Octojin
El terror blanco
23-10-2024, 05:16 PM
Sientes cómo el agua corre por tu cuerpo tras llegar al río y eso te reconforta bastante. Entre el calor y la armadura, dirías que has tenido días más cómodos. Pero al fin y al cabo, ya estás cerca de tu objetivo, esa ansiada pelea, así que no te puedes quejar mucho.
El instructor que hasta entonces había estado corrigiendo a los jóvenes espadachines, alzó la vista al escuchar tu imponente voz. Su rostro, marcado por los años de experiencia, reflejaba una mezcla de curiosidad y respeto ante la imponente oni que se había acercado de manera tan respetuosa. Tras un breve intercambio de miradas, él asintió lentamente, como si comprendiera de inmediato que Sowon no era una simple curiosa en busca de emociones pasajeras.
—Parece que el destino te ha traído hasta aquí —dijo el instructor, aplicando una voz calmada y serena, como si cada palabra estuviera bien medida. Se giró hacia los jóvenes que aún estaban practicando con los árboles y, tras aplaudir dos veces para captar su atención, les dio la orden directa —¡Cinco vueltas alrededor del dojo! Después, podéis descansar cuatro minutos.
Los aprendices, aunque sudorosos y algo exhaustos, obedecieron al instante, comenzando su carrera en torno al dojo bajo la atenta mirada de su maestro. No era la primera vez que lo hacían, pues todos adoptaron un ritmo relativamente tranquilo que les permitiese dar todas la vueltas sin llegar a morir en el intento. El instructor, sin perder tiempo, hizo una reverencia respetuosa que contestaba a la tuya y te invitó a seguirlo.
El camino hacia el dojo era corto, pero cargado de una atmósfera solemne. A cada paso que dais, el entorno se volvía más tranquilo, como si el propio lugar estuviera impregnado de la seriedad y la dedicación que el entrenamiento requería. Sin duda, combatir en un sitio así debía ser increíble... Qué suerte tienes, Sowon.
Antes de siquiera darte cuenta, llegas al dojo. Una estructura tradicional de madera oscura se irgue como una fortaleza del espíritu y el arte de la espada. Un templo para los devotos de la katana, que luce limpio y cuidado como cualquier edificio de culto debiera estar. Sus techos inclinados parecían apuntar al cielo, y cada tabla de madera había sido pulida por el tiempo y el sudor de innumerables guerreros que habían pasado por allí, entrenando y venerando lo que a priori parecían una simples maderas pero para ellos lo eran todo. Sin duda, aquello era mucho más de lo que parecía a simple vista.
Frente al dojo, el instructor se detiene y, con una sonrisa, te pide que aguardes ahí un momento. Él entra en el edificio con pasos silenciosos, dejando que puedas sumergirte en la atmósfera del lugar. A tu alrededor, el sonido de los aprendices corriendo y el murmullo del viento entre los árboles es lo único que rompe el apacible silencio. Tras un momento que te puede llegar a ser más largo de lo que quisieras, la puerta del dojo se abre lentamente, y el instructor sale acompañado de un joven, que camina con una tranquilidad pasmosa hacia tu ubicación.
El joven no es ni más ni menos Yui Suzuki. El alumno más aventajado del dojo, y del cual hablan muchas historias de la isla. Ha peleado contra una gran cantidad de gente, y solo ha perdido contra su sensei en innumerables ocasiones. Su dominio de la espada es magnífico, como pronto parece que podrás observar.
Yui, con su larga cabellera negra recogida en una coleta, camina con una elegancia propia de alguien que ha dedicado toda su vida al perfeccionamiento de su arte. Tras varios pasos lentos, sale de detrás del instructor y se acerca hacia ti. Lleva una katana en la cintura que es decorada por una funda elegante con tonos oscuros. Su complexión es atlética y su porte da la impresión de que el tipo es tan ágil como fuerte. Cada uno de sus movimientos parece medido, como si incluso la forma en que respira estuviera calculada al milímetro. Viste con un traje tradicional, oscuro, que destaca su figura esbelta pero poderosa. Sus ojos, afilados y centrados, se alzan y se posan sobre ti una vez está a escasos centímetros tuyo con una mirada que destila confianza.
—Soy Yui Suzuki —dijo, extendiendo la mano hacia ti con una sonrisa tranquila, aunque no exenta de una ligera arrogancia—. Será un honor enfrentarte en combate.
Tras el intercambio de saludos, Yui te guiará hacia una explanada un poco más alejada del dojo. La hierba, densa y verde, ofrece un suelo mullido bajo tus pies, ideal para un combate. Desde luego si caes al suelo podrás amortiguar la caída de manera bastante fácil. Una brisa ligera os acaricia el rostro de ambos, como si el mismo aire estuviera expectante de lo que está por suceder.
Una vez en posición, Yui desenfunda su katana con un movimiento fluido, que refleja años de distintos entrenamientos. La hoja brilla bajo el sol mientras el humano adopta una postura defensiva, con sus pies bien plantados y los brazos firmes pero relajados. Claramente, Yui estaba ofreciendo a Sowon el primer ataque, confiado en su capacidad de reaccionar ante cualquier embate. O quizá simplemente era un caballero que, en campo propio, cedía el primer ataque a su rival.
