Ragnheidr Grosdttir
Stormbreaker
23-10-2024, 06:03 PM
El estómago del vikingo rugía. Lo hacía como si tuviera vida propia ... Necesitaba comer algo y lo necesitaba pronto.
Ragn sentía el peso de su responsabilidad al enfrentarse a Kudthrow, el veterano general que había dominado el Reino de Oykot durante décadas. Sabía que el anciano, pese a su avanzada edad, seguía siendo un enemigo formidable, y cada movimiento del combate resonaba con la historia de todas las batallas en las que el general había participado. Pero Ragn no vacilaba. Luchaba no solo por su causa, sino también por las personas que habían sufrido bajo el régimen que aquel hombre había ayudado a imponer. Y sobre todo, por el placer del combate. Bien podría haber muerto en aquel lugar, confiaba demasiado en su habilidad de logia, lo cual no era una buena señal. Detalles que no pasarían inadvertidos para el rubio, nunca más. Cuando lanzó su puño al encuentro del de Kudthrow, sintió la colisión como un terremoto. El aire pareció partirse con el impacto, el suelo bajo sus pies tembló, y por un segundo el mundo entero pareció detenerse. Aquello le recordaba a la pelea contra Airgid días atrás, donde ambos pasaron un límite en el cual la muerte no queda muy lejana. El choque fue brutal, el poder del general aún rivalizaba con el suyo (incluso en su estado), y por un momento, Ragn pensó que quizá no podría superarlo. Pero entonces lo vio, otro impacto invisible que golpeó al anciano por un flanco, una ráfaga rápida y precisa que la rubia había lanzado y que el viejo general no había podido prever. Ragn sintió cómo las fuerzas del hombre frente a él flaqueaban, y, sin poder evitarlo, vio cómo el cuerpo de Kudthrow cedía bajo el peso de los golpes acumulados.
El general cayó. Ragn no podía apartar la vista de él. A pesar de que el combate había terminado y que la victoria pertenecía al Ejército Revolucionario, lo que dominaba su corazón en ese momento no era euforia, sino respeto. Kudthrow había luchado hasta el último aliento, como un verdadero guerrero, como alguien que jamás había dado un paso atrás en su deber, por equivocado que estuviera su camino. Ragn sabía que aquel hombre no había temido la muerte, y que se había enfrentado a ella con honor. — Nosha ... Necesito hablar contigo. Dónde estás ... — El azul de su iris titubeaba al contemplar aquel cuerpo. Matarlo nunca había sido el objetivo, aunque pudiera parecer lo contrario por los gases que había utilizado, pero ahí estaba, sin vida. Era el tipo de sacrificios que Nosha demandaba con más intensidad, personajes de este perfil. De su perfil. Los gritos de la multitud comenzaron a llenarse de alegría. El pueblo, enardecido por la victoria, avanzaba hacia el palacio con ímpetu, listos para reclamar lo que les correspondía. Pero para Ragn, en ese instante, nada era tan importante como el cuerpo que yacía frente a él. Mientras observaba la escena, un ciudadano, cegado por la euforia, corrió hacia el palacio sin ver que estaba a punto de pisar el cadáver del general. En un gesto casi instintivo, Ragn se adelantó y empujó al hombre hacia un lado. — ¡Cuidado! — Le contestó con intensidad y, sorpresivamente, con una pronunciación perfecta, sin agresividad, pero con firmeza. El ciudadano se detuvo, sorprendido, y Ragn, inclinándose hacia el cuerpo sin vida de Kudthrow, lo miró una última vez. — Pelearrr con ... Honorrr ... — Se dijo para sí mismo en un leve susurro. ¿La triste verdad? que el honor no existía para la mayoría de gente, ¿de qué sirve? ¿De qué le sirve a un trabajador explotado el honor? nadie le presta la atención que merece, pero guiarte por el aún en momentos donde no parecería ser útil, le daba el valor. Por mucho que hubiera sido su enemigo, aquel hombre no merecía ser pisoteado ni deshonrado en la muerte.
