Asradi
Völva
23-10-2024, 08:07 PM
Y, por fin, la opresión cayó en el momento en el que el cuerpo de Kudthrow fue aniquilado por sus aliados, entre los vítores y la voz del pueblo. El pesado cuerpo del General cayó a plomo en el suelo después de que fuee abatido por los demás. La voz de Asradi había resonado hasta ahora, en últimas instancias junto con la de Ubben, y ahora se iba apagando poco a poco, en consonancia con la del chico. Al cual le dirigió una mirada amable y confiada, así como una suave sonrisa de la misma índole.
— Tienes razón... — Tuvo que alzar levemente la voz para hacerse escuchar, ya que el rugido del pueblo, enardecido, ahora era todo un conjunto de gritos, silbidos y alegrías, así como lágrimas de la misma índole. — Han sido un par de semanas bastante moviditas. A decir verdad, nunca me esperé que todo fuese a escalar así. Aunque... — Le guiñó, entonces, un ojo al peliblanco. — … Una cerveza no me vendría nada mal ahora.
La verdad era que, seguramente, le sentase de lujo. Pero también le llenaba el corazón ver a aquella gente por fin libre de sus cadenas. Pudiendo ser capaces, ahora, de elegir su camino y su vida. Pareciese que iba a añadir algo más cuando, de repente, se vió alzada por los brazos de Ragnheidr.
— ¡Espera, espera, no apretujes! — Aunque lo decía más bien entre risas, contagiada por el buen ánimo del grandullón. Le dió una caricia en la mejilla, más similar a un par de palmaditas cariñosas. También dirigió una enorme sonrisa a Airgid cuando la vió regresar con el arma del General. Le dió un par de toquecitos a Ragn para que la bajase, aunque no sin antes devolverle el abrazo al de Elbaf, con todo el cariño y el respeto que sentía por él.
Gracias a todos los dioses que, a pesar de todo, había medido un poco su fuerza y no la había estrujado. Aunque le habían crujido un poquito los huesos de la espalda. Tendría que tener eso en cuenta por si alguna vez necesitaba un buen masaje. Aunque no pudo contener la risa cuando, de repente, la muchedumbre alzó a Ubben al grito de su nombre, algo que hizo paniquear al pobre bribón de ojos dorados. Finalmente, Asradi suspiró suavemente. Aunque solo había cantado para apoyar a los suyos, provocaba un gasto de energía en ella. No eran solo cánticos cualquieras. Eran rituales en toda regla para pedir por la ayuda de los ancestros y que éstes les concediesen la fuerza necesaria.
Aún así, estaba orgullosa del resultado. Eso era lo que importaba. No era muy amiga de las celebraciones o, más bien, de ser el centro de atención. No era algo que tampoco le convenía en demasía, pero ahora estaba un tanto contagiada por el ambiente festivo del lugar. Ahora, con los otros tres reunidos, se sintió aliviada. También se percató de la herida de Ubben en el hombro. Aunque su atención se fue, ahora mismo, a Airgid, a quien le sonrió de manera suave.
— Hacéis una buena combinación y pareja, vosotros dos. — Les picó un poco, aunque lo que decía también era verdad. Ambos habían luchado como dos berserkers, con arrojo y aplomo. Había un brillo de respeto y admiración hacia ambos rubios.
Acto seguido, su mirada se desvió hacia el hombre caído. No había estado en el bando correcto, pero cada uno tenía sus ideales y Kudthrow los había defendido hasta el final de sus días. Se merecía respeto por eso. En silencio, Asradi alzó una pequeña oración hacia el General caído.
— Dejemos que esta gente se encargue del castillo. En cuanto a ti... — Le dió un pellizquito a Ubben. — Vamos, hay que atenderte esas heridas. ¿Vosotros cómo os encontráis? — Preguntó, mientras les echaba un vistazo más exhaustivo.
Hoy habían hecho un buen trabajo, todos en general. Y tenía ganas de escuchar, también, los relatos del resto de los Revolucionarios.
— Tienes razón... — Tuvo que alzar levemente la voz para hacerse escuchar, ya que el rugido del pueblo, enardecido, ahora era todo un conjunto de gritos, silbidos y alegrías, así como lágrimas de la misma índole. — Han sido un par de semanas bastante moviditas. A decir verdad, nunca me esperé que todo fuese a escalar así. Aunque... — Le guiñó, entonces, un ojo al peliblanco. — … Una cerveza no me vendría nada mal ahora.
La verdad era que, seguramente, le sentase de lujo. Pero también le llenaba el corazón ver a aquella gente por fin libre de sus cadenas. Pudiendo ser capaces, ahora, de elegir su camino y su vida. Pareciese que iba a añadir algo más cuando, de repente, se vió alzada por los brazos de Ragnheidr.
— ¡Espera, espera, no apretujes! — Aunque lo decía más bien entre risas, contagiada por el buen ánimo del grandullón. Le dió una caricia en la mejilla, más similar a un par de palmaditas cariñosas. También dirigió una enorme sonrisa a Airgid cuando la vió regresar con el arma del General. Le dió un par de toquecitos a Ragn para que la bajase, aunque no sin antes devolverle el abrazo al de Elbaf, con todo el cariño y el respeto que sentía por él.
Gracias a todos los dioses que, a pesar de todo, había medido un poco su fuerza y no la había estrujado. Aunque le habían crujido un poquito los huesos de la espalda. Tendría que tener eso en cuenta por si alguna vez necesitaba un buen masaje. Aunque no pudo contener la risa cuando, de repente, la muchedumbre alzó a Ubben al grito de su nombre, algo que hizo paniquear al pobre bribón de ojos dorados. Finalmente, Asradi suspiró suavemente. Aunque solo había cantado para apoyar a los suyos, provocaba un gasto de energía en ella. No eran solo cánticos cualquieras. Eran rituales en toda regla para pedir por la ayuda de los ancestros y que éstes les concediesen la fuerza necesaria.
Aún así, estaba orgullosa del resultado. Eso era lo que importaba. No era muy amiga de las celebraciones o, más bien, de ser el centro de atención. No era algo que tampoco le convenía en demasía, pero ahora estaba un tanto contagiada por el ambiente festivo del lugar. Ahora, con los otros tres reunidos, se sintió aliviada. También se percató de la herida de Ubben en el hombro. Aunque su atención se fue, ahora mismo, a Airgid, a quien le sonrió de manera suave.
— Hacéis una buena combinación y pareja, vosotros dos. — Les picó un poco, aunque lo que decía también era verdad. Ambos habían luchado como dos berserkers, con arrojo y aplomo. Había un brillo de respeto y admiración hacia ambos rubios.
Acto seguido, su mirada se desvió hacia el hombre caído. No había estado en el bando correcto, pero cada uno tenía sus ideales y Kudthrow los había defendido hasta el final de sus días. Se merecía respeto por eso. En silencio, Asradi alzó una pequeña oración hacia el General caído.
— Dejemos que esta gente se encargue del castillo. En cuanto a ti... — Le dió un pellizquito a Ubben. — Vamos, hay que atenderte esas heridas. ¿Vosotros cómo os encontráis? — Preguntó, mientras les echaba un vistazo más exhaustivo.
Hoy habían hecho un buen trabajo, todos en general. Y tenía ganas de escuchar, también, los relatos del resto de los Revolucionarios.