Asradi
Völva
23-10-2024, 12:34 PM
El beso que Octojin le plantó, sin más, fue algo que sí sorprendió a la sirena, hasta el punto de que se puso roja como un tomate. Hasta ahora, el escualo había sido mucho más comedido al respecto, así que ese cambio efusivo fue inicialmente chocante para ella, aunque no desagradable, al contrario. Sobre todo a juzgar por la suave sonrisa que se le dibujó. Aprovechando que el gyojin todavía la tenía en brazos, Asradi se acurrucó contra su cuerpo, ahora ya sin importarle demasiado que el escualo estuviese en ropa interior. A ver, claro que se le iba la vista, no era ciega, pero estaba más pendiente de lo risueño que estaba Octojin. Ahora quería saber, tenía curiosidad, por el sueño que Octojin había tenido y que lo tenía tan contento.
Según el habitante del mar fue narrando, ella permanecía atenta, acariciándole distraídamente uno de los brazos cuando, al cabo de un rato, fue bajada y ella se sentó en el borde de la cama, mientras le veía gesticular e ir de un lado a otro mientras se explicaba. Un nuevo sonrojo se apoderó del rostro de la sirena. No solo había soñado con ella, sino que lo había hecho de... esa manera. No sabía si eso era más vergonzoso o halagador. O las dos cosas al mismo tiempo. No el hecho de que ambos superasen las adversidades, sino el resultado posterior. ¿Ella? ¿Casada con él? Vale que había sido solo un sueño por parte del gyojin. Y no tenía porqué pasar, pero... ¿por qué ahora el corazón le latía a mil por hora? ¿Acaso era algo que sí le gustaría? Y, no solo eso, ¿ella tenía el derecho para ser feliz de esa manera? Por inercia, buscó una de las manos de él y la estrujó de forma suave. No le importó si se abría un poco más el corte en ese momento, aunque no se lo había terminado de vendar bien.
— ¿Sabes? Es un sueño precioso. Dicen que, en ocasiones, los sueños pueden llegar a cumplirse. — Eso era lo que se decia popularmente, claro. No sabía si se lo merecía o no, o si tenía derecho, pero en su corazón sí le gustaría que eso se terminase cumpliendo a la larga. Si todo salía bien, claro. — ¿A ti te gustaría? — Fue ella la que, ahora, le preguntó directamente a Octojin, mirándole ahora que estaba sentado a su lado. Acto seguido, no pudo evitar reírse, con una mezcla de gracia y alegría. Por unos momentos, gracias al escualo, había logrado distraerse de la mayoría de cosas que le preocupaban, habían pasado un excelente día de compras. — Lo que sí te puedo asegurar, aún sin saber qué será lo que nos deparará el futuro, es que siempre te voy a querer. Ahora bien, me quedé con ganas de saber cómo estabas vestido tú en ese sueño. Seguro que estabas bien guapo. — Le guiñó un ojo con confianza y un deje de natural coquetería.
Octojin era no solo alguien con quien evadirse, era quien se estaba ganando su confianza y su corazón con cada minuto que pasaba a su lado. Y descubriendo, al mismo tiempo, un poco más de él. Un poco más de lo que había bajo esa fachada de tipo duro. El saber que tendrían que separarse dentro de no mucho, era lo único que le acongojaba.
— ¿Eh? — Fue la voz, nuevamente, del escualo la que la sacó de sus pensamientos, ahora con un tono un poco más serio. Al bajar la mirada hacia donde la de él se dirigía, comprendió. — No te preocupes. Me lo hice yo misma.
Lentamente liberó su mano de la de Octojin y ella misma se fue aflojando la venda que no había terminado de ponerse. Era un tajo que le recorría un poco de la palma. Todavía sangraba algo, pero ya parecía haber aplicado alguno de sus medicamentos para ver como actuaba poco a poco.
— Como ves, me hago mis propios medicamentos. Tanto para mi como para alguien que los pueda necesitar. — Le explicó con paciencia, pidiéndole una pequeña ayuda para poder anudarse bien el trozo de tela sobre el corte en sí. — Pero cuando se trata de hierbas nuevas, tengo que probar cuales son sus efectos, tanto buenos como malos.
Era peligroso lo que hacía, Asradi era totalmente consciente de ello. Pero no iba a hacer pruebas o usarlos en personas sin antes asegurarse de que no eran dañinos. Así que las pruebas las hacía sobre sí misma. Ya había caído enferma alguna vez debido a ello, por lo que cada vez era más cuidadosa. O trataba de serlo.
— Me ves con demasiados buenos ojos, Octo, aunque se agradece. — El escualo era capaz de calentarle el corazón de esa manera, con unas cuantas palabras sinceras. Porque no veía mentira alguna en los ojos del carpintero. — Tengo que darte las gracias, mi grandullón... — Murmuró, posando una de sus manos en la mejilla contraria, al erguirse un poco.
Disfrutó en silencio de aquel contacto, lento y espaciado, como si desease que aquello no terminase nunca. Acto seguido, le sonrió de manera dulce y cariñosa.
— Me has devuelto las ganas de querer a alguien, de querer protegerle. Y, al mismo de sentirme nuevamente valorada. — Eso era algo muy importante para ella, aún a pesar de todo el equipaje emocional que aún llevaba encima.
Fue ella quien, ahora, le plantó un beso en los labios, un tanto más tímido, antes de acomodar el mortero nuevamente en su propio regazo. Había dejado una preparación a medias y lo suyo era, al menos, terminarla y resguardarla. Sobre todo porque era algo que estaba preparando para Octojin.
