Lemon Stone
MVP
23-10-2024, 05:08 PM
Así que de verdad estaba maldito, ¿eh? No recordaba el momento exacto en que hubiera comido una fruta extraña, una de las que aparecen en las leyendas, de esas que cuentan los marineros cuando vuelven de sus viajes. ¿Lo peor? Solo podía generar mantequilla. Parecía un poder inútil, aunque a un cocinero le habría fascinado (y a su billetera aún más, pues la mantequilla está bastante cara). Había aprendido a hacer un par de trucos, pero nada del otro mundo. Sus compañeros, Latas incluso, poseían poderes más extravagantes e interesantes, bastante más… útiles. ¿Se estaba quejando? Un poco, sí. Sin embargo, Lemon era un hombre optimista que veía siempre el vaso lleno, ni siquiera medio lleno, completamente lleno. Sacarse un hilo de mantequilla del culo siempre sorprendería a algún tonto, y además podría lubricar cosas que de otra forma le sería imposible. Generar mantequilla infinita a cambio de hundirse en el agua como un martillo, ni tan mal.
-Tener cuidado es lo contrario a tener un espíritu revolucionario, ¿sabes? Los rebeldes hacemos cosas peligrosas, arriesgamos nuestras vidas y derrocamos gobiernos y tiranías -respondió Lemon con una sonrisa de orgullo en el rostro-. Pero prometo que tendré más cuidado con el agua. Me siento como un deportista de élite al que le acaban de decir que no podrá volver a competir porque ha perdido las piernas y los brazos, pero saldré de esta.
En serio le gustaba un montón el surf, pero ya no podría practicarlo nunca más, a menos que… Espera un momento, ¿acaso la mantequilla se diluye en el agua? ¡Pues no! Eventualmente, podría crear su propia tabla de surf vegana y de mantequilla con la que podría surfear, solo necesitaría atársela bien para cuando se cayera de esta. Oh, era un maldito genio, y es que incluso con los dones más ridículos se le ocurrían ideas dignas de cambiar el paradigma mundial.
-¿Y cómo que no fue un beso? Eso de tocarse los labios se llama besarse, ha sido así desde tiempos inmemorables. Joder, ¿nunca has visto una película? Mamma mia la vida que llevan los peces ahí en el fondo del mar… Pero es cierto que, si no me hubieras besado, habría muerto, así que te lo agradezco mucho -contestó el revolucionario, dedicándole una sonrisa de puro agradecimiento a Aletas-. Además, no todos los besos significan lo mismo. Si no hay pasión de por medio, ¿acaso importa?
Lemon se levantó y le ofreció la mano a su compañera para que hiciera lo mismo, y comenzó a caminar por la playa. A pesar de tener una experiencia potencialmente mortal con el agua, se acercó a la orilla para sentir las cálidas aguas en sus pies. Era un tipo valiente, alguien que enfrenta el peligro con la frente en alto y el pecho preparado para aguantar las balas.
-Conozco un buen sitio a medio kilómetro de acá con vistas al mar y todo. La gente dice que es medio caro, pero también es cierto que a la gente no le gusta admitir que es pobre -comentaba completamente despreocupado-. Tú no te preocupes que yo invito esta vez. Me has ayudado a surfear y encima me salvaste la vida, es lo mínimamente decente que puedo hacer por ti. Ya te salvaré yo la tuya, te lo prometo.
Al fondo, se veía un edificio de madera bastante moderno y bonito con gigantescos ventanales y una hermosa terraza orientada hacia el mar. Sin embargo, algo llamó la atención de Lemon. Aguzó la mirada como si fuera un águila y reconoció una muchedumbre aglomerada en las puertas del restaurante. Iban todos vestidos como meseros o cocineros, aunque también había un par de normies por ahí. A medida que se acercaban, escuchaban gritos y el sonido de tambores.
-¿Crees lo mismo que yo? ¡Jajajaja! ¡Es una maldita protesta! ¡Venga, vamos a protestar! ¡Jajajaja!
-Tener cuidado es lo contrario a tener un espíritu revolucionario, ¿sabes? Los rebeldes hacemos cosas peligrosas, arriesgamos nuestras vidas y derrocamos gobiernos y tiranías -respondió Lemon con una sonrisa de orgullo en el rostro-. Pero prometo que tendré más cuidado con el agua. Me siento como un deportista de élite al que le acaban de decir que no podrá volver a competir porque ha perdido las piernas y los brazos, pero saldré de esta.
En serio le gustaba un montón el surf, pero ya no podría practicarlo nunca más, a menos que… Espera un momento, ¿acaso la mantequilla se diluye en el agua? ¡Pues no! Eventualmente, podría crear su propia tabla de surf vegana y de mantequilla con la que podría surfear, solo necesitaría atársela bien para cuando se cayera de esta. Oh, era un maldito genio, y es que incluso con los dones más ridículos se le ocurrían ideas dignas de cambiar el paradigma mundial.
-¿Y cómo que no fue un beso? Eso de tocarse los labios se llama besarse, ha sido así desde tiempos inmemorables. Joder, ¿nunca has visto una película? Mamma mia la vida que llevan los peces ahí en el fondo del mar… Pero es cierto que, si no me hubieras besado, habría muerto, así que te lo agradezco mucho -contestó el revolucionario, dedicándole una sonrisa de puro agradecimiento a Aletas-. Además, no todos los besos significan lo mismo. Si no hay pasión de por medio, ¿acaso importa?
Lemon se levantó y le ofreció la mano a su compañera para que hiciera lo mismo, y comenzó a caminar por la playa. A pesar de tener una experiencia potencialmente mortal con el agua, se acercó a la orilla para sentir las cálidas aguas en sus pies. Era un tipo valiente, alguien que enfrenta el peligro con la frente en alto y el pecho preparado para aguantar las balas.
-Conozco un buen sitio a medio kilómetro de acá con vistas al mar y todo. La gente dice que es medio caro, pero también es cierto que a la gente no le gusta admitir que es pobre -comentaba completamente despreocupado-. Tú no te preocupes que yo invito esta vez. Me has ayudado a surfear y encima me salvaste la vida, es lo mínimamente decente que puedo hacer por ti. Ya te salvaré yo la tuya, te lo prometo.
Al fondo, se veía un edificio de madera bastante moderno y bonito con gigantescos ventanales y una hermosa terraza orientada hacia el mar. Sin embargo, algo llamó la atención de Lemon. Aguzó la mirada como si fuera un águila y reconoció una muchedumbre aglomerada en las puertas del restaurante. Iban todos vestidos como meseros o cocineros, aunque también había un par de normies por ahí. A medida que se acercaban, escuchaban gritos y el sonido de tambores.
-¿Crees lo mismo que yo? ¡Jajajaja! ¡Es una maldita protesta! ¡Venga, vamos a protestar! ¡Jajajaja!