Luego, levantó la vista hacia el horizonte al tiempo que sacaba de su bolsillo otro de los trocitos de pollo envueltos en papel, el cual estaba destrozadisimo, pero se lo comió igual, de un bocado. La plaza frente al palacio de Oykot estalló en un clamor ensordecedor. Los civiles, aquellos que habían vivido oprimidos durante tantos años bajo el régimen férreo de Kudthrow y la monarquía, gritaban con júbilo, sus voces mezclándose en una mezcla de alegría pura y desbordante. Muchos levantaban los brazos al cielo, como si, por fin, pudieran respirar libertad. Otros se abrazaban, llorando sin contener las lágrimas que nacían de una emoción profunda, el sufrimiento de generaciones por fin parecía haber llegado a su fin. Las calles, que antes estaban cargadas de miedo y tensión, ahora vibraban con la esperanza. — ¡Lo logramos!— Gritaba una mujer entre sollozos, abrazada a su hija. — ¡Estamos libres!— Se escuchaba entre la multitud, mientras los hombres y mujeres se unían en cantos improvisados. El eco de su victoria retumbaba en las paredes del palacio, que había sido símbolo de poder y tiranía, pero que ahora sería testigo de su transformación. Las antorchas ondeaban en el aire y algunos comenzaban a bailar al ritmo de su propia celebración, movidos por la emoción de un futuro que, por primera vez, se sentía verdaderamente suyo. ¿Qué pasaría ahora? eso dependía poco del vikingo. Entre los gritos y el caos, surgía un nombre que empezaba a abrirse paso entre las voces de la multitud: — ¡Rubia! ¡Sirena! (inserte apodo de todos los revos)— Los ciudadanos empezaron a buscarlos con la mirada, querían ver a las mujeres y hombres que había jugado un papel clave en su liberación. Querían agradecerles, honrarles. Para ellos, Ragn y los miembros del Ejército Revolucionario eran más que guerreros, eran los héroes que les habían devuelto el control de sus vidas.
Un grupo de personas comenzó a avanzar hacia él, mientras otros se apartaban con reverencia, dándole espacio. Algunas personas, con los ojos todavía llenos de lágrimas, le ofrecían sus manos temblorosas, otras se limitaban a mirarlo, sin palabras, pero con una gratitud inmensa reflejada en sus rostros. A medida que Ragn caminaba entre ellos, con la sangre brotándole de la nariz sin freno, algunos se arrodillaban a su paso, como si su mera presencia fuese un recordatorio de la valentía y el sacrificio que había hecho posible ese día. ¿No era eso demasiado? al pasar por ahí, el rubio les levantaba a la fuerza, hasta que dejaron de hacerlo. Solo un dios merecería tales reverencias. De entre la multitud emergió una figura que Ragn reconoció de inmediato, un anciano de rostro curtido por el sol, con el andar lento y el cabello blanco que ondeaba bajo una gorra desgastada. Era el hombre del río, el mismo que horas antes había ayudado a Ragn a cruzar un complicado paso, cuando la corriente estaba traicionera y había amenazado con retrasarlo en su misión. Aquel hombre había aparecido de la nada en el momento justo, con una cuerda y unos consejos simples pero efectivos, permitiendo a Ragn seguir su camino hacia la batalla. El anciano se acercó despacio, apartando a los que se encontraban en su camino con un gesto amable pero decidido. Cuando estuvo lo suficientemente cerca, levantó la vista y su mirada se encontró con la de Ragn. Sin decir nada al principio, el hombre simplemente asintió con la cabeza, sus ojos humedecidos por la emoción. Entonces, como si el peso de todo lo vivido lo empujara a ello, se inclinó profundamente ante el buccaneer, un gesto de respeto absoluto. Y que nuestro querido protagonista, le devolvió con gusto.
