Asradi
Völva
24-10-2024, 07:36 PM
— No es sin necesidad, Octojin. — La mirada de Asradi se posó sobre la de él, en un gesto comprensivo. Entendía que no se lo decía por mal, que es preocupaba por ella y lo comprendía muy bien. A veces algunos compuestos eran peligrosos, ella era consciente de eso. — Es parte de mi trabajo, de mi vocación. No puedo arriesgar a una persona inocente con un medicamento o un brebaje que no sé cómo va a funcionar con exactitud.
Mantenía una expresión y un tono serena, esperando que el habitante del mar también lo comprendiese. Pero, al mismo tiempo, sentía también esa empatía por Octojin, así que estrechó un poco más sus manos con las contrarias, ahora esbozando una suave sonrisa.
— Pero puedo asegurarte que tengo cuidado al respecto y que, a partir de ahora, me cuidaré más para que no te preocupes. — Vió que la mirada de Octojin parecía suavizarse, sabiendo que él lo había entendido. Eso le aliviaba a ella también, pues no deseaba darle una preocupación innecesaria.
Tras eso, continuó trabajando un poco más. Ya casi estaba terminando, pues había adelantado bastante durante el tiempo en el que él había estado durmiendo. Ahora bien, para ella era novedoso tener a alguien no solo mirando cómo hacia su trabajo, sino también el hecho de que le respetase. La mayoría de médicos solían usar otros procedimientos más modernos, y ella no les culpaba. Al fin y al cabo, todo tenía que evolucionar. Y, aún así, a pesar de continuar usando Asradi productos que tanto la tierra como el mar le ofrecían, no sentía que fuese una involución, al contrario. Sabiduría popular, como lo llamaban. Aparte de que no solo era trabajo, sino que era una vocación para ella, algo que se le había enseñado desde que tenía uso de razón y que tendría que pasar a la siguiente generación para que ese arte no se perdiese con el tiempo.
De vez en cuando se entretenía con algún arrumaco o algún comentario hacia Octojin, pues tampoco quería agobiarle al respecto, aunque sí era verdad que disfrutaba, y mucho, el ver cómo se sonrojaba o se cohibía. No es que ella fuese una fresca, pero a veces le gustaba picarle en ese sentido. También todo ese proceso le dió tiempo para pensar en lo que sentía por el gyojin tiburón. El sentimiento por él era fuerte y cálido. ¿Podría llamarse amor a eso? Era la primera vez que sentía algo como aquello por una persona y en parte tenía miedo. Miedo de que todo aquello fuese un sueño. De que cuando despertase, anda de lo sucedido hubiese sido real. De que él no estaría. Pero, al mismo tiempo, si eso era así, quería permanecer allí un poco más.
Cuando terminó, aprovechó para acomodarse un poco más hacia él, sonriendo de manera breve por la promesa hecha por Octojin.
— Y yo también estaré para lo que necesites. A veces siento que eres demasiado bueno para mi. — No pudo evitar reírse ligeramente, aunque lo decía para romper el hielo, también había una pequeña pincelada melancólica al respecto. — Pero doy gracias, a quien sea, por habernos encontrado y conocido.
El problema era que tendrían que volver a separarse y se notaba que ambos lo estaban dilatando todo lo posible. El movimiento del mortero, entonces, se detuvo de repente cuando Octojin comenzó a interrogarla. No eran solo las preguntas en sí, sino el tono empleado. Los labios de la sirena se apretaron de manera ligera. No podía culparle, si ella se encontrase en el lugar de él... También querría saber. De hecho, también estaba preocupada por Octojin en el momento en el que tuviesen que separarse.
La mirada azul de la sirena descendió hacia, concretamente, el utensilio que todavía tenía entre las manos y en su regazo, pero con el que había cesado cualquier tipo de acción. ¿Cómo podía explicárselo para que él lo entendiese? Sin tener que revelar... aquello. No era tiempo. Pero Octojin se merecía saber algo, al menos.
— No me voy por gusto, Octojin... — Musitó, exhalando un pequeño suspiro. — En realidad, nunca paso demasiado tiempo en un mismo lugar. No es que no quiera estar contigo, ni mucho menos, pero ahora mismo no puedo arriesgarte. Y no puedo arriesgarme al mismo tiempo. — Era complicado de explicar, sobre todo teniendo que omitir ciertos detalles.
Asradi se tomó un par de segundos para intentar pensar en las palabras correctas o más adecuadas.
— Tú eres consciente de cuánto somos perseguidos los habitantes del mar. Sobre todo las sirenas... — Era una dolorosa realidad. Quería que él se diese de cuenta de que los tiros iban por ahí. Asradi tomó aire un momento, antes de suspirar. — Hay alguien... Del que debo deshacerme de alguna manera. — Si eso sucedía, entonces no tendría de qué volver a preocuparse, al menos por ese lado. — Todavía no sé como hacerlo, pero mientras eso ocurre, no puedo dejar que me atrape.
La sirena no estaba especificando demasiado. No podía. Si le daba alguna pista al respecto, temía que Octojin se revolviese de alguna manera, sabiendo el carácter fuerte que podía llegar a poseer, sobre todo cuando se trataba de la libertad y los derechos de los habitantes marítimos.
— Ni tampoco puedo involucrar a nadie más. No me lo perdonaría nunca. — Le miró con un halo de tristeza en la sonrisa que le dedicó. — La forma en la que, de momento, puedes ayudarme, ayudar a todos los nuestros es entrar en la Marina como es tu deseo. Y hacer visibles a los de nuestra especie, no como mercancía, sino como lo que somos y lo que realmente valemos. Y que un gyojin entre a una institución del gobierno, ya es un paso muy grande.
