Alistair
Mochuelo
24-10-2024, 11:18 PM
Se sintió aliviado al escuchar que la espera no había sido larga, y halagado al escuchar que lo importante había sido su arribo, algo que le dibujó una sonrisa suave sobre sus facciones. Un gesto que, atípico a su persona, fue pronto reemplazado por un gesto de sorpresa en el que abrió sus ojos expresivos más de lo usual cuando Hato cerró la distancia con él hasta que la corbata del Lunarian quedó a disposición de las manos femeninas, reajustándola. Sintió un pequeño latido escapársele. Su mirada se cruzó con la de ella, dejándose llevar por el tempo de las acciones femeninas y perdiéndose por un momento en los ojos de esmeralda de la chica. Era un color llamativo, atractivo, hipnótico incluso.
Lo único que consiguió sacarle de su fugaz trance fue un aroma posándose delicadamente en su desarrollado olfato, jazmín con un toque de sándalo, una fragancia dulce que llegaba hasta cada recóndita esquina de su cabeza y lo hechizaba, haciéndole perder el paso de los segundos por tan solo un momento. La voz femenina, el aroma y la mirada, todo se combinaba en un perfecto regalo para sus sentidos que no dudaba en agradecer en sus pensamientos mas internos. — ¡Nada que no pudiéramos manejar! Es cierto que las cosas estuvieron un poco agitadas últimamente, pero lo mas importante es que todo ha salido bien al final. — Ahí estaba. El chico que siempre sonreía frente a todo, y que en ocasiones contadas con los dedos de la mano le verían con las emociones alborotadas. Se le daba bien, y era uno de sus orgullos como individuo. — Además, con este cambio de aires ya me había olvidado de toda la movida reciente. El lugar, el ambiente, el sereno de la noche. Todo está siendo perfecto, y... Es una vista preciosa. — La última parte fue complementada con un pequeño -y metafórico- guiño para la Skypian: Aunque la mirada del Lunarian durante la descripción del lugar paseó por todas partes, la ultima parte en la que decía la palabra "Preciosa" se encargó de mirar a la chica específicamente, como una dedicatoria disimulada.
Aunque su actitud parecía actuar como en su día a día, no es que el hechizo en su cabeza hubiese desaparecido en lo absoluto. No, muy por el contrario, aún sentía la ligereza en su pecho que el jazmín había dejado. Y probablemente no se lo quitaría hasta la madrugada. Pero, para ser completamente honesto, era una sensación que no quería sentir desaparecer, estirándola cuanto mas pudiera. Quería seguir probando ese aroma, y que permaneciera a su lado. — ¿Y el tuyo? Te he visto durante lo que pasó en Oykot, pero no he sabido nada hasta recibir tu tarjeta. Espero que todo saliera bien. — Era un deseo genuino, una curiosidad de su parte, y además la cortesía de corresponder el mismo interés que la chica le había dedicado.
La escuchó con atención cuando regresó al barandal, provocando un brillo en sus ojos cuando ella mencionó su inclinación hacia los inventos; compartían un interés, y además uno de los más importantes para Alistair. Definitivamente tendrían mucho de lo cual hablar esa misma noche, y muchas más después de que esta acabara, como fuera que acabara. — ¡Yo igual! Siempre le he tenido un gusto a inventar pequeños artilugios. ¡Podríamos juntarnos un día para trabajar juntos! Quizá hasta consigamos sacar algo nuevo y único, además de poder aligerar gastos. — Era una propuesta genuina; no podía pedir mejor cosa que pasar tiempo con una persona que entendiera su campo de interés, con la cual combinar ideas y dejar que su imaginación los condujera hasta extremos desconocidos. Que fuese ella en particular lo hacía todavía mejor.
