Tofun
El Largo
25-10-2024, 02:40 PM
La noche se oscurecía y los primeros truenos resonaban en el horizonte cuando Balagus llegó a la Taberna del Teniente Smith. Su imponente figura, casi sobresaliente en la penumbra, atrajo las miradas de los presentes. Murmullos de sorpresa y admiración recorrieron la sala, y la tensión en el aire se hizo palpable. La gente sabía que la situación era crítica y que su llegada significaba esperanza. Poco después, los dos marines, Ray y Octojin, hicieron su entrada. La rapidez con la que había llegado la marina dejó a todos boquiabiertos, un testimonio de la eficacia de su organización. Los lugareños apenas podían creer que la marina ya tuviera conocimiento de la amenaza que acechaba su aldea.
En el interior de la taberna, el ambiente era a la vez acogedor y tenso. La luz de las velas danzaba sobre las paredes de madera, creando sombras que se movían al ritmo del viento. El aroma a estofado caliente y pan recién horneado llenaba el aire, y el sonido de los vasos chocando y las risas nerviosas de los aldeanos intentaban ahogar el temor que los invadía. Pronto, el tabernero sirvió a los nuevos llegados un plato humeante de comida caliente, acompañado de jarras de cerveza local. Este gesto simple, pero reconfortante, les recordó que, a pesar del peligro, la camaradería y la unión eran esenciales en tiempos de crisis.
Garou, el veterano marine, observó a los recién llegados. Sin dudar, se acercó a Balagus, reconociendo su importancia en la situación.
— Quiero agradecerte, Balagus, por rescatar a uno de los nuestros. Tu valentía y fuerza serán cruciales en lo que se avecina. — Dijo Garou, su voz grave resonando en la sala. — Esta bestia marina ha causado estragos en su aldea y no podemos permitir que siga haciéndolo.
La tormenta rugía afuera. Garou se volvió hacia el grupo, su expresión seria.
—Necesitaran un plan. La cueva donde se oculta la bestia se encuentra al este de aquí. Para llegar, deberán seguir el camino que serpentea hasta el acantilado. Una vez frente a este, tomen la senda hacia el norte hasta llegar a un pequeño faro en ruinas. Tras él, podrán ver la entrada de la cueva. Pero deben tener cuidado; los caminos están resbaladizos y pueden encontrarse con peligros en el camino.
Garou continuó, su mirada fija en cada uno de ellos.
— Una vez lleguen a la cueva, tendrán que avanzar con cautela. El interior es amplio, con estalactitas colgando del techo. Hay varias estancias, pero donde han ocurrido más accidentes es en un gran claro de arena que hay al final. Este claro se abre hacia una cala interna, atechada por la roca, pero desde la que se puede ver el mar, pues este entra en la cueva formando una especie de lago.
La lluvia continuó, y los truenos resonaban cada vez más cerca, como un recordatorio de que la noche traía consigo peligros que debían enfrentar juntos. Garou respiró hondo y se despidió de lo que estaba por venir, sintiendo que la tormenta no era nada comparado con el desafío que les aguardaba en la oscuridad de la cueva.
La ruta hacia la cueva donde se ocultaba la bestia marina comenzaba en el este de la aldea, donde un camino serpenteante se adentraba en la oscuridad. A medida que avanzaban, el camino se tornaba más angosto y pedregoso, flanqueado por altos acantilados que ofrecían vistas dramáticas del océano embravecido. La brisa marina traía consigo el olor salado del mar, mientras los truenos retumbaban a lo lejos.
Después de unos minutos de marcha, los aventureros llegarían a un pequeño faro en ruinas, un antiguo faro que servía como un punto de referencia. Desde allí, el sendero giraba hacia el norte, descendiendo por una pendiente resbaladiza que se precipitaba hacia una entrada oscura en la roca. Al acercarse, el sonido del agua chocando contra las paredes de la cueva resonaba, anticipando la inminente confrontación con la criatura.
