Mayura Pavone
El Pavo Real del Oceano
23-10-2024, 05:57 PM
Mayura observó cómo el ambiente comenzaba a calmarse tras su intervención, pero lo que había sido una victoria breve y tranquila rápidamente se transformó en una pesadilla personal. El pescador que había caído al agua, en un arrebato infantil, lanzó un cubo lleno de peces y tripas directamente hacia su dirección, manchando su impecable calzado y ensuciando el borde de sus pantalones. Mayura, que siempre se preciaba de su apariencia impecable, sintió una oleada de molestia apoderarse de él mientras el olor desagradable comenzaba a impregnarse en sus ropas.
Con una expresión que destilaba peligro, Mayura observó al pescador responsable, quien intentó disculparse, pero en este estado una disculpa era lo último que le importaba al elegante pirata, solo quería hacerle pagar. Las risas de los espectadores a lo lejos no hicieron más que avivar el enojo latente en el pirata, aunque aún mantenía su postura calmada y controlada, apretaba sus dientes con fuerza de manera discreta mientras trataba de mantener aquella sonrisa relajada. El elegante pirata ni siquiera pudo concentrarse en escuchar al otro pescador hablar.
En ese momento, sus pensamientos estaban divididos entre tomar una represalia contra aquel que había arruinado su vestimenta y evitar que la situación se saliera más de control gracias a él, especialmente con la Marina acercándose. Viendo cómo los soldados de la Marina comenzaban a marchar hacia el lugar, Mayura decidió que no valía la pena gastar más energía en este asunto. A fin de cuentas, había tenido la oportunidad de poner fin a la pelea con estilo y había logrado captar la atención que tanto le gustaba, aunque este último detalle de su día había dejado un mal sabor de boca, o peor aún, un mal olor en su ropa. Se sacudió las manchas con gesto despectivo, consciente de que no sería tan fácil deshacerse de ellas, y decidió no perder más tiempo.
— Considero que ya he cumplido con mi buena obra del día. — murmuró, con una sonrisa sarcástica. Sin darle más importancia a los pescadores ni a los curiosos, comenzó a caminar en dirección a la taberna. Su siguiente parada le prometía algo más interesante, y esperaba que la escena que le aguardaba allí le ofreciera una mejor oportunidad para recuperar el control del día.
Mientras se acercaba a la taberna, algo extraño llamó su atención. La gente comenzaba a salir en estampida, algunos tropezando y cayendo en su huida. Uno de ellos, con una expresión de terror grabada en su rostro, se arrastró cerca de los pies de Mayura, incapaz de recomponerse. El pirata no se detuvo para ayudar, simplemente continuó avanzando, mientras una sensación de expectativa comenzaba a formarse en su mente. Algo estaba ocurriendo dentro de la taberna, algo que, a juzgar por la reacción de los presentes, no era precisamente un espectáculo de comedia.
Cuando finalmente cruzó las puertas de la taberna, el caos le recibió. Mesas volcadas, astillas por todo el suelo, cristales rotos y el hedor a alcohol mezclado con el aire denso de violencia que todavía impregnaba el lugar. Pero lo que captó su atención inmediatamente fue la figura que se encontraba en el centro del desastre: el hombre de cabello verde, aquel mismo que había cruzado caminos con Mayura hace unos días, ahora sostenía una katana apuntando directamente al pecho del tabernero. La escena era tan seria como violenta, y las exigencias del hombre de cabello verde eran claras: quería el dinero de la caja, y no estaba para bromas.
— Vaya, vaya… — murmuró Mayura para sí mismo, con una mirada traviesa. "El destino realmente disfruta cruzarnos de nuevo." Pensó, mientras empezaba a planear su próximo movimiento.
Sin perder el ritmo, avanzó unos pasos más, haciendo que sus katanas rocen suavemente contra el suelo para asegurarse de que su presencia fuera notada por todos. — ¿Otra vez tú querido? — su voz, tan melodiosa como siempre, resonó en el destrozado salón. — Parece que estás haciendo una costumbre de buscar problemas por donde pasas. ¿Qué no eras discreto... Ren? — Mayura dejó que la burla flotara en el aire mientras su mano izquierda, con una elegancia casi casual, se deslizaba suavemente hacia la empuñadura de su katana atada en el costado izquierdo. El gesto, aparentemente despreocupado, era en realidad una advertencia silenciosa, un recordatorio de que el Pavo Real del Océano no dudaba en actuar cuando la situación lo requería.
