Lawliet D. Giorno
El Iceberg de la Marina
23-10-2024, 07:18 AM
La vida en la Base G-23 era distinta, pero para Lawliet D. Giorno, estar en la Marina no era algo nuevo; era lo que siempre había conocido. Desde su infancia en el orfanato patrocinado por la Marina en Loguetown, Giorno había soñado con llevar el uniforme y ser parte de algo más grande. Ahora, con ese sueño realizado, no sentía nervios ni incertidumbre sobre su rol como Marino. Lo que sí estaba empezando a sentir era cómo esta nueva base se iba transformando lentamente en su nuevo hogar.
Paseaba por las barracas con pasos seguros, observando los rostros familiares y nuevos que lo rodeaban. Los marinos de la G-23 ya lo reconocían y lo saludaban con respeto, aunque algunos de los oficiales más veteranos aún parecían evaluarlo con la mirada. Giorno devolvía los saludos con un leve gesto de la cabeza, acostumbrado a la jerarquía y a los formalismos de la vida en la Marina. Aunque la estructura y las rutinas de la base eran similares a las que había conocido en Loguetown, G-23 tenía su propia esencia, una vibra de mayor responsabilidad en el aire.
Esa mañana, frente al espejo, había ajustado su nuevo uniforme de la base. El emblema de la G-23 brillaba en su pecho, un símbolo de que ahora formaba parte de algo más importante que cualquier cosa que hubiera conocido antes. Aunque había llevado el uniforme de la Marina desde hace años, este nuevo distintivo lo hacía sentir una conexión diferente. Mientras se ajustaba el cuello y verificaba que todo estuviera en su lugar, no pudo evitar sonreír levemente. Estaba donde siempre quiso estar, pero eso no significaba que se quedaría quieto. Su ambición por demostrar su valor seguía intacta.
A medida que caminaba por los pasillos, pasando por las áreas comunes donde los marinos entrenaban y compartían momentos de camaradería, Giorno se sentía más cómodo. Sabía cómo funcionaban estos entornos, pero estaba aprendiendo los pequeños matices que diferenciaban la G-23 de su antiguo hogar en Loguetown. Cada saludo, cada interacción con los oficiales y soldados, le recordaba que, aunque ya estaba acostumbrado a la vida como Marino, este era un nuevo capítulo. Uno que lo motivaba a destacarse aún más.
Mientras recorría los patios de entrenamiento, notaba cómo su presencia ya era reconocida entre los suyos. La base, que al principio parecía un lugar distante y un poco ajeno, comenzaba a sentirse como un verdadero hogar. Giorno sabía que había mucho que demostrar, no solo a sus superiores, sino también a sí mismo. Y no podía esperar para hacerlo.
Paseaba por las barracas con pasos seguros, observando los rostros familiares y nuevos que lo rodeaban. Los marinos de la G-23 ya lo reconocían y lo saludaban con respeto, aunque algunos de los oficiales más veteranos aún parecían evaluarlo con la mirada. Giorno devolvía los saludos con un leve gesto de la cabeza, acostumbrado a la jerarquía y a los formalismos de la vida en la Marina. Aunque la estructura y las rutinas de la base eran similares a las que había conocido en Loguetown, G-23 tenía su propia esencia, una vibra de mayor responsabilidad en el aire.
Esa mañana, frente al espejo, había ajustado su nuevo uniforme de la base. El emblema de la G-23 brillaba en su pecho, un símbolo de que ahora formaba parte de algo más importante que cualquier cosa que hubiera conocido antes. Aunque había llevado el uniforme de la Marina desde hace años, este nuevo distintivo lo hacía sentir una conexión diferente. Mientras se ajustaba el cuello y verificaba que todo estuviera en su lugar, no pudo evitar sonreír levemente. Estaba donde siempre quiso estar, pero eso no significaba que se quedaría quieto. Su ambición por demostrar su valor seguía intacta.
A medida que caminaba por los pasillos, pasando por las áreas comunes donde los marinos entrenaban y compartían momentos de camaradería, Giorno se sentía más cómodo. Sabía cómo funcionaban estos entornos, pero estaba aprendiendo los pequeños matices que diferenciaban la G-23 de su antiguo hogar en Loguetown. Cada saludo, cada interacción con los oficiales y soldados, le recordaba que, aunque ya estaba acostumbrado a la vida como Marino, este era un nuevo capítulo. Uno que lo motivaba a destacarse aún más.
Mientras recorría los patios de entrenamiento, notaba cómo su presencia ya era reconocida entre los suyos. La base, que al principio parecía un lugar distante y un poco ajeno, comenzaba a sentirse como un verdadero hogar. Giorno sabía que había mucho que demostrar, no solo a sus superiores, sino también a sí mismo. Y no podía esperar para hacerlo.