Ragnheidr Grosdttir
Stormbreaker
25-10-2024, 08:23 AM
Ragn escuchaba atentamente, su mirada fija en los ojos de Airgid mientras hablaba. Podía sentir la confusión en su voz, las piezas rotas de recuerdos que trataba de juntar. Aquella vez en el vertedero había sido un caos, lo recordaba claramente. Gritos, humo, gente corriendo, Josis ... Y entre todo ese alboroto, Airgid… Ella había estado allí, brillando con una fuerza que lo había impresionado desde el principio. Pero luego, como una tormenta que se disipa de repente, desapareció. Se había quedado solo, buscándola entre escombros y rostros desconocidos, sin saber siquiera cómo llamarla. Solo tenía el recuerdo de su cara y la sensación de que había encontrado algo que no podía dejar escapar. Mientras ella hablaba, sintió cómo su mano, pequeña y cálida, rodeaba la suya. El contacto lo sacó de sus pensamientos, anclándolo al presente. Había algo tan genuino en las palabras de Airgid que lo desarmaba. El guerrero que había pasado su vida lidiando con el acero y el dolor se sentía sorprendido por la suavidad de la verdad en su voz. No era una excusa, no era una mentira, solo los fragmentos de un pasado caótico que él mismo entendía demasiado bien. Ella estaba tan cerca, más cerca de lo que había estado en años. Sentía su aliento cálido, sus ojos mirándolo con una mezcla de confusión y algo más, algo que no necesitaba ser explicado con palabras. Y entonces, ella sonrió, apenas un destello, pero suficiente para encender algo en su pecho.
Ragn no era un hombre acostumbrado a las palabras suaves ni a los gestos delicados. Su vida había sido forjada en el campo de batalla, donde las emociones eran más un estorbo que una ayuda. Pero con Airgid… siempre había sido diferente. Recordaba la primera vez que la vio luchar, con esa energía desbordante y esa risa casi infantil entre los gritos de guerra. Ella era luz en medio de la oscuridad, y aunque jamás lo admitiría en voz alta, la había buscado porque había sentido que necesitaba esa luz en su vida. —Yo nunca dejarr de buscarrrrte. —Diría con claridad, su voz profunda y baja, como si esa verdad hubiera estado encerrada durante demasiado tiempo— Quedarr en maldita isla semanas, prrreguntarrr porrr ti. Nadie saberrr quién errras. Ni tu nombre. Solo rrecorrrrdaba mano bonita y esos ojos que brrrrillaban en medio de caos. — Deslizó su diestra por la mejilla de la mujer, hasta llegar a las puntas de su cabello dorado. Eran palabras eran duras, pero cargadas de una sinceridad que rara vez mostraba, en este ámbito. Y mientras hablaba, sintió cómo el espacio entre ellos se estrechaba aún más, como si el peso de los años, de las batallas y del silencio se estuviera desvaneciendo. —Pensarrr que estarrr muerrrta. —Continuó, frunciendo ligeramente el ceño, su mano apretando con más firmeza la de Airgid (la zurda)— En maldito lugarrr, las opssiones errrran bajas parrra cualquierrra. ¿Porrr qué iba a serrr diferrrente contigo?
Se detuvo un segundo, mirándola con intensidad, como si quisiera asegurarse de que lo que tenía frente a él no era un sueño, que realmente la había encontrado después de tanto tiempo. Sus ojos recorrieron el rostro de Airgid, las heridas, las vendas, los moratones. Había pasado por tanto, y sin embargo, allí estaba, sonriéndole, a pesar del dolor, a pesar del tiempo. Estaba hecha una mierda, é mismo había destrozado a la mujer, con sus manos. Y ella a el. Estaban envueltos en vendas, como el jarrón de tu madre cuando te lo cargas, pero que es tan valioso que solo queda la opción de juntarlo con algo de celo. —Y ahorrra estarrr aquí. —Comentó en un tono más suave, apenas un susurro, como si el peso de esa realización fuera demasiado grande para contenerlo. Por un momento, la dureza habitual en su expresión se suavizó. Airgid no era solo una guerrera más, no era alguien que solo compartía el campo de batalla con él. Ella era una de las pocas personas que había logrado romper sus defensas, que había conseguido verlo más allá del monstruo que muchos veían. Y ahora, a pesar de todo, estaban allí, juntos, después de tanto tiempo.