Quizás no era la respuesta que Octojin estaba esperando, pero era lo único que podía ofrecerle ahora mismo.
Mantenía una expresión y un tono serena, esperando que el habitante del mar también lo comprendiese. Pero, al mismo tiempo, sentía también esa empatía por Octojin, así que estrechó un poco más sus manos con las contrarias, ahora esbozando una suave sonrisa.
— Pero puedo asegurarte que tengo cuidado al respecto y que, a partir de ahora, me cuidaré más para que no te preocupes. — Vió que la mirada de Octojin parecía suavizarse, sabiendo que él lo había entendido. Eso le aliviaba a ella también, pues no deseaba darle una preocupación innecesaria.
Tras eso, continuó trabajando un poco más. Ya casi estaba terminando, pues había adelantado bastante durante el tiempo en el que él había estado durmiendo. Ahora bien, para ella era novedoso tener a alguien no solo mirando cómo hacia su trabajo, sino también el hecho de que le respetase. La mayoría de médicos solían usar otros procedimientos más modernos, y ella no les culpaba. Al fin y al cabo, todo tenía que evolucionar. Y, aún así, a pesar de continuar usando Asradi productos que tanto la tierra como el mar le ofrecían, no sentía que fuese una involución, al contrario. Sabiduría popular, como lo llamaban. Aparte de que no solo era trabajo, sino que era una vocación para ella, algo que se le había enseñado desde que tenía uso de razón y que tendría que pasar a la siguiente generación para que ese arte no se perdiese con el tiempo.
De vez en cuando se entretenía con algún arrumaco o algún comentario hacia Octojin, pues tampoco quería agobiarle al respecto, aunque sí era verdad que disfrutaba, y mucho, el ver cómo se sonrojaba o se cohibía. No es que ella fuese una fresca, pero a veces le gustaba picarle en ese sentido. También todo ese proceso le dió tiempo para pensar en lo que sentía por el gyojin tiburón. El sentimiento por él era fuerte y cálido. ¿Podría llamarse amor a eso? Era la primera vez que sentía algo como aquello por una persona y en parte tenía miedo. Miedo de que todo aquello fuese un sueño. De que cuando despertase, anda de lo sucedido hubiese sido real. De que él no estaría. Pero, al mismo tiempo, si eso era así, quería permanecer allí un poco más.
Cuando terminó, aprovechó para acomodarse un poco más hacia él, sonriendo de manera breve por la promesa hecha por Octojin.
— Y yo también estaré para lo que necesites. A veces siento que eres demasiado bueno para mi. — No pudo evitar reírse ligeramente, aunque lo decía para romper el hielo, también había una pequeña pincelada melancólica al respecto. — Pero doy gracias, a quien sea, por habernos encontrado y conocido.
El problema era que tendrían que volver a separarse y se notaba que ambos lo estaban dilatando todo lo posible. El movimiento del mortero, entonces, se detuvo de repente cuando Octojin comenzó a interrogarla. No eran solo las preguntas en sí, sino el tono empleado. Los labios de la sirena se apretaron de manera ligera. No podía culparle, si ella se encontrase en el lugar de él... También querría saber. De hecho, también estaba preocupada por Octojin en el momento en el que tuviesen que separarse.
La mirada azul de la sirena descendió hacia, concretamente, el utensilio que todavía tenía entre las manos y en su regazo, pero con el que había cesado cualquier tipo de acción. ¿Cómo podía explicárselo para que él lo entendiese? Sin tener que revelar... aquello. No era tiempo. Pero Octojin se merecía saber algo, al menos.
— No me voy por gusto, Octojin... — Musitó, exhalando un pequeño suspiro. — En realidad, nunca paso demasiado tiempo en un mismo lugar. No es que no quiera estar contigo, ni mucho menos, pero ahora mismo no puedo arriesgarte. Y no puedo arriesgarme al mismo tiempo. — Era complicado de explicar, sobre todo teniendo que omitir ciertos detalles.
Asradi se tomó un par de segundos para intentar pensar en las palabras correctas o más adecuadas.
— Tú eres consciente de cuánto somos perseguidos los habitantes del mar. Sobre todo las sirenas... — Era una dolorosa realidad. Quería que él se diese de cuenta de que los tiros iban por ahí. Asradi tomó aire un momento, antes de suspirar. — Hay alguien... Del que debo deshacerme de alguna manera. — Si eso sucedía, entonces no tendría de qué volver a preocuparse, al menos por ese lado. — Todavía no sé como hacerlo, pero mientras eso ocurre, no puedo dejar que me atrape.
La sirena no estaba especificando demasiado. No podía. Si le daba alguna pista al respecto, temía que Octojin se revolviese de alguna manera, sabiendo el carácter fuerte que podía llegar a poseer, sobre todo cuando se trataba de la libertad y los derechos de los habitantes marítimos.
— Ni tampoco puedo involucrar a nadie más. No me lo perdonaría nunca. — Le miró con un halo de tristeza en la sonrisa que le dedicó. — La forma en la que, de momento, puedes ayudarme, ayudar a todos los nuestros es entrar en la Marina como es tu deseo. Y hacer visibles a los de nuestra especie, no como mercancía, sino como lo que somos y lo que realmente valemos. Y que un gyojin entre a una institución del gobierno, ya es un paso muy grande.
Quizás no era la respuesta que Octojin estaba esperando, pero era lo único que podía ofrecerle ahora mismo.