El recordatorio del veterano caló profundo en su cabeza por un instante. Una realidad innegable en el mundo que vivían, una que ninguna cantidad de ruegos o idealismos cambiaría de un momento a otro. Era cierto que el mundo no era justo, que funcionaba favoreciendo a los humanos mientras que el resto de las razas -en especial las que se consideraban más exóticas- acababan por debajo o con un cepo en el cuello. Era un orden cruel, injusto e implacable.
Pero aun así, la única gesticulación que hubo en el rostro del Lunarian fue la de una sonrisa, una mueca que esta vez bordaba lo desafiante. De sus labios no escapó palabra alguna, no porque no quisiera decirle nada de vuelta al hombre, sino porque no tenía necesidad de convertir esos pensamientos en palabras más de lo que necesitaba convertirlos en acciones. "Por eso peleo todos los días. Para desmontar el mundo y rearmarlo como un lugar mejor". Un lugar donde ninguna característica diferente a la de un humano fuese suficiente para cohibirlo de llegar a lo mas alto en lo que sea que quisiera desempeñarse. Un sueño que, incluso si sonaba a primeras como los idealismos de un soñador, sabía que podía conseguir si empleaba la suficiente paciencia y dedicación.
Su caminar hacia el bosque se detuvo en el momento que un pequeño zumbido, pronto convertido en murmullos distantes, llegó a sus oídos y le hizo reaccionar al momento. Retrocedió intentando no hacer ruido alguno, colocándose detrás del primer obstáculo que pudo encontrar: Un árbol de tronco generosamente grueso, suficiente para esconder la figura del chico siempre que recordara plegar las alas lo más cerca a su cuerpo que podía. Y justamente hizo eso, intentando no revelar su posición en caso de que se tratara de algún equipo de seguridad; tenía por seguro que se quedarían con su cara si le encontraban vagando por el sitio. Así, empezó a avanzar poco a poco cambiando constantemente de cobertura, procurando evitar cualquier cosa que pudiera delatar su presencia en el lugar como partir ramas con sus pasos.
La escena que le dio la bienvenida fue una desagradable, sangrienta. Violenta, y con los invitados más inesperados así como recurrentes del día. El hombre que había visto por la ventana, junto al equipo de albañilería habían... ¿Qué exactamente había pasado? ¿Una pelea entre ellos? Lo único que tenía claro de la escena es que los albañiles habían recibido una paliza mayor, y la resolución de la situación sería pésima si no intervenía ahora mismo.
Aunque sabía que sería mas efectivo aguardar un segundo en busca de armas ocultas que el hombre pudiera llevar -el cuchillo militar que había exhibido antes en público, por ejemplo-, esperar ponía en potencial riesgo a los hombres que ya se encontraban lo suficientemente malheridos. Y por las líneas de diálogo que llevaba la conversación, no era para nada difícil asumir lo peor: Prefería lidiar con el cuchillo u otro artefacto problemático en un cuerpo a cuerpo que sacarlo del pecho de uno de los albañiles.
Se abalanzó sobre el hombre sin pensarlo dos veces. Su intención era cortar cualquier posibilidad de acción que el hombre malintencionado pudiera realizar para herir todavía mas a los que para ese momento eran cuerpos ensangrentados. Desenvainó su katana conforme avanzaba para, cuando finalmente cerrara la distancia hasta el rango efectivo de su arma, golpear su costado con fuerza utilizando el reverso de la hoja en vez del filo, provocando un golpe contundente en vez de uno cortante y crear una distancia de 6 metros entre el grupo derribado y él.
Su prioridad ahora mismo era mantener a los otros con vida, la poca que les quedara. Colocó su katana en frente de él, completamente vertical apuntando hacia arriba y con ligera inclinación hacia el frente, una postura defensiva de manual.
— ¿Alguno de ustedes está en condiciones de hablar o de caminar? — Preguntó mientras observó de reojo en varios lapsos de tiempo reducidos, procurando mantener entre su campo de visión al agresor la mayor cantidad de tiempo que le fuera posible. No podía permitirse quitarle la mirada de encima, por su seguridad y la de sus hombres malheridos.
Debía despachar al líder pronto y revisar la condición de los otros, o podía perder a alguno en ese mismo bosque. Sus vidas estaban primero; ya podía encargarse de pensar cómo sacarles información de una manera u otra una vez estuvieran estables.
