Asradi
Völva
24-10-2024, 08:42 PM
Tan solo le había dicho si podía dibujarla y le había entregado su cuaderno. Había bastado solo eso para arrancar una esplendorosa y nueva sonrisa en Alistair, quien aseguró que era lo que mejor se le daba. Asradi esbozó una corta risa y le pasó los útiles necesarios, mientras se acomodaba a su lado, pudiendo ver todo el proceso y el detalle en aquel dibujo que, poco a poco, iba tomando forma. Los ojos de la sirena seguían cada trazo con sumo interés y, a medida que la planta iba tomando forma, también nacía un brillo plagado de curiosidad en los ojos azules de la mujer. El trazo de Alistair era limpio, nítido, incluso podía distinguir los preciosos pistilos y las hojas rojizas, con aquel desgaste verde en sus puntas.
— Vaya... — Murmuró, con un deje de admiración y sorpresa. Todavía Alistair continuaba ultimando detalles, pero Asradi podía ver el dibujo como si, efectivamente, tuviese la propia planta delante de sus mismísimas narices. Tan nítida y tan viva.
La sirena tardó unos momentos más en volver a pronunciar palabra, mientras se deleitaba con todos los detalles. Incluso se atrevió a pasar un par de dedos por la hoja de la libreta, acariciando con las yemas como si pudiese casi sentir y tocar a la planta en sí.
— Es preciosa, es decir... El dibujo parece tan real. — Definitivamente, el lunarian tenía un don precioso. Ella dibujaba bien, pero no tenía ese arte ni tanto detalle como tal. Miró unos segundos, después, a Alistair, parpadeando un par de veces. Y luego, de nuevo el dibujo.
Seguido a eso, prestó mucha atención a la descripción de las propiedades que, ahora, el de colorida cabellera le presentaba. Dolores y espasmos, y de fácil absorción. Cantidades pequeñas. Asradi memorizaba aquella información en frases cortas y útiles para acordarse, aunque dejaba también que Alistair le anotase eso en la hoja del dibujo de la planta, a pie de nota, como quien dice.
— Entiendo lo que quieres decir. Yo suelo probar, conmigo misma, las plantas que no conozco tras haberlas estudiado un poco. — Explicó con paciencia y también con un tono de voz tranquilo. — Me quedo más tranquila haciéndolo, primeramente conmigo, antes de administrárselo a cualquier otra persona sin más.
Era arriesgado para ella y Asradi lo sabía, aunque generalmente procuraba tener cuidado. La sirena se quedó absorta unos segundos más en el dibujo de la planta, empapándose con sus detalles y también memorizando el nombre con el que Alistair la había llamado. Ojalá pudiese ver y manipular una de esas alguna vez en su vida. Se le erizaban las escamas de la cola de pura emoción de tan solo pensarlo.
Emoción que pareció contagiar al mismo Alistair cuando, esta vez, fue ella quien le preguntó o, más bien, le pidió que le enseñase un poco más de lo que él sabía hacer, sobre eses inventos de los que hablaba. La risilla del lunarian fue terriblemente contagiosa, y Asradi no pudo evitar reírse también, un poco, a la par. Era como si aquel momento de oscuridad que había tenido momentos atrás se hubiese difuminado totalmente con la alegre luz que era Alistair de por si.
— Es una promesa. Si nos volvemos a encontrar, nos debemos una charla larga de todo lo que hayamos encontrado o aprendido durante el camino. — Asradi estaba pletórica con esto. Y, por una parte, no quería despedirse prontamente de Alistair y, al mismo tiempo, ya estaba deseando ese nuevo encuentro con él. — ¿Los Den Den Mushi? Sí, los conozco, aunque todavía no he podido hacerme con ninguno. — Eso era algo que, probablemente, debía solventar también a futuro. — ¿Desmontar y montar uno? ¿No es muy complicado eso? ¿Y qué hay del caracol que lo conforma?
Sonaba bien, realmente, no sabía cuánto de útil, pero cualquier conocimiento era bienvenido. Ahora sí que tenía un montón de curiosidad y de preguntas en la mente al respecto. Cuando Alistair le pidió, nuevamente, el cuaderno, Asradi se lo entregó sin reparo alguno, y volvió a curiosear con la mirada. Ahora sí que no era capaz de distinguir nada de lo que el lunarian estaba dibujando. La sirena incluso ladeó levemente la cabeza, en un gesto adorable. Parecía una caja con un... ¿respirador?
— ¿Como un gas? ¿Eso es posible? — Había muchos conceptos y formas de la medicina que, obviamente, ella no conocía. Por eso también quería ver mundo, para aprender más todavía. — Un inhalador... Es la primera vez que veo algo parecido, aunque lo más similar que se me ocurre ahora mismo, son los baños de vahos. — Miró a Alistair, ahora, con más complicidad. — Poner a vaporizar en agua hirviendo ciertas hierbas y respirar el vaho que sueltan, cubriendo la cabeza con alguna tela para concentrar, en el rostro, esa humedad. En mi clan solíamos usar ese método sobre todo para los resfriados.