Ragn soltó un suspiro, su respiración profunda, como si todo el cansancio del día se acumulara en ese instante. Sus dedos, aún entrelazados con los de Airgid y su otra mano, igual pero con el pelo, se movieron un poco, acariciando su piel de manera casi imperceptible. No sabía qué era lo que sentía exactamente. ¿Era amor? ¿Era el alivio de haberla encontrado? ¿O era la mezcla de ambas cosas? No importaba. —No volverrr a dessaparrecerrr, Airrrgid. —Fue sincero, como siempre, con una firmeza que escondía una súplica. La agarró más fuerte del cuello y le daría un rápido beso en los labios. — Nunca más. — Finalizó.
Ragn no era un hombre acostumbrado a las palabras suaves ni a los gestos delicados. Su vida había sido forjada en el campo de batalla, donde las emociones eran más un estorbo que una ayuda. Pero con Airgid… siempre había sido diferente. Recordaba la primera vez que la vio luchar, con esa energía desbordante y esa risa casi infantil entre los gritos de guerra. Ella era luz en medio de la oscuridad, y aunque jamás lo admitiría en voz alta, la había buscado porque había sentido que necesitaba esa luz en su vida. —Yo nunca dejarr de buscarrrrte. —Diría con claridad, su voz profunda y baja, como si esa verdad hubiera estado encerrada durante demasiado tiempo— Quedarr en maldita isla semanas, prrreguntarrr porrr ti. Nadie saberrr quién errras. Ni tu nombre. Solo rrecorrrrdaba mano bonita y esos ojos que brrrrillaban en medio de caos. — Deslizó su diestra por la mejilla de la mujer, hasta llegar a las puntas de su cabello dorado. Eran palabras eran duras, pero cargadas de una sinceridad que rara vez mostraba, en este ámbito. Y mientras hablaba, sintió cómo el espacio entre ellos se estrechaba aún más, como si el peso de los años, de las batallas y del silencio se estuviera desvaneciendo. —Pensarrr que estarrr muerrrta. —Continuó, frunciendo ligeramente el ceño, su mano apretando con más firmeza la de Airgid (la zurda)— En maldito lugarrr, las opssiones errrran bajas parrra cualquierrra. ¿Porrr qué iba a serrr diferrrente contigo?
Se detuvo un segundo, mirándola con intensidad, como si quisiera asegurarse de que lo que tenía frente a él no era un sueño, que realmente la había encontrado después de tanto tiempo. Sus ojos recorrieron el rostro de Airgid, las heridas, las vendas, los moratones. Había pasado por tanto, y sin embargo, allí estaba, sonriéndole, a pesar del dolor, a pesar del tiempo. Estaba hecha una mierda, é mismo había destrozado a la mujer, con sus manos. Y ella a el. Estaban envueltos en vendas, como el jarrón de tu madre cuando te lo cargas, pero que es tan valioso que solo queda la opción de juntarlo con algo de celo. —Y ahorrra estarrr aquí. —Comentó en un tono más suave, apenas un susurro, como si el peso de esa realización fuera demasiado grande para contenerlo. Por un momento, la dureza habitual en su expresión se suavizó. Airgid no era solo una guerrera más, no era alguien que solo compartía el campo de batalla con él. Ella era una de las pocas personas que había logrado romper sus defensas, que había conseguido verlo más allá del monstruo que muchos veían. Y ahora, a pesar de todo, estaban allí, juntos, después de tanto tiempo.
Ragn soltó un suspiro, su respiración profunda, como si todo el cansancio del día se acumulara en ese instante. Sus dedos, aún entrelazados con los de Airgid y su otra mano, igual pero con el pelo, se movieron un poco, acariciando su piel de manera casi imperceptible. No sabía qué era lo que sentía exactamente. ¿Era amor? ¿Era el alivio de haberla encontrado? ¿O era la mezcla de ambas cosas? No importaba. —No volverrr a dessaparrecerrr, Airrrgid. —Fue sincero, como siempre, con una firmeza que escondía una súplica. La agarró más fuerte del cuello y le daría un rápido beso en los labios. — Nunca más. — Finalizó.