Finalmente, la cueva se abría en un amplio espacio, donde estalactitas colgaban del techo y formaban una atmósfera casi mística. Al fondo, un claro de arena los conduciría a una cala interna, donde el mar se filtraba en el interior, creando un lago en calma, en contraposición a la tormenta que rugía en el exterior. Era el lugar que había descrito Garou. Tenía aproximadamente, desde la entrada al mar, unos 25 metros de radio.
En el interior de la taberna, el ambiente era a la vez acogedor y tenso. La luz de las velas danzaba sobre las paredes de madera, creando sombras que se movían al ritmo del viento. El aroma a estofado caliente y pan recién horneado llenaba el aire, y el sonido de los vasos chocando y las risas nerviosas de los aldeanos intentaban ahogar el temor que los invadía. Pronto, el tabernero sirvió a los nuevos llegados un plato humeante de comida caliente, acompañado de jarras de cerveza local. Este gesto simple, pero reconfortante, les recordó que, a pesar del peligro, la camaradería y la unión eran esenciales en tiempos de crisis.
Garou, el veterano marine, observó a los recién llegados. Sin dudar, se acercó a Balagus, reconociendo su importancia en la situación.
— Quiero agradecerte, Balagus, por rescatar a uno de los nuestros. Tu valentía y fuerza serán cruciales en lo que se avecina. — Dijo Garou, su voz grave resonando en la sala. — Esta bestia marina ha causado estragos en su aldea y no podemos permitir que siga haciéndolo.
La tormenta rugía afuera. Garou se volvió hacia el grupo, su expresión seria.
—Necesitaran un plan. La cueva donde se oculta la bestia se encuentra al este de aquí. Para llegar, deberán seguir el camino que serpentea hasta el acantilado. Una vez frente a este, tomen la senda hacia el norte hasta llegar a un pequeño faro en ruinas. Tras él, podrán ver la entrada de la cueva. Pero deben tener cuidado; los caminos están resbaladizos y pueden encontrarse con peligros en el camino.
Garou continuó, su mirada fija en cada uno de ellos.
— Una vez lleguen a la cueva, tendrán que avanzar con cautela. El interior es amplio, con estalactitas colgando del techo. Hay varias estancias, pero donde han ocurrido más accidentes es en un gran claro de arena que hay al final. Este claro se abre hacia una cala interna, atechada por la roca, pero desde la que se puede ver el mar, pues este entra en la cueva formando una especie de lago.
La lluvia continuó, y los truenos resonaban cada vez más cerca, como un recordatorio de que la noche traía consigo peligros que debían enfrentar juntos. Garou respiró hondo y se despidió de lo que estaba por venir, sintiendo que la tormenta no era nada comparado con el desafío que les aguardaba en la oscuridad de la cueva.
La ruta hacia la cueva donde se ocultaba la bestia marina comenzaba en el este de la aldea, donde un camino serpenteante se adentraba en la oscuridad. A medida que avanzaban, el camino se tornaba más angosto y pedregoso, flanqueado por altos acantilados que ofrecían vistas dramáticas del océano embravecido. La brisa marina traía consigo el olor salado del mar, mientras los truenos retumbaban a lo lejos.
Después de unos minutos de marcha, los aventureros llegarían a un pequeño faro en ruinas, un antiguo faro que servía como un punto de referencia. Desde allí, el sendero giraba hacia el norte, descendiendo por una pendiente resbaladiza que se precipitaba hacia una entrada oscura en la roca. Al acercarse, el sonido del agua chocando contra las paredes de la cueva resonaba, anticipando la inminente confrontación con la criatura.
Finalmente, la cueva se abría en un amplio espacio, donde estalactitas colgaban del techo y formaban una atmósfera casi mística. Al fondo, un claro de arena los conduciría a una cala interna, donde el mar se filtraba en el interior, creando un lago en calma, en contraposición a la tormenta que rugía en el exterior. Era el lugar que había descrito Garou. Tenía aproximadamente, desde la entrada al mar, unos 25 metros de radio.