para sutilezas. Si había alguien aquí que sabía dónde estaba el brazalete, lo iba a descubrir pronto.
Se detuvo en la entrada de la taberna. La luz de la lámpara de aceite apenas tocaba su rostro, mostrando cicatrices que ya no sentía, pero que hablaban del infierno por el que este chico había pasado. Empujó la puerta con calma, y el murmullo de voces dentro se interrumpió por un breve segundo, lo suficiente para que Kairo supiera que su presencia había sido notada. Era curioso, incluso hasta gracioso diria, el hecho de que en ese lugar tan decadente, Kairo era el que peores pintas llevaba. Si algo le habian quitado sus cicatrices era su belleza natural, ahora arruinada, manchada por las quemaduras que cubrian su cuerpo. Si hasta parecia un ladronzuelo mas del monton, un pobre diablo o un mero pirata cualquiera. Ciertamente Kairo encajaba perfectamente en esta isla, tal vez si las cosas hubiesen sido un poco diferentes, Kairo no se hubiese vuelto un mercenario y simplemente se hubiese vuelto un ladron cualquiera en este maldito lugar.
Caminó hacia la barra, deslizando la mirada por los ocupantes del lugar. No era necesario hablar mucho. Aquí, las palabras eran armas, y Kairo lo sabia. Se apoyó en la barra, sin apartar los ojos de los presentes, y con un tono bajo pero cargado de intención, le dijo al tabernero:
— Sirveme uno. — Señalando una botella de ron posada sobre un estante detras del tabernero. Su voz era un susurro que cortaba el aire como el filo de una navaja. Y aunque parecía relajado, cualquiera con buen ojo sabría que Kairo estaba listo para cualquier cosa. Durante un buen rato Kairo se quedaria alli, sentado bebiendo y observando el entorno. Llegar y comenzar a hacer preguntas no le parecia una buena idea, por lo que espero a que la gente se acostumbrase a su presencia. Si nada ocurria fuera de lo normal, entonces Kairo romperia su silencio dirigiendose al tabernero una vez mas. — Oye, estoy buscando algo, mejor dicho a alguien. Tal vez puedas ayudarme. — Con su dedo indice y pulgar, hizo la forma circular del brazalete colocandola frente a uno de sus ojos como si de una lupa se tratase y luego la llevo a su muñeca. — Un brazalete. Unos tipos se metieron en problemas y vengo a ayudarles a conservar la cabeza en su lugar. — Expreso sarcasticamente con una pequeña sonrisa. — ¿Has visto alguien portando uno? ¿Tal vez escuchaste a alguien hablar de algo al respecto? Puede que incluso hayan alardeado sobre ello. —
Al llegar a la playa, Kairo dio un paso firme sobre el muelle, ignorando el chirrido de la madera vieja bajo sus botas. El viento salado despeinaba sus mechones oscuros, pero su mirada permanecía fija en el camino frente a él. La advertencia del remero resonó en su mente, aunque sólo como un eco distante. "Cuidado con lo que encuentres aquí..." A Kairo no le preocupaba realmente lo que pudiera encontrar, si algo lo sorprendía sería interesante, pero no tenia intenciones de inmiscuirse de mas, siempre y cuando nadie se entrometa en su camino.
Su capa ondeaba suavemente a su alrededor, una sombra más en la penumbra del lugar. Este tipo de ambiente le resultaba extrañamente comodo: la oscuridad, las figuras encapuchadas que se movían furtivas, el aire cargado de secretos y historias decadentes. Este sitio era el refugio de los que huían, los que preferían el olvido, los abandonados por dios, los que abandonaron la esperanza de un mundo mejor. Era increible para Kairo que jamas haya venido antes a este lugar, pues encajaba perfecto para alguien como él cuando necesitaba desaparecer de la vista del Gobierno Mundial. Aunque Kairo no venia de vacaciones ni para construirse una casita de playa. No, su objetivo era muy claro, encontrar ese brazalete robado a como de lugar. Una pequeña misión en apariencia, pero el encargo traía consigo una historia de dolor y pérdida que no le era ajena. Tal vez por eso lo aceptó. Sus pasos lo guiaron hacia la taberna mal iluminada. Mientras avanzaba, los murmullos disminuían, y las figuras lo observaban de reojo, rápidas en apartar la vista. La tensión era palpable, y el aire tan denso como la niebla que cubría la bahía. Pero Kairo no tenía tiempo para sutilezas. Si había alguien aquí que sabía dónde estaba el brazalete, lo iba a descubrir pronto.
Se detuvo en la entrada de la taberna. La luz de la lámpara de aceite apenas tocaba su rostro, mostrando cicatrices que ya no sentía, pero que hablaban del infierno por el que este chico había pasado. Empujó la puerta con calma, y el murmullo de voces dentro se interrumpió por un breve segundo, lo suficiente para que Kairo supiera que su presencia había sido notada. Era curioso, incluso hasta gracioso diria, el hecho de que en ese lugar tan decadente, Kairo era el que peores pintas llevaba. Si algo le habian quitado sus cicatrices era su belleza natural, ahora arruinada, manchada por las quemaduras que cubrian su cuerpo. Si hasta parecia un ladronzuelo mas del monton, un pobre diablo o un mero pirata cualquiera. Ciertamente Kairo encajaba perfectamente en esta isla, tal vez si las cosas hubiesen sido un poco diferentes, Kairo no se hubiese vuelto un mercenario y simplemente se hubiese vuelto un ladron cualquiera en este maldito lugar.
Caminó hacia la barra, deslizando la mirada por los ocupantes del lugar. No era necesario hablar mucho. Aquí, las palabras eran armas, y Kairo lo sabia. Se apoyó en la barra, sin apartar los ojos de los presentes, y con un tono bajo pero cargado de intención, le dijo al tabernero:
— Sirveme uno. — Señalando una botella de ron posada sobre un estante detras del tabernero. Su voz era un susurro que cortaba el aire como el filo de una navaja. Y aunque parecía relajado, cualquiera con buen ojo sabría que Kairo estaba listo para cualquier cosa. Durante un buen rato Kairo se quedaria alli, sentado bebiendo y observando el entorno. Llegar y comenzar a hacer preguntas no le parecia una buena idea, por lo que espero a que la gente se acostumbrase a su presencia. Si nada ocurria fuera de lo normal, entonces Kairo romperia su silencio dirigiendose al tabernero una vez mas. — Oye, estoy buscando algo, mejor dicho a alguien. Tal vez puedas ayudarme. — Con su dedo indice y pulgar, hizo la forma circular del brazalete colocandola frente a uno de sus ojos como si de una lupa se tratase y luego la llevo a su muñeca. — Un brazalete. Unos tipos se metieron en problemas y vengo a ayudarles a conservar la cabeza en su lugar. — Expreso sarcasticamente con una pequeña sonrisa. — ¿Has visto alguien portando uno? ¿Tal vez escuchaste a alguien hablar de algo al respecto? Puede que incluso hayan alardeado sobre ello. —