Tofun
El Largo
23-10-2024, 01:11 PM
La noche era oscura y densa, casi pegajosa, como si el aire mismo supiera que se tramaba algo más grande. Con la información obtenida tras el interrogatorio, aunque no fuese tan útil como esperaba, decidí volver a las inmediaciones del campamento pirata. Había mucho que confirmar, observar, y, sobre todo, comprender. Si algo había aprendido con los años era que, aunque la información pueda parecer fragmentada o inútil, en la oscuridad de la estrategia, cualquier destello puede marcar la diferencia entre el éxito y el fracaso.
Me moví con sigilo entre la vegetación que bordeaba la costa, intentando no dejar rastro. El campamento pirata estaba ahí, siempre presente, siempre vigilante, pero sabía que también era un caos. Lo había visto en los ojos del pirata capturado: la indisciplina y el desorden reinaban en esas plataformas, lo que ofrecía una ventaja si lograba aprovechar sus debilidades.
A medida que me acercaba, comencé a notar los indicios de vida en el campamento. El sonido del agua rompiendo contra las plataformas de madera, el eco distante de voces, algunas carcajadas y, por supuesto, el ronco murmullo del viento que se filtraba entre las estructuras. Sabía que algunos de esos guardias, según lo que habíamos descubierto, no eran más que un puñado de borrachos sin mucha idea de lo que estaban haciendo. "Serán borrachos, pero eso no los hace inofensivos, mirame a mi." Me repetí mentalmente, recordando que, incluso en su estado de embriaguez, la imprevisibilidad era su aliada.
Desde mi escondite, comencé a observar con atención. Las plataformas de madera crujían bajo los pasos de los guardias, que deambulaban sin un patrón claro. Eso lo confirmé rápidamente. No había una lógica fija en sus movimientos ni en los turnos. "Será imposible saber quién vigila en qué momento," pensé, recordando las palabras del pirata cautivo. Era evidente que no seguían una rutina específica, lo que complicaba las cosas. Si bien esto les hacía vulnerables en ciertos momentos, también significaba que cualquier intento de infiltración sería un juego de azar.
A lo lejos, vi a un par de guardias sentados, recostados contra unos barriles. Sus voces eran fuertes y se escuchaban a través del aire húmedo, arrastradas por el viento. Incluso a esta distancia, pude notar que uno de ellos sostenía una botella. "El ron...", murmuré para mí mismo, pensando en lo que el pirata había revelado sobre el uso del alcohol. No solo lo usaban para emborracharse, sino que era su solución para curar malestares, una excusa para justificar su adicción. Una peligrosa combinación que, en teoría, podría servir a mi favor si lograba explotar su exceso de confianza. Sin embargo, el hecho de que no existiera un patrón fijo en sus hábitos de vigilancia me inquietaba. Todo era demasiado caótico para prever, y eso lo hacía peligroso.
Al continuar mi exploración, me aseguré de no acercarme demasiado a las plataformas. Sabía que, aunque algunos estuvieran borrachos, un paso en falso, un sonido demasiado fuerte, podría alertarlos. No podía subestimar su capacidad de reaccionar, sobre todo si el caos estaba tan enraizado en su forma de operar.
Había otro detalle importante que tenía que confirmar: el capitán. Recordaba la mueca de disgusto en el rostro del prisionero cuando lo mencionó. "Maloliente," había dicho. Y aunque no era una información directamente útil, a veces los detalles más triviales podían ofrecer pistas más adelante. El dato más interesante era su extraña costumbre de bañarse solo en noches de luna llena. "Es probable que esta noche no sea la indicada, pero estaré atento." Aquel pequeño hábito podría abrir una ventana de oportunidad en el futuro, y yo estaba dispuesto a esperar hasta que llegara ese momento.
En las siguientes horas, me dediqué a observar los movimientos en el campamento desde diferentes ángulos. No me quedaba mucho por descubrir que no supiera ya: desorganización, borrachos y una constante fluctuación en los guardias. A veces parecían vigilantes y alertas, y en otras ocasiones se relajaban más de lo debido, confiando en que la amenaza del terror verde, la bestia de Momobani, mantendría a cualquier intruso a raya. "La bestia...". Esa criatura invisible era una sombra constante en las mentes de los piratas. Aunque no la había visto, su reputación había calado hondo en todos los que pisaban esta isla.
No tenía intención de arriesgarme más de lo necesario, así que decidí retirarme una vez que hube recopilado suficiente información para consolidar lo que ya sabía. Había encontrado los puntos débiles en su seguridad, pero también había detectado las fortalezas que harían de cualquier intento de ataque una maniobra compleja. El caos podía jugar en mi contra tanto como a mi favor.
Volviendo por el mismo camino, repasé mentalmente lo que había observado. El uso constante del alcohol seguía siendo clave, no solo para debilitarlos, sino para aprovechar sus descuidos. Los guardias bebían sin cesar, sin ningún tipo de autocontrol, y aunque esto les daba una falsa sensación de invulnerabilidad, también los hacía impredecibles. Y el hecho de que no tuvieran un patrón en sus turnos de vigilancia confirmaba lo que habíamos aprendido en el interrogatorio: atacar en el momento adecuado sería un riesgo. Podría tener suerte y encontrar a un grupo completamente borracho o, por el contrario, toparme con piratas en plena alerta.
Llegué al punto de encuentro con los demás, compartiendo lo que había visto, confirmando nuestras sospechas y añadiendo algunos detalles nuevos. — No va a ser fácil — Dije, mientras me dejaba caer sobre una roca cercana — No tienen ni idea de lo que hacen, pero eso los vuelve peligrosos.
