Derian Markov
Lord Markov
23-10-2024, 03:30 PM
En el momento en que empezó a girar, supo qué era lo que pretendía. Él mismo dominaba esa técnica. Sin embargo, una cosa era saber qué era lo que iba a hacer y otra estar preparado para reaccionar. El conde frunció ligeramente el ceño y alzó su espada para preparar un contraataque, pero antes de que pudiera iniciarlo, el viento lo alzó como si fuese una hoja arrastrada por un río. Sabía lo que venía a continuación y que no sería agradable. El primer corte desgarró su brazo derecho. El segundo le hizo un corte horizontal en el costillar derecho. Y tras eso, más y más cortes fueron abriéndosele por todo el cuerpo. No era el arma de su enemigo la que alcanzaba su cuerpo, sino el propio viento, convertido en un tornado cortante. Y Derian, atrapado en sus fauces, todo lo que podía hacer era esperar a que terminase.
Finalmente, la técnica se detuvo y el noble comenzó a caer desde los aires. Estaba herido, pero aún podía aguantar. Aún podría levantarse y comenzar una contraofensiva con la que dar media vuelta a aquel combate. Pero Alpha no tenía intención de dejarle espacio alguno. Implacable en su acometida, el lancero golpeó su pecho con el asta mientras caía y remató el movimiento con una hábil filigrana que estampó al conde contra el suelo. Antes de que Derian pudiera reaccionar, se encontró con la punta de la lanza en su cuello. Jadeaba y gruñía como una bestia, ensangrentado y con los labios torcidos en una mueca feroz. Aquel gesto tan impropio del espadachín, siempre impasible, de repente se torno en uno más raro en él: una sonrisa. No era una sonrisa agradable. Era una mueca siniestra, una parodia de sonrisa. Era como ver a un ser inhumano tratando de imitar el comportamiento humano: había algo fuera de su lugar en su rostro. Y entonces, rompió a reír. Su risa era incluso más escalofriante si cabía.
- ¡Bravo! ¡Excelente! ¡Simplemente maravilloso! - volvió a romper en carcajadas, absolutamente extasiado - ¡Hunter D. Alpha, eres una verdadera caja de sorpresas! ¡Jamás nadie ha logrado superarme de esta manera! Ha sido absolutamente enriquecedor - amplió aún más su sonrisa y miró directamente a los ojos del pirata - Como cazador, admito mi derrota. Tu poder y voluntad son evidentes. ¡Te reconozco como a un igual, un cazador! Tienes la fuerza y la voluntad de imponerte en el mundo. Eres diferente a todas las presas que nos rodean - pese a estar derrotado, derribado y sangrando, la voz del conde sonaba fuerte, su tono sereno y majestuoso - ¿Qué harás ahora conmigo? Es el privilegio del vencedor obra su voluntad sobre el vencido. Son las normas de este mundo y las acepto gustoso. ¿Es la muerte lo que me espera?
Pese a todo, el conde se sentía sinceramente feliz y satisfecho con el resultado. Había sido un duro combate y lo había disfrutado. Aquella sensación de peligro, de hallarse a milímetros de la muerte, era absolutamente intoxicante. Se sentía tan vivo y pleno... casi tanto como cuando arrancaba una vida y bebía la sangre de sus presas. Aquellos momentos eran por los que merecía la pena vivir. Y gustoso corría el riesgo de morir, pues una vida sin aquellos placeres no merecía la pena ser vivida.
Finalmente, la técnica se detuvo y el noble comenzó a caer desde los aires. Estaba herido, pero aún podía aguantar. Aún podría levantarse y comenzar una contraofensiva con la que dar media vuelta a aquel combate. Pero Alpha no tenía intención de dejarle espacio alguno. Implacable en su acometida, el lancero golpeó su pecho con el asta mientras caía y remató el movimiento con una hábil filigrana que estampó al conde contra el suelo. Antes de que Derian pudiera reaccionar, se encontró con la punta de la lanza en su cuello. Jadeaba y gruñía como una bestia, ensangrentado y con los labios torcidos en una mueca feroz. Aquel gesto tan impropio del espadachín, siempre impasible, de repente se torno en uno más raro en él: una sonrisa. No era una sonrisa agradable. Era una mueca siniestra, una parodia de sonrisa. Era como ver a un ser inhumano tratando de imitar el comportamiento humano: había algo fuera de su lugar en su rostro. Y entonces, rompió a reír. Su risa era incluso más escalofriante si cabía.
- ¡Bravo! ¡Excelente! ¡Simplemente maravilloso! - volvió a romper en carcajadas, absolutamente extasiado - ¡Hunter D. Alpha, eres una verdadera caja de sorpresas! ¡Jamás nadie ha logrado superarme de esta manera! Ha sido absolutamente enriquecedor - amplió aún más su sonrisa y miró directamente a los ojos del pirata - Como cazador, admito mi derrota. Tu poder y voluntad son evidentes. ¡Te reconozco como a un igual, un cazador! Tienes la fuerza y la voluntad de imponerte en el mundo. Eres diferente a todas las presas que nos rodean - pese a estar derrotado, derribado y sangrando, la voz del conde sonaba fuerte, su tono sereno y majestuoso - ¿Qué harás ahora conmigo? Es el privilegio del vencedor obra su voluntad sobre el vencido. Son las normas de este mundo y las acepto gustoso. ¿Es la muerte lo que me espera?
Pese a todo, el conde se sentía sinceramente feliz y satisfecho con el resultado. Había sido un duro combate y lo había disfrutado. Aquella sensación de peligro, de hallarse a milímetros de la muerte, era absolutamente intoxicante. Se sentía tan vivo y pleno... casi tanto como cuando arrancaba una vida y bebía la sangre de sus presas. Aquellos momentos eran por los que merecía la pena vivir. Y gustoso corría el riesgo de morir, pues una vida sin aquellos placeres no merecía la pena ser vivida.