Pero aun así, la única gesticulación que hubo en el rostro del Lunarian fue la de una sonrisa, una mueca que esta vez bordaba lo desafiante. De sus labios no escapó palabra alguna, no porque no quisiera decirle nada de vuelta al hombre, sino porque no tenía necesidad de convertir esos pensamientos en palabras más de lo que necesitaba convertirlos en acciones. "Por eso peleo todos los días. Para desmontar el mundo y rearmarlo como un lugar mejor". Un lugar donde ninguna característica diferente a la de un humano fuese suficiente para cohibirlo de llegar a lo mas alto en lo que sea que quisiera desempeñarse. Un sueño que, incluso si sonaba a primeras como los idealismos de un soñador, sabía que podía conseguir si empleaba la suficiente paciencia y dedicación.
Su caminar hacia el bosque se detuvo en el momento que un pequeño zumbido, pronto convertido en murmullos distantes, llegó a sus oídos y le hizo reaccionar al momento. Retrocedió intentando no hacer ruido alguno, colocándose detrás del primer obstáculo que pudo encontrar: Un árbol de tronco generosamente grueso, suficiente para esconder la figura del chico siempre que recordara plegar las alas lo más cerca a su cuerpo que podía. Y justamente hizo eso, intentando no revelar su posición en caso de que se tratara de algún equipo de seguridad; tenía por seguro que se quedarían con su cara si le encontraban vagando por el sitio. Así, empezó a avanzar poco a poco cambiando constantemente de cobertura, procurando evitar cualquier cosa que pudiera delatar su presencia en el lugar como partir ramas con sus pasos.
La escena que le dio la bienvenida fue una desagradable, sangrienta. Violenta, y con los invitados más inesperados así como recurrentes del día. El hombre que había visto por la ventana, junto al equipo de albañilería habían... ¿Qué exactamente había pasado? ¿Una pelea entre ellos? Lo único que tenía claro de la escena es que los albañiles habían recibido una paliza mayor, y la resolución de la situación sería pésima si no intervenía ahora mismo.
Aunque sabía que sería mas efectivo aguardar un segundo en busca de armas ocultas que el hombre pudiera llevar -el cuchillo militar que había exhibido antes en público, por ejemplo-, esperar ponía en potencial riesgo a los hombres que ya se encontraban lo suficientemente malheridos. Y por las líneas de diálogo que llevaba la conversación, no era para nada difícil asumir lo peor: Prefería lidiar con el cuchillo u otro artefacto problemático en un cuerpo a cuerpo que sacarlo del pecho de uno de los albañiles.
Se abalanzó sobre el hombre sin pensarlo dos veces. Su intención era cortar cualquier posibilidad de acción que el hombre malintencionado pudiera realizar para herir todavía mas a los que para ese momento eran cuerpos ensangrentados. Desenvainó su katana conforme avanzaba para, cuando finalmente cerrara la distancia hasta el rango efectivo de su arma, golpear su costado con fuerza utilizando el reverso de la hoja en vez del filo, provocando un golpe contundente en vez de uno cortante y crear una distancia de 6 metros entre el grupo derribado y él.
con101
CONTUNDENTE
Ofensiva Activa
Tier 1
No Aprendida
17
1
Dando un firme paso en el que el usuario buscará generar toda la potencia de impulso y una cierta inercia con la que golpeara con su arma sin compasión a su objetivo causando un [Empuje] de 5 metros.
Golpe Básico + [FUEx2] de [Daño contundente]
Su prioridad ahora mismo era mantener a los otros con vida, la poca que les quedara. Colocó su katana en frente de él, completamente vertical apuntando hacia arriba y con ligera inclinación hacia el frente, una postura defensiva de manual.
— ¿Alguno de ustedes está en condiciones de hablar o de caminar? — Preguntó mientras observó de reojo en varios lapsos de tiempo reducidos, procurando mantener entre su campo de visión al agresor la mayor cantidad de tiempo que le fuera posible. No podía permitirse quitarle la mirada de encima, por su seguridad y la de sus hombres malheridos.
Debía despachar al líder pronto y revisar la condición de los otros, o podía perder a alguno en ese mismo bosque. Sus vidas estaban primero; ya podía encargarse de pensar cómo sacarles información de una manera u otra una vez estuvieran estables.