Qué vida tan dura la del revolucionario. El de verdad, quiero decir, no el de salón y Netflix —sea lo que sea esto último, claro—. Quien decide consagrar su vida a la liberación de los oprimidos y la alteración del statu quo para dar forma a un mundo más equitativo, sin duda, se ve forzado a enfrentarse a un sinfín de obstáculos que serían capaces de hacer desistir a muchos. No sé si será tu caso o no. A lo mejor simplemente pasabas por ahí y pensaste: ¿por qué no probar? Confío en que realmente estés aquí por tus convicciones.
Bromas aparte, a lo mejor es momento de que ates tu mente al suelo y dejes de pensar en las musarañas. Una gota de agua salpicando tu cara al salir despedida desde el mar es la encargada de, como te digo, devolverte a la realidad. Has venido hasta aquí viajando en una embarcación pequeña y rápida junto al resto de tus compañeros. Para operaciones como ésta la Revolución acostumbra a usar ese tipo de navíos, más fáciles de ocultar al llegar al destino y más difíciles de detectar y perseguir por las fuerzas del Gobierno Mundial.
¿Que a qué tipo de operaciones me refiero? Voy, voy. El Oficial Mattise se puso en contacto contigo para solicitar tu incorporación a una misión en la que el ejército revolucionario tiene depositadas muchas esperanzas: han encontrado un filón al que aferrarse para introducirse en DemonTooth. No sé si estarás muy familiarizado con la tradición local, pero Mattise se mostraba bastante ilusionado e impaciente porque opinaba que la incorporación de sus dojos y sus diestros guerreros a la causa podría suponer un importante paso adelante para la Revolución.
Al parecer, la sargento Dashida pasó varios meses de paisano en la zona con la intención de buscar personas afines que permitiesen la introducción de las fuerzas revolucionarias en la isla. Según dice, en Villa Shimotsuki hay cuatro sabios que son quienes llevan la voz cantante en lo que al devenir de la isla se refiere. Son famosos sus dojos, situados cada uno en un colmillo de la isla, pero en el tiempo que estuvo allí no encontró el momento ni la justificación para subir a tantear a los maestros. En cualquier caso, al parecer uno de los ayudantes de uno de los sabios se mostró ciertamente de acuerdo con los ideales de vuestro grupo. Dashida decidió intentar asegurar lo que ya tenía y perseveró, consiguiendo arrancar al sujeto la confesión —o más bien la idea— de que su jefe podría estar dispuesto a ejercer presión a vuestro favor.
En cualquier caso, llegaron al acuerdo de que ella se marcharía y regresaría con un destacamento de confianza para plantear una propuesta en firme de alianza o anexión a la Revolución. Esto sólo sería un primer paso, claro, porque habría que poner de acuerdo al resto de sabios, pero sería un primer paso espectacular, ¿no te parece?
Por otro lado, el confidente asegura que la banda de pirata asentada en el norte desagrada sobremanera al sabio de quien depende. Tienen un acuerdo mutuo de no agresión desde hace años, pero afirma que la rígida moral de su jefe no concibe que simplemente se les pueda permitir estar allí por mucho que no les ataquen. Es por ello que, además, por si acaso transportáis con vosotros un pequeño cargamento de armas suficiente para abastecer a una aldea pequeña en un hipotético enfrentamiento. Dashida no se mostraba demasiado de acuerdo en un primer momento con la idea de llevar armamento, puesto que nunca ha podido hablar con el sabio y todo lo que sabe es por su subordinado, quien, además, asegura que el sabio nunca admitirá en público ni ante nadie todo lo que él le ha contado. Es una buena papeleta, eso seguro. En cualquier caso, desde la Revolución se ha juzgado que al menos por el momento el tema de los piratas es secundario. No quieren un enfrentamiento sin tener claro de qué pie cojean todos y cada uno de los ancianos.