Al final, no se trataba solo de lo que sabíamos o de lo que había visto. Era cuestión de aprovechar cada momento de debilidad que mostraran. El caos, el desorden y su dependencia del alcohol eran nuestras armas, pero también podían volverse contra nosotros si no actuábamos con cuidado.
Ahora, con todo lo que habíamos aprendido, solo quedaba esperar el momento oportuno. Y cuando ese momento llegara, estaríamos listos.
Me moví con sigilo entre la vegetación que bordeaba la costa, intentando no dejar rastro. El campamento pirata estaba ahí, siempre presente, siempre vigilante, pero sabía que también era un caos. Lo había visto en los ojos del pirata capturado: la indisciplina y el desorden reinaban en esas plataformas, lo que ofrecía una ventaja si lograba aprovechar sus debilidades.
A medida que me acercaba, comencé a notar los indicios de vida en el campamento. El sonido del agua rompiendo contra las plataformas de madera, el eco distante de voces, algunas carcajadas y, por supuesto, el ronco murmullo del viento que se filtraba entre las estructuras. Sabía que algunos de esos guardias, según lo que habíamos descubierto, no eran más que un puñado de borrachos sin mucha idea de lo que estaban haciendo. "Serán borrachos, pero eso no los hace inofensivos, mirame a mi." Me repetí mentalmente, recordando que, incluso en su estado de embriaguez, la imprevisibilidad era su aliada.
Desde mi escondite, comencé a observar con atención. Las plataformas de madera crujían bajo los pasos de los guardias, que deambulaban sin un patrón claro. Eso lo confirmé rápidamente. No había una lógica fija en sus movimientos ni en los turnos. "Será imposible saber quién vigila en qué momento," pensé, recordando las palabras del pirata cautivo. Era evidente que no seguían una rutina específica, lo que complicaba las cosas. Si bien esto les hacía vulnerables en ciertos momentos, también significaba que cualquier intento de infiltración sería un juego de azar.
A lo lejos, vi a un par de guardias sentados, recostados contra unos barriles. Sus voces eran fuertes y se escuchaban a través del aire húmedo, arrastradas por el viento. Incluso a esta distancia, pude notar que uno de ellos sostenía una botella. "El ron...", murmuré para mí mismo, pensando en lo que el pirata había revelado sobre el uso del alcohol. No solo lo usaban para emborracharse, sino que era su solución para curar malestares, una excusa para justificar su adicción. Una peligrosa combinación que, en teoría, podría servir a mi favor si lograba explotar su exceso de confianza. Sin embargo, el hecho de que no existiera un patrón fijo en sus hábitos de vigilancia me inquietaba. Todo era demasiado caótico para prever, y eso lo hacía peligroso.
Al continuar mi exploración, me aseguré de no acercarme demasiado a las plataformas. Sabía que, aunque algunos estuvieran borrachos, un paso en falso, un sonido demasiado fuerte, podría alertarlos. No podía subestimar su capacidad de reaccionar, sobre todo si el caos estaba tan enraizado en su forma de operar.
Había otro detalle importante que tenía que confirmar: el capitán. Recordaba la mueca de disgusto en el rostro del prisionero cuando lo mencionó. "Maloliente," había dicho. Y aunque no era una información directamente útil, a veces los detalles más triviales podían ofrecer pistas más adelante. El dato más interesante era su extraña costumbre de bañarse solo en noches de luna llena. "Es probable que esta noche no sea la indicada, pero estaré atento." Aquel pequeño hábito podría abrir una ventana de oportunidad en el futuro, y yo estaba dispuesto a esperar hasta que llegara ese momento.
En las siguientes horas, me dediqué a observar los movimientos en el campamento desde diferentes ángulos. No me quedaba mucho por descubrir que no supiera ya: desorganización, borrachos y una constante fluctuación en los guardias. A veces parecían vigilantes y alertas, y en otras ocasiones se relajaban más de lo debido, confiando en que la amenaza del terror verde, la bestia de Momobani, mantendría a cualquier intruso a raya. "La bestia...". Esa criatura invisible era una sombra constante en las mentes de los piratas. Aunque no la había visto, su reputación había calado hondo en todos los que pisaban esta isla.
No tenía intención de arriesgarme más de lo necesario, así que decidí retirarme una vez que hube recopilado suficiente información para consolidar lo que ya sabía. Había encontrado los puntos débiles en su seguridad, pero también había detectado las fortalezas que harían de cualquier intento de ataque una maniobra compleja. El caos podía jugar en mi contra tanto como a mi favor.
Volviendo por el mismo camino, repasé mentalmente lo que había observado. El uso constante del alcohol seguía siendo clave, no solo para debilitarlos, sino para aprovechar sus descuidos. Los guardias bebían sin cesar, sin ningún tipo de autocontrol, y aunque esto les daba una falsa sensación de invulnerabilidad, también los hacía impredecibles. Y el hecho de que no tuvieran un patrón en sus turnos de vigilancia confirmaba lo que habíamos aprendido en el interrogatorio: atacar en el momento adecuado sería un riesgo. Podría tener suerte y encontrar a un grupo completamente borracho o, por el contrario, toparme con piratas en plena alerta.
Llegué al punto de encuentro con los demás, compartiendo lo que había visto, confirmando nuestras sospechas y añadiendo algunos detalles nuevos. — No va a ser fácil — Dije, mientras me dejaba caer sobre una roca cercana — No tienen ni idea de lo que hacen, pero eso los vuelve peligrosos.
Al final, no se trataba solo de lo que sabíamos o de lo que había visto. Era cuestión de aprovechar cada momento de debilidad que mostraran. El caos, el desorden y su dependencia del alcohol eran nuestras armas, pero también podían volverse contra nosotros si no actuábamos con cuidado.
Ahora, con todo lo que habíamos aprendido, solo quedaba esperar el momento oportuno. Y cuando ese momento llegara, estaríamos listos.