Octojin
El terror blanco
25-10-2024, 10:18 AM
Tras todo aquello que dijo las esperanzas no eran muy altas en el grupo de gyojins. El tiburón estaba un poco preocupado. Bueno, bastante a decir verdad, y el sentimiento parecía ser parte del conjunto de habitantes del mar. Uno de ellos, fingiendo una tímida sonrisa, le ofreció una cama donde dormir al escualo, que aceptó con gusto.
Lo cierto es que el asentamiento no era nada del otro mundo. Es más, era bastante precario. La construcción estaba a medias, y no habían podido terminar algunos detalles que se hacían básicos en cualquier lugar como aquél. Pero claro, Octojin no era nadie para quejarse de aquello. Suficiente que le habían dejado una cama donde descansar y poder intentar dejar de darle vueltas a todo aquello que rondaba su cabeza.
El tiburón se despertó después de unas horas de sueño algo interrumpido, con pensamientos revoloteando en su mente y una ligera presión en el pecho. Por mucho que intentara dormir, sus pensamientos siempre acababan en la misma dirección: los gyojin capturados, el riesgo de que se dispersaran al ser liberados, la estrategia para salvarlos sin más contratiempos... Aquello era demasiado complicado. No veía una salida que pudiera ser correcta para todos. Y aquello hacía que la frustración que sentía por tener que colaborar de alguna manera con aquellos piratas, le produjese un dolor en el pecho. Sin embargo, sabía que aquello era lo más prudente, aunque la rabia por toda esa injusticia aún le hervía en las venas. El gyojin estaba hecho un mar de dudas, del cual no sabía si podría salir pronto.
Aun así, se levantó y, tras unos momentos de reflexión, se dirigió a entregar su den den mushi a Tiberius, uno de los gyojins más confiables del grupo. Le pidió que mantuviera la comunicación abierta con Atlas y que también informara de cualquier novedad. Era básico en cualquier operativo el poder tener una buena comunicación, y con aquél gesto, Octojin pensó que la podrían tener. Entonces, le contó su plan, para que posteriormente Tiberius hiciese lo mismo con el resto de hermanos de sangre. Todos estaban descansando y no merecían ser despertados.
La idea del habitante del mar no era compleja. Como ya sabían una distancia aproximada donde el barco pirata con los gyojins capturados aguardaría la señal del capitán pirata, tan solo tenían que mandar a unos exploradores a ojear el perímetro y ver dónde se encontraba el barco, cuántos había, tipo de embarcación, la cantidad de gente abordo... En fin, eran muchas incógnitas.
Luego, se sumergió en el agua en dirección al barco de los piratas, con la intención de reunirse con Atlas y coordinar la estrategia en persona. El trayecto fue sereno y reconfortante; en el agua, sentía algo de calma y control, al menos por unos momentos.
Al llegar a la zona, divisó el vuelo de un fénix enorme que transportaba madera hasta la cubierta del barco pirata. Sin perder tiempo, siguió a Atlas hasta la costa, aprovechando cada brazada para acortar distancias hasta que finalmente pudo llamar su atención.
—¡Atlas! —exclamó, asomando la cabeza fuera del agua, salpicando ligeramente mientras agitaba el brazo— Tenemos que hablar sobre el plan y las distancias. No podemos arriesgarnos a fallar. Tenemos que estar preparados para lo que sea.
Le hico más señas para indicarle a Atlas, que aún seguía transformado en su forma de fénix, donde debía descender para reunirse, quedando aún cerca de la orilla. Al verle, Octojin notó que llevaba consigo una firme determinación, y aquel fuego, tanto figurado como literal, parecía haberse atenuado un poco. Sin embargo, seguía siendo cauteloso. Ambos intercambiaron miradas cargadas de tensión y expectativa, con la inminencia del plan que estaba por ponerse en marcha.
Octojin se tomó un momento para explicar los detalles de su propuesta, que creía que era la mejor, aunque sabía que al humano tampoco se le daba nada mal el tema de la estrategia, así que quizá había pensado algo que podía hacer de aquél plan uno más completo. Empezó mencionando la información obtenida y la necesidad de crear un perímetro de búsqueda para identificar la localización exacta de los barcos de los piratas. Si lograban mantener a los enemigos a la vista, sería más fácil idear un ataque rápido y sin margen de error, liberando a los gyojin con un golpe decisivo.
Octojin apreciaba la serenidad y la autoridad que irradiaba su compañero mientras evaluaba los puntos estratégicos. La precisión y calma con la que Atlas procesaba cada idea le recordó que, aunque él mismo ardía por dentro, no podía permitirse actuar con ira.
Cuando le contó todo el plan, haciendo también hincapié en las preocupaciones de las incógnitas que tenía, esperó a que le diera una respuesta, una aprobación o cualquier mejora a su plan. Todo parecía ir encaminado a terminar pronto, pero no había ninguna certeza de que aquello fuera a salir bien. Igual era buena idea empezar a crear un plan B.