Si el ambiente ya estaba tenso, se tornaría aún más pesado con la presencia del elegante pirata. Por ahora, aguardaba la respuesta de su inesperado acompañante, con una sonrisa que delataba lo mucho que disfrutaba de estos encuentros que la vida pirata le ofrecía, teniendo en cuenta que los marines andaban merodeando por la zona, querría terminar con esto rápido y evitar problemas innecesarios, lo último que necesitaba era que aumentaran el wanted por su cabeza.
Con una expresión que destilaba peligro, Mayura observó al pescador responsable, quien intentó disculparse, pero en este estado una disculpa era lo último que le importaba al elegante pirata, solo quería hacerle pagar. Las risas de los espectadores a lo lejos no hicieron más que avivar el enojo latente en el pirata, aunque aún mantenía su postura calmada y controlada, apretaba sus dientes con fuerza de manera discreta mientras trataba de mantener aquella sonrisa relajada. El elegante pirata ni siquiera pudo concentrarse en escuchar al otro pescador hablar.
En ese momento, sus pensamientos estaban divididos entre tomar una represalia contra aquel que había arruinado su vestimenta y evitar que la situación se saliera más de control gracias a él, especialmente con la Marina acercándose. Viendo cómo los soldados de la Marina comenzaban a marchar hacia el lugar, Mayura decidió que no valía la pena gastar más energía en este asunto. A fin de cuentas, había tenido la oportunidad de poner fin a la pelea con estilo y había logrado captar la atención que tanto le gustaba, aunque este último detalle de su día había dejado un mal sabor de boca, o peor aún, un mal olor en su ropa. Se sacudió las manchas con gesto despectivo, consciente de que no sería tan fácil deshacerse de ellas, y decidió no perder más tiempo.
— Considero que ya he cumplido con mi buena obra del día. — murmuró, con una sonrisa sarcástica. Sin darle más importancia a los pescadores ni a los curiosos, comenzó a caminar en dirección a la taberna. Su siguiente parada le prometía algo más interesante, y esperaba que la escena que le aguardaba allí le ofreciera una mejor oportunidad para recuperar el control del día.
Mientras se acercaba a la taberna, algo extraño llamó su atención. La gente comenzaba a salir en estampida, algunos tropezando y cayendo en su huida. Uno de ellos, con una expresión de terror grabada en su rostro, se arrastró cerca de los pies de Mayura, incapaz de recomponerse. El pirata no se detuvo para ayudar, simplemente continuó avanzando, mientras una sensación de expectativa comenzaba a formarse en su mente. Algo estaba ocurriendo dentro de la taberna, algo que, a juzgar por la reacción de los presentes, no era precisamente un espectáculo de comedia.
Cuando finalmente cruzó las puertas de la taberna, el caos le recibió. Mesas volcadas, astillas por todo el suelo, cristales rotos y el hedor a alcohol mezclado con el aire denso de violencia que todavía impregnaba el lugar. Pero lo que captó su atención inmediatamente fue la figura que se encontraba en el centro del desastre: el hombre de cabello verde, aquel mismo que había cruzado caminos con Mayura hace unos días, ahora sostenía una katana apuntando directamente al pecho del tabernero. La escena era tan seria como violenta, y las exigencias del hombre de cabello verde eran claras: quería el dinero de la caja, y no estaba para bromas.
— Vaya, vaya… — murmuró Mayura para sí mismo, con una mirada traviesa. "El destino realmente disfruta cruzarnos de nuevo." Pensó, mientras empezaba a planear su próximo movimiento.
Sin perder el ritmo, avanzó unos pasos más, haciendo que sus katanas rocen suavemente contra el suelo para asegurarse de que su presencia fuera notada por todos. — ¿Otra vez tú querido? — su voz, tan melodiosa como siempre, resonó en el destrozado salón. — Parece que estás haciendo una costumbre de buscar problemas por donde pasas. ¿Qué no eras discreto... Ren? — Mayura dejó que la burla flotara en el aire mientras su mano izquierda, con una elegancia casi casual, se deslizaba suavemente hacia la empuñadura de su katana atada en el costado izquierdo. El gesto, aparentemente despreocupado, era en realidad una advertencia silenciosa, un recordatorio de que el Pavo Real del Océano no dudaba en actuar cuando la situación lo requería.
Si el ambiente ya estaba tenso, se tornaría aún más pesado con la presencia del elegante pirata. Por ahora, aguardaba la respuesta de su inesperado acompañante, con una sonrisa que delataba lo mucho que disfrutaba de estos encuentros que la vida pirata le ofrecía, teniendo en cuenta que los marines andaban merodeando por la zona, querría terminar con esto rápido y evitar problemas innecesarios, lo último que necesitaba era que aumentaran el wanted por su cabeza.