— Gracias, hijo. — Alcanzó a decir el anciano con voz rasposa pero cargada de sinceridad. — No solo por lo que hiciste hoy, tú y los tuyos, sino por lo que vendrá después. Nos habéis dado la oportunidad de empezar de nuevo, de vivir libres.— Fue en ese instante ... Volvió a venirle la imagen del general, en plena batalla, pidiéndole a todos los revolucionarios que fueran hacia él. Volvió a pensar en la importancia tan grande que tenía el honor para unos y en lo extremadamente inútil que era para la mayoría de personas. ¿Merecía sentirse mal por la derrota deKudthrow? ¿Y el pesar de esta gente? ¿no merecía eso el respeto necesario? Fue un visto y no visto, su angustia por la pérdida del enemigo se esfumó con las palabras de aquel anciano hombre. Ragn, sorprendido por el gesto, intentó levantar al anciano por los hombros, sacudiendo ligeramente la cabeza. — No agacharrr ante mi. Serrr un esfuerrsso de todos. Tú también ayudarrr antes, y sin eso, no estarrr aquí ahorrrra.— Entonó un alegre tono, el que merecía la ocasión, y no la penumbra que destilaba. El anciano sonrió, con los ojos brillantes. — Yo solo te tendí una cuerda. Tú cruzaste el río y cambiaste el destino de todos nosotros.— Ragn no respondió de inmediato, sintiendo el peso de esas palabras. Para él, había sido una batalla, otra más, pero para el pueblo que lo rodeaba, era mucho más que eso. ¿Esto es lo que Tofun decía que era sentirse un revolucionario? Observó a la multitud que lo aclamaba, a las personas que celebraban y lloraban a la vez, y comprendió que lo que había sucedido ese día no era solo la caída de un general. Era el comienzo de una nueva vida para todos ellos. Ragn miró una vez más al anciano, y con un leve gesto de la cabeza, le devolvió el respeto que tan generosamente le había ofrecido. La batalla estaba ganada, pero para el buccaneer, los verdaderos héroes eran aquellos que ahora, en libertad, construirían un futuro mejor para el Reino de Oykot.
Alzó ambos brazos con toda la energía que le quedaba. Escuchó las palabras del tipo (Perci) que les había ayudado justo al final. No le conocía, le parecía haberlo visto en algún momento en las reuniones con los revos, sin ambrgo Ragn no tenía registro sobre él, de hecho, esta era la primera vez que le escuchaba hablar. De todos modos fue muy amable y humilde con aquellas palabras hacia ellos. Ragn solo tenía ganas de alzar la voz. — ¡¡GANAAAAAAAAAAAARRRR!! — Sorprendentemente todos a su alrededor gritaron junto al Buccaneer, liberando un poderoso grito de victoria que el rubio seguiría lanzando sin parar, ahora sí, con una alegría inmensa. Con tiempo ahora, pudo apreciar que también se encontraba cerca Ubben, al que llevaba todo el día sin ver. Ubben "el héroe" como se encargó de propagar Ragn entre la gente, para que se lo llamaran. Tal fue el caso que un grupo de gente fue hacia el tipo, cantandole "Ubben el héroe oe oe oe" como si estuvieran en el Camp Nou animando a Messi. Unos cracks si me preguntan. Cuando buscó a sus compañeras de batalla a la primera que encontró fue a Asradi a la que abrazó sin control de su fuerza. La mujer demostró una habilidad no vista hasta ahora con su voz, entonando cantos que ciertamente aumentaron el espíritu del vikingo en plena batalla. Hasta ese día solo creía que eran habladurías, pero joder ... Algo se sintió. Por último Airgid apareció con un regalo en sus manos. ¿Había ido en busca del arma que anteriormente lanzo por un ventanal del castillo? la tía no perdía la ocasión desde luego. Curioso fue ver que combinaron ataques, como lo hicieron en su combate del día anterior, donde prácticamente de la misma forma, se daban un criminal puñetazo el uno al otro, acabando el encuentro. Solo que esta vez usaron esa coordinación, en joder a otro.
