Octojin
El terror blanco
23-10-2024, 11:47 AM
Octojin apretaba el puño con fuerza, clavándose las uñas en su palma mientras escuchaba el intercambio de palabras entre Atlas y el anciano. Mantener la calma en una situación como esa era difícil, casi insoportable para él, especialmente cuando su instinto le gritaba que destruyera a aquellos piratas y terminara con todo de una vez. Sin embargo, sabía que Atlas tenía razón. Para liberar a los gyojins, tenían que ser estratégicos, negociar lo mejor para ambas partes y eso requería más que simple fuerza bruta.
Mientras el humano hablaba, Octojin se obligó a mantener su semblante lo más tranquilo posible, aunque su mandíbula estaba tensa y sus ojos mostraban una mezcla de furia contenida y preocupación. No era el tipo de tiburón que disfrutara de largas conversaciones, menos aún cuando el destino de su gente estaba en manos de una escoria como esa. Aún así, asintió en silencio, apoyando lo que su compañero decía. El fénix tenía una manera de hablar que inspiraba respeto y autoridad, algo que el tiburón admiraba profundamente en él. Sabía que sus palabras eran lo que la situación necesitaba, aunque en su interior, lo único que quería era partirle la cara a ese anciano y a todo su equipo. Y es lo que hubiera hecho en otra situación, pero aquella requería una manera de operar un tanto diferente.
El viejo, que claramente había vivido demasiados años en el mundo del crimen, empezó a deambular por la cubierta, lanzando miradas a sus hombres, que a su señal comenzaron a moverse. Octojin los observó con detenimiento, cada movimiento que hacían, cada gesto. Sabía que estaban calculados, buscando una forma de torcer la negociación a su favor. Pero también sabía que estaban acorralados. No había escapatoria para ellos. No con él y Atlas presentes.
Y entonces, le faltó fuerza para apretar aún más su puño. El viejo trató de mera mercancía a los gyojins, argumentando que si los entregaba, se quedaría sin el pago que habían ofrecido por ellos. Aquello hizo que el marine sintiese aún más asco por aquel estúpido humano.
La rabia volvía a encenderse dentro de él. Era inaceptable. ¿La mitad? Eso no era una opción. Sus manos comenzaron a temblar de pura ira contenida, pero un vistazo rápido a Atlas lo ayudó a centrarse de nuevo. El fénix estaba manejando la situación, manteniendo el control con una calma que Octojin simplemente no poseía. Respiró hondo y mantuvo el silencio, permitiendo que Atlas tomara el liderazgo en ese momento crucial.
Atlas no tardó en responder, rechazando rápidamente la oferta del anciano. Y lo hizo de una manera que incluso el habitante del mar, en su furia, tuvo que admirar. Le gustaba la forma en que su compañero mentía con tal seguridad, asegurando que no podían dejar a ningún gyojin atrás. Por dentro, el tiburón lo agradecía. Sabía que no podían comprometerse. Cada uno de los suyos debía ser liberado, o ese sería el fin de la negociación.
Mientras el anciano meditaba las palabras de Atlas, Octojin observaba con cautela los gestos de los piratas. No le gustaba nada la manera en que se movían, la forma en que sus manos se acercaban a las armas. Su cuerpo estaba listo para saltar a la acción en cualquier momento, pero sabía que aún no era el momento adecuado. Atlas estaba manejando las cosas de la mejor manera posible, y hasta que no fuera absolutamente necesario, el escualo no intervendría.
Finalmente, el viejo se detuvo y lanzó su última oferta, endureciendo su tono de voz. Exigió una cuarta parte del valor de los gyojins a cambio de entregarlos, así como las reparaciones para su barco, y dejó claro que esa era su última oferta. Octojin pudo sentir cómo su ira se intensificaba, pero de nuevo, se contuvo. Este era el momento decisivo, y cualquier movimiento en falso podría costarles caro.
— ¿Una cuarta parte? —susurró Octojin, casi escupiendo de asco. Era una cantidad irrisoria en comparación con lo que realmente valían los gyojins como seres vivos, como personas. Pero sabía que discutir ese punto sería inútil. Los piratas sólo veían a los suyos como mercancía. No había manera de hacerles entender lo que realmente estaban pidiendo.
Octojin miró a Atlas, y se acercó algo más para susurrarle. Tenía que serle sincero, aunque algo en su interior ya sabía que el humano conocía lo que le iba a decir. No era muy difícil entender que no era una situación cómoda para el tiburón y que todo aquello le parecía algo totalmente inaceptable.
—No me gusta esta oferta —dijo con voz profunda y empleando un tono bajo—. Pero por el bien de mi gente, la podría aceptar—hizo una pausa, apretando su mandíbula mientras lanzaba una mirada asesina al anciano, y torció el rostro, mirando a Atlas—. Pero no sé si tenemos autorización por parte de la marina. ¿De cuánto dinero estamos hablando? Igual deberíamos comunicarnos con la central.
El anciano sonreía con una satisfacción apenas disimulada, pensando que había ganado la negociación. Porque desde fuera, que los dos marines susurrasen seguramente era una victoria, al menos parcial. Eso quería decir que, como mínimo se lo estaba pensando.
Sin embargo, Octojin sabía que esa sonrisa pronto se borraría de su rostro. No dejaría que se salieran con la suya tan fácilmente. Una vez que los gyojins estuvieran a salvo, tomaría medidas para asegurarse de que estos piratas no volvieran a poner un pie en el mar sin pagar el precio. O esa era su idea.
Atlas, que estaba siendo el mediador en aquella ocasión, debería tomar la palabra para cerrar el trato, con cualquiera de las opciones propuestas. El escualo, mientras tanto, seguía luchando por mantener la calma. El final de este enfrentamiento estaba cerca, pero aún quedaba mucho por hacer. Y el gyojin no terminaba de fiarse de aquella gente. La verdad es que tenía mil motivos.
