Atlas
Nowhere | Fénix
23-10-2024, 02:04 PM
El muy condenado sabía lo que se hacía. Era evidente que el tiempo había hecho en él mucho más que marcarle el rostro y el pelo. A pesar de estar en una situación de clara inferioridad, era consciente de que él poseía algo de lo que no podíamos prescindir. Sólo tenía una carta y lo sabía: la vida de los gyojins. Era conocedor de que si se desprendía de ella demasiado pronto todo saldría mal para él y los suyos, de ahí que se afanase en continuar las negociaciones a cualquier costo. Una cuarta parte de su valor podía llegar a sonar razonable para según quién lo escuchase, pero no tenía claro si podríamos tener autorización para algo así.
Como si hubiese estado leyendo mi mente, Octojin se aproximó hacia mí para susurrarme algo. Después de compartir tantas cosas —aunque realmente no nos conocíamos desde hacia demasiado tiempo— me había acostumbrado a ello, pero ver a semejante coloso del mar agacharse hasta la mitad de su estatura por poder decirme algo en voz baja debía ser una imagen de lo más cómica.
Asentí ante su comentario, porque también era lo que yo pensaba, y volví a clavar mis ojos en los del anciano líder del grupo criminal.
—Tenemos que pedir autorización para eso —repliqué sin más, girando noventa grados sobre mis talones y comenzando a caminar.
Había visto cómo los subordinados se movían y posicionaban en función de sus miradas, pero había decidido hacer como el que los ignoraba. Evidentemente, no iba a mantener una conversación con nuestros superiores allí en medio, así que decidí irme a la proa del barco con paso firme y decidido. Tuve que pasar por encima de uno de los mástiles, claro, que había provocado serios daños en la cubierta, pero confiaba en que esa imagen reforzase la idea de que no debían jugar con nosotros.
Aguardé a que Octojin se uniera a mí antes de sacar un Den Den Mushi del bolsillo e intentar establecer comunicación con la central. Quien respondió, para mi sorpresa, no fue otra que la capitana Montpellier.
—Loguetown —dijo sin más con su habitual tono perezoso.
—Aquí Atlas y Octojin, señora —respondí inmediatamente.
—¡Oh, hola! ¿Cómo va el rescate de los gyojins? —replicó en tono afable y ciertamente infantil. La capitana podía ser algo volátil en ocasiones. Habitualmente demostraba una pereza absoluta por todo lo que tenía que ver con la rutina diaria y la burocracia. En determinados días —que debían seguir un patrón que no habíamos logrado identificar— lucía jovial y cercana. Pero nunca, nunca jamás podía ser buena idea enfadarla. Se podría decir que era una mujer accesible y transigente siempre y cuando no pasases la frontera que nunca debía ser cruzada.
—Podría ir mejor. —No tardé en resumir la situación y llegar hasta el momento en que nos encontrábamos.
—Malditos desgraciados —musitó en un tono ya más serio—. Lo peor es que me suena de algo esa forma de actuar. Voy a poner a los chicos a buscar en el archivo, a ver si hay algún grupo que lleve tiempo sin operar por aquí que haya podido volver a las andadas. En cuanto a la propuesta que os hacen... de manera oficial no se puede autorizar un pago por rehenes, un rescate ni nada que implique ceder a un chantaje. —¿Era un "clic" eso que acababa de sonar? Habría jurado que sí y, para más inri, la voz de la capitana se había distorsionado en parte después de escucharlo. ¿Acaso estaba blindando la conversación frente a oídos indiscretos?—. Otra cosa muy diferente es que lo que digáis y lo que después hagáis —susurró—. Lo importante es lo que ellos crean. Ganad tiempo y decidles que os hemos dado permiso. Si es necesario extended algún documento con mis datos, pero aseguraos de que cuando todo acabe sea destruido. Tenéis que buscar un hueco en medio de todo ese lío para averiguar dónde están los gyojins, rescatarlos y acabar con esa panda de malnacidos... y no les podemos dar nada, chicos, lo siento. —Volvió a sonar un "clic"—. En efecto, lo han entendido bien, el Gobierno Mundial no puede ceder un ápice ante el chantaje de unos delincuentes. Su única recompensa puede ser una estancia de larga duración detrás de unos barrotes bien gruesos.
Todo estaba bien claro: teníamos un permiso no oficial que no nos respaldaría si todo iba mal para hacer lo que fuese necesario para rescatar a los habitantes del mar. Ello, por otro lado, implicaba también que en caso de resultar victoriosos la capitana no indagaría más de lo justo y necesario en los métodos empelados para llevar a cabo la misión. Sí, si todo iba bien no tendríamos ningún problema, pero que el resultado fuese satisfactorio dependería única y exclusivamente de nosotros.
—Parece que está bastante claro, ¿no? —dije tras cortar la comunicación, mirando a Octojin de una manera que pretendía transmitirle calma—. Les salvaremos cueste lo que cueste, no te preocupes. Como si nos tenemos que ir a vivir a una isla escondida en el Nuevo Mundo huyendo de la Marina por habernos saltado el protocolo.
Tras dar varios toques de apoyo en el brazo escamoso de mi compañero retorné al lugar del que nos habíamos marchado. Me volví a situar en el centro de todos ellos, demostrando que podían inspirarme muchas cosas, pero no miedo.