En cualquier caso, ambos deberían prepararse para los últimos pasos de la operación, sabiendo que en breve darían inicio a la búsqueda. Octojin, sintiendo cómo las tensiones se disipaban en ese instante de calma, se preparó mentalmente para lo que vendría.
Lo cierto es que el asentamiento no era nada del otro mundo. Es más, era bastante precario. La construcción estaba a medias, y no habían podido terminar algunos detalles que se hacían básicos en cualquier lugar como aquél. Pero claro, Octojin no era nadie para quejarse de aquello. Suficiente que le habían dejado una cama donde descansar y poder intentar dejar de darle vueltas a todo aquello que rondaba su cabeza.
El tiburón se despertó después de unas horas de sueño algo interrumpido, con pensamientos revoloteando en su mente y una ligera presión en el pecho. Por mucho que intentara dormir, sus pensamientos siempre acababan en la misma dirección: los gyojin capturados, el riesgo de que se dispersaran al ser liberados, la estrategia para salvarlos sin más contratiempos... Aquello era demasiado complicado. No veía una salida que pudiera ser correcta para todos. Y aquello hacía que la frustración que sentía por tener que colaborar de alguna manera con aquellos piratas, le produjese un dolor en el pecho. Sin embargo, sabía que aquello era lo más prudente, aunque la rabia por toda esa injusticia aún le hervía en las venas. El gyojin estaba hecho un mar de dudas, del cual no sabía si podría salir pronto.
Aun así, se levantó y, tras unos momentos de reflexión, se dirigió a entregar su den den mushi a Tiberius, uno de los gyojins más confiables del grupo. Le pidió que mantuviera la comunicación abierta con Atlas y que también informara de cualquier novedad. Era básico en cualquier operativo el poder tener una buena comunicación, y con aquél gesto, Octojin pensó que la podrían tener. Entonces, le contó su plan, para que posteriormente Tiberius hiciese lo mismo con el resto de hermanos de sangre. Todos estaban descansando y no merecían ser despertados.
La idea del habitante del mar no era compleja. Como ya sabían una distancia aproximada donde el barco pirata con los gyojins capturados aguardaría la señal del capitán pirata, tan solo tenían que mandar a unos exploradores a ojear el perímetro y ver dónde se encontraba el barco, cuántos había, tipo de embarcación, la cantidad de gente abordo... En fin, eran muchas incógnitas.
Luego, se sumergió en el agua en dirección al barco de los piratas, con la intención de reunirse con Atlas y coordinar la estrategia en persona. El trayecto fue sereno y reconfortante; en el agua, sentía algo de calma y control, al menos por unos momentos.
Al llegar a la zona, divisó el vuelo de un fénix enorme que transportaba madera hasta la cubierta del barco pirata. Sin perder tiempo, siguió a Atlas hasta la costa, aprovechando cada brazada para acortar distancias hasta que finalmente pudo llamar su atención.
—¡Atlas! —exclamó, asomando la cabeza fuera del agua, salpicando ligeramente mientras agitaba el brazo— Tenemos que hablar sobre el plan y las distancias. No podemos arriesgarnos a fallar. Tenemos que estar preparados para lo que sea.
Le hico más señas para indicarle a Atlas, que aún seguía transformado en su forma de fénix, donde debía descender para reunirse, quedando aún cerca de la orilla. Al verle, Octojin notó que llevaba consigo una firme determinación, y aquel fuego, tanto figurado como literal, parecía haberse atenuado un poco. Sin embargo, seguía siendo cauteloso. Ambos intercambiaron miradas cargadas de tensión y expectativa, con la inminencia del plan que estaba por ponerse en marcha.
Octojin se tomó un momento para explicar los detalles de su propuesta, que creía que era la mejor, aunque sabía que al humano tampoco se le daba nada mal el tema de la estrategia, así que quizá había pensado algo que podía hacer de aquél plan uno más completo. Empezó mencionando la información obtenida y la necesidad de crear un perímetro de búsqueda para identificar la localización exacta de los barcos de los piratas. Si lograban mantener a los enemigos a la vista, sería más fácil idear un ataque rápido y sin margen de error, liberando a los gyojin con un golpe decisivo.
Octojin apreciaba la serenidad y la autoridad que irradiaba su compañero mientras evaluaba los puntos estratégicos. La precisión y calma con la que Atlas procesaba cada idea le recordó que, aunque él mismo ardía por dentro, no podía permitirse actuar con ira.
Cuando le contó todo el plan, haciendo también hincapié en las preocupaciones de las incógnitas que tenía, esperó a que le diera una respuesta, una aprobación o cualquier mejora a su plan. Todo parecía ir encaminado a terminar pronto, pero no había ninguna certeza de que aquello fuera a salir bien. Igual era buena idea empezar a crear un plan B.
En cualquier caso, ambos deberían prepararse para los últimos pasos de la operación, sabiendo que en breve darían inicio a la búsqueda. Octojin, sintiendo cómo las tensiones se disipaban en ese instante de calma, se preparó mentalmente para lo que vendría.