Octojin
El terror blanco
23-10-2024, 09:21 AM
La mujer sonríe ante tu propuesta de hacerla su mujer, aunque cuando le dices que es broma parece tener una risa bastante más nerviosa. Vaya, creo que has perdido una buena oportunidad... Cuando le dices que si te quiere acompañar, parece que incluso se lo llega a pensar, pero rechaza tu invitación, argumentando que no puede dejar a su padre solo o perderán a los pocos clientes que tienen. Entendible, ¿no? Seguramente si el viejo cascarrabias se queda solo unas horas, eche de allí a todo el mundo a la mayor brevedad posible.
Tras la negativa de aquella mujer, el camino hacia el Este de DemonTooth se extiende ante ti, bañado por la luz solar que continúa implacable, haciendo que el sudor siga siendo algo bastante molesto. Hay pocas sombras por el camino dada tu altura, pero sin duda si ves alguna la querrás usar. Avanzas con pasos firmes y amplios, cada uno de ellos cubriendo lo que para un humano habría sido el doble. A medida que avanzas, a tu alrededor, el denso follaje ofrece algo de sombra, pero no la suficiente como para aplacar el calor que te envuelve.
A lo lejos, el dojo comienza a asomar entre las hojas de los árboles. Puedes ver su silueta, que destaca bastante en el horizonte. Parece que está construido en un sitio estratégico donde no hay nada más que vegetación y naturaleza. Puede que eso sea parte del entrenamiento también. Al menos, forma parte del prototipo de espadachín, ¿no?
Sin embargo, antes de llegar a tu destino, hay una escena que cambia frente a ti. A unos metros, un grupo de jóvenes espadachines entrena con vigor, blandiendo armas de madera y concentrándose en golpear los robustos troncos de los árboles cercanos. El sonido del choque resuena en el aire con firmeza. Algunos atacan con fuerza bruta, mientras que otros, menos experimentados, seguían un patrón simplificado que, aunque efectivo, carece del impacto que los más fuertes lograban.
El instructor, un hombre de mediana edad vestido de negro, se mueve con agilidad y elegancia entre ellos, corrigiendo posturas y brindando indicaciones a los más inexpertos. Parece que le encanta lo que hace, y a juzgar por cómo se desenvuelve, parece que lleva años haciéndolo. Si te fijas un poco en cómo están empelando las técnicas, en sus posiciones, y la contundencia de sus golpes, podrás llegar a la conclusión de que estos chicos están en las primeras fases de su aprendizaje. Algunos lucen como si estuvieran a punto de derribar un árbol por pura terquedad, mientras que otros muestran un enfoque más calculado, buscando aprovechar el filo de sus movimientos.
A lo lejos, más allá de aquel grupo, el dojo se hace cada vez más visible, una construcción robusta y tradicional que promete más desafíos dentro de sus muros. Parece que tienes varias opciones, puedes bordear el área de entrenamiento, evitando interrumpir la lección de aquellos jóvenes y tardar algo más, o por el contrario, puedes cruzar directamente por el centro, sabiendo que tu imponente presencia no pasará desapercibida y, posiblemente, cause una reacción incómoda entre los alumnos e incluso su instructor.
El sol no muestra piedad, y cerca de allí, a la derecha, un río serpentea por el paisaje, con sus aguas cristalinas llamando la atención de cualquiera que esté sintiendo el efecto del calor abrasador. Quizás un chapuzón, o al menos refrescarte un poco la nuca y limpiarte el sudor de la frente antes del combate no esté mal. En cualquier caso, puedes seguir con la promesa de un combate emocionante en mente, sin distracciones.
El dojo está cerca, y con él parece que tu destino, que se decidirá pronto.
Tras la negativa de aquella mujer, el camino hacia el Este de DemonTooth se extiende ante ti, bañado por la luz solar que continúa implacable, haciendo que el sudor siga siendo algo bastante molesto. Hay pocas sombras por el camino dada tu altura, pero sin duda si ves alguna la querrás usar. Avanzas con pasos firmes y amplios, cada uno de ellos cubriendo lo que para un humano habría sido el doble. A medida que avanzas, a tu alrededor, el denso follaje ofrece algo de sombra, pero no la suficiente como para aplacar el calor que te envuelve.
A lo lejos, el dojo comienza a asomar entre las hojas de los árboles. Puedes ver su silueta, que destaca bastante en el horizonte. Parece que está construido en un sitio estratégico donde no hay nada más que vegetación y naturaleza. Puede que eso sea parte del entrenamiento también. Al menos, forma parte del prototipo de espadachín, ¿no?
Sin embargo, antes de llegar a tu destino, hay una escena que cambia frente a ti. A unos metros, un grupo de jóvenes espadachines entrena con vigor, blandiendo armas de madera y concentrándose en golpear los robustos troncos de los árboles cercanos. El sonido del choque resuena en el aire con firmeza. Algunos atacan con fuerza bruta, mientras que otros, menos experimentados, seguían un patrón simplificado que, aunque efectivo, carece del impacto que los más fuertes lograban.
El instructor, un hombre de mediana edad vestido de negro, se mueve con agilidad y elegancia entre ellos, corrigiendo posturas y brindando indicaciones a los más inexpertos. Parece que le encanta lo que hace, y a juzgar por cómo se desenvuelve, parece que lleva años haciéndolo. Si te fijas un poco en cómo están empelando las técnicas, en sus posiciones, y la contundencia de sus golpes, podrás llegar a la conclusión de que estos chicos están en las primeras fases de su aprendizaje. Algunos lucen como si estuvieran a punto de derribar un árbol por pura terquedad, mientras que otros muestran un enfoque más calculado, buscando aprovechar el filo de sus movimientos.
A lo lejos, más allá de aquel grupo, el dojo se hace cada vez más visible, una construcción robusta y tradicional que promete más desafíos dentro de sus muros. Parece que tienes varias opciones, puedes bordear el área de entrenamiento, evitando interrumpir la lección de aquellos jóvenes y tardar algo más, o por el contrario, puedes cruzar directamente por el centro, sabiendo que tu imponente presencia no pasará desapercibida y, posiblemente, cause una reacción incómoda entre los alumnos e incluso su instructor.
El sol no muestra piedad, y cerca de allí, a la derecha, un río serpentea por el paisaje, con sus aguas cristalinas llamando la atención de cualquiera que esté sintiendo el efecto del calor abrasador. Quizás un chapuzón, o al menos refrescarte un poco la nuca y limpiarte el sudor de la frente antes del combate no esté mal. En cualquier caso, puedes seguir con la promesa de un combate emocionante en mente, sin distracciones.
El dojo está cerca, y con él parece que tu destino, que se decidirá pronto.