No estaba segura si el aparato que Alistair le estaba explicando sería para algo similar.
— De todas maneras, es una buena idea. O, al menos, es una muy buena base para empezar. — Le sonrió, buscando animarle.
— Vaya... — Murmuró, con un deje de admiración y sorpresa. Todavía Alistair continuaba ultimando detalles, pero Asradi podía ver el dibujo como si, efectivamente, tuviese la propia planta delante de sus mismísimas narices. Tan nítida y tan viva.
La sirena tardó unos momentos más en volver a pronunciar palabra, mientras se deleitaba con todos los detalles. Incluso se atrevió a pasar un par de dedos por la hoja de la libreta, acariciando con las yemas como si pudiese casi sentir y tocar a la planta en sí.
— Es preciosa, es decir... El dibujo parece tan real. — Definitivamente, el lunarian tenía un don precioso. Ella dibujaba bien, pero no tenía ese arte ni tanto detalle como tal. Miró unos segundos, después, a Alistair, parpadeando un par de veces. Y luego, de nuevo el dibujo.
Seguido a eso, prestó mucha atención a la descripción de las propiedades que, ahora, el de colorida cabellera le presentaba. Dolores y espasmos, y de fácil absorción. Cantidades pequeñas. Asradi memorizaba aquella información en frases cortas y útiles para acordarse, aunque dejaba también que Alistair le anotase eso en la hoja del dibujo de la planta, a pie de nota, como quien dice.
— Entiendo lo que quieres decir. Yo suelo probar, conmigo misma, las plantas que no conozco tras haberlas estudiado un poco. — Explicó con paciencia y también con un tono de voz tranquilo. — Me quedo más tranquila haciéndolo, primeramente conmigo, antes de administrárselo a cualquier otra persona sin más.
Era arriesgado para ella y Asradi lo sabía, aunque generalmente procuraba tener cuidado. La sirena se quedó absorta unos segundos más en el dibujo de la planta, empapándose con sus detalles y también memorizando el nombre con el que Alistair la había llamado. Ojalá pudiese ver y manipular una de esas alguna vez en su vida. Se le erizaban las escamas de la cola de pura emoción de tan solo pensarlo.
Emoción que pareció contagiar al mismo Alistair cuando, esta vez, fue ella quien le preguntó o, más bien, le pidió que le enseñase un poco más de lo que él sabía hacer, sobre eses inventos de los que hablaba. La risilla del lunarian fue terriblemente contagiosa, y Asradi no pudo evitar reírse también, un poco, a la par. Era como si aquel momento de oscuridad que había tenido momentos atrás se hubiese difuminado totalmente con la alegre luz que era Alistair de por si.
— Es una promesa. Si nos volvemos a encontrar, nos debemos una charla larga de todo lo que hayamos encontrado o aprendido durante el camino. — Asradi estaba pletórica con esto. Y, por una parte, no quería despedirse prontamente de Alistair y, al mismo tiempo, ya estaba deseando ese nuevo encuentro con él. — ¿Los Den Den Mushi? Sí, los conozco, aunque todavía no he podido hacerme con ninguno. — Eso era algo que, probablemente, debía solventar también a futuro. — ¿Desmontar y montar uno? ¿No es muy complicado eso? ¿Y qué hay del caracol que lo conforma?
Sonaba bien, realmente, no sabía cuánto de útil, pero cualquier conocimiento era bienvenido. Ahora sí que tenía un montón de curiosidad y de preguntas en la mente al respecto. Cuando Alistair le pidió, nuevamente, el cuaderno, Asradi se lo entregó sin reparo alguno, y volvió a curiosear con la mirada. Ahora sí que no era capaz de distinguir nada de lo que el lunarian estaba dibujando. La sirena incluso ladeó levemente la cabeza, en un gesto adorable. Parecía una caja con un... ¿respirador?
— ¿Como un gas? ¿Eso es posible? — Había muchos conceptos y formas de la medicina que, obviamente, ella no conocía. Por eso también quería ver mundo, para aprender más todavía. — Un inhalador... Es la primera vez que veo algo parecido, aunque lo más similar que se me ocurre ahora mismo, son los baños de vahos. — Miró a Alistair, ahora, con más complicidad. — Poner a vaporizar en agua hirviendo ciertas hierbas y respirar el vaho que sueltan, cubriendo la cabeza con alguna tela para concentrar, en el rostro, esa humedad. En mi clan solíamos usar ese método sobre todo para los resfriados.
No estaba segura si el aparato que Alistair le estaba explicando sería para algo similar.
— De todas maneras, es una buena idea. O, al menos, es una muy buena base para empezar. — Le sonrió, buscando animarle.