Además de vosotros tres, en el pequeño barco van dos soldados como tú: los hermanos Mori. Son gemelos y destaca en ellos el vivo color morado de su pelo. Uno parece no tener ganas de vivir, siempre está tirado por las esquinas y quejándose de la pereza que le da todo; tanto lo que hay que hacer como lo que no. Sí, es ese tipo de persona que te drena la energía —seguro que se te viene alguien a la mente—. Su gemelo es lo opuesto: afable, se podría decir que hiperactivo, dispuesto a todo y todas esas cosas irritantes que hace la gente perfecta. No sé cuál te caerá mejor, si es que alguno te cae bien, pero el segundo te viene martilleando la oreja con un discurso inacabable desde que partisteis hacia la isla. Creo que está hablando de la espuma de las olas, pero hace tiempo que dejé de prestarle atención.
Finalmente desembarcáis en un puerto situado al sur de la isla, propiedad de la Villa Shimotsuki. Por supuesto, no os recibe nadie: en teoría vais de incógnito. Se trata de un puerto tranquilo. Alberga espacio para varios barcos, pero no es nada comparado con las grandes masas de piedra y madera que son puertos como el de Loguetown. De hecho, la mayor parte de la actividad que puedes apreciar corresponde a pescadores que regresan de faenar en la fresca mañana de verano en la que habéis llegado. Más pronto que tarde comenzará a hacer más calor, así que se afanan por dejar listo el producto fresco para ser vendido antes de que empiece a oler mal.
Parece una zona de lo más pacífica, la verdad. A mí me haría preguntarme si realmente allí alguien necesita ser liberrevolucionado —sí, me lo acabo de inventar—, pero donde hay patrón no manda marinero y tanto los jefazos de la Revolución como el Oficial Mattise tienen claro que allí hay que insistir.
—Acordé con mi confidente encontrarnos en la villa —dice la Sargento Dashida al tiempo que comienza a descargar las cajas que lleváis como coartada, en su mayoría repletas de frutas con falsos fondos en los que van las armas—. Hay un gran templo en la plaza principal y días como hoy, después de los oficios, se organiza una pequeña fiesta en la plaza para favorecer los lazos entre los miembros de la comunidad. Por lo visto fue una idea que tuvieron los sabios hace ya bastantes años. A lo mejor podemos pedir permiso para que nos dejen poner un puesto de frutas, ¿qué os parece?
Bromas aparte, a lo mejor es momento de que ates tu mente al suelo y dejes de pensar en las musarañas. Una gota de agua salpicando tu cara al salir despedida desde el mar es la encargada de, como te digo, devolverte a la realidad. Has venido hasta aquí viajando en una embarcación pequeña y rápida junto al resto de tus compañeros. Para operaciones como ésta la Revolución acostumbra a usar ese tipo de navíos, más fáciles de ocultar al llegar al destino y más difíciles de detectar y perseguir por las fuerzas del Gobierno Mundial.
¿Que a qué tipo de operaciones me refiero? Voy, voy. El Oficial Mattise se puso en contacto contigo para solicitar tu incorporación a una misión en la que el ejército revolucionario tiene depositadas muchas esperanzas: han encontrado un filón al que aferrarse para introducirse en DemonTooth. No sé si estarás muy familiarizado con la tradición local, pero Mattise se mostraba bastante ilusionado e impaciente porque opinaba que la incorporación de sus dojos y sus diestros guerreros a la causa podría suponer un importante paso adelante para la Revolución.
Al parecer, la sargento Dashida pasó varios meses de paisano en la zona con la intención de buscar personas afines que permitiesen la introducción de las fuerzas revolucionarias en la isla. Según dice, en Villa Shimotsuki hay cuatro sabios que son quienes llevan la voz cantante en lo que al devenir de la isla se refiere. Son famosos sus dojos, situados cada uno en un colmillo de la isla, pero en el tiempo que estuvo allí no encontró el momento ni la justificación para subir a tantear a los maestros. En cualquier caso, al parecer uno de los ayudantes de uno de los sabios se mostró ciertamente de acuerdo con los ideales de vuestro grupo. Dashida decidió intentar asegurar lo que ya tenía y perseveró, consiguiendo arrancar al sujeto la confesión —o más bien la idea— de que su jefe podría estar dispuesto a ejercer presión a vuestro favor.
