El grito que hizo eco en la distancia llamó su atención a la escena al instante; si se trataba de algo inofensivo, lo peor que podía hacer era ganarse algunas gotas de sudor en la frente y un cansancio menor. Pero si se trataba de algo mayor, una persona siendo asaltada -o incluso peor: siendo atacada-, quería hacer todo lo posible por ayudar a la persona en problemas para que nadie saliese ni lastimado ni perjudicado. Estaba en su naturaleza heroica querer ayudar a quien lo necesitara, aún si una mayoritaria parte de estas buenas intenciones acababan en malentendidos menores.
Prefería no darle fuerza al pensamiento de que, si dudaba, cualquier día podía aparecer alguien que sí necesitara una mano y el Lunarian la dejara pasar desapercibida.
Aunque en cualquier otro contexto habría utilizado la capacidad de vuelo de sus grandes alas de ébano para aproximarse al lugar del que provino el grito, en esta ocasión tomaría una aproximación diferente. En una hipotética situación ideal, elevarse y moverse por las alturas brindaba una ventajosa vista de pájaro que le daría mayor información de la situación a la mano, además de una libertad que le libraba de estar restringido a los caminos por tierra que estuviesen construidos por humanos. Pero en este caso, era una terrible idea. De tratarse de un ladrón, su velocidad de carrera sería más que suficiente para atrapar cualquier asaltante en plena huida, y en la otra cara de la moneda, la altura de los edificios presentes en Vodka Shore hacían problemático el surcar los cielos sin comerse una ventana de frente. Una sensación poco agradable, a falta de una explicación mas extensa y específica. No valía la pena el riesgo, en especial cuando presentía que el lugar objetivo se encontraba relativamente cerca.
Ya aproximándose a la zona, escuchó varias voces que parecían sostener una nada agradable conversación entre ellas; no conseguía sus palabras completamente, pues el significado completo de cada una se perdía en el viento antes de que llegaran a sus oídos, pero el tono que usaban expresaba más que suficiente para entender la naturaleza del intercambio de palabras.
La escena que le dio la bienvenida a su llegada fue una que, con la falta de contexto que llevaba encima, no fue difícil malinterpretar lo suficiente como para que sus dos manos se posaran en dos de sus tres katanas por puro instinto.
Un felino antropomórfico se había abalanzado contra un hombre que yacía en el suelo sobre su propio trasero, incapaz de levantarse una vez el félido decidió colocarse encima de él a una distancia peligrosamente cercana; las marcas de golpes en el cuerpo del hombre, que no habían tardado en enrojecer por la fuerza de contacto, delataban que había existido una confrontación previa a su llegada, una que no había podido durar más de unos cuantos segundos a juzgar por el instante en que los gritos sonaron y su llegada hasta el lugar.
Su desenfunde fue rápido, casi insonoro por el buen cuidado que mantenía constantemente sobre sus katanas y sus fundas a partes iguales; incluso el filo rompiendo el viento consiguió producir un sonido de mayor cantidad de decibeles. Pero para un ser vivo con los sentidos de un felino, incluso esa imperceptible brisa acompañada con ese sonido ausente serían notablemente fáciles de detectar. Había pocas cosas tan difíciles en este mundo como pillar a un gato genuinamente desprevenido.
— ¡Eh, tú! ¡No le hagas da-... ño? — Sus primeras palabras, aunque llenas de vigor en un intento de advertir al Mink, perdieron fuerza prácticamente de golpe llegando a la última, la cual morfó a una pregunta casi incómoda. Su cabeza incluso se inclinó hacia uno de sus hombros, formando tal expresión caricaturesca que, de ser un mundo de fantasía transmitido por medio de una televisión, seguramente le aparecería un signo de interrogación sobre la cabeza. La razón de su confusión había sido una mujer llegando al lugar, mas específicamente las palabras de alivio que parecían dirigidas específicamente al felino. ¿Qué demonios estaba ocurriendo realmente? Ahora mismo, una respuesta le vendría maravillosamente antes de tomar una claramente precipitada decisión.
Se rascó la cabeza, exteriorizando su confusión en ese movimiento físico. — ¿Detenido? Espera un segundo, ¿estás ayudando a esta mujer? — Preguntó al Mink directamente, queriendo entender lo que ocurría. Si genuinamente se trataba de un malentendido y había siquiera pensado en apuntar sus armas en dirección al felino, no tenía problema con disculparse tanto como ameritara. Pero por supuesto, esto era solo si el ser antropomórfico actuó en buena fé; si por alguna razón la buena obra del ser antropomórfico iba con intenciones maliciosas, no agacharía la cabeza, aunque tampoco haría que sus filos vieran práctica antes de lo teóricamente anticipado. Un poco hipócritca de parte del Lunarian, considerando sus propios pensamientos minutos atrás.
Provisionalmente, Alistair regresaría las katanas a su funda. No era un problema en lo absoluto si era la decisión incorrecta; si el Mink de pantera intentaba atacarlo, su desenfunde siempre había sido sorprendentemente rápido. — No me vayas a malentender, pero si realmente quieres ayudar, lo mejor sería recuperar lo que sea que se haya llevado y soltarle por donde vino. Solo te ganarás un problema con alguien de seguridad si te pillan. — Con eso, reveló al Mink que él tampoco venía de parte de la seguridad de la isla. En ese sentido, ambos eran simples turistas aplicando su propia versión de vigilancia clandestina. — Aunque si te apresuras, seguro puedes encajarle otro golpe bien dado y salir de aquí sin que nadie vea nada. — Sonrió con un deje de malicia inocente. Incluso entre sus virtudes y defectos, él tampoco estaba por encima de tomar medidas disciplinares un poco mas... físicas, siempre que estuvieran bien dirigidas y fuesen bienintencionadas. Algo que realmente le diera al maleante una buena razón para no repetir sus actos.