Nuevamente, la chica tocó otro nervio agradable en la conversación: La exploración. Desde que tenía memoria, el chico había anhelado viajar largo y tendido por el mundo, conocer nuevos horizontes y llegar hasta donde nadie más pudiera. Incluso mejor: Escuchar que quería explorar el océano era un deseo hecho realidad para Alistair, siendo que para un ser alado como él, el cielo era un lugar familiar mientras que las profundidades oceánicas guardaban misterios que él quería presenciar con sus propios ojos.
Quería decir algo, pero esperó a que la chica acabara. Quería escuchar todo lo que ella quisiera decir, llevando una buena racha que conseguía abarcar todos los temas que Alistair consideraba una intriga, un gusto o una pasión vitalicia. Tan pronto ella acabó, y cuando con un sonrojo miró de nuevo al mar cuando mencionó la reproducción de los reyes marinos, Alistair sentiría un deje de ternura por la chica mientras dejaba que una pequeña risa a labios cerrados escapaba; no era de burla, sino de genuina diversión por el momento que pasaban juntos. Por disfrute del tiempo con ella, aunque aún quedase mucho de la noche por delante. Ojalá siguiera hasta olvidarse del concepto del tiempo.
— De hecho, desde Oykot he querido preguntarte acerca de tu campo de especialidad, sobre todo por los pequeños artefactos que usaste en medio de la batalla para propulsarte. — Se refería a los diales, de los cuales nunca había visto uno en su vida. — Dime, ¿Qué son exactamente? ¿Cómo funcionan? Cuanto más puedas contarme, mejor. — Sus ojos brillaban ante la duda, y la chica podía verlo: Tocar un tema que despertara su vena del gusto le hacía susceptible a emociones.
— ¡Y de hecho te entiendo totalmente! Tanto en tu deseo de explorar el océano como de conocer sobre los reyes marinos. La exploración de lugares nuevos y vistas increíbles es una maravilla que siempre ha llamado mi atención. Y los reyes marinos son criaturas fantásticas y enigmáticas que me encantaría poder ver en persona, e incluso conocer alguna si un día es posible comunicarse con ellos directamente. Me pregunto lo que diría alguno si pudiéramos entenderlos. — Se acercó al barandal, colocándose junto a ella a tan solo una mano de distancia. — Lo que quiero decir es... — Colocó suavemente su propia mano sobre la de ella, dando lugar a un tacto gentil que permearía el calor del Lunarian sobre la piel femenina; como una raza que manipulaba el fuego, su temperatura era innatamente mas alta que otras razas. Al menos ese era el caso de Alistair. — Si algún día buscas un compañero junto al cual explorar largo y tendido los mares y conocer más de las criaturas que lo habitan, puedes contar conmigo. ¡Incluso comparto la curiosidad de querer saber cómo se reproducen! — Mencionó, no con una risa sino con una gran sonrisa dibujada en su rostro. Era un sentimiento genuino, la chica no tendría que hacer esfuerzo alguno para notarlo.
Rió suave cuando ella mencionó el sueño de pelear y ser el mas fuerte, negando con la cabeza poco después. La mano que estaría sobre la femenina ahora se alejaría para regresar a la barandilla, al menos de momento. — Para nada. Es verdad que me gusta ver el combate como un método de mejora, pero no es diferente de como un artista marcial contempla su estilo de combate. Me sirve para conocerme a mí mismo, conocer mis límites, superarlos y poder proteger a los míos cuando la situación lo requiere. En cuanto a lo que me apasiona, los inventos y la medicina son mis fuertes, ¡aunque siento que aún me queda mucho campo para mejorar! Y mi sueño... — Lo contempló por un momento, pero no tardó en sacarse a sí mismo de su estado de pensamiento. Su gran sueño siempre había sido tan claro como un despejado cielo azul. — Mi sueño es conocer tanto como pueda del mundo. Viajar por los Blues, por arriba y por debajo, explorar aquello que nadie más ha visto y presenciar maravillas que solo aparecerían en fábulas. Quiero ver todo el mundo por lo que es, y ayudar a otros como me sea posible en el camino de conseguirlo. — Estaba orgulloso de sus metas, de sus vistas, e incluso de sus sueños. Por eso no le temblaba la voz cuando lo expresaba en palabras. — Perdón si suena un poco a fantasía. Siempre me ha gustado soñar lo más alto que puedo. ¡Jajajaja! — Su respuesta risueña carecía de duda o miramientos; el joven no consideraba rendirse incluso si parecía una meta que tomaría tres vidas para cumplir.