En cualquier caso, llegaron al acuerdo de que ella se marcharía y regresaría con un destacamento de confianza para plantear una propuesta en firme de alianza o anexión a la Revolución. Esto sólo sería un primer paso, claro, porque habría que poner de acuerdo al resto de sabios, pero sería un primer paso espectacular, ¿no te parece?
Por otro lado, el confidente asegura que la banda de pirata asentada en el norte desagrada sobremanera al sabio de quien depende. Tienen un acuerdo mutuo de no agresión desde hace años, pero afirma que la rígida moral de su jefe no concibe que simplemente se les pueda permitir estar allí por mucho que no les ataquen. Es por ello que, además, por si acaso transportáis con vosotros un pequeño cargamento de armas suficiente para abastecer a una aldea pequeña en un hipotético enfrentamiento. Dashida no se mostraba demasiado de acuerdo en un primer momento con la idea de llevar armamento, puesto que nunca ha podido hablar con el sabio y todo lo que sabe es por su subordinado, quien, además, asegura que el sabio nunca admitirá en público ni ante nadie todo lo que él le ha contado. Es una buena papeleta, eso seguro. En cualquier caso, desde la Revolución se ha juzgado que al menos por el momento el tema de los piratas es secundario. No quieren un enfrentamiento sin tener claro de qué pie cojean todos y cada uno de los ancianos.
Además de vosotros tres, en el pequeño barco van dos soldados como tú: los hermanos Mori. Son gemelos y destaca en ellos el vivo color morado de su pelo. Uno parece no tener ganas de vivir, siempre está tirado por las esquinas y quejándose de la pereza que le da todo; tanto lo que hay que hacer como lo que no. Sí, es ese tipo de persona que te drena la energía —seguro que se te viene alguien a la mente—. Su gemelo es lo opuesto: afable, se podría decir que hiperactivo, dispuesto a todo y todas esas cosas irritantes que hace la gente perfecta. No sé cuál te caerá mejor, si es que alguno te cae bien, pero el segundo te viene martilleando la oreja con un discurso inacabable desde que partisteis hacia la isla. Creo que está hablando de la espuma de las olas, pero hace tiempo que dejé de prestarle atención.
Finalmente desembarcáis en un puerto situado al sur de la isla, propiedad de la Villa Shimotsuki. Por supuesto, no os recibe nadie: en teoría vais de incógnito. Se trata de un puerto tranquilo. Alberga espacio para varios barcos, pero no es nada comparado con las grandes masas de piedra y madera que son puertos como el de Loguetown. De hecho, la mayor parte de la actividad que puedes apreciar corresponde a pescadores que regresan de faenar en la fresca mañana de verano en la que habéis llegado. Más pronto que tarde comenzará a hacer más calor, así que se afanan por dejar listo el producto fresco para ser vendido antes de que empiece a oler mal.
Parece una zona de lo más pacífica, la verdad. A mí me haría preguntarme si realmente allí alguien necesita ser liberrevolucionado —sí, me lo acabo de inventar—, pero donde hay patrón no manda marinero y tanto los jefazos de la Revolución como el Oficial Mattise tienen claro que allí hay que insistir.
—Acordé con mi confidente encontrarnos en la villa —dice la Sargento Dashida al tiempo que comienza a descargar las cajas que lleváis como coartada, en su mayoría repletas de frutas con falsos fondos en los que van las armas—. Hay un gran templo en la plaza principal y días como hoy, después de los oficios, se organiza una pequeña fiesta en la plaza para favorecer los lazos entre los miembros de la comunidad. Por lo visto fue una idea que tuvieron los sabios hace ya bastantes años. A lo mejor podemos pedir permiso para que nos dejen poner un puesto de frutas, ¿qué os parece?