Silver
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24-10-2024, 10:14 PM
Bahía de los Olvidados, Isla Momobami
Verano del año 724
Verano del año 724
El tabernero, un hombre de aspecto rudo, con el rostro surcado de cicatrices y una barba desaliñada, no respondió de inmediato al pedido de Kairo. Sus ojos recorrieron al mercenario de pies a cabeza con una mirada inquisitiva, como si tratara de medir cuán problemático podría ser su nuevo cliente. Tras un breve momento de vacilación, alcanzó la botella de ron y sirvió un vaso sin decir una palabra, deslizando el líquido con brusquedad sobre la barra de madera ajada.
Kairo mostraba una calma que contrastaba con la atmósfera cargada de nerviosismo que se respiraba en la taberna. Los murmullos que habían cesado momentáneamente al notar su presencia comenzaron a reanudarse poco a poco, aunque Kairo pudo notar que algunas de las conversaciones ahora se desarrollaban en susurros más apagados, vigilando de reojo al recién llegado.
Los hombres que llenaban el local eran, en su mayoría, una mezcla de contrabandistas y maleantes, sus miradas furtivas se cruzaban de vez en cuando, pero la mayoría evitaba hacer contacto visual con él. Desde un rincón, un grupo de hombres con capuchas gastadas se inclinaba sobre una mesa, compartiendo palabras en voz baja. Cerca de la entrada, otro hombre de hombros anchos miraba hacia afuera, como si estuviera esperando a alguien.
El tabernero se limitaba a limpiar vasos y servir tragos, manteniendo una expresión estoica mientras escuchaba el comentario sarcástico de Kairo sobre los "problemas" de los ladrones y el brazalete. Ante la mención del objeto, sus ojos se estrecharon ligeramente, una reacción sutil, pero suficiente para alguien observador. El hombre hizo una pausa breve antes de responder, manteniendo su voz baja, lo suficiente para no atraer atención indeseada.
—Se habla de muchas cosas por aquí, y de muchos tipos... —dijo, con un tono tan áspero como la madera de la barra. Su mirada se dirigió un instante hacia los hombres encapuchados en la esquina, antes de volver a Kairo—. Pero si hay problemas, suelen venir con mala compañía. Los que alardean de más... no suelen durar mucho.
Una respuesta ambigua, pero que confirmaba lo que Kairo ya intuía: alguien en este lugar sabía más de lo que aparentaba. Tal vez los hombres en la esquina, tal vez alguien más. Lo que quedaba claro es que la información estaba ahí, solo necesitaba la manera adecuada de hacerla salir a la luz.
El sonido del mar y las olas rompiendo contra el muelle apenas se escuchaba dentro de la taberna, pero Kairo podía sentir el peso de la incertidumbre en el aire. Este lugar estaba lleno de secretos y traiciones, pero eso solo añadía una capa más de interés. Tal vez fuera el momento de presionar un poco más, o tal vez de observar con paciencia. Después de todo, siempre había alguien dispuesto a hablar... por el precio adecuado.