El escualo sabía que esa negociación era sólo un paso en un camino mucho más largo y peligroso. Pero vaya negociación.
Mientras el humano hablaba, Octojin se obligó a mantener su semblante lo más tranquilo posible, aunque su mandíbula estaba tensa y sus ojos mostraban una mezcla de furia contenida y preocupación. No era el tipo de tiburón que disfrutara de largas conversaciones, menos aún cuando el destino de su gente estaba en manos de una escoria como esa. Aún así, asintió en silencio, apoyando lo que su compañero decía. El fénix tenía una manera de hablar que inspiraba respeto y autoridad, algo que el tiburón admiraba profundamente en él. Sabía que sus palabras eran lo que la situación necesitaba, aunque en su interior, lo único que quería era partirle la cara a ese anciano y a todo su equipo. Y es lo que hubiera hecho en otra situación, pero aquella requería una manera de operar un tanto diferente.
El viejo, que claramente había vivido demasiados años en el mundo del crimen, empezó a deambular por la cubierta, lanzando miradas a sus hombres, que a su señal comenzaron a moverse. Octojin los observó con detenimiento, cada movimiento que hacían, cada gesto. Sabía que estaban calculados, buscando una forma de torcer la negociación a su favor. Pero también sabía que estaban acorralados. No había escapatoria para ellos. No con él y Atlas presentes.
Y entonces, le faltó fuerza para apretar aún más su puño. El viejo trató de mera mercancía a los gyojins, argumentando que si los entregaba, se quedaría sin el pago que habían ofrecido por ellos. Aquello hizo que el marine sintiese aún más asco por aquel estúpido humano.
La rabia volvía a encenderse dentro de él. Era inaceptable. ¿La mitad? Eso no era una opción. Sus manos comenzaron a temblar de pura ira contenida, pero un vistazo rápido a Atlas lo ayudó a centrarse de nuevo. El fénix estaba manejando la situación, manteniendo el control con una calma que Octojin simplemente no poseía. Respiró hondo y mantuvo el silencio, permitiendo que Atlas tomara el liderazgo en ese momento crucial.
Atlas no tardó en responder, rechazando rápidamente la oferta del anciano. Y lo hizo de una manera que incluso el habitante del mar, en su furia, tuvo que admirar. Le gustaba la forma en que su compañero mentía con tal seguridad, asegurando que no podían dejar a ningún gyojin atrás. Por dentro, el tiburón lo agradecía. Sabía que no podían comprometerse. Cada uno de los suyos debía ser liberado, o ese sería el fin de la negociación.
Mientras el anciano meditaba las palabras de Atlas, Octojin observaba con cautela los gestos de los piratas. No le gustaba nada la manera en que se movían, la forma en que sus manos se acercaban a las armas. Su cuerpo estaba listo para saltar a la acción en cualquier momento, pero sabía que aún no era el momento adecuado. Atlas estaba manejando las cosas de la mejor manera posible, y hasta que no fuera absolutamente necesario, el escualo no intervendría.
Finalmente, el viejo se detuvo y lanzó su última oferta, endureciendo su tono de voz. Exigió una cuarta parte del valor de los gyojins a cambio de entregarlos, así como las reparaciones para su barco, y dejó claro que esa era su última oferta. Octojin pudo sentir cómo su ira se intensificaba, pero de nuevo, se contuvo. Este era el momento decisivo, y cualquier movimiento en falso podría costarles caro.
— ¿Una cuarta parte? —susurró Octojin, casi escupiendo de asco. Era una cantidad irrisoria en comparación con lo que realmente valían los gyojins como seres vivos, como personas. Pero sabía que discutir ese punto sería inútil. Los piratas sólo veían a los suyos como mercancía. No había manera de hacerles entender lo que realmente estaban pidiendo.
Octojin miró a Atlas, y se acercó algo más para susurrarle. Tenía que serle sincero, aunque algo en su interior ya sabía que el humano conocía lo que le iba a decir. No era muy difícil entender que no era una situación cómoda para el tiburón y que todo aquello le parecía algo totalmente inaceptable.
—No me gusta esta oferta —dijo con voz profunda y empleando un tono bajo—. Pero por el bien de mi gente, la podría aceptar—hizo una pausa, apretando su mandíbula mientras lanzaba una mirada asesina al anciano, y torció el rostro, mirando a Atlas—. Pero no sé si tenemos autorización por parte de la marina. ¿De cuánto dinero estamos hablando? Igual deberíamos comunicarnos con la central.
El anciano sonreía con una satisfacción apenas disimulada, pensando que había ganado la negociación. Porque desde fuera, que los dos marines susurrasen seguramente era una victoria, al menos parcial. Eso quería decir que, como mínimo se lo estaba pensando.
Sin embargo, Octojin sabía que esa sonrisa pronto se borraría de su rostro. No dejaría que se salieran con la suya tan fácilmente. Una vez que los gyojins estuvieran a salvo, tomaría medidas para asegurarse de que estos piratas no volvieran a poner un pie en el mar sin pagar el precio. O esa era su idea.
Atlas, que estaba siendo el mediador en aquella ocasión, debería tomar la palabra para cerrar el trato, con cualquiera de las opciones propuestas. El escualo, mientras tanto, seguía luchando por mantener la calma. El final de este enfrentamiento estaba cerca, pero aún quedaba mucho por hacer. Y el gyojin no terminaba de fiarse de aquella gente. La verdad es que tenía mil motivos.
El escualo sabía que esa negociación era sólo un paso en un camino mucho más largo y peligroso. Pero vaya negociación.