Dentro de todo el jaleo, hoy nacía un grupo particular. Uno destinado a ... ¿Cambiar el mundo? por qué no.
Ragn sentía el peso de su responsabilidad al enfrentarse a Kudthrow, el veterano general que había dominado el Reino de Oykot durante décadas. Sabía que el anciano, pese a su avanzada edad, seguía siendo un enemigo formidable, y cada movimiento del combate resonaba con la historia de todas las batallas en las que el general había participado. Pero Ragn no vacilaba. Luchaba no solo por su causa, sino también por las personas que habían sufrido bajo el régimen que aquel hombre había ayudado a imponer. Y sobre todo, por el placer del combate. Bien podría haber muerto en aquel lugar, confiaba demasiado en su habilidad de logia, lo cual no era una buena señal. Detalles que no pasarían inadvertidos para el rubio, nunca más. Cuando lanzó su puño al encuentro del de Kudthrow, sintió la colisión como un terremoto. El aire pareció partirse con el impacto, el suelo bajo sus pies tembló, y por un segundo el mundo entero pareció detenerse. Aquello le recordaba a la pelea contra Airgid días atrás, donde ambos pasaron un límite en el cual la muerte no queda muy lejana. El choque fue brutal, el poder del general aún rivalizaba con el suyo (incluso en su estado), y por un momento, Ragn pensó que quizá no podría superarlo. Pero entonces lo vio, otro impacto invisible que golpeó al anciano por un flanco, una ráfaga rápida y precisa que la rubia había lanzado y que el viejo general no había podido prever. Ragn sintió cómo las fuerzas del hombre frente a él flaqueaban, y, sin poder evitarlo, vio cómo el cuerpo de Kudthrow cedía bajo el peso de los golpes acumulados.
El general cayó. Ragn no podía apartar la vista de él. A pesar de que el combate había terminado y que la victoria pertenecía al Ejército Revolucionario, lo que dominaba su corazón en ese momento no era euforia, sino respeto. Kudthrow había luchado hasta el último aliento, como un verdadero guerrero, como alguien que jamás había dado un paso atrás en su deber, por equivocado que estuviera su camino. Ragn sabía que aquel hombre no había temido la muerte, y que se había enfrentado a ella con honor. — Nosha ... Necesito hablar contigo. Dónde estás ... — El azul de su iris titubeaba al contemplar aquel cuerpo. Matarlo nunca había sido el objetivo, aunque pudiera parecer lo contrario por los gases que había utilizado, pero ahí estaba, sin vida. Era el tipo de sacrificios que Nosha demandaba con más intensidad, personajes de este perfil. De su perfil. Los gritos de la multitud comenzaron a llenarse de alegría. El pueblo, enardecido por la victoria, avanzaba hacia el palacio con ímpetu, listos para reclamar lo que les correspondía. Pero para Ragn, en ese instante, nada era tan importante como el cuerpo que yacía frente a él. Mientras observaba la escena, un ciudadano, cegado por la euforia, corrió hacia el palacio sin ver que estaba a punto de pisar el cadáver del general. En un gesto casi instintivo, Ragn se adelantó y empujó al hombre hacia un lado. — ¡Cuidado! — Le contestó con intensidad y, sorpresivamente, con una pronunciación perfecta, sin agresividad, pero con firmeza. El ciudadano se detuvo, sorprendido, y Ragn, inclinándose hacia el cuerpo sin vida de Kudthrow, lo miró una última vez. — Pelearrr con ... Honorrr ... — Se dijo para sí mismo en un leve susurro. ¿La triste verdad? que el honor no existía para la mayoría de gente, ¿de qué sirve? ¿De qué le sirve a un trabajador explotado el honor? nadie le presta la atención que merece, pero guiarte por el aún en momentos donde no parecería ser útil, le daba el valor. Por mucho que hubiera sido su enemigo, aquel hombre no merecía ser pisoteado ni deshonrado en la muerte.