—Tenemos autorización para pagar la cuarta parte de su valor en el mercado negro, pero nos tienen que enviar los recursos desde las bases más cercanas. Hasta entonces, decidnos dónde están los prisioneros para poder valorarles y ver si necesitan algún tipo de asistencia médica o algo.
Algo me decía que no sería tan fácil, pero debía intentarlo, ¿no?
Como si hubiese estado leyendo mi mente, Octojin se aproximó hacia mí para susurrarme algo. Después de compartir tantas cosas —aunque realmente no nos conocíamos desde hacia demasiado tiempo— me había acostumbrado a ello, pero ver a semejante coloso del mar agacharse hasta la mitad de su estatura por poder decirme algo en voz baja debía ser una imagen de lo más cómica.
Asentí ante su comentario, porque también era lo que yo pensaba, y volví a clavar mis ojos en los del anciano líder del grupo criminal.
—Tenemos que pedir autorización para eso —repliqué sin más, girando noventa grados sobre mis talones y comenzando a caminar.
Había visto cómo los subordinados se movían y posicionaban en función de sus miradas, pero había decidido hacer como el que los ignoraba. Evidentemente, no iba a mantener una conversación con nuestros superiores allí en medio, así que decidí irme a la proa del barco con paso firme y decidido. Tuve que pasar por encima de uno de los mástiles, claro, que había provocado serios daños en la cubierta, pero confiaba en que esa imagen reforzase la idea de que no debían jugar con nosotros.
Aguardé a que Octojin se uniera a mí antes de sacar un Den Den Mushi del bolsillo e intentar establecer comunicación con la central. Quien respondió, para mi sorpresa, no fue otra que la capitana Montpellier.
—Loguetown —dijo sin más con su habitual tono perezoso.
—Aquí Atlas y Octojin, señora —respondí inmediatamente.
—¡Oh, hola! ¿Cómo va el rescate de los gyojins? —replicó en tono afable y ciertamente infantil. La capitana podía ser algo volátil en ocasiones. Habitualmente demostraba una pereza absoluta por todo lo que tenía que ver con la rutina diaria y la burocracia. En determinados días —que debían seguir un patrón que no habíamos logrado identificar— lucía jovial y cercana. Pero nunca, nunca jamás podía ser buena idea enfadarla. Se podría decir que era una mujer accesible y transigente siempre y cuando no pasases la frontera que nunca debía ser cruzada.
—Podría ir mejor. —No tardé en resumir la situación y llegar hasta el momento en que nos encontrábamos.
—Malditos desgraciados —musitó en un tono ya más serio—. Lo peor es que me suena de algo esa forma de actuar. Voy a poner a los chicos a buscar en el archivo, a ver si hay algún grupo que lleve tiempo sin operar por aquí que haya podido volver a las andadas. En cuanto a la propuesta que os hacen... de manera oficial no se puede autorizar un pago por rehenes, un rescate ni nada que implique ceder a un chantaje. —¿Era un "clic" eso que acababa de sonar? Habría jurado que sí y, para más inri, la voz de la capitana se había distorsionado en parte después de escucharlo. ¿Acaso estaba blindando la conversación frente a oídos indiscretos?—. Otra cosa muy diferente es que lo que digáis y lo que después hagáis —susurró—. Lo importante es lo que ellos crean. Ganad tiempo y decidles que os hemos dado permiso. Si es necesario extended algún documento con mis datos, pero aseguraos de que cuando todo acabe sea destruido. Tenéis que buscar un hueco en medio de todo ese lío para averiguar dónde están los gyojins, rescatarlos y acabar con esa panda de malnacidos... y no les podemos dar nada, chicos, lo siento. —Volvió a sonar un "clic"—. En efecto, lo han entendido bien, el Gobierno Mundial no puede ceder un ápice ante el chantaje de unos delincuentes. Su única recompensa puede ser una estancia de larga duración detrás de unos barrotes bien gruesos.
Todo estaba bien claro: teníamos un permiso no oficial que no nos respaldaría si todo iba mal para hacer lo que fuese necesario para rescatar a los habitantes del mar. Ello, por otro lado, implicaba también que en caso de resultar victoriosos la capitana no indagaría más de lo justo y necesario en los métodos empelados para llevar a cabo la misión. Sí, si todo iba bien no tendríamos ningún problema, pero que el resultado fuese satisfactorio dependería única y exclusivamente de nosotros.
—Parece que está bastante claro, ¿no? —dije tras cortar la comunicación, mirando a Octojin de una manera que pretendía transmitirle calma—. Les salvaremos cueste lo que cueste, no te preocupes. Como si nos tenemos que ir a vivir a una isla escondida en el Nuevo Mundo huyendo de la Marina por habernos saltado el protocolo.
Tras dar varios toques de apoyo en el brazo escamoso de mi compañero retorné al lugar del que nos habíamos marchado. Me volví a situar en el centro de todos ellos, demostrando que podían inspirarme muchas cosas, pero no miedo.
—Tenemos autorización para pagar la cuarta parte de su valor en el mercado negro, pero nos tienen que enviar los recursos desde las bases más cercanas. Hasta entonces, decidnos dónde están los prisioneros para poder valorarles y ver si necesitan algún tipo de asistencia médica o algo.
Algo me decía que no sería tan fácil, pero debía intentarlo, ¿no?