Lo único que consiguió sacarle de su fugaz trance fue un aroma posándose delicadamente en su desarrollado olfato, jazmín con un toque de sándalo, una fragancia dulce que llegaba hasta cada recóndita esquina de su cabeza y lo hechizaba, haciéndole perder el paso de los segundos por tan solo un momento. La voz femenina, el aroma y la mirada, todo se combinaba en un perfecto regalo para sus sentidos que no dudaba en agradecer en sus pensamientos mas internos. — ¡Nada que no pudiéramos manejar! Es cierto que las cosas estuvieron un poco agitadas últimamente, pero lo mas importante es que todo ha salido bien al final. — Ahí estaba. El chico que siempre sonreía frente a todo, y que en ocasiones contadas con los dedos de la mano le verían con las emociones alborotadas. Se le daba bien, y era uno de sus orgullos como individuo. — Además, con este cambio de aires ya me había olvidado de toda la movida reciente. El lugar, el ambiente, el sereno de la noche. Todo está siendo perfecto, y... Es una vista preciosa. — La última parte fue complementada con un pequeño -y metafórico- guiño para la Skypian: Aunque la mirada del Lunarian durante la descripción del lugar paseó por todas partes, la ultima parte en la que decía la palabra "Preciosa" se encargó de mirar a la chica específicamente, como una dedicatoria disimulada.
Aunque su actitud parecía actuar como en su día a día, no es que el hechizo en su cabeza hubiese desaparecido en lo absoluto. No, muy por el contrario, aún sentía la ligereza en su pecho que el jazmín había dejado. Y probablemente no se lo quitaría hasta la madrugada. Pero, para ser completamente honesto, era una sensación que no quería sentir desaparecer, estirándola cuanto mas pudiera. Quería seguir probando ese aroma, y que permaneciera a su lado. — ¿Y el tuyo? Te he visto durante lo que pasó en Oykot, pero no he sabido nada hasta recibir tu tarjeta. Espero que todo saliera bien. — Era un deseo genuino, una curiosidad de su parte, y además la cortesía de corresponder el mismo interés que la chica le había dedicado.
La escuchó con atención cuando regresó al barandal, provocando un brillo en sus ojos cuando ella mencionó su inclinación hacia los inventos; compartían un interés, y además uno de los más importantes para Alistair. Definitivamente tendrían mucho de lo cual hablar esa misma noche, y muchas más después de que esta acabara, como fuera que acabara. — ¡Yo igual! Siempre le he tenido un gusto a inventar pequeños artilugios. ¡Podríamos juntarnos un día para trabajar juntos! Quizá hasta consigamos sacar algo nuevo y único, además de poder aligerar gastos. — Era una propuesta genuina; no podía pedir mejor cosa que pasar tiempo con una persona que entendiera su campo de interés, con la cual combinar ideas y dejar que su imaginación los condujera hasta extremos desconocidos. Que fuese ella en particular lo hacía todavía mejor.
Nuevamente, la chica tocó otro nervio agradable en la conversación: La exploración. Desde que tenía memoria, el chico había anhelado viajar largo y tendido por el mundo, conocer nuevos horizontes y llegar hasta donde nadie más pudiera. Incluso mejor: Escuchar que quería explorar el océano era un deseo hecho realidad para Alistair, siendo que para un ser alado como él, el cielo era un lugar familiar mientras que las profundidades oceánicas guardaban misterios que él quería presenciar con sus propios ojos.