Luego, levantó la vista hacia el horizonte al tiempo que sacaba de su bolsillo otro de los trocitos de pollo envueltos en papel, el cual estaba destrozadisimo, pero se lo comió igual, de un bocado. La plaza frente al palacio de Oykot estalló en un clamor ensordecedor. Los civiles, aquellos que habían vivido oprimidos durante tantos años bajo el régimen férreo de Kudthrow y la monarquía, gritaban con júbilo, sus voces mezclándose en una mezcla de alegría pura y desbordante. Muchos levantaban los brazos al cielo, como si, por fin, pudieran respirar libertad. Otros se abrazaban, llorando sin contener las lágrimas que nacían de una emoción profunda, el sufrimiento de generaciones por fin parecía haber llegado a su fin. Las calles, que antes estaban cargadas de miedo y tensión, ahora vibraban con la esperanza. — ¡Lo logramos!— Gritaba una mujer entre sollozos, abrazada a su hija. — ¡Estamos libres!— Se escuchaba entre la multitud, mientras los hombres y mujeres se unían en cantos improvisados. El eco de su victoria retumbaba en las paredes del palacio, que había sido símbolo de poder y tiranía, pero que ahora sería testigo de su transformación. Las antorchas ondeaban en el aire y algunos comenzaban a bailar al ritmo de su propia celebración, movidos por la emoción de un futuro que, por primera vez, se sentía verdaderamente suyo. ¿Qué pasaría ahora? eso dependía poco del vikingo. Entre los gritos y el caos, surgía un nombre que empezaba a abrirse paso entre las voces de la multitud: — ¡Rubia! ¡Sirena! (inserte apodo de todos los revos)— Los ciudadanos empezaron a buscarlos con la mirada, querían ver a las mujeres y hombres que había jugado un papel clave en su liberación. Querían agradecerles, honrarles. Para ellos, Ragn y los miembros del Ejército Revolucionario eran más que guerreros, eran los héroes que les habían devuelto el control de sus vidas.
Un grupo de personas comenzó a avanzar hacia él, mientras otros se apartaban con reverencia, dándole espacio. Algunas personas, con los ojos todavía llenos de lágrimas, le ofrecían sus manos temblorosas, otras se limitaban a mirarlo, sin palabras, pero con una gratitud inmensa reflejada en sus rostros. A medida que Ragn caminaba entre ellos, con la sangre brotándole de la nariz sin freno, algunos se arrodillaban a su paso, como si su mera presencia fuese un recordatorio de la valentía y el sacrificio que había hecho posible ese día. ¿No era eso demasiado? al pasar por ahí, el rubio les levantaba a la fuerza, hasta que dejaron de hacerlo. Solo un dios merecería tales reverencias. De entre la multitud emergió una figura que Ragn reconoció de inmediato, un anciano de rostro curtido por el sol, con el andar lento y el cabello blanco que ondeaba bajo una gorra desgastada. Era el hombre del río, el mismo que horas antes había ayudado a Ragn a cruzar un complicado paso, cuando la corriente estaba traicionera y había amenazado con retrasarlo en su misión. Aquel hombre había aparecido de la nada en el momento justo, con una cuerda y unos consejos simples pero efectivos, permitiendo a Ragn seguir su camino hacia la batalla. El anciano se acercó despacio, apartando a los que se encontraban en su camino con un gesto amable pero decidido. Cuando estuvo lo suficientemente cerca, levantó la vista y su mirada se encontró con la de Ragn. Sin decir nada al principio, el hombre simplemente asintió con la cabeza, sus ojos humedecidos por la emoción. Entonces, como si el peso de todo lo vivido lo empujara a ello, se inclinó profundamente ante el buccaneer, un gesto de respeto absoluto. Y que nuestro querido protagonista, le devolvió con gusto.