— Esta es para ti. Si alguna vez te lastimas en tus trabajos de carpintería. O si lo haces en tus entrenamientos futuros en la Marina... — No dudaba en que lograría entrar. — … Te servirá no solo para que te acuerdes de mi, sino para que te cuides un poquito más.
Le picó un poco, bromeando.
Según el habitante del mar fue narrando, ella permanecía atenta, acariciándole distraídamente uno de los brazos cuando, al cabo de un rato, fue bajada y ella se sentó en el borde de la cama, mientras le veía gesticular e ir de un lado a otro mientras se explicaba. Un nuevo sonrojo se apoderó del rostro de la sirena. No solo había soñado con ella, sino que lo había hecho de... esa manera. No sabía si eso era más vergonzoso o halagador. O las dos cosas al mismo tiempo. No el hecho de que ambos superasen las adversidades, sino el resultado posterior. ¿Ella? ¿Casada con él? Vale que había sido solo un sueño por parte del gyojin. Y no tenía porqué pasar, pero... ¿por qué ahora el corazón le latía a mil por hora? ¿Acaso era algo que sí le gustaría? Y, no solo eso, ¿ella tenía el derecho para ser feliz de esa manera? Por inercia, buscó una de las manos de él y la estrujó de forma suave. No le importó si se abría un poco más el corte en ese momento, aunque no se lo había terminado de vendar bien.
— ¿Sabes? Es un sueño precioso. Dicen que, en ocasiones, los sueños pueden llegar a cumplirse. — Eso era lo que se decia popularmente, claro. No sabía si se lo merecía o no, o si tenía derecho, pero en su corazón sí le gustaría que eso se terminase cumpliendo a la larga. Si todo salía bien, claro. — ¿A ti te gustaría? — Fue ella la que, ahora, le preguntó directamente a Octojin, mirándole ahora que estaba sentado a su lado. Acto seguido, no pudo evitar reírse, con una mezcla de gracia y alegría. Por unos momentos, gracias al escualo, había logrado distraerse de la mayoría de cosas que le preocupaban, habían pasado un excelente día de compras. — Lo que sí te puedo asegurar, aún sin saber qué será lo que nos deparará el futuro, es que siempre te voy a querer. Ahora bien, me quedé con ganas de saber cómo estabas vestido tú en ese sueño. Seguro que estabas bien guapo. — Le guiñó un ojo con confianza y un deje de natural coquetería.
Octojin era no solo alguien con quien evadirse, era quien se estaba ganando su confianza y su corazón con cada minuto que pasaba a su lado. Y descubriendo, al mismo tiempo, un poco más de él. Un poco más de lo que había bajo esa fachada de tipo duro. El saber que tendrían que separarse dentro de no mucho, era lo único que le acongojaba.
— ¿Eh? — Fue la voz, nuevamente, del escualo la que la sacó de sus pensamientos, ahora con un tono un poco más serio. Al bajar la mirada hacia donde la de él se dirigía, comprendió. — No te preocupes. Me lo hice yo misma.
Lentamente liberó su mano de la de Octojin y ella misma se fue aflojando la venda que no había terminado de ponerse. Era un tajo que le recorría un poco de la palma. Todavía sangraba algo, pero ya parecía haber aplicado alguno de sus medicamentos para ver como actuaba poco a poco.
— Como ves, me hago mis propios medicamentos. Tanto para mi como para alguien que los pueda necesitar. — Le explicó con paciencia, pidiéndole una pequeña ayuda para poder anudarse bien el trozo de tela sobre el corte en sí. — Pero cuando se trata de hierbas nuevas, tengo que probar cuales son sus efectos, tanto buenos como malos.
Era peligroso lo que hacía, Asradi era totalmente consciente de ello. Pero no iba a hacer pruebas o usarlos en personas sin antes asegurarse de que no eran dañinos. Así que las pruebas las hacía sobre sí misma. Ya había caído enferma alguna vez debido a ello, por lo que cada vez era más cuidadosa. O trataba de serlo.
— Me ves con demasiados buenos ojos, Octo, aunque se agradece. — El escualo era capaz de calentarle el corazón de esa manera, con unas cuantas palabras sinceras. Porque no veía mentira alguna en los ojos del carpintero. — Tengo que darte las gracias, mi grandullón... — Murmuró, posando una de sus manos en la mejilla contraria, al erguirse un poco.
Disfrutó en silencio de aquel contacto, lento y espaciado, como si desease que aquello no terminase nunca. Acto seguido, le sonrió de manera dulce y cariñosa.
— Me has devuelto las ganas de querer a alguien, de querer protegerle. Y, al mismo de sentirme nuevamente valorada. — Eso era algo muy importante para ella, aún a pesar de todo el equipaje emocional que aún llevaba encima.
Fue ella quien, ahora, le plantó un beso en los labios, un tanto más tímido, antes de acomodar el mortero nuevamente en su propio regazo. Había dejado una preparación a medias y lo suyo era, al menos, terminarla y resguardarla. Sobre todo porque era algo que estaba preparando para Octojin.
— Esta es para ti. Si alguna vez te lastimas en tus trabajos de carpintería. O si lo haces en tus entrenamientos futuros en la Marina... — No dudaba en que lograría entrar. — … Te servirá no solo para que te acuerdes de mi, sino para que te cuides un poquito más.
Le picó un poco, bromeando.