Quería decir algo, pero esperó a que la chica acabara. Quería escuchar todo lo que ella quisiera decir, llevando una buena racha que conseguía abarcar todos los temas que Alistair consideraba una intriga, un gusto o una pasión vitalicia. Tan pronto ella acabó, y cuando con un sonrojo miró de nuevo al mar cuando mencionó la reproducción de los reyes marinos, Alistair sentiría un deje de ternura por la chica mientras dejaba que una pequeña risa a labios cerrados escapaba; no era de burla, sino de genuina diversión por el momento que pasaban juntos. Por disfrute del tiempo con ella, aunque aún quedase mucho de la noche por delante. Ojalá siguiera hasta olvidarse del concepto del tiempo.
— De hecho, desde Oykot he querido preguntarte acerca de tu campo de especialidad, sobre todo por los pequeños artefactos que usaste en medio de la batalla para propulsarte. — Se refería a los diales, de los cuales nunca había visto uno en su vida. — Dime, ¿Qué son exactamente? ¿Cómo funcionan? Cuanto más puedas contarme, mejor. — Sus ojos brillaban ante la duda, y la chica podía verlo: Tocar un tema que despertara su vena del gusto le hacía susceptible a emociones.
— ¡Y de hecho te entiendo totalmente! Tanto en tu deseo de explorar el océano como de conocer sobre los reyes marinos. La exploración de lugares nuevos y vistas increíbles es una maravilla que siempre ha llamado mi atención. Y los reyes marinos son criaturas fantásticas y enigmáticas que me encantaría poder ver en persona, e incluso conocer alguna si un día es posible comunicarse con ellos directamente. Me pregunto lo que diría alguno si pudiéramos entenderlos. — Se acercó al barandal, colocándose junto a ella a tan solo una mano de distancia. — Lo que quiero decir es... — Colocó suavemente su propia mano sobre la de ella, dando lugar a un tacto gentil que permearía el calor del Lunarian sobre la piel femenina; como una raza que manipulaba el fuego, su temperatura era innatamente mas alta que otras razas. Al menos ese era el caso de Alistair. — Si algún día buscas un compañero junto al cual explorar largo y tendido los mares y conocer más de las criaturas que lo habitan, puedes contar conmigo. ¡Incluso comparto la curiosidad de querer saber cómo se reproducen! — Mencionó, no con una risa sino con una gran sonrisa dibujada en su rostro. Era un sentimiento genuino, la chica no tendría que hacer esfuerzo alguno para notarlo.
Rió suave cuando ella mencionó el sueño de pelear y ser el mas fuerte, negando con la cabeza poco después. La mano que estaría sobre la femenina ahora se alejaría para regresar a la barandilla, al menos de momento. — Para nada. Es verdad que me gusta ver el combate como un método de mejora, pero no es diferente de como un artista marcial contempla su estilo de combate. Me sirve para conocerme a mí mismo, conocer mis límites, superarlos y poder proteger a los míos cuando la situación lo requiere. En cuanto a lo que me apasiona, los inventos y la medicina son mis fuertes, ¡aunque siento que aún me queda mucho campo para mejorar! Y mi sueño... — Lo contempló por un momento, pero no tardó en sacarse a sí mismo de su estado de pensamiento. Su gran sueño siempre había sido tan claro como un despejado cielo azul. — Mi sueño es conocer tanto como pueda del mundo. Viajar por los Blues, por arriba y por debajo, explorar aquello que nadie más ha visto y presenciar maravillas que solo aparecerían en fábulas. Quiero ver todo el mundo por lo que es, y ayudar a otros como me sea posible en el camino de conseguirlo. — Estaba orgulloso de sus metas, de sus vistas, e incluso de sus sueños. Por eso no le temblaba la voz cuando lo expresaba en palabras. — Perdón si suena un poco a fantasía. Siempre me ha gustado soñar lo más alto que puedo. ¡Jajajaja! — Su respuesta risueña carecía de duda o miramientos; el joven no consideraba rendirse incluso si parecía una meta que tomaría tres vidas para cumplir.