Prefería no darle fuerza al pensamiento de que, si dudaba, cualquier día podía aparecer alguien que sí necesitara una mano y el Lunarian la dejara pasar desapercibida.
Aunque en cualquier otro contexto habría utilizado la capacidad de vuelo de sus grandes alas de ébano para aproximarse al lugar del que provino el grito, en esta ocasión tomaría una aproximación diferente. En una hipotética situación ideal, elevarse y moverse por las alturas brindaba una ventajosa vista de pájaro que le daría mayor información de la situación a la mano, además de una libertad que le libraba de estar restringido a los caminos por tierra que estuviesen construidos por humanos. Pero en este caso, era una terrible idea. De tratarse de un ladrón, su velocidad de carrera sería más que suficiente para atrapar cualquier asaltante en plena huida, y en la otra cara de la moneda, la altura de los edificios presentes en Vodka Shore hacían problemático el surcar los cielos sin comerse una ventana de frente. Una sensación poco agradable, a falta de una explicación mas extensa y específica. No valía la pena el riesgo, en especial cuando presentía que el lugar objetivo se encontraba relativamente cerca.
Ya aproximándose a la zona, escuchó varias voces que parecían sostener una nada agradable conversación entre ellas; no conseguía sus palabras completamente, pues el significado completo de cada una se perdía en el viento antes de que llegaran a sus oídos, pero el tono que usaban expresaba más que suficiente para entender la naturaleza del intercambio de palabras.
La escena que le dio la bienvenida a su llegada fue una que, con la falta de contexto que llevaba encima, no fue difícil malinterpretar lo suficiente como para que sus dos manos se posaran en dos de sus tres katanas por puro instinto.
Un felino antropomórfico se había abalanzado contra un hombre que yacía en el suelo sobre su propio trasero, incapaz de levantarse una vez el félido decidió colocarse encima de él a una distancia peligrosamente cercana; las marcas de golpes en el cuerpo del hombre, que no habían tardado en enrojecer por la fuerza de contacto, delataban que había existido una confrontación previa a su llegada, una que no había podido durar más de unos cuantos segundos a juzgar por el instante en que los gritos sonaron y su llegada hasta el lugar.
Su desenfunde fue rápido, casi insonoro por el buen cuidado que mantenía constantemente sobre sus katanas y sus fundas a partes iguales; incluso el filo rompiendo el viento consiguió producir un sonido de mayor cantidad de decibeles. Pero para un ser vivo con los sentidos de un felino, incluso esa imperceptible brisa acompañada con ese sonido ausente serían notablemente fáciles de detectar. Había pocas cosas tan difíciles en este mundo como pillar a un gato genuinamente desprevenido.
— ¡Eh, tú! ¡No le hagas da-... ño? — Sus primeras palabras, aunque llenas de vigor en un intento de advertir al Mink, perdieron fuerza prácticamente de golpe llegando a la última, la cual morfó a una pregunta casi incómoda. Su cabeza incluso se inclinó hacia uno de sus hombros, formando tal expresión caricaturesca que, de ser un mundo de fantasía transmitido por medio de una televisión, seguramente le aparecería un signo de interrogación sobre la cabeza. La razón de su confusión había sido una mujer llegando al lugar, mas específicamente las palabras de alivio que parecían dirigidas específicamente al felino. ¿Qué demonios estaba ocurriendo realmente? Ahora mismo, una respuesta le vendría maravillosamente antes de tomar una claramente precipitada decisión.
Se rascó la cabeza, exteriorizando su confusión en ese movimiento físico. — ¿Detenido? Espera un segundo, ¿estás ayudando a esta mujer? — Preguntó al Mink directamente, queriendo entender lo que ocurría. Si genuinamente se trataba de un malentendido y había siquiera pensado en apuntar sus armas en dirección al felino, no tenía problema con disculparse tanto como ameritara. Pero por supuesto, esto era solo si el ser antropomórfico actuó en buena fé; si por alguna razón la buena obra del ser antropomórfico iba con intenciones maliciosas, no agacharía la cabeza, aunque tampoco haría que sus filos vieran práctica antes de lo teóricamente anticipado. Un poco hipócritca de parte del Lunarian, considerando sus propios pensamientos minutos atrás.
Provisionalmente, Alistair regresaría las katanas a su funda. No era un problema en lo absoluto si era la decisión incorrecta; si el Mink de pantera intentaba atacarlo, su desenfunde siempre había sido sorprendentemente rápido. — No me vayas a malentender, pero si realmente quieres ayudar, lo mejor sería recuperar lo que sea que se haya llevado y soltarle por donde vino. Solo te ganarás un problema con alguien de seguridad si te pillan. — Con eso, reveló al Mink que él tampoco venía de parte de la seguridad de la isla. En ese sentido, ambos eran simples turistas aplicando su propia versión de vigilancia clandestina. — Aunque si te apresuras, seguro puedes encajarle otro golpe bien dado y salir de aquí sin que nadie vea nada. — Sonrió con un deje de malicia inocente. Incluso entre sus virtudes y defectos, él tampoco estaba por encima de tomar medidas disciplinares un poco mas... físicas, siempre que estuvieran bien dirigidas y fuesen bienintencionadas. Algo que realmente le diera al maleante una buena razón para no repetir sus actos.