—Puedes empezar cuando quieras —dijo, con una voz calmada y serena, pero cargada de emoción contenida. La batalla estaba por comenzar.
El instructor que hasta entonces había estado corrigiendo a los jóvenes espadachines, alzó la vista al escuchar tu imponente voz. Su rostro, marcado por los años de experiencia, reflejaba una mezcla de curiosidad y respeto ante la imponente oni que se había acercado de manera tan respetuosa. Tras un breve intercambio de miradas, él asintió lentamente, como si comprendiera de inmediato que Sowon no era una simple curiosa en busca de emociones pasajeras.
—Parece que el destino te ha traído hasta aquí —dijo el instructor, aplicando una voz calmada y serena, como si cada palabra estuviera bien medida. Se giró hacia los jóvenes que aún estaban practicando con los árboles y, tras aplaudir dos veces para captar su atención, les dio la orden directa —¡Cinco vueltas alrededor del dojo! Después, podéis descansar cuatro minutos.
Los aprendices, aunque sudorosos y algo exhaustos, obedecieron al instante, comenzando su carrera en torno al dojo bajo la atenta mirada de su maestro. No era la primera vez que lo hacían, pues todos adoptaron un ritmo relativamente tranquilo que les permitiese dar todas la vueltas sin llegar a morir en el intento. El instructor, sin perder tiempo, hizo una reverencia respetuosa que contestaba a la tuya y te invitó a seguirlo.
El camino hacia el dojo era corto, pero cargado de una atmósfera solemne. A cada paso que dais, el entorno se volvía más tranquilo, como si el propio lugar estuviera impregnado de la seriedad y la dedicación que el entrenamiento requería. Sin duda, combatir en un sitio así debía ser increíble... Qué suerte tienes, Sowon.
Antes de siquiera darte cuenta, llegas al dojo. Una estructura tradicional de madera oscura se irgue como una fortaleza del espíritu y el arte de la espada. Un templo para los devotos de la katana, que luce limpio y cuidado como cualquier edificio de culto debiera estar. Sus techos inclinados parecían apuntar al cielo, y cada tabla de madera había sido pulida por el tiempo y el sudor de innumerables guerreros que habían pasado por allí, entrenando y venerando lo que a priori parecían una simples maderas pero para ellos lo eran todo. Sin duda, aquello era mucho más de lo que parecía a simple vista.
Frente al dojo, el instructor se detiene y, con una sonrisa, te pide que aguardes ahí un momento. Él entra en el edificio con pasos silenciosos, dejando que puedas sumergirte en la atmósfera del lugar. A tu alrededor, el sonido de los aprendices corriendo y el murmullo del viento entre los árboles es lo único que rompe el apacible silencio. Tras un momento que te puede llegar a ser más largo de lo que quisieras, la puerta del dojo se abre lentamente, y el instructor sale acompañado de un joven, que camina con una tranquilidad pasmosa hacia tu ubicación.
El joven no es ni más ni menos Yui Suzuki. El alumno más aventajado del dojo, y del cual hablan muchas historias de la isla. Ha peleado contra una gran cantidad de gente, y solo ha perdido contra su sensei en innumerables ocasiones. Su dominio de la espada es magnífico, como pronto parece que podrás observar.
Yui, con su larga cabellera negra recogida en una coleta, camina con una elegancia propia de alguien que ha dedicado toda su vida al perfeccionamiento de su arte. Tras varios pasos lentos, sale de detrás del instructor y se acerca hacia ti. Lleva una katana en la cintura que es decorada por una funda elegante con tonos oscuros. Su complexión es atlética y su porte da la impresión de que el tipo es tan ágil como fuerte. Cada uno de sus movimientos parece medido, como si incluso la forma en que respira estuviera calculada al milímetro. Viste con un traje tradicional, oscuro, que destaca su figura esbelta pero poderosa. Sus ojos, afilados y centrados, se alzan y se posan sobre ti una vez está a escasos centímetros tuyo con una mirada que destila confianza.
—Soy Yui Suzuki —dijo, extendiendo la mano hacia ti con una sonrisa tranquila, aunque no exenta de una ligera arrogancia—. Será un honor enfrentarte en combate.
Tras el intercambio de saludos, Yui te guiará hacia una explanada un poco más alejada del dojo. La hierba, densa y verde, ofrece un suelo mullido bajo tus pies, ideal para un combate. Desde luego si caes al suelo podrás amortiguar la caída de manera bastante fácil. Una brisa ligera os acaricia el rostro de ambos, como si el mismo aire estuviera expectante de lo que está por suceder.
Una vez en posición, Yui desenfunda su katana con un movimiento fluido, que refleja años de distintos entrenamientos. La hoja brilla bajo el sol mientras el humano adopta una postura defensiva, con sus pies bien plantados y los brazos firmes pero relajados. Claramente, Yui estaba ofreciendo a Sowon el primer ataque, confiado en su capacidad de reaccionar ante cualquier embate. O quizá simplemente era un caballero que, en campo propio, cedía el primer ataque a su rival.
—Puedes empezar cuando quieras —dijo, con una voz calmada y serena, pero cargada de emoción contenida. La batalla estaba por comenzar.