— Gracias, hijo. — Alcanzó a decir el anciano con voz rasposa pero cargada de sinceridad. — No solo por lo que hiciste hoy, tú y los tuyos, sino por lo que vendrá después. Nos habéis dado la oportunidad de empezar de nuevo, de vivir libres.— Fue en ese instante ... Volvió a venirle la imagen del general, en plena batalla, pidiéndole a todos los revolucionarios que fueran hacia él. Volvió a pensar en la importancia tan grande que tenía el honor para unos y en lo extremadamente inútil que era para la mayoría de personas. ¿Merecía sentirse mal por la derrota deKudthrow? ¿Y el pesar de esta gente? ¿no merecía eso el respeto necesario? Fue un visto y no visto, su angustia por la pérdida del enemigo se esfumó con las palabras de aquel anciano hombre. Ragn, sorprendido por el gesto, intentó levantar al anciano por los hombros, sacudiendo ligeramente la cabeza. — No agacharrr ante mi. Serrr un esfuerrsso de todos. Tú también ayudarrr antes, y sin eso, no estarrr aquí ahorrrra.— Entonó un alegre tono, el que merecía la ocasión, y no la penumbra que destilaba. El anciano sonrió, con los ojos brillantes. — Yo solo te tendí una cuerda. Tú cruzaste el río y cambiaste el destino de todos nosotros.— Ragn no respondió de inmediato, sintiendo el peso de esas palabras. Para él, había sido una batalla, otra más, pero para el pueblo que lo rodeaba, era mucho más que eso. ¿Esto es lo que Tofun decía que era sentirse un revolucionario? Observó a la multitud que lo aclamaba, a las personas que celebraban y lloraban a la vez, y comprendió que lo que había sucedido ese día no era solo la caída de un general. Era el comienzo de una nueva vida para todos ellos. Ragn miró una vez más al anciano, y con un leve gesto de la cabeza, le devolvió el respeto que tan generosamente le había ofrecido. La batalla estaba ganada, pero para el buccaneer, los verdaderos héroes eran aquellos que ahora, en libertad, construirían un futuro mejor para el Reino de Oykot.
Alzó ambos brazos con toda la energía que le quedaba. Escuchó las palabras del tipo (Perci) que les había ayudado justo al final. No le conocía, le parecía haberlo visto en algún momento en las reuniones con los revos, sin ambrgo Ragn no tenía registro sobre él, de hecho, esta era la primera vez que le escuchaba hablar. De todos modos fue muy amable y humilde con aquellas palabras hacia ellos. Ragn solo tenía ganas de alzar la voz. — ¡¡GANAAAAAAAAAAAARRRR!! — Sorprendentemente todos a su alrededor gritaron junto al Buccaneer, liberando un poderoso grito de victoria que el rubio seguiría lanzando sin parar, ahora sí, con una alegría inmensa. Con tiempo ahora, pudo apreciar que también se encontraba cerca Ubben, al que llevaba todo el día sin ver. Ubben "el héroe" como se encargó de propagar Ragn entre la gente, para que se lo llamaran. Tal fue el caso que un grupo de gente fue hacia el tipo, cantandole "Ubben el héroe oe oe oe" como si estuvieran en el Camp Nou animando a Messi. Unos cracks si me preguntan. Cuando buscó a sus compañeras de batalla a la primera que encontró fue a Asradi a la que abrazó sin control de su fuerza. La mujer demostró una habilidad no vista hasta ahora con su voz, entonando cantos que ciertamente aumentaron el espíritu del vikingo en plena batalla. Hasta ese día solo creía que eran habladurías, pero joder ... Algo se sintió. Por último Airgid apareció con un regalo en sus manos. ¿Había ido en busca del arma que anteriormente lanzo por un ventanal del castillo? la tía no perdía la ocasión desde luego. Curioso fue ver que combinaron ataques, como lo hicieron en su combate del día anterior, donde prácticamente de la misma forma, se daban un criminal puñetazo el uno al otro, acabando el encuentro. Solo que esta vez usaron esa coordinación, en joder a otro.
Dentro de todo el jaleo, hoy nacía un grupo particular. Uno destinado a ... ¿Cambiar el mundo? por qué no.